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6 abr 2006

'La tienda maldita'

('Chô' kowai hanashi A: yami no karasu. Yoshihiro Hoshino. Japón. 2004. 81 min.) Primera película basada en una serie de novelas de japonesas titulada La más horrible historia 'A', concretamente en el volumen titulado Los cuervos de la oscuridad, pero estrenada en España como La tienda maldita e internacionalmente como Cursed (lo que puede despistar al aficionado al compartir nombre con la cinta de hombres lobo de Wes Craven).

La historia, si es que se puede llamar así, vendría a reflejar los extraños acontecimientos que suceden a los empleados y clientes de una pequeña tienda de autoservicio. Y ya está. No le busquéis más. Por ahí he leído que la historia te la van explicando a medida que transcurre el metraje. Pero no sé si es que ando últimamente falto de imaginación y reflejos, o si es culpa de ver algunas pelis a la hora de la siesta, pero yo no le vi la lógica por ninguna parte. Vale, sabemos que algo muy malo ocurrió donde está edificada esa tienda. En ese caso lo único coherente que se me ocurre es que los fantasmas que están allí dentro persiguen a todos los clientes que pasan por allí (cuyas cuentas, por cierto, siempre ascienden a la cifra de 666, 669, 999... yens).

Pero, oh amigos, aquí está la gracia de La tienda maldita: todo vale. Olvidaos del fantasma de una niña atormentada y despeinada que quiere que alguien le ayude a encontrar la paz eterna, porque aquí no existe una única figura terrorífica que monopolice todo el metraje (afortunadamente escaso, por cierto). Los espíritus que salen de la tienda son de todo tipo y cada uno tiene su modus operandi: unos llevan una capucha enorme y no tienen rostro, te meten la cabeza dentro de su capucha y cuando la sacas se te ha quedado el ojo como el de un sapo (así, como suena) además de quedarte más sonado que una pandereta; otros se dedican a perseguirte con un martillo enorme, y lo mismo le da matar a un perro que a una solitaria nipona (en la que fue mi escena favorita de toda la película); los hay también que se aparecen dentro del frigorífico; otros en un baño público... da igual. El mecanismo de La tienda maldita es tan simple como parece: alguien llega a la tienda, pasa algo raro allí, se va a su casa, y cuando menos se lo espera (a veces, ni siquiera les da tiempo a soltar las bolsas de la compra, porque se los cargan en el camino) se aparece alguien con malas pulgas y les borra del mapa. También aparecen de vez en cuando unos cuervos que se estampan violentamente contra el escaparate de la tienda, no se sabe muy bien por qué (supongo que como guiño al título de la novela que adapta).

Por tanto, más que una cinta con una narrativa convencional (ya saben: planteamiento, nudo y desenlace), La tienda maldita es un (buen) catálogo de escenas de terror casi independientes, sin más cohesión que el común paso por la tienda y (quizá por buscarle algo de chicha) un muestrario de solitarias personalidades que pagan cara su independencia: no tienen a nadie a su lado en momentos en los que hubieran necesitado ayuda.
Cuando la cinta se termina (con una estructura circular, por cierto) te queda la sensación de que no tienes la más remota idea de por qué pasan esos fenómenos tan extraños allí, pero te da igual porque lo has pasado bien durante hora y veinte y hasta has pasado un poquito de miedo en algunos momentos. Y es que la cinta divierte, de eso no os quepa ninguna duda, incluso más que algunas de sus hermanas mayores. Y resulta tan caótica que halla en esa estructura un vehículo perfecto para desconcertar al espectador y provocarle como mínimo inquietud, por mucho que no te de tiempo a conocer a los personajes ni a empatizar con ninguno de ellos. Ver La tienda maldita es como ver un programa de Iker Jiménez: contemplas un batiburrillo de historias con el único nexo de lo paranormal o lo extraño y, aunque no saques nada en claro ni te hayan dado ninguna explicación convincente, te vas a la cama con la satisfacción de haber experimentado durante unos minutos ese agradable sabor del miedo seguro y confortable.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Si parece la reseña de un quinceañero en su primer post quizá sea por la dinámica que adquirí por esta época: críticas algo más elaboradas para Tierra de Cinéfagos y posts rápidos para mantener vivo Natural High. Cacafuti. 

5 abr 2006

'La Monja'

(La Monja. Luis de la Madrid. España. 2005. 94 min.) Pocas veces la frase promocional de un cartel cinematográfico resulta tan acertado como ésta: "Reza para no verla". Entre esa sentencia y el hecho de que una película titulada La Monja ya me parece de entrada una mala idea, debería haber hecho caso y no haber perdido noventa minutos en esto. Pero, por otro lado, y como siempre me gusta pensar, mi cinefagia me hubiera hecho tener que verla en cualquier momento, así que cuanto antes me la quito de encima, mejor.

Parece ser que La Monja va a convertirse en la penúltima cinta de la Fantastic Factory antes de extinguirse (el broche de ¿oro? seguramente lo pondrá el Beneath Still Waters de Brian Yuzna, que se tenía que haber estrenado hace más de un año, por cierto), y de las que he visto de la productora (que, además de La Monja, han sido Faust, Darkness, Romasanta y Rottweiler) es sin duda la peor. Sí, amigos, incluso peor que la del perro-terminator. Al menos con esa te reías, eran tan genuinamente zetosa que hasta me resultaba simpática, pero es que a esta monja no hay por dónde cogerla... Y no me refiero a lo poco creíble que resulta que alguien proyecte una cinta de Brian Yuzna en un avión, o que en Barcelona todo el mundo hable en Inglés... no, me refiero a lo ridículas que suenan frases como "cuando vaciaron el estanque despertaron el espíritu de la monja" cuando son dichas en medio de una atmósfera pretendidamente misteriosa y pronunciadas de manera rimbombante para que luego pueda quedar bien en el tráiler correspondiente.

Siempre he defendido que uno tiene que creerse lo que le propone el director sin hacer comparaciones con el mundo real, que es bueno mantener una postura no demasiado crítica para poder disfrutar más sanamente de una película... pero hay ocasiones en las que ni siquiera yo soy capaz de comportarme de ese modo. Para empezar, parece que ni el propio guionista confía mucho en lo que está haciendo y, en determinados momentos del metraje, introduce frases como (más o menos) "el proyecto de la monja de Blair" o "¿qué os creeis que es esto, Sé lo que hicisteis hace 18 veranos?". Estas frases en Scary Movie, por ejemplo, quedan bien (dentro de la banalidad del conjunto), pero no en una película que pretende (y no consigue) dar miedo o inquietar mínimamente al espectador. Eso sí, técnicamente La Monja es más que decente y se nota en ella un esfuerzo considerable por conseguir efectos especiales creíbles y un buen hacer en la fotografía y el diseño de producción. Pero es un esfuerzo al servicio de la nada, porque ni siquiera es una película que podamos calificar de entretenida (que es la manera que tenemos de defender esas cintas que sabemos que no son muy buenas pero que al menos nos dejan buen sabor de boca). Los minutos van pasando lentamente, apenas ocurre nada en pantalla, no hay ni una pizca de originalidad, algo a lo que aferrarse para por lo menos dejarte llevar durante hora y media... nada. Sólo la sensación de ver una cantidad de medios y dinero tirados a la basura. O, como mucho, un decente muestrario de efectos especiales. Por lo demás, os recomendaría no perder el tiempo con ella a no ser que tengáis mucha curiosidad.


Publicado originalmente en (ex)Tierra de Cinéfagos. Notas desde el futuro: Esta es una de las pocas películas que anulan toda mi capacidad permisiva y que me provocan tal desazón que me entran ganas de arrancarme los ojos mientras las veo. Además salía Teté Delgado... Encima eso.

3 abr 2006

'Hostel'

(Hostel. Eli Roth. Estados Unidos. 2005. 90 min.) Hostel parece nacida para la controversia: una semana después de su estreno en España (y transcurridos meses desde que inició su recorrido por las taquillas norteamericanas) se pueden leer críticas de todo tipo relativas a este largometraje. Y por lo que he visto no hay término medio: o se disfruta mucho o parece una bobada. Los que han leído alguna de mis críticas en este blog, algún comentario o mi perfil, podrían deducir fácilmente de qué lado estoy a la hora de hablar de Hostel: efectivamente, disfruté horrores en la sala de cine donde la proyectaban, entregándome por completo a lo que me ofrecía la pantalla y con el piloto crítico desconectado. Sé que esto puede interpretarse como una falta de profesionalidad por mi parte, pero considero que a veces es mejor ver una película sin ningún afán deconstructivo, limitándose a aceptar lo que el director te da y tomando la realidad que sale del proyector como la única posible durante los noventa minutos que dura el pase.

Evidentemente, Hostel no es un documental y tiene sus exageraciones (como que alguien pueda seguir consciente después de que le arranquen un ojo. Aunque tampoco soy médico, claro...), por lo que le pasa lo mismo que a gran parte de películas del género terrorífico/fantástico: necesita lo que algunos llaman suspensión de la credibilidad. Es decir, creerte todo lo que sale en pantalla y no intentar compararlo con los hechos fehacientes que nos encontramos cada día en nuestra vida diaria. Desde mi punto de vista, el buscar un verismo total en este tipo de cine es como ir a ver Star Wars y decir que es mala porque en el espacio no hay nada donde reboten las ondas sonoras y por tanto las explosiones jamás podrían escucharse. ¡Esto es cine, chicos!

Pero como hay públicos de todos los tipos, entiendo perfectamente a quién no gustará Hostel: a los que le desagrade el gore, a los que busquen un guión elaborado, a los que no le guste el cine de terror adolescente, a los que no sepan (o no quieran) ejercer esa suspensión de credibilidad, a los que busquen vísceras todo el rato (¡sorpresa!, Hostel no es un festival gore non-stop, como algunos piensan) y así podríamos seguir, porque creo que hay más gente que tiene posibilidades de detestar Hostel que potenciales admiradores...

¿A quién satisfará entonces? Imposible de saber, sinceramente. A mí me ha gustado. A amigos míos les ha gustado. ¡A mi madre le ha gustado!. Y si lo pienso detenidamente, lo que todos tenemos en común es que desde pequeños hemos visto cine de terror de todo tipo (desde los clásicos hasta lo más cafre), estamos más que rodados en el género y no nos ponemos nerviosos por ver a un personaje vomitando. Sabemos que son películas que tienen una serie de limitaciones y no buscamos obras maestras cuando las vemos. Simplemente queremos pasar un buen rato viendo sufrir a los que están detrás de la pantalla y sabiendo que al final serán felices (o no), pero que a nosotros desde nuestra butaca no nos va a pasar nada. Algunos comparan esta sensación con la de subir a una montaña rusa: disfrutar de la adrenalina que provoca el miedo desde una posición segura. Y a nadie le obligan a subir a una montaña rusa, quien lo hace ya sabe a qué atenerse. Pues lo mismo pasa con Hostel, en definitiva.

Bien, lleváis leyendo unos minutos y aún no he dicho realmente nada sobre la película. Pero, ojo, lo hago a propósito. No quiero destripar (jajaja, ... ejem) el argumento a nadie, porque pienso que (como pasa con todo el cine en general) lo ideal es no saber qué va a pasar exactamente en la historia, aunque sepas previamente por qué caminos se va a mover. Esta es una reseña pensada para los que aún no han visto Hostel y estén dudando entre verla o no. Así que sólo doy algunos apuntes: hay bastante sexo, hay violencia, hay planos desagradables... Hablando de sus personajes, se podría decir que son algo... ¿cómo decirlo?... ¿lentos? Pero, sinceramente, en esta película los protagonistas se mueven principalmente por tres impulsos: el sexo, la supervivencia y la venganza. No están haciendo ningún examen. No tienen que demostrar lo inteligentes y cultos que son cada vez que digan una frase (como sí hacían los personajes de Scream, por ejemplo), simplemente actúan consecuentemente con lo que pretenden hacer en cada momento (ya sea drogarse, tener sexo salvaje o atropellar a alguien... otra cosa es que moralmente no aprobemos sus pulsiones) y reaccionan a las adversidades de su entorno. En este sentido, más que cine de terror, Hostel es cine de supervivencia, de desesperanza (la moraleja que podríamos sacar es que el ser humano es despreciable, especialmente aquellos que tienen el poder y no se excitan con nada que no sea... bueno... mejor vedlo vosotros mismos), que nos habla sobre la pérdida de la inocencia (los primeros minutos y los últimos son de una diferencia radical, y nos recuerdan que cuando pensamos que todo va bien, no tarda mucho en aparecer la maldita "mala suerte" y mandarlo todo al carajo) y sobre el miedo a lo extraño o, mejor dicho, a lo extranjero.

Película que puede ser tildada de xenófoba, misógina, amoral y obscena por los que se toman esto del cine demasiado en serio, Hostel es, para mí (y para buena parte del público y, por qué no decirlo, de la crítica), una cinta que de haberse filmado hace veinte años hoy sólo sería recordada por los fans de Noche de Lobos y los asiduos al videoclub, pero que tal y como está el panorama del cine de terror actual (especialmente el norteamericano) tiene todas las papeletas para convertirse en un película de culto (como le pasó hace poco a Alta Tensión de Alexandre Aja, o al binomio La casa de los 1000 cadáveres/Los renegados del diablo de Rob Zombie). No es la panacea, pero es de lo mejorcito que he visto últimamente en el género.


Publicado originalmente en (ex)Tierra de Cinéfagos. Notas desde el futuro: Con esta reseña comenzaron los primeros piques con la gente de Tierra. Supongo que el hecho de que dijera que no me tomo el cine en serio les sentó como una patada en el estómago y empezaron a ponerme cruces. También comenzaron a comentar en secreto que yo no tenía ni puta idea de cine, que era un gañán y todo eso. Y ese fue el momento en el que tendría que haber recogido los bártulos e irme de allí, de no ser porque en el fondo soy bastante cabezón. Hostel me sigue gustando como el día que escribí la reseña.