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28 nov 2007

Pegado a mis retinas: el combate final de 'Érase una vez en China'

Da igual que el protagonista tuviera que ser doblado en algunos planos debido a una lesión en la rodilla, lo mismo da que la plagiaran en El Mosquetero, es indiferente que la hayan debido ver ya quince veces como mínimo... esta monumental pelea entre Jet Li y Yee Kwan Yan al final de la gloriosa Érase una vez en China sigue siendo uno de los más bellos momentos del cine de artes marciales de todos los tiempos. Una celebración del wirework y de la épica marcial que inició una saga irregular pero harto interesante y que contenía, ya sólo en esta primera entrega, un puñado de secuencias magistrales de las que hacen que nos suden las manos y se nos muevan los pies buscando un punto de impacto en la pata de la silla o mesa más cercana.

El formato del vídeo no es el correcto, pero aún así me sirve para inaugurar (con guiño al Sr. Ruso incluido en el título) una sección en la que tendrán cabida todos esos instantes de placer estético o placer a secas que por algún motivo han formado parte de mi educación audiovisual, independientemente de su género o procedencia. ¿Qué mejor manera de empezarla que con chinos dándose hostias?


25 nov 2007

Agridulce: de parones, disgustos y alegrías.

Algunos de ustedes seguramente se estarán preguntando a qué vino mudarme de blog y que ahora no esté posteando nada. Pues bien, la respuesta es bien sencilla: no he podido acceder a blogger desde mi ordenador en toda esta semana. Sí que podía hacerlo desde la academia en la que estoy haciendo un curso, pero allí no tenía tiempo para escribir ningún post y de ahí mi silencio prolongado. Investigando en varios foros he descubierto que esta imposibilidad de acceder a blogger se ha repetido en varios puntos de España y que la solución estaba en cambios de las DNS de nuestros servidores y cosas así. Tras probar algunos trucos infructuosamente, hoy intento acceder a blogger y ¡sorpresa!, por fin estoy dentro pero aún sin poder ver el blog normalmente en ningún explorador. Es decir, ahora puedo entrar desde mi cuenta de google y escribir nuevos artículos, pero no puedo verlos publicados ni contestar a vuestros comentarios (que por suerte sí que puedo leer, pero sólo gracias a que también me llegan por correo electrónico). Al menos es un avance y por fin puedo volver a sacar material.

Todo esto ha sucedido en una de las semanas más convulsas a nivel bloguero que recuerdo, marcada por un hecho agradable que llevaré grabado a fuego hasta los restos y que sin embargo, ha acabado convirtiéndose en un pequeño conflicto que se ha saldado de manera poco amistosa. Me explico: cualquiera que me haya leído en anteriores bitácoras y que esté atento a mis palabras sabrá de mi admiración por ese ente multimedia de tentáculos amplísimos que es John Tones. En un gesto que me pilló por sorpresa decidió dedicarme unas líneas en su Focoblog y dar un empujón a este sitio recién abierto que, por diversos motivos, aún no he podido aprovechar. Su post De otro mundo supuso para mí, por qué negarlo, una alegría importante al venir de manos de alguien a quien he leído tanto ya sea en papel o delante del ordenador (mención especial también a mi hermanastro Mike Donovan por regarlme unas bellas palabras), pero al mismo tiempo ha significado una división más pronunciada de lo que jamás deseé de mis ex-compañeros de Tierra de Cinéfagos. ¿El motivo? Ni más ni menos que Tones calificara dicho blog de apestoso y yo no le llevara la contraria. Me reprochan que no saliera en su defensa pero, realmente, nunca pensé que la necesitaran. ¿Defenderles de una opinión personal? Podría haberlo hecho si hubiera interpretado que ellos, a quienes consideraba (y a pesar de todo aún considero) amigos, estaban siendo insultados como personas y sin motivos. Pero no, no he creído que ese fuera el caso y preferí mantenerme al margen sin darle mayor trascendencia al asunto que el hecho de que a Tones el blog en el que he pasado tanto tiempo le parezca una mierda. Perfecto. Es un blog público en el que hay espacio para las críticas, así que deberíamos ser conscientes de que nuestro trabajo también puede (y debe) ser criticado en cualquier momento y desde cualquier posición. De todos modos, en mi marcha no escondí que ese blog había dejado de motivarme, por lo que comparto ciertas opiniones que se vertieron en su contra en el Focoblog, y les aconsejaría a los que aún batallan por él que se replantearan su metodología de trabajo de cara a ser tomados algo más en serio. Están en su derecho de pasarse este consejo por la sobaquera, pero que quede escrito. Podría haber dado mi brazo a torcer y reprocharle a Tones que opinara negativa y contundentemente sobre Tierra de Cinéfagos, pero está en su pleno derecho de hacerlo y soy de los que sabe encarar cualquier crítica e intenta sacar algo provechoso de ellas, no encabronarse y armar la marimorena porque un amigo no salga a defenderte. Nadie debería reprochar a nadie que no se haya metido en una pelea que no ha empezado, y aunque bien es cierto que podría haberme involucrado para intentar apaciguar los ánimos, cuando me percaté de la polémica, consideré que ya era demasiado tarde para reabrir el debate y opté por dejarlo pasar. Al parecer he obrado tan mal que cualquier enlace hacia mi trabajo externo a Tierra y la última cabecera que realicé para el mismo blog han desaparecido súbitamente de allí, por lo que interpreto que el nivel de simpatía hacia mi persona por su parte no debe andar en su mejor momento. Pero otra cosa no puedo hacer y está claro que no voy a seguir discutiendo esto como si estuviera en el colegio. Si alguien no quiere ser mi amigo no tengo nada que hacer en el asunto, por mucho que me apene. Espero que les vaya bien, sinceramente, que una cosa es no pensar como ellos y otra muy distinta pensar en su contra. La diferencia debería ser obvia.

Así que mal rollo, muy mal rollo. Suerte que la persona que más energía me ha dado en los últimos meses haya reaparecido en mi vida y me haya aportado un chute de vitalidad que puede aniquilar cualquier pensamiento negativo que pase por mi mente. Ella me convierte de repente en optimista. Ella sabe hacer magia, aunque se tape la cara. Brindo por ella. Brindo por ti, mi fan número uno.





16 nov 2007

'Orgazmo'

(Orgazmo. Trey Parker. Estados Unidos, 1997. 88 minutos). Me gustan Trey Parker y Matt Stone. En ocasiones me cuesta saber con exactitud cuál es su postura ideológica ante determinados asuntos, y uno nunca sabe muy bien dónde acaba la parodia o la crítica y dónde empieza el homenaje. Pero, a pesar de esta desconcertante paradoja, los considero como miembros fundamentales de ese grupo de "salvadores" del humor norteamericano más gamberro y crítico. Mucho se habló de los hermanos Farrelly y de su supuesta visión revolucionaria de la comedia romántica, pero su estilo se queda en humor blando comparado con el de este dúo dinámico, prodigioso y rebelde que forman Stone y Parker (de quienes aún tengo que ver BASEketball y Cannibal! The Musical, así como la abortada serie That's my Bush... es decir, mucho).

Antes de lograr el éxito masivo con la creación de la visualmente tosca pero fascinante y argumentalmente corrosiva South Park para televisión, Trey Parker (acompañado de Matt Stone en diversas tareas) ya había rodado la película que nos ocupa, Orgazmo, una de las comedias más delirantes que recuerdo haber visto de todas las que se produjeron en esa década. Pero fue gracias al triunfo de la serie de Kenny y compañía que Orgazmo pudo llegar a las carteleras, videoclubes y cadenas de televisión de todo el planeta, con diferentes montajes dependiendo del grado de explicitud mostrado, pero siempre con el sentido de la diversión intacto.

Burlones cronistas del declive del imperio norteamericano (y, por extensión, de todo occidente) a través de sus trabajos (no hay más que recordar los largometrajes South Park y Team America), en esta ocasión cargan contra algo más concreto, la industria del cine pornográfico, el cine de superhéroes y el de artes marciales. Aunque, aquí tenemos un claro ejemplo de lo que decía unas líneas arriba: más que criticar a todo esto, hacen una parodia cariñosa con la que rinden homenaje a sus héroes de la cultura basura, apareciendo rostros tan populares (ya saben) como el porno-star Ron Jeremy o el hombre detrás de la Troma, Lloyd Kauffman.

Seguro que muchos de ustedes recordarán la exitosa Boogie Nights, en la que se nos mostraba un biografía más o menos encubierta de John Holmes. Pues bien, Orgazmo es otra aproximación al biopic (ficticio) ambientado en el mundo de la pornografía, sólo que en lugar de contarnos la típica historia de auge y caída de un mito, nos introduce en la vida de un mormón reconvertido en el actor porno más fomoso de la historia gracias a la cinta Orgazmo y en superhéroe en los ratos libres, acompañado, hay que decirlo, del implacable Choda Boy. De este modo, lo que empieza como una comedia ligera y gamberra al estilo Kevin Smith se va transformando poco a poco en una extraña mezcla entre Ed Wood y Blankman, aquella divertida tontería de superhéroes de pacotilla protagonizada por Damon Wayans, con la estética feísta de John Waters y el espíritu campy de Sgt. Kabukiman o Class of Nuke 'em High, con mención especial para el orgazmatron del Woody Allen de El Dormilón... Así, Orgazmo es un torrente de referencias e ideas prestadas de otros géneros, desde la comedia escatológica (la impresionante T-Rex o los pedos de A-Cup) hasta el cine de artes marciales, del que toma prestado parte del argumento de El furor del dragón: si en el clásico de Lo Wei teníamos a Bruce Lee defendiendo a sus parientes del acoso sometido por unos mafiosos italianos hacia su restaurante chino, aquí Orgazmo y Choda Boy deben proteger a su colega G-Fresh (un japonés que habla como un rapero negro, escucha a Wu-Tang Clan y pone posters de Chef Raekwon detrás del karaoke) de los tejemanejes de unos especuladores que quieren adueñarse de su restaurante de sushi para ampliar su discoteca. Es decir, que los fans de elementos supuestamente subculturales como la comedia basura, la serie b, las artes marciales, el porno, la televisión de los 60 (esos villanos delirantes en plan Batman, como Castrato, Jizmaster Zero o las Gemelas Sodomitas) o el cómic (los títulos de crédito iniciales) van a encontrar detalles de interés y hasta de puro gozo lúdico.

Prepárense para momentos sublimes como cuando Choda Boy recuerda por qué no puede utilizar el estilo Hámster de Kung Fu, o simplemente absurdos como la fiesta que hacen para celebrar el éxito de Orgazmo (codeándose con E.T., Jurassic Park o Star Wars en el ranking de películas más taquilleras de la historia), en la que unos tipos que se hacen llamar (muy apropiadamente) Los Naked Mariachis cantan Mi verga es pequeña y fea ( en castellano) y el fotógrafo Dave (un descacharrante Matt Stone) le dice a Orgazmo: “¿No te recuerdan a Depeche Mode?”. En fin, una auténtica gozada para pasarlo bien viéndola con amigos o a solas con nuestro bagaje bizarril en modo on.

14 nov 2007

'Iron Angels 2'

(Iron Angels 2 / Tian shi xing dong II zhi huo feng jiao long. Teresa Woo. Hong Kong, 1988. 83 minutos). En ocasiones, cuando uno está hastiado de ver películas que sólo le dejan a medias y de las que podría haber prescindido de no ser por esa inquebrantable y persistente voluntad de ver TODO lo que se encuentre a su paso, necesita apostar sobre seguro y tirar de cintas que sabe que lo tendrían muy difícil para decepcionarle y que raramente le dejarán la sensación de haber perdido el tiempo, de malgastar 90 minutos de su vida en algo que a lo único que va a contribuir es a engordar su lista de películas visionadas. En esos momentos de querer reconciliarse con las ganas de ver cine, un servidor compra billete de primera clase para viajar a Hong Kong con el mando del vídeo (o el reproductor pertinente) y se planta en el meollo de la acción más trepidante y enriquecedora, la acción que Iron Angels 2 ofrece con alegría y conocimiento de causa.

Perteneciente de lleno al subgénero de las femme fatales según Hong Kong y secuela de una de las cintas que ayudaron a generar el fenómeno, Iron Angels 2 es una descarga de adrenalina total que, si bien a mitad de metraje pega un bajón fácilmente apreciable, tiene unos veinticinco minutos finales capaces de mantenerme en estado de euforia durante varios días seguidos. Con parte del reparto de la anterior (las deliciosas Moon Lee y Elaine Lui, junto al duro Alex Fong), ahora vemos que los personajes se toman unas vacaciones después de una arriesgada misión y el presupuesto no les da para más que para ir a Kuala Lumpur. Esto sería un aburrimiento si no fuera porque allí los tres personajes principales, Alex, Elaine y Mona (llamados igual que los actores que los interpretan, ya que en la copia que tengo Moon Lee aparece acreditada como Mona Lee) se encuentran con un viejo amigo de Alex. Se trata de Peter (Nathan Chan), un vividor que aparentemente ha hecho una fortuna creando un micropaís independiente en una isla de su propiedad dedicada a la explotación de todos los productos posibles que pueda sacar al enorme palmeral que posee. El tipo va de superior por la vida y encandila a Elaine, a quien le dolerá descubrir la verdad: Peter es un anarquista dispuesto a llevar a cabo una revolución que acabe con la influencia extranjera y, de paso, si las cosas salen bien, derrocar a otros gobiernos más lejanos para expandir su propuesta anticapitalista por el resto del planeta.... Pero Elaine no sufrirá tanto esta revelación como Alex o Marco (Gary Siu), un agente secreto que investigaba a Peter y que formaba un trío de amigos junto a éste y al protagonista.

De este modo, lo que comenzaba como una aventurilla ligera por parajes exóticos se acaba transformando en una ruidosa y salvaje experiencia con artes marciales, explosiones, tiroteos y guerrilleros cayendo como moscas en la jungla. Al trío protagonista se une a mitad de metraje otra battling babe, Kharina (Kharina Sa, que al parecer sólo hizo esta película y su continuación) y un par de malayos con cuchillos que saltan del helicóptero directamente a la copa de los árboles sin ningún tipo de seguridad. Según dicen en la peli, están acostumbrados a hacerlo a su modo (se ve que están todos los días tirándose de helicópteros...). Así que no nos alejamos nada del esquema tradicional de cine de acción de Hong Kong que tanto amo: un prólogo explosivo que poco o nada tiene que ver con el argumento (pero que viene a marcar el tono estilístico que tendrá el resto del relato), una serie de peripecias que no llevan a ninguna parte y que hacen avanzar el guión a trompicones, hasta que por fin aparece un objetivo claro a superar por los protagonistas, y una media hora final de infarto en la que el plomo y el fuego toman el mando para dejarse eclipsar únicamente por los stunts más locos que puedan imaginar (que no es que haya demasiados aquí, pero los que se pueden ver son más que eficientes).

Igual alguno de ustedes se hace esta pregunta: ¿qué diferencia a este tipo de cine de cualquier película de bajo presupuesto norteamericana ambientada en algún sitio como Camboya? Pues que aún cuando se acaban las balas y la dinamita empieza el verdadero plato fuerte: una serie de combates en los que, en este caso, Moon Lee y Alex Fong se llevan la palma (y no luchando entre ellos precisamente). Ahí tenéis a Moon Lee partiéndose la cara contra un guerrillero después de saltar de una torreta que acaba de explotar, atravesar un techo de paja y caer sobre unas cajas llenas de armamento. O a Fong enzarzado en una cruda lucha pasada por agua y sangre contra su antiguo amigo del alma al que ahora desea la muerte, en un combate donde la técnica marcial se transforma en marrulleo, en puro instinto de supervivencia. En fin, cualquier cosa que escriba no le hará justicia a estas escenas, así que vean el tráiler y se harán una idea. Espero que esta reseña haya servido para dos cosas: primero como invitación a los que no conocen este subgénero de las deadly china dolls armadas con material pesado para adentrarse en él, y segundo como recordatorio y revulsivo para los que ya saben de qué hablo. Si no es así, igual he perdido el tiempo, pero me habré dado el lujazo de hablarles sobre esta peli.

12 nov 2007

Mis aventuras como filmmaker roñoso. Capítulo I.

Antecedentes
Hasta donde me llega la memoria, siempre he tenido el sueño de ser director de cine. Sí, como lo leen. Que comiencen las carcajadas, jajejijojú, etc., etc. Vale que puede sonar tan descabellado como querer ser astronauta o torero (cosa esta que, por suerte, nunca se me cruzó por la cabeza), pero qué quieren que haga, nunca pude evitarlo. Y todo por culpa de mis padres, que desde bien pequeño me atiborraron a ver películas a mansalva sin que yo hiciera nada por llevarles la contraria. Eso me inculcó la cinefagia desde bien canijo, pero además de eso hay dos momentos en mi niñez que marcaron a fuego esas ganas de crear cine y no solo de verlo (y, ahora, criticarlo): uno es el descubrimiento, junto con mi madre y gracias al Noche de Lobos de Antena 3, de esa maravilla que sigue siendo Posesión Infernal; el otro, más lejano y del que me acuerdo menos, una vieja película de Disney o algo así en la que unos niños hacían su propia cinta de vampiros. Ver a esos malditos niños ricos (sólo eso podía pensar de ellos... ¡porque tenían una cámara de cine!) regocijarse ante la visión de su trabajo montadito y con créditos insertados en la imagen (cosa que me apasionaba) hacía que se disparase mi adrenalina cuando no tenía ni pajolera idea de lo que significaba esa palabra y fluía en mí un deseo que de momento sólo he podido satisfacer a medias.

¡Quiero hacer un documental!

Años después, con una handycam de 8mm prestada, comencé a hacer el bestia y lo primero que me salió fue un documental de 80 minutos titulado Killers on the loose que versaba sobre las mejores escenas de las pelis de psychos. No se asusten. El grueso del metraje lo formaban dichas secuencias y yo me limité a filmar unos 10 minutos en los que un amigo con un diente roto se hacía pasar por Mon Santiso y presentaba los fragmentos en las poses más chungas mientras era iluminado por unos focos de obra, que yo colocaba a mala leche intentando crear sombras amenazantes (sic). Vamos, que se me fue la puta cabeza. Pero el caso es que me aprobaron (casi todo lo que he hecho ha sido para esa inútil carrera de Comunicación Audiovisual) y la gente me decía que se echaban de menos más minutos filmados por mí, lo cual me animó a seguir haciendo el inconsciente. Ah, lo olvidaba... al final del documental aparecía el fantasma de un psicópata y se cargaba al presentador. ¿No es entrañable? Lo triste es que esto ya no se puede ver, porque las dos copias que había hoy se encuentran en paradero desconocido. Juro que fue casual... yo no las he quemado. Como anécdota, destacar lo mal que lo pasé cuando el amigo que hacía de fantasma casi le mete de verdad con el pico en toda la testa al que hacía de host. Sin duda fue mucho más escalofriante que el cambio de manivela que utilicé para la aparición del fantasma. Eso sí, los títulos de crédito escritos a bolígrafo sobre las paredes no tenían precio. Puro arte.

Saboreando el éxito
Poco después estaba haciendo un corto titulado 'Ensueño' en el que me quise poner trascendente y lo comenzaba con una cita de Poe que al final no quedó en el montaje... El montaje... qué pesadilla... Rodamos con una mini-dv y el cámara se llevó las cintas a su casa para montarlas en su superordenador del futuro, pero el muy gañán ni siquiera se había leído el guión y montó todo tal cual se rodó... Sí, parece increíble, pero el tío cogió todo el bruto y se limitó a meterle transiciones y efectos. No olvidaré una de sus frases: "Le he puesto un efecto a lo 'Depredador' que vas a flipar". Y tanto que flipé... Si os soy sincero, mi primera reacción cuando vi ese montaje fue unas ganas de cagar enormes. Y lo peor es que mi hermano estaba a mi lado mirándome en plan "¿qué se supone que tengo que estar viendo ahí?". Un desastre que para colmo proyectaron en un festival de cine y literatura en Olivenza al que por suerte no asistí. Por supuesto, el resultado fue una discusión con el montador iluminado, pedirle los brutos y pasarme horas sin dormir, cabreado y humillado, intentando montar el corto de manera inteligible con mi pc y mi Pinnacle del pleistoceno. Lo curioso es que la cosa funcionó y todo el mundo me felicitó. El profesor decía que me había salido un montaje genial y hasta me llegó algún mensaje al móvil después del pase. La calidad de imagen, no obstante, era una mierda, porque mi equipo así lo era, así que todos los planos en los que un personaje enseña un cartel a cámara (trataba de un tipo que se le aparecía en la tele a una chica y mediante carteles le decía lo que tenía que hacer, hasta llevarla al asesinato y al posterior suicidio) son inútiles porque no se pueden leer. Pero bueno, el invento no salió mal, lo pasé bien en el rodaje y hasta me llegué a sentir artista explicando en público anécdotas de rodaje y todo eso (cómo conseguimos rodar desde debajo de un vaso llenándose de leche, cómo colocamos la cámara en el interior de un frigorífico... ya saben). Como me sentía un poco Hitchcock (un gordo cabrón con arranques de genialidad), aparecía en una escena haciendo mi cameo, caminando al lado de la protagonista y con el guión en la mano. Metacine. En un mundo perfecto, recuperaría las cintas originales y lo montaría de nuevo, pero no creo que merezca mucho la pena el esfuerzo. Lo mismo algún día me da por subirlo a internet tal y como lo tengo, en calidad guarripela. Siempre podré decir que era algo underground y que por eso se ve así de feo...

Primer ostracismo
A esas alturas me sentía un semidiós y creía ser capaz de hacer cualquier cosa. Por eso intenté filmar en plan profesional un viejo guión que había empezado a escribir con un amigo en la época en la que pensábamos que íbamos a salvar el cine español (que fue cuando desarrollamos ideas para un largo en plan thriller de acción y suspense de título La Espiral que algún día se convertirá en un taquillazo). El invento llevaba por título Claustrophobia (así, con la "ph", que mola más) y era la típica paranoia de tipo solitario que se queda dormido en un sitio público y despierta en una dimensión paralela en la que es acosado por fuerzas extrañas. Sí, suena muy tópico, pero lo bueno es que estaba basado en un par de experiencias reales en las que me quedé aislado en sendos edificios. Despistado que es uno. Primero intentamos filmarlo en la Casa de la Cultura de mi pueblo, aprovechando que curraba ahí primero exhibiendo cualquier película y luego en algo más elaborado como fue un videofórum. Para ello nos metimos en una asociación cultural y nos hartamos de pedir cámaras para poder grabar, pero no nos hicieron ni puñetero caso porque las prioridades eran montar talleres de hacer pulseras, bailar danza hawiana y cosas así. Vamos, que salimos escopeteados de allí. Tiempo después nos abrieron las puertas en un centro cultural de un pueblo cercano, hicimos la localización, cerramos el guión y el reparto, hicimos pruebas de cámara y vestuario, dibujamos el storyboard (del cual monté algunas secuencias en el ordenador para ver cómo quedaría con la música que le estaba preparando con el Music Maker)... pero finalmente las cosas se complicaron, nos retiraron el apoyo, no recuerdo bien por qué, y todo se quedó en que nos publicaron el story y el guión en la revista de un instituto en el que habíamos estudiado tiempo atrás. Fue la primera gran hostia de realidad en la carrera ascendente de unos culos inquietos.

Continuará...



'Aquarius'

(Deliria. Michele Soavi. Italia, 1987. 87 minutos). La primera vez que vi Aquarius fue en agosto de 2000, detalle que no viene a cuento pero que me trae tan buenos recuerdos que me hace ilusión ponerlo. Yo me encontraba en Newcastle estudiando gracias a una beca y en la casa donde me hospedaba tenían varias decenas de cintas de vídeo. Rebuscando, además de Death Race 2000 o Soldier (que, para colmo, aún no se había estrenado en España), encontré una que llevaba por título Stage Fright. Ponía en la carátula que estaba dirigida por un tal Michael Soavi. “¿Sería en realidad ese Michele Soavi del que tanto he oído hablar, utilizando un seudónimo anglosajón?”. Pero el título no me sonaba de ninguna de sus películas, así que decidí verla para aclarar la duda. He aquí lo que me encontré:
Durante los títulos iniciales se escucha ruido de agua, un gato maullando, pasos, pero nada de música. Eso me extrañó, pero consiguió crear la sensación de espacio únicamente con los efectos sonoros. De repente, aparece en imagen un gato caminando por una calle sucia. Es de noche y una prostituta espera en una esquina. Súbitamente, unas manos salen de la oscuridad y cogen por el cuello a la chica, llevándosela hacia la penumbra. Entonces, un tipo vestido de negro y con una enorme máscara de búho sale hacia la luz saltando, bailando y dando volteretas, al mismo tiempo que aparece una horrible música electrónica con solo de saxofón incluido. Durante un par de segundos pensé “esta es la peor puta mierda que haya visto en mi vida”. Pero justo ahí la cámara retrocede y descubrimos que lo que estamos viendo forma parte de una ficción dentro de la ficción, la que representa una compañía de teatro algo cutre en un cochambroso escenario.


Ya tenemos localizado el lugar de la acción y a los protagonistas, así de golpe. Ahora sólo falta presentar a la amenaza: un perturbado actor llamado Irving Wallace (sí, como el autor de ese divertido best-seller titulado El séptimo secreto) que se volvió loco y asesinó a 16 personas antes de ser capturado y encerrado en un hospital psiquiátrico. En un descuido de la protagonista, el psicópata se introduce en su coche después de darse a la fuga, llegando con ella hasta el teatro y quedando todos encerrados dentro del edificio, como peces dentro de un acuario (ejem). Antes de quedar enclaustrados, el psicópata hace de las suyas en el exterior del teatro, y el director decide aprovechar la publicidad gratuita que este hecho le ofrece para estrenar la función antes de lo previsto, obligando a los actores a quedarse en el edificio para ensayar de manera intensiva. Le pide a una de las actrices que esconda la llave para salir del edificio, y ésta es una de las primeras en morir a manos de Wallace, por lo que cualquier posibilidad de fuga queda abortada y la sensación de angustia y pánico crece por momentos. Nada pueden hacer los dos policías que vigilan en el exterior: están demasiado ocupados en sus banales asuntos como para enterarse de lo que ocurre dentro (un pequeño apunte crítico que sería ampliamente explotado en la posterior filmografía de Soavi).

A partir de aquí comienza la diversión: la protagonista, no casualmente llamada Alicia, cruza el espejo de la ficción y lo que representaban en la obra se convierte en “realidad”. Ahora debajo de la máscara del búho no hay un actor interpretando a un asesino, sino un asesino haciéndose pasar por actor. La sangre artificial se mezcla con la “real”. Los asesinatos ficticios se convierten en un bodycount imparable. Y la sonrisa cómplice de satisfacción se va haciendo cada vez más pronunciada en el rostro del espectador, que ve cómo una película que empezaba de manera horrible se va enderezando hasta convertirse en una mezcla perfecta de los slashers estadounidenses y el giallo italiano. El aire surrealista y pictórico de Mario Bava o Dario Argento encuentra en las manos de Soavi un poder renovado y llevado al paroxismo, con planos que parecen cuadros (los más cultos siempre hablan de tableaux vivants y citan a Max Ernst...), escenas casi oníricas en las que la protagonista recuerda algo de vital importancia y que ha pasado desapercibido hasta entonces (en este caso, el número de cadáveres que encuentra la policía...), los planos subjetivos del asesino que te hacen casi compartir fechorías con él... Pero también tenemos al típico killer enmascarado de la serie B yanqui (aquí, de un modo deliberadamente exagerado), protagonistas jóvenes que son cadáveres en potencia, el enfrentamiento final entre la heroína y su némesis... Además de un final sorpresa que no hace sino potenciar la sensación de juego macabro pero altamente divertido que sobrevuela todo el metraje de Aquarius.

Asesinatos ocurrentes, escenas de suspense y mucho jolgorio recreativo, aderezados con esos elementos más artísticos en cuanto a la elaboración de algunos planos y encuadres, hicieron de Aquarius (que es como se estrenó en España la película, aunque originalmente se llame Deliria y se le hayan “impuesto” otros nombres como Bloody Bird o el ya citado Stage Fright) toda una celebración para los fans del euro-terror cuando se estrenó en 1987, y convirtió al hasta entonces prometedor ayudante de dirección y ocasional actor Michele Soavi en todo un autor de culto. Luego vendrían El engendro del diablo (La Chiesa, 1989), La Secta (La Setta, 1991) y la extraordinaria Dellamorte Dellamore (1994), cuyo título en español, Mi novia es un zombie, hizo historia… Y después de ésta, incomprensiblemente, pasó a trabajar en la televisión como un artesano cualquiera, como si no fuera el último gran nombre que nos ha dado el terror italiano después de Bava, Argento o Fulci. Doce años después volvió al cine con el thriller Arrivederci amore, ciao (2006), que aún seguimos sin ver por estos lares…

Pero, de momento, podéis repescar (o incluso mejor: descubrir) aquella pequeña joyita que fue Aquarius, una película con defectos evidentes (actores tirando a pésimos, ritmo desigual, etc.), pero que tiene ya un lugar en la historia del cine de terror contemporáneo como uno de los últimos coletazos de genialidad que dio el horror italiano, antes de extinguirse lentamente y convertirse en rara avis en el actual panorama cinematográfico del país.

11 nov 2007

Start again




Las monedas ya están dentro de la máquina y el jugador está lleno de ganas de continuar el juego.
Acabo de finiquitar mis compromisos previos y estoy dispuesto a dar guerra con este nuevo trabajo.

Las cosas van a salir bien. Lo intuyo. Está en mis manos, pero también, sobre todo, en las vuestras. Dadme un día y os empiezo a poner cosas aquí. Recuperaré viejos escritos y aportaré nuevos. Todo va a ir bien, ya veréis...