Buscador

31 jul 2010

'Mad Warrior'

(Clash of the Warlords. Willie Milan. Filipinas. 1985. 71 minutos) En un futuro post-apocalíptico, los habitantes de una pequeña isla se disputan el terreno fértil. Se dividen en dos grupos: el primero, liderado por el malvado Malsam, está formado por asesinos y saqueadores que se entretienen recreando las luchas de los antiguos gladiadores; un segundo grupo, más civilizado, está formado por hombres y mujeres dedicados a la ciencia con el fin de encontrar un remedio contra los efectos producidos por las radiaciones. Rex, el mejor guerrero a las órdenes de Malsam y al mismo tiempo su jurado enemigo, se fuga del poblado y acaba convirtiéndose en el cabecilla de un levantamiento que acabará con ambos grupos enfrentados en una batalla final llena de hachazos, hostias, disparos y... espadas laser. 

En el documental Pajares y Esteso: la extraña pareja, Fernando Méndez-Leite decía que no todo el cine puede ser objeto de la crítica ya que considera que hay películas que no tienen ningún valor artístico que evaluar. Desde un punto de vista académico y arcaico es defendible esta afirmación, pero Méndez-Leite está obviando un hecho importante: para el ejercicio de la crítica cinematográfica, el analista debería ser consciente de qué tipo de cine está viendo y no intentar medirlo todo por el mismo rasero, ya que es imposible comparar un cine con ambiciones artísticas destinado al público elitista con otro enfocado hacia la pura evasión, existiendo obras maestras en ambos casos que no deben ser comparadas entre ellas, sino entre las de su mismo grupo. Dicho de otro modo: es inútil comparar El Padrino con Blanco humano porque ambas responden a unos arquetipos y preceptos distintos, pero las dos son obras cumbres en su campo. Mad Warrior no pone las cosas fáciles a los que quieran criticarla según los valores convencionales. O quizá sí: es fácil atacar su guión absurdo y lleno de incoherencias, su fotografía birriosa, su atrezzo de juguete o algunas de las peores interpretaciones que jamás podrán ver sus ojos. Desde ese punto de vista, se puede decir que sin duda estamos ante una película mala. La cuestión es que esperar lo contrario de una cinta filipina de presupuesto paupérrimo filmada en 1985 a rebufo de Mad Max y sus explotaciones italianas es, más que una insensatez, una soberana gilipollez. Si son capaces de cruzar la barrera que separa a las mentes cuadriculadas de los espectadores sin prejuicios, sabrán disfrutar con el festival de cine cafre que ofrece Mad Warrior en menos de hora y cuarto: una escasez de medios apabullante (tres, cuatro escenarios a lo sumo), actores a un nivel de obra de teatro de fin de curso escolar, diálogos que arrancan la carcajada ("Rómpele todos los huesos... pero no le mates"), los peores vehículos postapocalípticos que hayan visto (triciclos que parecen sacados de Humor amarillo), efectos visuales y de maquillaje infectos, escenas de beso asquerosas (y siempre con alguien delante, llevándose la palma la secuencia en la que el héroe y la novia del villano se disponen a follar en una tienda de campaña en la que... ¡está durmiendo el hijo del protagonista!) y un clímax final ambientado en una cueva iluminada por bengalas (¡!) en la que presenciamos un duelo de espadas laser de las de toda la vida, azul para el bueno y roja para el malo. Se le pude achacar que no es lo suficientemente divertida como para considerarla un clásico imprescindible del cine basura, ya que durante los primeros 45 minutos todo es un ir y venir de una parte a otra de la isla (¿?), escenas de entrenamiento, flashbacks y algún detalle loco y escabroso (el malo pidiendo a sus esbirros que tapen la luna porque le hace enloquecer), pero en la última media hora todo es acción acompañada de música disco editada a chuchillazos, coreografías de bajo nivel y disparos a cascoporro. Justo lo que cualquier paladar curtido en la materia demanda cada cierto tiempo... y cuyo placer sólo es apreciable por los iluminados que hayan entendido que, dentro de unos márgenes y unos requisitos muy concretos cuya interpretación no está al alcance de todos, y sin llegar a la altura de cimas de lo trash como Lady Terminator o Destroyer: Brazo de acero, Mad Warrior es una película perfectamente disfrutable. 

30 jul 2010

'Whiteout'

(Whiteout. Dominic Sena. Estados Unidos / Francia / Canadá. 2009. 97 minutos) Almacenada durante dos años en las oficinas de la Warner y estrenada directamente en DVD en España, Whiteout es uno de esos proyectos que nacen gafados desde el principio: en su origen, la adaptación del cómic de Greg Rucka y Steve Lieber se comenzó a gestar en las oficinas de la Columbia en 1999; pasó a manos de Universal en 2002, cuando intentaron producir el proyecto con Reese Witherspoon como protagonista (quizá la peor elección posible para un rol que requería ciertas dotes para la acción); y finalmente fue Dark Castle Entertainment, con Joel Silver en cabeza, quien se hizo con los derechos de la novela gráfica. Con un presupuesto ajustado de 35 millones de dólares, el rodaje concluyó en julio de 2007 y el resultado no se vio en los cines norteamericanos hasta el 11 de Septiembre de 2009, recaudando unos paupérrimos 10 millones de dólares.

No recurriría a estos datos si no fuera porque todo esto se deja ver en el resultado final, tras cuyo visionado se hace comprensible el descalabro y el temor a distribuir la película en el mercado internacional: aunque no se pueda hablar de desastre absoluto, Whiteout es una película fallida. Según los que han leído la novela gráfica, no funciona como adaptación porque introduce cambios importantes en la trama y en los personajes de cara a que resulten más amables y convencionales para el gran público. Pero, independientemente de su fidelidad o de la falta de la misma, Whiteout fracasa como película por culpa, sobre todo, de un guión deslavazado que nunca tiene claro qué es lo que quiere contar ni cómo hacerlo. La pericia técnica de Dominic Sena vuelve a quedar patente como ya lo hiciera en sus anteriores trabajos, Kalifornia, 60 segundos y, sobre todo, Operación Swordfish (su mejor película y una de las más estimables cintas de acción de la pasada década), pero no puede hacer demasiado con un libreto que quiere tocar demasiados palos y no consigue funcionar en ninguno de ellos: durante hora y media, la película parece cambiar de subgénero en varias ocasiones y nunca tenemos claro si estamos viendo un thriller de investigaciones a lo CSI, una cinta sobre un psycho-killer en la Antártida o un largometraje de acción catastrofista. Es más, la puesta en escena y la ambientación en ocasiones pueden recordar a La Cosa de John Carpenter, lo que unido al modo en el que juegan con el misterio (qué buscan los protagonistas, qué relación hay entre ellos, en quién se puede confiar, qué se esconde bajo el hielo) nos hace generar unas expectativas de un giro sobrenatural o fantástico que nunca llega, produciendo cierta sensación de incomodidad en un espectador que espera más de lo que realmente ofrece el film. Nos tenemos que conformar observando lo bien que está Kate Beckinsale en ropa interior o con algunas escenas de acción que casi carecen de ritmo pero son extrañamente hipnóticas (esas persecuciones en mitad de las ventiscas, con los protagonistas sujetos por la cintura a cuerdas que marcan el camino), pero en general Whiteout es un producto irregular y finalmente insípido. 

27 jul 2010

'Pesadilla en Elm Street (El Origen)'

(A nightmare on Elm Street. Samuel Bayer. Estados Unidos. 2010. 102 minutos) Decía Samuel Bayer en una entrevista que su intención con esta reimaginación de Pesadilla en Elm Street era acercarse a lo que Christopher Nolan había hecho con El Caballero Oscuro, es decir, llevar una saga que había apostado anteriormente por la diversión, la fantasía y el elogio de lo raro hacia un terreno más serio y realista. Mal. Tomar como referente una de las películas más sobrevaloradas y pretenciosas de las últimas temporadas ya nos ponía sobre aviso: este remake empezaba con mal pie desde sus inicios. Una vez visto, hay que admitir que esa seriedad de la que hablaba Bayer no está presente y este nuevo Freddy suelta alguno de los peores chistes de la saga, pero sí se advierte una intención por llevar los orígenes del personaje hacia un terreno más sórdido donde se habla de un tema que no pudo ser tratado por Wes Craven en el original: la pederastia. Son esas secuencias que muestran el pasado de Fred Krueger las únicas que poseen algún valor en el conjunto, lastrado por una falta de energía e imaginación patentes desde la primera secuencia, un reparto que llega a resultar molesto, algunos efectos infográficos de chichinabo (el Freddy saliendo de la pared es irrisorio y palidece ante la eficacia que tenía el mismo plano en la versión de 1984), un diseño de maquillaje espantoso que anula cualquier posibilidad aterradora (el nuevo Freddy da más pena que miedo) y una carencia casi absoluta de novedades. En definitiva, esta Pesadilla sólo tendrá validez para los que desconozcan la original o para aquellos a los que le pille en una tarde tonta y acepten la propuesta con resignación, pero jamás (porque debe resultar imposible) con entusiasmo. Freddy, muérete. 

25 jul 2010

'Calles salvajes'

(Savage streets. Danny Steinmann. Estados Unidos. 1984. 94 minutos)  Sobre el papel, esta película tiene motivos suficientes como para generar nuestro interés inmediato o, como mínimo, despertar nuestra curiosidad: Linnea Quigley hace de chica sordomuda que es violada por un grupo de maleantes, su hermana Linda Blair se viste de cuero, coge una ballesta y sale a las calles a vengarse. A eso añádanle escenas de ducha a tutiplén, peleas de chicas, Blair desnuda y villanos con malas pintas, dirigidos por el responsable de Viernes 13 parte 5... y ese cartelaco que ven a su izquierda. Algo con estos mimbres tenía que molar, ¿verdad? Pues no. Calles salvajes es una de esas películas que funciona mejor en el recuerdo o en nuestra imaginación que durante su visionado, porque si bien supone un regalo visual para los que disfrutamos del erotismo sórdido y para nada sutil (la protagonista marcando pezones por la calle en su primera aparición), de las pesadillas urbanas con vengadores y de la estética canalla de los años 80, también hay que admitir que presenta unos bajones de ritmo alarmantes y una falta de intensidad que echan por tierra toda la fuerza que tenía la premisa. No le negaré su valor histórico/pajillero, pero realmente esta vez no hay mucho que reivindicar. 

18 jul 2010

'La noche del cometa'

(Night of the comet. Thom Eberhardt. Estados Unidos. 1984. 95 min.) Obra de culto venerada por los que nacimos entre mediados de los setenta y principios de los ochenta, pero incomprendida y ninguneada por casi todos los que vinieron después, La noche del cometa merece ser rememorada por algo más que por su funcionalidad como reclamo para  modernos que no saben deletrear Kelli Maroney, o que tienen como escena favorita aquella en la que las dos protagonistas bailan al son de un cover del Girls just wanna have fun. Petardeos y nostalgias aparte, La noche del cometa tiene una cualidad poco común: reunir elementos de muchos subgéneros y, al mismo tiempo, ser única en su especie. Que el título primigenio de la película fuera Teenage Mutant Horror Comet Zombies no es baladí, ya que resume de manera certera su espíritu aglutinador e irreverente, su voluntad de diversión desvergonzada anclada conscientemente en los parámetros de la serie b más imaginativa y aparentemente inofensiva. La premisa es bien sencilla: el paso cercano de un cometa provoca la extinción de la mayoría de los seres vivos del planeta Tierra, convirtiéndolos en cenizas o transformándolos en algo parecido a zombis antropófagos; sólo aquellos que durante la noche del cometa estaban dentro de recintos metálicos (sic) sobreviven a la debacle, entre ellos las hermanas Belmont (grandiosas Catherine Mary Stewart y Kelli Maroney), quienes deben encontrar a otros supervivientes para sentar las bases de una nueva era.

Leído así suena a oscura trama postapocalíptica, pero La noche del cometa arroja una idea brillante: después de la hecatombe, sigue siendo importante la diversión. Al fin y al cabo, los zombis no son demasiados y se les mata fácilmente (las chicas se las apañan de lujo con las armas y con el combate cuerpo a cuerpo ya que fueron entrenadas desde pequeñas por su padre, veterano de guerra). Esto fulmina cualquier expectativa que el espectador pueda hacerse de antemano en cuanto a los derroteros por los que debería transcurrir la trama. Hay un apocalipsis, sí. También hay zombis. Pero también hay toda una ciudad de la que las chicas se adueñan y en la que ya no existen (salvo en el final) normas de circulación, donde la ropa es gratis y se puede escuchar música en todas partes y a todo volumen sin molestar al vecino. La película se ve imbuida así de una frivolidad sólo equiparable a la que luego emplearían otros títulos esenciales como El regreso de los muertos vivientes o El terror llama a su puerta, sin que ello suponga en ningún momento un problema, sino más bien lo contrario. El aroma a episodio de Twilight Zone convertido en comic-book y trasladado luego al celuloide se completa con la aparición, en la segunda mitad de la cinta, de un equipo de científicos que pretende utilizar la sangre de los últimos supervivientes (especialmente niños) para crear un antídoto que frene la degeneración provocada por el cometa, pero no con el fin de curar a los más desprotegidos, sino a ellos mismos (hay que destacar lo mucho que recuerdan estéticamente, con símbolo incluido, a la posteriormente celebérrima Iniciativa Dharma de Lost). Esto introduce otro giro en la película que la lleva hacia los territorios del cine de acción, con escena de asalto y rescate incluida, con la peculiaridad de estar protagonizada por dos chicas de buen ver, una de ellas vestida de animadora, en lugar de por tíos cachas. Pero aún dentro de la fiesta, La noche del cometa se las apaña para introducir el mensaje: sus puyas hacia el poder, con esos chicos de almacén que se adueñan del centro comercial, o su negativa visión de aquellos que ostentan la capacidad material y el conocimiento para evitar la catástrofe, pero en cambio emplean esa superioridad para protegerse a sí mismos, no distan mucho de las parábolas políticas que  Romero introdujo en su saga zombi, estando planteadas incluso de manera más sutil y, mejor aún, más lúdica. Y, para colmo, es posiblemente la película navideña que menos parece una película navideña de las que se hayan filmado jamás.

Consciente de lo mucho que ha crecido la valoración de la película a lo largo de los años, Kelli Maroney intentó producir una secuela en 2005 que no llegó a concretarse por motivos contractuales. Pero no les extrañe si en cualquier momento se anuncia un remake... Mientras tanto, pueden adentrarse más en el universo Night of the Comet pulsando aquí

17 jul 2010

Nuevo refugio


Ahora que parece que el verano cinematográfico se anima y que he recuperado también las ganas de ver cine en casa, este artículo que escribí hace apenas un mes para Crónicas de un Pueblo me resulta demasiado antiguo. Su utilidad como reflejo de mi ocasional volubilidad es, no obstante, incuestionable. 


PERDIDOS acabó y dejó tras de sí un panorama desolador lleno de idiocia e incomprensión que puso en evidencia la falta de entendederas de muchos, no tanto de los que se sintieron disgustados por el final (que tienen todo el derecho de indignarse al no hallar las respuestas que esperaban) como de los que no se enteraron absolutamente de NADA (empezando por Ana García Siñeriz y sus colaboradores en la tertulia posterior al último capítulo emitido en Cuatro, donde se alcanzaron unas cimas de estulticia estratosféricas). La conclusión de PERDIDOS dejó claro que durante seis temporadas el público se estuvo haciendo las preguntas equivocadas, dejándose llevar por los giros de guión y una sabia estrategia de falsas pistas y cebos que desviaban la atención sobre lo que de verdad se les estaba contando. Pero PERDIDOS acabó del mejor modo en que podía hacerlo: cerrando la historia de los protagonistas y dejando abiertas las posibilidades de la isla.
Con esto acabado y ante la desesperante mediocridad de una cartelera actual llena de títulos que me cansan antes de empezar a verlos, he acabado encontrando un nuevo refugio audiovisual proveniente de la televisión: THE BIG BANG THEORY. Actualmente en su tercera temporada y maltratada por Antena 3 relegándola al horario infantil, la serie creada por Chuck Lorre (responsable de otras genialidades como MI IDENTIDAD SECRETA  o DOS HOMBRES Y MEDIO) presenta las andanzas cotidianas de un grupo de físicos y su vecina aspirante a actriz en píldoras fácilmente digeribles de veinte minutos, apabullándonos con mil y una referencias al mundo geek, término que define a personas obsesionadas con la tecnología y el conocimiento enciclopédico de cultura de derribo (los cómics, los videojuegos o el cine de serie b).  La premisa de los episodios suele ser, por un lado, la incapacidad de tres de los protagonistas (Leonard, Howard, Koothrappali, cada uno por motivos distintos) para relacionarse de manera convencional con las mujeres, representadas por el personaje de Penny, suerte de objeto de deseo y contrapunto, digamos, normal al hermético mundo por el que se mueven los demás personajes; por otro lado, aunque dentro del mismo microcosmos y adueñándose progresivamente del show, está Sheldon Cooper, uno de los personajes más fascinantes al mismo tiempo que irritantes y cómicos que puede haber dado la ficción reciente, un tipo que necesita sentarse siempre en el mismo lado del sofá, que clasifica los cereales según su tránsito intestinal y que parece incapaz de sentir cualquier atisbo de empatía o calidez emocional hacia ningún ser humano. Su reacción cuando recibe como regalo de Penny un pañuelo firmado por Leonard Nimoy (el Spock de STAR TREK) me provocó una de las mejores carcajadas que recuerdo en los últimos meses.
Para cuando termine con THE BIG BANG THEORY ya tengo dos objetivos a la vista: FLIGHT OF THE CONCHORDS y la también mal emitida por televisión CÓMO CONOCÍ A VUESTRA MADRE. El episodio 13 de la primera temporada de ésta vale por sí mismo su duración en oro, que es un tercio menos que la de cualquier película que esté en los cines ahora mismo…. 

14 jul 2010

'Shadowboxer'

(Shadowboxer. Lee Daniels. Estados Unidos. 2005. 93 min.) Figura relativamente conocida gracias a su segunda película, Precious, Lee Daniels debutó como director con esta cinta que seguía el camino transitado por sus trabajos previos como productor, Monster's Ball y El leñador, a saber: dramatismo exacerbado proveniente de las entrañas, personajes al límite, relaciones interpersonales turbulentas y pocos remilgos a la hora de mostrar a rostros populares de Hollywood haciendo guarradas. En Shadowboxer hay todo eso, convirtiéndose en un festival para el espectador morboso (desnudo integral frontal de Stephen Dorff, Cuba Downey Jr. enseñando el culo y follándose a su madrastra Helen Mirren, Vanessa Ferlito masturbándose y mostrando las tetas, Joseph Gordon-Levitt montándoselo con Mo'nique - cuyo personaje se llama Precious -...), pero también una sofisticación visual que choca contra la truculencia de sus conceptos, generándose una tensión entre contenido y forma que a ratos resulta interesante y en otras ocasiones roza lo molesto. Con una premisa de thriller criminal más bien pocha (una asesina a sueldo enferma de cáncer terminal que asume como señal divina el alumbramiento que se produce durante su último trabajo), la película se debate entre el drama independiente y la historia de asesinos a medio gas, con más de lo primero que de lo segundo, con lo cual es imposible generar ningún tipo de entusiasmo entre los seguidores de ambos géneros: a los primeros les chirriará ese final a lo Van Damme, mientras que los segundos se desesperarán aguardando una acción que nunca llega, a pesar de encontrarse a mafiosos, asesinatos y venganzas en la historia. Extrapolando esto a las pulsiones básicas a las que apunta la película en ocasiones: por un lado tenemos a Vanessa Ferlito y por otro tenemos que aguantar a Macy Gray intentando actuar. Así de complicado es disfrutar al 100% de Shadowboxer