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30 ene 2006

'Terror en la niebla'

(The Fog. Rupert Wainwright. Estados Unidos. 2005. 103 min.) Me resulta difícil hacer un análisis de este largometraje sin compararlo con La Niebla de 1980, ya que si sois seguidores de este blog ya sabéis que soy un profundo admirador de Carpenter. Así que, antes de entrar en comparaciones, veamos que ofrece Terror en la Niebla a los que nunca vieron aquella obra maestra. Para empezar, un reparto de caras jóvenes entre los que destacan los televisivos Tom Welling y Maggie Grace, de las series Smallville y Perdidos, respectivamente. Esto nos da una idea muy clara del público al que va destinada la película: menor de 20 años, enganchado a la televisión y, a ser posible, que no conozca la versión primigenia de Carpenter para que pueda sorprenderse como si le estuvieran contando una historia nueva. Y doy fe de que este propósito se consigue, al menos en la abarrotada sala donde vi la película, en la que parte del público gritaba hasta desgañitarse con sustos del montón. Suerte que está también Selma Blair, actriz habituada al cine independiente (hasta cuando hace cine comercial, lo hace con gente como Guillermo del Toro en Hellboy) a la que, desgraciadamente, no dejan mucho protagonismo en esta cinta.

El director Rupert Wainwright sabe cómo coger historias ya contadas y presentarlas en un envoltorio espectacular que las haga digeribles para los más jóvenes (recuerden Stigmata, de la que en su momento escuché decir a alguien en una sala que era "la más gore que había visto en su vida"... cuando era de lo más inocente). La receta no es muy difícil: muchas luces, bastante fuego, actores y actrices con físicos perfectos, música electrónica y una buena ración de efectos visuales y chispas, aunque no siempre vengan a cuento. Una mezcla funcional y entretenida, con imágenes logradas y buen ritmo. Pero, como dije, apreciable sobre todo por los que no vieron La Niebla.

¿Y qué hay de los que sí la vieron? Pues, a no ser que tengan poca memoria, no les costará demasiado reconocer algunos diálogos casi idénticos  y una sucesión de acontecimientos calcados a la original, aunque la parte final difiere bastante y, por cierto, para peor. No voy a ser uno de esos "tipos estirados" que van a renegar ofensivamente contra Terror en la niebla. Mentiría si digo que me aburrí. Pero la cuestión es que los méritos de este film ya estaban en la versión de Carpenter y allí todo estaba mucho mejor narrado, tenía más tensión y una atmósfera que la niebla infográfica de nuestros días no logra recrear. Además del final (muy diferente, como ya dije antes), hay pequeños detalles diseminados a lo largo del metraje que nos demuestran cómo ha cambiado la sociedad o, mejor dicho, el tratamiento que la industria del cine tiene hacia su público. Veamos algunas de ellas:

Advertencia, a partir de aquí hay algunos spoilers.

- En la versión de Carpenter Tom Wilkinson recogía a una autoestopista interpretada por Jamie Lee Curtis y, minutos después, ya estaban en la cama. Después de hacer el amor se dan cuenta de que no saben sus respectivos nombres. En la versión de 2005, Tom Welling recoge a una autoestopista hacia la que tiene descaradamente intenciones sexuales. Cuando la chica sube a la camioneta descubrimos que es Maggie Grace, la antigua novia de Welling (utilizando siempre el nombre de los actores en lugar del de los personajes, para que sea más fácil de explicar). La diferencia es evidente: hoy en día sería políticamente incorrecto que dos desconocidos que acaban de hacer el amor nada más conocerse fueran los héroes de la película.

- Los espectros vengativos de la cinta (de ambas) estaban afectados de lepra y por ello fueron asesinados, para que no contagiaran Antonio Bay y así poder hacerse con su oro. En esta nueva versión se cita explícitamente que la lepra "la trajeron los chinos". Piensen en el contexto socio-político mundial actual y verán que este detalle quizá no sea casual: China es la potencia que según algunos estudios se presenta como la mayor amenaza de la hegemonía mundial de los Estados Unidos. Y ahí dejo ese dato. Ya saben: "a buen entendedor..."

- Además de reducir drásticamente la función del faro como lugar de amenaza de la niebla y sus "habitantes", otro escenario ha desaparecido, pero esta vez por completo: la iglesia del pueblo. Si en La Niebla de Carpenter éste era el edificio en el que transcurría el clímax y bastantes momentos de la trama, en Terror en la niebla tenemos el ayuntamiento como lugar donde se produce (supuestamente) el momento de mayor tensión dramática. ¿A qué se debe este cambio? ¿Acaso los productores no confiaban en que los adolescentes supieran qué es una iglesia? Vale que esto esté un poco cogido por los pelos pero, si uno le da vueltas, siempre puede llegar a conclusiones sobre casi todo, aunque no siempre con fundamento (como me hubiera pasado a mí en este caso si hubiera seguido desbarrando sobre el tema...)

Después de todo lo dicho, no os voy a engañar: a mí también me gusta que las protagonistas no usen pantalones cuando están en su casa, y entiendo que a otr@s les guste que Tom Welling se quite la camiseta a la mínima que le surge la oportunidad, incluso comparto el agradecimiento de parte del público hacia determinados sustos... Pero, como la historia me la sabía entera, mi cabeza empezó a buscar entretenimiento en estas diferencias y sus posibles teorías. No me hagan mucho caso y, si quieren pasar algo más de hora y media entretenidos, vayan a verla. Como dijo aquel, "en peores plazas hemos toreao".


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Una crítica de mierda para una película de mierda con la que finalmente fui piadoso (como me pasa en demasiadas ocasiones). Los últimos párrafos, después de la alerta de spoilers, son de una tontuna importante y vuelve a ser una prueba de cómo me gustaba llenar párrafos con la Nada más absoluta. 

28 ene 2006

'Armas invencibles'

(Police Story / Ging chaat goo si. Jackie Chan. Hong Kong. 1985. 96 min.) Aquí estamos de nuevo ante una película de Jackie Chan y con la necesidad de aclarar la confusión de títulos con los que se ha conocido esta saga en España. La serie, cronológicamente, sería la siguiente (mencionaremos el título internacional para hacerlo más sencillo):

- Police Story (1985): la que nos ocupa y sobre la que hablaremos unos párrafos abajo. Se editó en España con el título Armas invencibles.

- Police Story 2 (1988): continuación directa del argumento de la primera entrega, con gran parte del reparto en el mismo papel. Conocida en España como, ejem, Superpolicía en apuros...

- Police Story 3 (1992): conocida internacionalmente como Supercop y con novedades, principalmente la incorporación de Michelle Yeoh como compañera de Chan.

- Police Story 4 (1996): conocida internacionalmente como Jackie Chan's First Strike y en España como Impacto Inminente, se trata de la más aburrida de la saga y prácticamente no tiene nada que ver con las anteriores, a pesar de que Chan interpreta al mismo personaje. Es lo más parecido que Jackie ha hecho nunca a una película de James Bond...

- New Police Story (2004): Tampoco tiene nada que ver con las anteriores, ni siquiera el papel de Chan es el mismo. Pero, al contrario de lo que se podría pensar, esta sí que merece la pena y ha supuesto el regreso por todo lo alto de Chan a la cinematografía de Hong Kong.

Y ahora, al meollo.

Police Story es una película esencial para el cine de acción de Hong Kong. Indispensable. Así como suena. Y, por tanto, todos los seguidores de este cine deberían verla por lo menos una vez en su vida, lo mismo que el fan del terror tiene que haber visto La matanza de Texas o el de ciencia ficción Blade Runner. Pero no sólo es una obra capital para el cine de la ex-colonia británica, sino para el cine de acción en general, de cualquier nacionalidad. En una de esas afortunadas ocasiones en la que una sola obra puede llegar a cambiar la industria, Jackie Chan consiguió con Police Story aunar en una comunión perfecta la comedia, el Kung-Fu y la acción policial, creando lo que luego se conoció como Modern-Day-Action y que tanta influencia tuvo, junto al Heroic Bloodshed, en el desarrollo de la cinematografía hongkonita en los años 80. Police Story es a la cinematografía de Hong Kong lo que puede ser Arma Letal a Hollywood, el inicio de una nueva etapa en un género que necesitaba aires frescos para salir adelante.

En 1985 Jackie Chan estrenaba una película rodada en Estados Unidos y en la que hacía un papel similar: el de policía que se ve obligado a enfrentarse a la mafia del narcotráfico. Su título era El Protector y supuso para Chan toda una decepción. Pero, ni corto ni perezoso, pudo hacer en Hong Kong justo lo que él quería y así nació Police Story, el inicio de la saga en la que interpreta a Chan Ka-kui (o Kevin Chan, según el viejo doblaje), un policía siempre dispuesto a hacer cumplir la ley hasta llegar al extremo, pero también con una sonrisa eterna en la cara (que se le fue borrando a medida que transcurrían las siguientes entregas y los problemas se hacían más serios).

Tras una redada en un poblado de chabolas, un capo de la droga y varios de sus hombres son capturados, incluyendo a su secretaria, Salina Fong (Brigitte Lin). Ésta es puesta en libertad con la condición de que declare contra su jefe, por lo cual Chan se ve obligado a custodiarla, lo que le traerá problemas con su novia May (una jovencísima Maggie Cheung) y se verá en más de un aprieto cuando Salina escapa y el mafioso queda en libertad.

La película tiene menos acción de la que uno podría esperar. Como ya ocurría en la comentada My lucky stars, casi toda se centra en el primer y el tercer acto, dejando la parte central para el enredo y la comedia de situación, en la que los chistes surgen por malentendidos y engaños de los personajes. Pero, al contrario de lo que comentábamos en aquella, aquí no hay lugar para la repetición de situaciones o el cansancio: las peripecias de Chan para hacer creer a Salina que realmente necesita su protección, el estátus de Ka-kui como policía estelar tras el éxito de su misión o las discusiones con May están tratadas con sentido del humor y no hacen que perdamos el interés en ningún momento, si bien el espectador más ávido de acción frenética lo podría pasar mal si únicamente espera encontrarse con eso en Police Story.

En cualquier caso, cuando llega la acción uno no puede hacer otra cosa que emocionarse. Ya los primeros quince minutos son sublimes: tras el tiroteo en el poblado, tenemos una persecución con los coches atravesando las chabolas colina abajo (sí, amigos, Michael Bay plagió esto en Bad Boys II), Chan se agarra con un paraguas a la ventanilla de un autobús (en homenaje a Charles Chaplin), desciende a pie y a toda velocidad una pendiente y finalmente detiene al autocar justo enfrente de sus narices tras apuntarle con su revólver (¿también os suena esto? No me extraña, lo copiaron en Tango & Cash).

Luego tenemos un par de peleas diseminadas por el metraje (con una labor de especialistas impresionante y dolorosa para el espectador) y, finalmente, en un centro comercial, llega la gran traca que hace que muchos vibremos al verla una y otra vez: una sucesión de coreografías perfectas, de cuerpos atravesando cristales y chocando contra el hierro... incluso hay una escena en la que Chan toma una motocicleta y atropella a uno de sus enemigos haciéndole atravesar una larga cristalera (esto también lo plagiaron en Hollywood: Rapid Fire)... sin olvidar el momento en que Chan (ya totalmente poseído por el ansia destructivo) se desliza sobre una barra de hierro atravesando guirnaldas de bombillas ante la mirada atónita de los que le rodean. En un rasgo muy característico de su cine, Jackie nos muestra la misma imagen desde varios puntos de vista, para que admiremos su locura en todo su esplendor. Esto, como ya ha dicho algún crítico, rompe toda narrativa convencional, pero tanto a Chan como a sus fans nos la trae al pairo: cuando Jackie da el todo por el todo, queremos verlo desde todos los ángulos posibles.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Police Story sigue siendo La Película de Jackie Chan, un espectáculo total al que amo y que debería ser objeto de devoción de cualquier fan del cine de acción, independientemente de donde venga. 

26 ene 2006

'La banda de los supercamorristas'

(My lucky stars / Fuk sing go jiu. Sammo Hung. Hong Kong. 1985. 92 min.) Antes de hacer un análisis de esta película, creo necesario hacer una serie de aclaraciones:

- En primer lugar, y a pesar de lo que su carátula nos pueda indicar, My lucky stars NO es una película de Jackie Chan en el sentido que todos podemos pensar. Aunque aparezca en el prólogo de la cinta y durante casi todo el clímax, su partición en esta cinta se reduce a menos de media hora en total. Así que los fans fatales de Jackie quizá se sientan decepcionados al verla.

- Aunque estén encabezando el reparto, los verdaderos protagonistas no son Jackie Chan (como dije antes), Yuen Biao y Samo Hung. Yuen Biao, de hecho, tiene aún menos protagonismo que Chan. Por su parte, Hung tiene más peso en la trama (y esto no es un chiste sobre su figura) y, además de dirigir, es uno de los cinco Lucky Stars a los que hace referencia el título original. El motivo de que se publicite esta cinta con estos tres nombres en cabeza responde a que, para los amantes del buen cine de artes marciales y la acción hongkonita, la reunión de estos tres amigos de la infancia (estudiaron juntos en la Ópera de Pekin) siempre es motivo de alegría e indicativo de diversión asegurada.

- El jaleo de títulos: se estrenó en España como La banda de los supercamorristas, intentando hacerla pasar como continuación de Los Supercamorristas, cuyo título original era Wheels on Meals y que no tenía nada que ver argumentalmente con la saga de los Lucky Stars, aunque sí estaba protagonizada (al 100%) por el trío Chan-Biao-Hung (¡rodada en Barcelona y con Pepe Shancho haciendo de malo!).

- En realidad, My lucky stars es la segunda entrega de la saga comenzada con Winners & Sinners, que consta de siete títulos, en tres de los cuales aparecían Chan, Hung y Biao (o Yuen, porque realmente Yuen es el apellido y Biao el nombre de pila). De estas siete películas, sólo la segunda (la que nos ocupa) y la tercera llegaron a España, esta última con el título El regreso de los supercamorristas, lo cual no hacía más que contribuir a agrandar la confusión.

Y después del lío de títulos y falsas secuelas, vayamos al grano. My lucky stars es una película sandwich: el relleno de este divertido bocadillo es una comedia clásica cantonesa protagonizada por cinco ex-delincuentes que se ven obligados a ayudar a la policía, mientras que las dos rebanadas de pan son un prólogo y un clímax repletos de acción y coreografías de impacto, sin abandonar del todo el sentido del humor. Y esa división es lo peor de la película, ya que parecen pertenecer a dos obras totalmente distintas.

Al comienzo de la cinta, vemos a Jackie Chan y Yuen Biao en una misión en Tokyo. Después de una (excelente) persecución automovilística y un enfrentamiento con ninjas en un parque de atracciones, Yuen es secuestrado. Entonces comienza la otra película, en la que Chan pide ayuda a sus amigos del orfanato, cinco chiflados que, salvo uno de ellos, fueron los protagonistas de Winners & Sinners, donde Chan aparecía aún menos que aquí. El protagonismo pasa entonces a este grupo, los Lucky Stars del título, quienes deberán contar con la supervisión de la inspectora Woo (Sibelle Hu) para viajar a Tokyo y ayudar a Chan a rescatar a Yuen.

Si alguien quiere ir al grano y disfrutar de la acción, será mejor que se olvide de todo el segundo acto del largometraje. El hecho de que Hung, como director, quiera dar relevancia a todos sus compañeros además de a él mismo, hace que la cinta se detenga en la presentación de cada uno de estos personajes. Si uno se mentaliza y acepta que lo que está viendo es una comedia quizá pueda sacarle partido. Desde luego, los personajes no tienen desperdicio, cada cual más alocado, aunque se llevan la palma Sandy (Richard Ng) y Blockhead (Eric Tsang). A Sandy le sacan de un manicomio y está empeñado en que puede hacer que las cosas sucedan mediante el poder de su mente, por lo que va a todos lados con un libro de telekinesis. Por su parte, Blockhead es el más inocente de todos, con una voz casi de niño que se pierde en la versión doblada de la película. Samo Hung (que es el jefe de estos cinco "héroes") se extiende a la hora de mostrar las ocurrencias de los protagonistas, por lo cual cada chiste que aparece tiene cuatro réplicas más, de tal modo que los cinco actores del grupo puedan lucirse. Esto hace que la acción se ralentice demasiado en ocasiones, como en una escena en la que los cinco se disfrazan de ninjas que pretenden secuestrar a la inspectora Woo. En cada ocasión, uno de ellos aparece en pijama para rescatar a la joven y los demás le atan al cuerpo de la muchacha, de tal manera que todos se van rotando hasta que han conseguido estar unos minutos abrazados a la chica por la que babean. Una escena al más puro estilo "erótico-festivo-infantil" al que nos tenía acostumbrado el cómico Benny Hill, con toda su inocencia y picardía al mismo tiempo.

Aunque el espectador pueda sentir simpatía por los protagonistas y sus payasadas, la verdad es que después de un rato el esquema llega a cansar. Por lo cual el clímax, con varias peleas simultáneas en las que participa todo el reparto, es recibido con vítores por el respetable. Destacar el enfrentamiento entre Sibelle Hu y la culturista y karateka japonesa Michiko Nishiwaki, todo un regalo para los fans de las "deadly dolls" orientales, así como la secuencia de Jackie Chan en una casa del terror del parque de atracciones, donde transcurren las escenas más imaginativas de toda la cinta.

Y así, con la sensación de haber pasado un rato agradable, la función llega a su fin y uno piensa "no ha sido gran cosa pero al menos me he divertido". My lucky stars no pretende más que eso, y buscarle algo más es pedirle peras al olmo.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Este es uno de los casos en los que el exceso de información previo a la crítica no procede de ningún intento de hacerme el listo, sino realmente de intentar aportar algo de claridad sobre un tema con el que existe cierta confusión. Ahora lo habría arreglado con un enlace (hacia esto, por ejemplo) y me habría centrado exclusivamente en reseñar la película en sí.  

24 ene 2006

'Robowar'

(Robowar / Robot da guerra. Vincent Dawn / Bruno Mattei. Italia. 1988. 82 minutos) Dirigida por el artesano Bruno Mattei (utilizando aquí uno de sus seudónimos: Vincent Dawn), Robowar no es otra cosa que la versión italiana de Depredador. Tal y como suena, con una trama casi idéntica, escenas y diálogos casi calcados y hasta con los títulos de crédito del final expuestos del mismo modo (ya sabéis, con una imagen de cada actor, su nombre real y el de su personaje). La única diferencia es que el comando se enfrenta esta vez no a un alien, sino a un experimento descontrolado, un cyborg llamado Omega-1 construído a partir del cadáver de un soldado (sí, amigos, también hay ecos de Robocop), vestido igual que el vengador de El Aparecido.

Rodada en Filipinas y con un reparto lleno de habituales de la exploitation italiana, se llevan la palma Reb Brown (el Capitán América televisivo), un actor al que llamar inexpresivo es ser generoso; Catherine Hickland, ex-mujer de David Hasselhoff, actriz de culebrones norteamericanos y experta en cosmética para gatos (¡!); y Max Laurel en el papel de Quang, quien no duda en poner toda la carne en el asador para interpretar escenas literlmante calcadas a las de su personaje réplica en Depredador (también se enfrenta al bicho a golpe de machete... y muere, claro).

En cuanto a la dirección de Mattei, en ocasiones parece que su máxima preocupación es que todos los integrantes del reparto aparezcan al mismo tiempo en la pantalla, dando lugar a planos que parecen una foto de carnavales o algo así. Y es que Robowar es un juego, es asistir como espectador a una partida de paintball en la que, además, hay un robot suelto con un rifle láser que hace ruiditos ridículos al dispararlo.

Y vosotros diréis que esto es basura. Pues sí, amigos, pero basura de calidad. La ambientación está sorprendentemente lograda, el metraje discurre sin ningún parón importante, las escenas de acción se pueden ver sin problemas, hay algo de gore en los cadáveres que Omega-1 deja a su paso (en realidad cuatro planos que se repiten constantemente en cada hallazgo de fiambres), la música de Al Festa es entrañable (en ocasiones, destaca tanto que te llega a distraer) y, qué demonios, a poco que se sepa apreciar este tipo de cine, uno se lo pasa pipa y llega a añorar viejos tiempos en los que los remakes no sólo se hacían en Hollywood. En otros países está editada en DVD, en una edición extendida y en Widescreen. Eso demuestra que al mercado del vídeo en España aún le queda mucho camino que recorrer...


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Esta es una reseña que no hace honor a lo mucho que amo esta película y a lo importante que resulta para mi educación como espectador de cine B. Por algún motivo me mostré demasiado tibio, pero ahora digo sin remilgos que Robowar es un PELICULÓN. Quizá algún día escriba algo que le haga justicia. De hecho recuerdo que le prometí a Viruete un post para su web sobre esta joya y aún no he lo he cumplido. No me olvido, Jose, no me olvido.

21 ene 2006

'Constantine'

(Constantine. Francis Lawrence. Estados Unidos / Alemania. 2005. 121 minutos) No lo consigo. Y lo he intentado dos veces: una en el cine y otra en DVD... Pero no logro que Constantine me deje satisfecho. Y eso que la he visto sin ningún tipo de prejuicios: Keanu Reeves me cae simpático, Rachel Weisz me atrae poderosamente y jamás he leído un cómic de Hellblazer. Y empieza bien... Con ese prólogo ambientado en México, en el que un personaje encuentra la Lanza del Destino (con la que Cristo fue herido en la cruz); con la secuencia del exorcismo en la que John Constantine (Reeves) atrapa un demonio en un espejo... La trama tampoco está mal, aunque sea algo tópica: un tipo quiere ganarse el cielo luchando contra los demonios. El problema es que hay una conspiración para hacer que Mammon, el hijo de Lucifer, llegue a la Tierra para crear un nuevo reino de terror que dejaría al Infierno de su padre en pañales... Los efectos especiales son decentes, aunque tampoco hay en exceso. Y, desde luego, no tienen nada que ver con los de Matrix, por mucho que algunos se empeñen en decirlo ante la coincidencia de protagonista...

Pero Constantine es una de esas películas que se pueden considerar "fallidas". Y lo es desde su mismo título, totalmente anticomercial. Se dice que no mantuvieron el título del cómic (Hellblazer) porque sonaba demasiado parecido a Hellraiser, y no querían que el público la relacionara con la saga iniciada por Clive Barker. Soberana estupidez, según mi criterio, porque la mayoría de la gente que fue a verla a los cines iba a ver "la nueva de Neo", y supongo que pocos de los que compartieron sesión conmigo conocían la existencia de los cenobitas barkerianos. Y, por otro lado, los que sí conocen Hellraiser son lo bastante astutos como para diferenciarla de Hellblazer. Una vez más, Hollywood trató a la audiencia como si fuera tonta...

Desde luego, no voy a ser tan simple de decir que esta es "una película mala, porque el tío mete los pies en una palangana y ve el infierno" (juro que he escuchado esta frase delante de mis narices). A todos los puntos positivos que dije antes hay que añadir un buen diseño de producción y algunos buenos momentos: la escena en la que Constantine encierra a una araña en un vaso y, después de echarle humo, le dice "Bienvenida a mi vida" se convierte en uno de los pocos momentos brillantes de la cinta, junto a las visitas al Infierno o aquella escena en la que Keanu Reeves sumerge a Rachel Weisz en una bañera (ambos actores, ella con ropa, metida en el agua y él a su lado... una imagen que ya se producía en Reacción en cadena). Pero si bien técnicamente es irreprochable y algunas de sus partes son apreciables, el conjunto me pareció decepcionante y algo aburrido, una mezcla de géneros que no termina de funcionar como película de terror ni como cinta de acción.Pero lo que sé que más irrita a muchos es que interpretan esta película como un gran anuncio en beneficio del Catolicismo o como la campaña anti-tabaco más cara que han visto. Y no les falta razón...


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Aquí incidía en uno de mis mayores defectos, ese pedante mensaje de "qué listo soy yo pero qué tonta es la gente" que a menudo se me cuela y del que no me siento especialmente orgulloso.  Por otra parte, vi la película una tercera vez y que quedé en las mismas: me aburrió considerablemente. 

14 ene 2006

'La tierra de los muertos vivientes'

(Land of the dead. George A. Romero. Estados Unidos / Canadá / Francia. 2005. 93 minutos) Difícil tarea la de George A. Romero a la hora de afrontar esta película: efrentarse a su propia leyenda y a tres obras precedentes que son clásicos de culto en todo el mundo. La noche de los muertos vivientes (1968), Zombi (1978) y El día de los muertos (1985) fueron tres largometrajes que crearon escuela en diferentes décadas y que hicieron de Romero uno de los Grandes del cine de terror. Muchos le acusan de ser sólamente un tipo afortunado que tuvo suerte con su primera película, pero además de su saga zombi encontramos en su filmografía otros títulos harto interesantes como The Crazies, Creepshow o Atracción diabólica. Lamentablemente, Romero es un artista condenado incapaz de superar el que fue su primer largometraje, que cambió para siempre el género y lo hizo entrar en la edad contemporánea, convirtiéndose en una especie de Orson Welles del horror.

Por otro lado, con La tierra de los muertos vivientes, Romero tiene la difícil misión de añadir un capítulo más a lo que ya era una trilogía coherente y grabada en la memoria colectiva de todos los aficionados. Y de todos es sabido que lo de trilogía suena bien, pero un cuarto título parece estar estorbando (piensen en la saga Alien, por ejemplo), a no ser que se convierta en el inicio de una nueva trilogía (cosa que no creo que tenga pensado hacer Romero, aunque nunca se sabe...).

En definitiva, el genio de Pittsburgh lo tenía todo en contra para hacer esta película, por mucho que algunos fans la pidieran desde hace años (cuando teóricamente se iba a llamar Twilight of the dead). Curiosamente, y en uno de esos giros inesperados que da la industria del cine de vez en cuando, Romero consiguió financiación de nada menos que la Universal Pictures, después de ver cómo triunfaba el remake de una de sus películas, El amanecer de los muertos (2004). Debieron pensar "si hemos conseguido este éxito gracias a una idea de Romero, démosle una nueva oportunidad para ver lo que la gente ha estado esperando tanto tiempo". De este modo, el sueño de muchos se hizo realidad y pudimos disfrutar por fin en pantalla grande de una película de zombis del hombre que inventó el género tal y como lo conocemos hoy en día.

¿Ha merecido la pena la espera? Yo diría que sí, pero es difícil valorar esta película. Me explico: las tres anteriores entregas de la saga (de argumento totalmente abierto y personajes cambiantes en cada una de sus partes, manteniendo únicamente en común a los muertos vivientes) son películas que he visto en vhs o dvd una y otra vez, que desde que tengo uso de razón siempre han estado rodeadas del aura mágico que sólo consiguen las cintas que sobreviven décadas en el recuerdo. Crecí con ellas, podríamos decir. Por eso es difícil analizar La tierra de los muertos vivientes comparándola con las anteriores, ya que ésta se perdió pronto en la dinámica del consumo rápido de multicines, a los que apuesto a que la mayoría de adolescentes acudieron pensando que se trataba de una "segunda parte" de El amanecer de los muertos versión 2004, sin ni siquiera saber quién es Romero. Ya dije algo parecido en la reseña de La Niebla, pero me parece importante recalcar la ignorancia del espectador medio y cómo éste es capaz de destruir en taquillas películas que en otros tiempo hubieran recibido mejor atención. Esto explicaría que La tierra de los muertos vivientes no tuviera un éxito mayor al que algunos hubiéramos deseado, y Romero tuviese que ver cómo la juventud comparaba despectivamente su película con otra que, para colmo, no hacía otra cosa que actualizar (y muy bien, por cierto) una idea suya.

Ahora intentaré valorar la película tal y como la he percibido en las cuatro veces que la he visto desde su estreno (una en cine y tres en dvd), pero no enfrentándola en ningún tipo de baremo con ninguna de sus predecesoras, ya que me temo que tendrán que pasar unos años hasta ver si esta cuarta parte consigue integrarse en la memoria colectiva junto al resto de la saga o, como dije antes, se la considera una especie de "estorbo".

Tras el logo de la Universal antiguo, el que Romero veía en las películas de Val Lewton (ya sabéis, el avión rodeando el globo terráqueo), un breve montaje nos recuerda lo que pasó "hace algún tiempo" (en un principio deberían haber incluído imágenes de las tres anteriores cintas, pero por problemas de copyright al final decidieron rodar escenas nuevas) y antes de que nos demos cuenta estamos sumergidos en la trama, sin ninguna explicación más que los breves apuntes que comentaba antes. Mejor así. De este modo, el espectador tiene la sensación de haber contemplado lo que normalmente sería el primer acto de todo largometraje en tan solo unos segundos. No hay presentación clásica de los personajes porque no hace falta. Nos importa poco su pasado (aunque finalmente, en determinados momentos de la cinta acabamos sabiendo su "curriculum"). De hecho, los que primero aparecen en la película son los zombis, esta vez bastante diferentes a lo que estamos acostumbrados a ver: ahora algunos de ellos logran comunicarse, conseguir imitaciones cada vez más convincetes de lo que algún día fueron.

Ya en El día de los muertos un científico lograba "amaestrar" a uno de los revividos, pero Romero (tan pesimista como siempre) hizo que su primer instinto al recobrar algo de "humanidad" (¡tras ojear un libro de Stephen King!) fuera el de coger un arma y disparar a quienes le habían maltratado.

En La tierra de los muertos vivientes los zombis figuran otra vez como ejemplo de los marginados, de la sociedad tercermundista que sólo pretende conseguir el acceso a una vida mejor. Por su parte, los "vivos" se parecen cada vez más a los muertos vivientes y viceversa. Están divididos en dos grandes grupos: los que viven ajenos a la destrucción del mundo en su palacio de cristal (liderados por un contenido Dennis Hopper) y los que arriesgan su cuello para "llevarles mondadientes a los ricachones" y sobrevivir en las zonas bajas de una ciudad teóricamente infranqueable por los "podridos".

Romero, tan político como de costumbre cuando trata el tema zombi, nos habla de revoluciones sociales. En esta película hay dos: la de la gente que rodea a Riley (Simon Baker) por salir de esa ciudad condenada y viajar a un lugar donde empezar desde cero; y la de los zombis liderados por Big Daddy (Eugene Clark) que lo único que también buscan es un lugar donde vivir. Los primeros quieren salir de la ciudad, los segundos salir de ella. Son dos caras de la misma moneda, dos revueltas con sus líderes carismáticos al frente. Pero, irónicamente, los muertos vivientes se muestran más unidos que los vivos, mostrando cómo la unión hace la fuerza y cómo los conflictos entre semejantes conducen al fracaso (el caso de los personajes de Hopper y John Leguizamo es ejemplar).

Todo esto está muy bien y eleva la cinta por encima de otras de su categoría, pero, ¿qué pasa con el terror?. Curiosamente, aquí es donde la película encuentra sus aspectos negativos. Hay sobreabundancia de gore, maquillajes extraordinarios (obra de los cada vez más reputados KNB - Kurtzman, Nicotero, Berger), momentos repulsivos y cosas que no había visto antes. Un festival. Pero el problema es que no da miedo. Hay mucha sangre y muchos sustos (algunos de los cuales, funcionan de manera irregular), pero Romero no opta por mostrar escenas de suspense contenido (aquí sólo tendríamos una breve muestra en el momento del aparcamiento antes del final) ni una sensación de angustia provocada por el encierro de los protagonistas (que funcionaba de maravilla en las tres películas precedentes). Quizá el gran problema esté en que los personajes no te importan demasiado, no logras empatizar con ellos de una manera considerable.

Tampoco ayuda la trama paralela a los zombis que se desarrolla con el vehículo llamado "Dead Reckoning (el azote de los muertos)". Los protagonistas (la parte "viva" del reparto, se entiende) están más preocupados en conseguir el vehículo que en enfrentarse a los muertos. Y tanto ir de un lado a otro con la intención de hacerse con el camión acorazado hace que en algunos momentos pienses "Muy bien, pero, ¿dónde están los zombis?".

A pesar de contener algunas imágenes que se me quedarán grabadas en la memoria para siempre (sobre todo, esos zombis agrupados bajo la luz de la luna en la orilla de un río... o cuando se quedan hipnotizados ante los fuegos artificiales) La tierra de los muertos vivientes no es la obra maestra que hubiera querido ver, pero sin duda es una muy recomendable aproximación al subgénero de los zombis y una gran oportunidad (quizá no del todo conseguida) para que Romero esté otra vez en boca de todos, después de foguearse con películas menores.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: no era difícil prever que la cuarta película zombi de Romero no se quedaría grabada en la memoria colectiva del mismo modo que lo hicieron las tres primeras. Lo que sí resultaba más complicado era adivinar que Romero todavía tenía que continuar de manera tangencial su saga con unos títulos que, en cierto modo, podría haberse ahorrado. Por otra parte no termino de entender la obsesión que yo tenía en aquella época con que las películas de terror tuvieran que dar miedo...

11 ene 2006

'La Niebla'

(John Carpenter's The Fog. John Carpenter. Estados Unidos. 1980. 87 minutos) Después del éxito sorpresa que supuso La noche de Halloween (hasta la llegada de El proyecto de la bruja de Blair, la película independiente más taquillera de la historia), John Carpenter y Debra Hill (productora y amiga de Carpenter) buscaban una nueva historia con la que aterrorizar a las plateas. Pero no querían repetirse, no querían hacer otra historia de psicópata con cuchillo que amenaza a canguros. Así que, mientras estaban visitando Stonehenge, vieron un espeso banco de niebla que avanzaba lentamente y Carpenter dijo “¿qué podría haber dentro de esa niebla?”. De este modo surgió la idea para La Niebla, cuarta película de Carpenter para el cine (si no contamos sus telefilmes Somebody’s watching me y Elvis).

En esta ocasión, Carpenter quería jugar con un terror menos físico, más sobrenatural, contando un simple pero efectivo cuento de miedo. En 1880, los habitantes de Antonio Bay hicieron algo horrible por lo que sus descendientes tendrán que pagar: un grupo de seis personas encendieron una hoguera en la playa para hacer que un barco lleno de leprosos chocara contra la costa y naufragara. De este modo los seis conspiradores consiguieron todo el oro que aquellos llevaban en el barco y lograron edificar una iglesia, con la cual Antonio Bay se convertía en pueblo y dejaba de ser una aldea. En el día que se conmemora el primer centenario del pueblo, los fenómenos extraños no tardan en aparecer: los aparatos eléctricos y los coches se ponen solos en marcha, las cabinas de teléfono comienzan a sonar, los cristales tiemblan… y aparece una espesa y luminosa niebla que avanza contra el viento y que trae una sorpresa en su interior: los fantasmas de los que fueron traicionados, que reclaman venganza y recuperar su oro.

"6 deben morir". Éste es el mensaje que lee Stevie Wayne (Adrienne Barbaeu) en el tablón de madera que su hijo ha encontrado en la playa. Y seis son pues los asesinatos que se cometen en la película, que busca la atmósfera, la angustia y el suspense sobre todo, renunciando al típico "slasher" en el que lo importante es ver cómo van muriendo los personajes de manera creativa. Aunque para el público de hoy La Niebla pueda parecer algo sosa o descafeinada, un servidor la tiene en su lista de películas de terror favoritas de todos los tiempos. Seguramente el remake que se estrenará dentro de unas semanas (titulado en España Terror en la niebla) será más dinámico, más espectacular, tendrá más ruido y más efectos especiales. Pero dificilmente conseguirá borrar del recuerdo esta maravilla de Carpenter, como casi todas sus obras, menospreciada en el momento de su estreno y que con los años ha ganado estatus de culto.

¿Qué ofrece? Pues, además de la posibilidad de ver reunidas a figuras tan características del cine de terror como Jamie Lee Curtis, Janet Leigh (madre de Jamie Lee e inolvidable "protagonista" de Psicosis) o Tom Atkins (protagonista también de Maniac Cop o El terror llama a su puerta), junto a la aparición del mismo Carpenter y otros actores y actrices habituales (Nancy Loomis o Charles Cyphers, ambos en Halloween), La Niebla es algo tan simple (pero tan difícil de encontrar) como una película de terror que en sus momentos más afortunados consigue dar miedo. Y no hablo de sustos (que también los hay, la mayoría de ellos insertados después de que sus responsables comprobaran que el primer montaje quedaba demasiado flojo), sino de esa sensación de inquietud que se te mete poco a poco en el cuerpo hasta convertirse en angustia. La tranquilidad de la primera mitad del metraje, tremendamente atmosférica, lleva a una sucesión de momentos de pánico en los que los protagonistas se ven cada vez más acosados, hasta quedar atrapados entre la espada y la pared (literalmente) y pensar que quizá no haya salida posible de lo que en teoría es un refugio (Adrienne Barbaeu en el faro donde tiene la emisora de radio, el resto de personajes en una iglesia).

Una cinta que empieza con una cita de Edgar Allan Poe, que remite a Lovecraft y los cómics de la EC de terror, y que demuestra que a veces en este género menos es más (esos espectros que apenas vislumbramos entre la bruma), no puede ser pasada por alto por cualquier buen aficionado.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: las previsión se cumplió y el remake resultó ser una birria. Con esta reseña empezaba ya a sentirme cómodo. 

7 ene 2006

'Doom'

(Doom. Andrzej Bartkowiak. Estados Unidos / República Checa. 2005. 100 minutos) En una sala bastante más llena de lo que esperaba (y con un público muy heterogéneo, desde críos de menos de diez años a señoras de más de sesenta), disfruté ayer de una película de la que no esperaba demasiado y que me aportó un buen rato de entretenimiento.

En su cuarta película, el polaco Andrzej Bartkowiak sigue demostrando que es, ahora mismo, uno de los artesanos del cine de acción más eficientes de Hollywood. Pero en esta ocasión, ha roto de manera exponencial con sus anteriores filmes: todos producidos por la Warner, Romeo debe morir, Herida abierta y Nacer para morir eran películas que mezclaban el mundo del hip hop con las artes marciales, con una cuadrilla de actores más o menos fijos (DMX, Anthony Anderson, Drag-On, Tom Arnold...) y la colaboración de estrellas del cine de patadas, Jet Li (en la primera y la tercera) y Steven Seagal (en la segunda). Además, tenían en común la presentación de varias escenas de acción que sucedían al mismo tiempo y nos eran mostradas en montajes paralelos. Todo envuelto en una banda sonora repleta de rap y R&B. Pues bien, todo esto ha desaparecido en Doom (producida por la Universal, cuyo logo característico se nos presenta en esta ocasión sobre el planeta Marte). Ni hip hop, ni artes marciales (sólo un poco en el duelo final, coreografiado por Dion Lam) ni apenas sentido del humor. En cuanto a la acción, toda lineal y sin pausas, como el videojuego en el que se basa.

El esquema es tan simple como parece: un grupo de soldados es enviado a una colonia de Marte para rescatar a los supervivientes de un ataque sanguinario a manos de unos seres extraños. Es decir, lo mismo que tantas otras veces hemos visto. Lo bueno es que Bartkowiak sabe dirigir muy bien las escenas de acción (es muy diferente a Paul Anderson, por ejemplo) y no se corta en mostrarnos los efectos de los ataques de los mutantes: decapitaciones, heridas sangrantes, etc. Sin censuras, sin movimientos de cámara elípticos ni planos que duren menos de un segundo para no molestar a la sensibilidad de nadie. Además, la fotografía acompaña con tonos oscuros que nos sumergen en ambientes claustrofóbicos en los que puede haber una amenaza a la vuelta de cualquier esquina.

Pero lo mejor llega en los últimos minutos, cuando la cámara se mete en la cabeza de uno de los personajes y sólo vemos lo que él ve. Entonces estamos viendo el videojuego en pantalla grande: secuencias enteras en plano subjetivo en la que sólo vemos el arma (o, las armas, motosierra incluída) del personaje, y los mutantes que se le cruzan en el camino. Realmente, esto no lo había visto jamás en el cine (al menos, recreado de una manera tan convincente e insistente). Y como colofón, un duelo final con el que no contaba y que enlaza en cierta manera ésta película con las anteriores de su director.

No es una cinta que pasará a la historia, pero éste Doom es posiblemente una de las adaptaciones de videojuegos más fieles (concretamente, al Doom 3), entretenidas y conseguidas que recuerdo.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Si bien nunca se caracterizó por realizar taquillazos, sino más bien modestas cintas de acción que rendían lo suficiente como para no generar pérdidas, Doom supuso el inicio del declive de Bartkowiak. Lo siguiente que hizo fue esa Street Fighter: La leyenda de Chun-Li que todavía no me he atrevido a ver y que, involuntariamente, ha conseguido que el público califique a la versión de Steven E. de Souza y Van Damme como la buena. Justicia poética, lo llamo yo. 

6 ene 2006

'Zombies Party'

(Shaun of the dead. Edgar Wright. Reino Unido / Francia. 2004. 96 minutos) En el cine de zombis hay de todo, desde obras maestras (Yo anduve con un zombi, La noche de los muertos vivientes…) a lo más vergonzoso que uno se pueda imaginar (House of the dead, Redneck zombies…), pasando por títulos no redondos pero sí míticos (las cintas de Fulci, los templarios de Ossorio, No profanar el sueño de los muertos de Jorge Grau…) y parodias hechas con inteligencia que acaban convirtiéndose en títulos de culto (la saga Return of the living dead, o la reciente Los no muertos…).

En este último grupo colocaríamos a Shaun of the dead (me niego a seguir utilizando el vergonzante título que le pusieron en España…), toda una sorpresa que nos llegó de Inglaterra para recordarnos que las comedias de terror (o el terror cómico más bien) no tienen que ser necesariamente astracanadas multirreferenciales con dos gags facilones por minuto.

La película de Edgar Wright nos presenta a Shaun, un tipo que roza la treintena y con una vida que no avanza: comparte casa con dos personas diametralmente opuestas (uno es estirado y responsable, el otro se dedica a trapichear y jugar a la PlayStation), la relación de tres años con su novia está a punto de romperse, y no soporta al nuevo marido de su madre, a pesar de que ya hace 17 años que están casados. Su concepto de cita perfecta se reduce a ir a la taberna Winchester a beber cervezas y comer cortezas de cerdo con su novia y su colega Ed. Pero esta tranquilidad y monotonía se rompe el día que comienza a verse rodeado de muertos vivientes… Así, nuestro protagonista se convierte en un improvisado héroe con una difícil misión: hacer las paces con su madre, recuperar a su novia y volver a casa a la hora del té.

Como en La noche de los muertos vivientes, nunca sabemos exactamente el motivo de la resurrección de los muertos y la epidemia de necrosis contagiosa. Ni falta que hace. Lo importante es que, de un momento a otro, los protagonistas se ven acosados por cientos de zombies putrefactos de andares lentos e instintos básicos, como los de toda la vida (sobre todo, después de Romero, claro). En un principio la situación no es demasiado molesta para Shaun y Ed: ante el ataque de la primera zombi, le toman una fotografía antes de matarla y luego se apalancan en el sillón a ver la tele. Y éste es el sentido del humor que sobrevuela por todo el metraje: lejos de convertirse en superhéroes, los protagonistas no son más que personas corrientes que se mueven por un entorno periférico (aunque esté ambientada en Londres, no vemos el Big Ben ni el Piccadilly Circus) y que, ante la amenaza, se arman con vinilos, bates de críquet, palas y lo que puedan. De hecho, cuando Shaun intenta actuar como un héroe, no puede hacer otra cosa que el ridículo: la tentativa de saltar una valla conduce a una caída irrevocable. Pero se las apañan para sobrevivir (no todos, claro, de lo contrario no habría emoción), luchan con todas las fuerzas sin perder nunca el sentido del humor (Ed imitando a Clyde, el gorila que acompañaba a Clint Eastwood en Duro de pelar…) y les vemos triunfar (relativamente, repito). Por eso nos creemos la película, porque sus personajes nos caen simpáticos y porque se mueven en terrenos cotidianos, alejados del ambiente militarista o de alta tecnología tan pegado a buena parte de la filmografía zombie.

Con referencias evidentes a otros títulos clásicos (el restaurante llamado Fulci’s, la frase “Barbara, we’re coming to get you” que recuerda al “Barbara, they’re coming to get you” de La noche de los muertos vivientes, etc.), Shaun of the dead posee un sentido del humor contagioso y burlón: la coreografía de golpes con palos de billar a un zombie, al son de Queen; los protagonistas imitando a los zombies para pasar desapercibidos; el paseo matutino de Shaun a la tienda de la esquina cuando todos a su alrededor son ya cadáveres andantes (¡y él no se entera de nada!), etc.

Sin duda, tanto el director Edgar Wright como el protagonista y guionista Simon Pegg (Shaun) saben de lo que hablan. Pero en lugar de hacer una película de zombis inglesa al estilo americano, han hecho una película de zombis al estilo de la comedia inglesa contemporánea. Casi como si los chicos de Full Monty o La Camioneta se encontraran al despertarse con hordas de muertos vivientes… Realmente, una delicia. Modesta... pero jugosa.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: nada que añadir u objetar. Si acaso afirmar que los años han tratado muy bien a la película y que ha ido ganando con cada visionado.

3 ene 2006

'Azumi'

(Azumi. Ryuhei Kitamura. Japón. 2003. 123 minutos) Si bien siempre he sido un entusiasta del cine de Hong Kong, llegando a interesarme por otras cinematografías orientales, también es cierto que nunca he consumido demasiado cine japonés. Ahora es un buen momento para hacerlo, ya que se está editando en DVD un gran número de cintas de esa nacionalidad, especialmente sus clásicos más destacados. Así, mi conocimiento de tal cine se limita a algunos títulos de Kurosawa (Los siete samuráis, Rashomon, Yojimbo, …), alguno de Kenji Mizoguchi (Cuentos de la luna pálida, que me enamoró de inmediato) y Seijun Suzuki (La juventud de la bestia o El vagabundo Kanto), sin contar el anime, el cine de terror más reciente o las excelencias de Takashi Miike y Takeshi Kitano. Es por esto que al enfrentarme a una producción como Azumi lo hago sin demasiados referentes, ya que ni conozco el manga en que está basada ni demasiados exponentes del género chambara (películas de samuráis).

¿Va a ser entonces ésta una crítica ignorante? Pues en parte sí, ya que me gustaría conocer mucho más a fondo el género al que Azumi homenajea. Pero, por otro lado, no me es ni mucho menos desconocida la imagen mítica de Toshiro Mifune empuñando una katana en cualquiera de sus películas (seguramente, el icono más representativo del género), y estoy seguro de que hay gente que ve y critica Azumi sin ni siquiera haber visto jamás a este actor en acción, así que supongo que tampoco soy ignorante del todo al respecto.

Si aclaro todo esto es porque pienso que la crítica cinematográfica debería hacerse desde la modestia, aceptando las carencias de cada uno, y no desde el pedestal de pedantería desde el que, a veces, algunos escriben (con lo que lo único que consiguen es constatar su ignorancia sobre algunos temas). Vaya por delante también que no me considero crítico de cine, ya que no me pagan por ello (aunque es algo a lo que me gustaría dedicarme por completo). Simplemente soy alguien que ama el cine y al que le encanta escribir sobre ello. Y, por qué no decirlo, que también disfruta cuando le dicen cosas como “tú eres el crítico de la página web, ¿verdad?” o “no sabía que escribías en esa revista”.

Tras esta declaración de intenciones que no tenía previsto incluir en esta reseña, volvamos a Azumi, segunda película que veo de Ryuhei Kitamura (tras la interesante pero algo lenta Sky High), quien se hizo famoso con un largometraje que mezclaba el chambara con los zombies, Versus. En Azumi, nos cuenta la historia de diez huérfanos que son criados en la montaña y entrenados por un viejo samurai. Cuando el entrenamiento se ha prolongado diez años, el maestro les dice que van a abandonar su retiro y van a comenzar a llevar a la práctica sus conocimientos, encargándoles la misión de asesinar a todos los tiranos que impiden que su nación esté en paz (curiosa lógica: matar a los que matan para que nadie más muera). Pero antes de enfrentarse a tal cometido, los jóvenes deben demostrar que se han convertido en asesinos sin piedad a los que ningún sentimiento les impedirá triunfar en la misión. La prueba de fuego: el maestro les pide que elijan al compañero con el que quieren emprender su aventura y, a continuación (en el primer golpe de efecto de los muchos que oscurecen la trama) les ordena que se maten entre ellos. Es decir, de los diez muchachos sólo pueden quedar cinco. La escena es sobrecogedora y consigue que, a partir de aquí, estemos inquietos ante la posibilidad de que cualquier cosa puede suceder con los protagonistas.

Ya en esta secuencia toma el protagonismo la joven Azumi, la única chica del grupo y también la única que durante unos momentos consigue apartarse de su misión para intentar ser una chica normal. Pero tras problemas internos en el grupo, la aparición de un asesino aún más poderoso que ellos, Bijomaru (puro personaje de cómic, siempre con una rosa en la mano), y un intento de violación por parte de unos bandidos, Azumi no tiene más remedio que retomar las armas y acabar plantándole cara a doscientos hombres sedientos de sangre, en uno de los clímax más espectaculares que se podrían imaginar.

Azumi, la película, tiene una gran virtud de la que pocas pueden hacer gala: sus dos horas de metraje se pasan volando. Contradiciendo lo habitual en casi todas las cintas japonesas que he visto, el ritmo de Azumi es trepidante, casi sin pausa, con escenas de acción magistrales (además del clímax, hay que destacar sin duda el combate entre Bijomaru y uno de los cinco protagonistas en un campo abierto) que no dudan en tomar elementos prestados del cine de acción de Hong Kong (los cables, las coreografías) y el manga del que procede (algunas exageraciones, como el personaje que sale volando hacia la cámara tras una explosión). El director va diseminando peligros por el metraje, pruebas que los protagonistas deben superar (y en las que algunos fracasan de manera dolorosa), que hacen que nunca perdamos interés por lo que está pasando.

Pero algunos detalles de las escenas de acción (el grotesco desenlace del combate entre Azumi y Bijomaru, sobre todo) parecen entrar en conflicto con la seriedad de otras escenas (el dramatismo de la prueba inicial, las historias de amor truncadas por la violencia o el destino del joven envenenado por un ninja), creando una dicotomía que puede desconcertar al espectador menos presto al delirio (los que van al cine con las leyes de la física en la cabeza, no podrán hacer otra cosa que desesperarse en algunos instantes, sobre todo en el - innecesario - momento final en el barco).

Para el que esto escribe, los grandes momentos de Azumi compensan con creces a los menos afortunados y, del mismo modo que uno perdona los defectos de la persona de la que se enamora, quedé rendido ante ella, pudiendo afirmar sin rubor que es uno de los DVD con los que más he disfrutado en los últimos tiempos. Hablando del DVD, mis felicitaciones a Manga Films por seguir trayéndonos cine oriental a nuestras casas. Aunque no siempre con ediciones muy elaboradas, la de Azumi incluye unas dos horas de extras. Y extras interesantes, para variar. Desde las discusiones violentas del director y el productor de la película, hasta el accidente que le causó un buen susto a Aya Ueto el primer día de rodaje.

Ahora tendré que hacerme con la segunda parte. Aunque, por lo que he visto en algún tráiler, mucho me temo que carecerá del dramatismo de ésta. Será cuestión de comprobarlo…


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Algo que caracterizaba mi etapa en aquel primerizo blog era que tenía cierta tendencia a llamar la atención sobre algunos asuntos o personas de manera velada pero intencionada. Seguro que mis menciones al hecho de ser crítico profesional o a estar enamorado no estaban ahí porque sí, sino que serían recados para quienes correspondiera en ese momento. Es otro rasgo que intento evitar actualmente. En cuanto a la segunda parte de la película, lo cierto es que intenté verla en dos ocasiones y en ambas tuve que dejarlo por aburrimiento. Dudo que le dé una tercera oportunidad.