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26 jun 2011

'Blitz'

(Blitz. Elliott Lester. Reino Unido. 2011. 97 minutos) Ajeno a los comentarios de aquellos que le critican hacer siempre el mismo papel, Jason Statham vuelve a nuestras carteleras pocos meses después del estreno de The Mechanic (Simon West, 2011), si bien ahora lo hace con una película que se aparta moderadamente del cine de acción para adentrarse en el thriller policíaco de reminiscencias setenteras, más centrado en la austeridad expositiva, en el uso poco lúdico de la violencia y en la psicología de los personajes que en los tiroteos, las explosiones y las persecuciones descontroladas. Aquí interpreta a Tom Brant, un policía en el punto de mira de los medios de comunicación y de su propio departamento por culpa de sus métodos casi criminales para aplicar la ley. Aquejado de traumas psicológicos que le llevan al borde de la depresión, se le suma un problema extra cuando un psicópata que se hace llamar The Blitz (Aidan Gillen) comienza a asesinar policías de Londres, en venganza por una paliza que recibió a manos del propio Brant. 

LO MEJOR: Es una buena oportunidad de ver a Statham
haciendo algo distinto a lo habitual.
LO PEOR: Que a los fans más radicales de Transporter 
les parecerá una mierda.
Hay que destacar que Blitz es una producción británica realizada al margen de las normas imperantes en la industria cinematográfica de los Estados Unidos. Y se nota: en ella hay un tratamiento realista de la violencia que hace que algunas escenas rocen la incomodidad (como aquella en la que Blitz asesina a martillazos a un tipo y, sobre todo, la manera en la que reacciona ante lo que acaba de hacer), predomina un tono oscuro tanto a un nivel visual como argumental, huye del retrato turístico de Londres situando la acción en barrios periféricos y ofrece a Jason Statham la oportunidad de interpretar un personaje con algo más de enjundia de lo habitual en su carrera. Esto último no es algo que sus fans le exijamos, ni mucho menos, pero resulta comprensible que empiece a sentirse atraído por proyectos que le supongan un mayor desafío desde un punto de vista actoral. Además, la película no rechaza aprovechar la fama de tipo duro de Statham, sino que incluso la potencia llevando el estereotipo casi hasta la parodia, al hacer de Tom Brant un tipo chapado a la antigua, tan íntegro como expeditivo, enemigo de las nuevas tecnologías, machista y homófobo... que tiene que formar equipo con su nuevo superior, Porter Nash (Paddy Considine), declaradamente gay. Hay algo también homófilo en la fijación de Blitz (Aidan Gillen), ese psicópata exhibicionista y ansioso de popularidad que se mueve y aparenta como Sid Vicious, con el policía Brant, hasta tal punto que llega un momento en el que parece que todo lo que hace el psicópata va encaminado a reencontrarse con quien le maltrató meses atrás. Lo único que chirría en la película es la subtrama de la policía de narcóticos que se vuelve a enganchar a las drogas, Elizabeth Falls (Zawe Ashton), ya que no está demasiado bien integrada con el resto del argumento y nos desvía de lo que de verdad interesa: el juego del gato y el ratón entre Brant y el psicópata. Por lo demás, Blitz es una buena película, modesta y entretenida, pero quizá también poco memorable

21 jun 2011

'Shutter Island'

(Shutter Island. Martin Scorsese. Estados Unidos. 2010. 138 minutos) Hay dos maneras de encarar Shutter Island como espectadores. El primer modo, el más fácil, es recibirla como un super-thriller de suspense que homenajea al cine clásico de detectives y a la literatura criminal (no en vano el guión está basado en una novela de Dennis Lehane, autor de Mystic River), una película de misterio en la que los protagonistas intentan descubrir qué ha pasado con una paciente desaparecida y qué trama se esconde detrás de esa ausencia. El problema está en esperar de ella una sorpresa final, un giro inesperado que nos coja desprevenidos y que nos obligue a reformularnos mentalmente todo lo que hemos visto durante las dos últimas horas. Desde ese punto de vista, Shutter Island se podría considerar un fracaso: desde su primer plano, con ese barco saliendo de una bruma fantasmal y con esas esposas colgadas del techo de un camarote, queda claro para el espectador avispado que toda la historia transcurre en un marco onírico y, con eso en mente, no resulta nada difícil adivinar cuál es la identidad del paciente número 67. 

LO MEJOR: Su capacidad para mantenernos en vilo.
LO PEOR: No ver en ella más que un giro final previsible.
Pero la buenas películas no basan su valía en el efecto sorpresa. Psicosis (Psycho. Alfred Hitchcock, 1960) no deja de ser una obra maestra la segunda vez que la vemos, una vez que ya sabemos quién se esconde tras la peluca de la Señora Bates. Más bien al contrario, un repaso a la película nos deja ver hasta qué punto Hitchcock fue hábil para llevarnos a un territorio opresivo de pesadilla y cómo, incluso sabiendo ya el final, es capaz de estremecernos y mantenernos pegados a la silla. Shutter Island no resulta tan perfecta como Psicosis porque se le intuyen más fácilmente los hilos con los que nos intentan manejar incluso en un primer visionado. Pero eso no impide que su impecable puesta en escena consiga dejarnos ensimismados en las imágenes y los sonidos propuestos por Martin Scorsese, quien llevaba muchos años sin estar tan inspirado como aquí. Puede que no nos termine de convencer del todo Leonardo DiCaprio (alguien a quien su aspecto le está perjudicando más que beneficiando, por cuanto parece siempre un adolescente intentando hacerse pasar por un adulto a pesar de que ya supere los 35 años de edad) o que nos parezca algo desproporcionada su duración, pero Shutter Island es de esas películas que pueden crear más entusiasmo que agotamiento: exagerada, estéticamente recargada, con una fotografía en formato panorámico exquisita... y sobre todo con una capacidad inusual para sumergirnos en los mecanismos de una mente enferma sin renunciar al espectáculo. El mejor Scorsese desde Casino (1995). 

13 jun 2011

'Hanna'

(Hanna. Joe Wright. Estados Unidos, Reino Unido, Alemania. 2011. 106 minutos) Veamos: Hanna cuenta la historia de una chica de 16 años que ha sido criada en un paraje helado de Finlandia por un tipo que le ha enseñado a ser una asesina perfecta, tan ágil y sigilosa como fuerte y despiadada. Cuando la joven se ve preparada, decide ir en busca de la agente de la CIA que la dejó huérfana de madre y la dio por muerta cuando apenas era un bebé. La villana, a su vez, contrata a unos sicarios para que busquen a la chica y a su padre antes de que ella misma sea la presa cazada. Visto así, parece que la película va a molar, ¿no? ¡Tiene que hacerlo! ¡Vamos al cine! ¡Esto tiene que estar bien sí o sí! Porque... a ver, tenemos a una chica adolescente pateando culos y matando gente, a una mala muy mala, a un padre que también reparte hostias como panes, una subtrama de experimentos genéticos, escenas que transcurren en varios continentes... Y sin embargo, con todos esos elementos en juego, resulta que Hanna es una gilipollez con apenas un puñado de hallazgos y mucha tontería dentro. Es uno de esos pocos casos en los que, a medida que van transcurriendo los minutos, a este criticucho se le van hinchando las narices de mala manera, que es lo que pasa cuando uno se da cuenta de que le están tomando el pelo. 

LO MEJOR: Saoirse Ronan, Eric Bana y la intensidad del
primer acto.
LO PEOR: Todo lo demás.
Hanna es una película que intenta desesperadamente ser guay, pero que, como les pasa aquí a una sobreactuada Cate Blanchet o a un irritante Tom Hollander, no sabe bien dónde poner los límites y se acaba extralimitando. Joe Wright nos la ha dado con queso: nos ha hecho creer que íbamos a ver un thriller de acción vibrante, furioso e independiente. Y de los tres adjetivos sólo es aplicable el tercero, pero no precisamente de buena manera. La película arranca con un primer acto sensacional y prometedor, en el que tenemos todo lo que se podía esperar de un argumento así. Todo funciona bien hasta la secuencia de la fuga de Hanna de la prisión de máxima seguridad de Marruecos. Allí la película se transforma de repente en una indigesta suerte de Pequeña Miss Sunshine meets Tres metros sobre el cielo, pasada por el filtro de un aborto pergeñado artificialmente con los genes de los primos tontos de David Lynch y Jean-Pierre Jeunet, aliñada con influencias mal entendidas de los cuentos infantiles y coronada con simbolismos de chichinabo (la protagonista entrando, literalmente, en la boca del lobo...). Para crear ambiente, el ágape se ameniza con la inadecuada y chirriante música de los Chemical Brothers, "que queda así como muy alternativo y eso", debió pensar el director (que seguramente opinó lo mismo de una escena que parece blandiporno lésbico adolescente por la manera en la que está planificada). Se salvan de la quema las impecables interpretaciones de Saoirse Ronan y Eric Bana (que debió  darse cuenta del mierdorro en el que se había metido el día del estreno de la película, puesto que las escenas en las que interviene son las menos risibles), así como el ritmo de los primeros minutos y el buen uso del plano-secuencia en algunos instantes. También se puede decir que no aburre, así que le podríamos dar dos estrellas. Pero le voy a calzar a Joe Wright una por haberme cabreado. Y por listo.  

9 jun 2011

'El bosque maldito'

(The woods. Lucky McKee. Estados Unidos / Reino Unido / Alemania. 2006. 87 minutos) Tras la buena recepción en circuitos especializados que consiguió su ópera prima, May (2002), el director Lucky McKee tuvo problemas para llevar a buen puerto su segunda película, The Woods, que estuvo retenida durante un par de años por la productora y que obligó a M. Night Shyamalan a cambiar el título original de El bosque (The village. 2004), llamada en un principio también The woods. La sinopsis es la siguiente: Estamos en 1965. Heather Fasulo (Agnes Bruckner), una joven problemática, es internada en un colegio privado para chicas situado en mitad de un bosque de Nueva Inglaterra. Allí escucha la historia que se esconde tras los muros del edificio y que todavía resuena en los árboles: tres jóvenes brujas sufrieron las agresiones de sus compañeras y posteriormente se vengaron ofreciéndoles las almas de aquellas al bosque. Heather no tarda en descubrir que la directora del colegio, Ms. Traverse (Patricia Clarkson), podría ser una de esas brujas y que habrían seguido durante años ofreciendo sacrificios a los espíritus los árboles. 

LO MEJOR: Bruce Campbell.
LO PEOR: Se intuyen los problemas de producción tras
sus imágenes.
Si les suena familiar es porque recuerdan bien Suspiria (Dario Argento. 1977), que contaba más o menos lo mismo. Pero si en aquella teníamos un entorno de pesadilla ambientado en una laberíntica academia de baile de Friburgo, aquí el terror viene de la naturaleza. Brujería, ritos paganos, pesadillas, peleas de adolescentes con uniforme y, sobre todo, la posibilidad de ver de nuevo a Bruce Campbell (el padre de la protagonista) luchando contra troncos malignos, lo que nos lleva de inmediato a ese agradable rincón de nuestra memoria donde permanece Posesión infernal (The evil dead. Sam Raimi, 1981). Eso en la parte positiva, donde también tendríamos que citar la manera perversa en la que utiliza éxitos del pop ñoño de Lesley Gore, elegida quizá por la reconocida homosexualidad de la cantante y la manera en la sus canciones ayudan a que se establezca la relación, de manera sutil pero con obvios tintes lésbicos, entre la protagonista y su compañera Marcy (Lauren Birkell). En la parte negativa, por desgracia la que más pesa en esta ocasión, estaría el ritmo, exasperante por momentos, trufado de escenas de terror oníricas que acaban provocando sueño y de personajes y subtramas que quedan deslavazados, quizá como consecuencia del complicado proceso de postproducción que sufrió la película. Los hachazos y los efectos especiales del final consiguen levantar el ánimo, pero para cuando llegan es un poco tarde e incluso podríamos decir que desentonan con el conjunto, demasiado lánguido como para producir ningún tipo de entusiasmo.

7 jun 2011

'X-Men: Primera generación'

(X-Men: First class. Matthew Vaughn. Estados Unidos. 2011. 132 minutos) Se está entendiendo esta película como una refundación de la saga o un cambio de rumbo, pero X-Men: Primera generación sigue el camino de afortunada trivialización que comenzó a transitar la serie gracias a las muy potables X-Men: La decisión final (X-Men: The last stand. Brett Ratner, 2006) y X-Men Orígenes: Lobezno (X-Men Origins: Wolverine. Gavin Hood, 2009), alejadas de la trascendencia y pomposidad impuestas por Bryan Singer en los dos primeros capítulos (por otro lado, también muy disfrutables). No es entonces tanto un reboot como una profundización en la gozosa Serie B hecha con presupuesto generoso (aunque en comparación con otros blockbusters resulta moderado), lo cual no puede dejar de ser recibido con alegría. La cinta nos lleva a 1962, aprovechando el contexto de la Crisis de los misiles en Cuba, para construir una trama de espionaje internacional que podría estar sacada de cualquier explotación europea de James Bond. Este marco temporal aporta algo que se convierte en uno de los detalles más destacables de la película: un look muy marcado que se aprecia no sólo en el vestuario, sino también en la ambientación sonora y en el acabado entrañablemente naif de algunos artilugios que en las otras entregas eran alta tecnología, como ese Proto-Cerebro más propio de una de Jesús Franco que de una superproducción de Hollywood (dicho esto para bien, claro). Memorables son también algunas secuencias que están construidas con un sentido del ritmo perfecto, como el primer cara a cara entre un Erik niño y el supervillano Sebastian Shaw (Kevin Bacon), el enfrentamiento entre un Erik adulto (Michael Fassbender) y unos antiguos nazis en una cantina de Argentina o la emotiva secuencia en la que Charles Xavier (James McAvoy) enseña al futuro Magneto a canalizar su poder telequinético.   

LO MEJOR: La secuencia de la cantina en Argentina.
LO PEOR: Unos cuantos tijeretazos en la sala de montaje
le habrían sentado muy bien.
Sin embargo, no todo son alegrías en X-Men: Primera generación. Para empezar, y entrando en conflicto con esa apariencia ligera y pop casi digna de Austin Powers, está (¡otra vez!) la duración, muy desproporcionada y culpable de algunos altibajos de interés a mitad de la película. También está el hecho de que en ocasiones da la sensación de que estamos viendo una película de acción sin acción, lo cual se agrava aún más cuando todo se desboca en los últimos minutos y nos hace recordar que hasta ese momento casi no hemos asistido a secuencias espectaculares. Y, por último, en su debe hay que anotar la aparición súbita de instantes involuntariamente cómicos: una cosa es hacer chistes a propósito del pelo de Charles Xavier o meter cameos simpáticos y otra muy distinta es que casi se nos escape la carcajada de manera imprevista, como cuando Bestia (Nicholas Hoult) hace su primera aparición ya mutado o cuando Angel Salvadore (Zöe Kravitz, la hija de Lenny Kravitz y Lisa Bonet) y Banshee (Caleb Landry Jones) sobrevuelan los navíos de guerra. Además, el factor sexy también fracasa, ya que ni Rose Byrne, ni January Jones ni Jennifer Lawrence como, respectivamente, Moira MacTaggert, Emma Frost y Mística, consiguen su propósito de resultar apetecibles, la primera por seca, la segunda por gélida y la tercera por sosa. Aparte de todas estas cositas, que igual no les parecen motivos de escarnio, la película está bien a secas, resulta divertida, apropiadamente chorra en ciertos tramos y deja con ganas de más, que es justo lo que pretende

6 jun 2011

Elemental, querido Hitchcock

En el número más reciente del periódico Crónicas de un Pueblo, aprovecho para comentar cómo ha ido el ciclo sobre Alfred Hitchcock que me ha tenido ocupado durante el último mes. Ha sido un proyecto lastrado por algunas dificultades técnicas que me han hecho desesperar de impotencia (concretamente, un altavoz cascado en un local que nos han prestado de manera altruista  y que convertía algunos diálogos de las películas en batiburrillos ininteligibles), pero en el que al fin y al cabo he desarrollado una labor que me ha enriquecido a nivel personal y que, junto a esos instantes de irritación, me ha aportado alegrías como descubrirle Hitchcock a Bea o comprobar cómo el público todavía aplaude, literalmente, cuando aparece el "The End" en Con la muerte en los talones. A todos los que allí estuvieron va dedicado este post. 

Cuando este ejemplar esté en sus manos, habrá concluido el Cine-Fórum sobre Alfred Hitchcock que hemos desarrollado durante un mes (y una semana extra) en Montijo. Todo parte de la propuesta que me hizo la Asociación Cultural La Nacencia. Gracias a que conocían mis columnas en este periódico, pensaron que quizá yo podría coordinar un ciclo sobre Alfred Hitchcock que llevaban tiempo queriendo llevar a cabo. Así que, mediante Crónicas de un Pueblo se pusieron en contacto conmigo y no pude negarme, muy agradecido por la oportunidad y por la confianza que depositaban en mí, pese a no considerarme a mí mismo ningún experto en la obra del director, sino más bien un admirador. Tras mi reunión con Juan Jesús Melchor y José Antonio Teodoro, de La Nacencia, comencé a plantearme qué dirección debería seguir el ciclo, qué películas deberíamos poner y cómo enfocarlo para que resultase atractivo para el máximo público posible, asumiendo siempre que, desgraciadamente, este tipo de propuestas no suelen obtener respuestas masivas. Se nos ocurrió que la intención inicial de proyectar las películas más desconocidas de Alfred Hitchcock acabaría teniendo la misma acogida, o todavía peor, que si poníamos las más conocidas, las elementales. Así que decidimos pasárnoslo bien y darnos la oportunidad de debatir en público algunas de las obras maestras incontestables de Hitchcock. Las elegidas fueron PSICOSIS, CON LA MUERTE EN LOS TALONES, LA VENTANA INDISCRETA y LOS PÁJAROS. Agregamos otra por un problema técnico durante la segunda sesión, VÉRTIGO (DE ENTRE LOS MUERTOS), lo que en un principio supuso un escollo y finalmente resultó una manera inesperada de alargar el proyecto.

Para añadir interés al Cine-Fórum, ideé junto a mi amigo Borja González una pequeña publicación ilustrativa en la que yo escribiría los textos y él se encargaría de las ilustraciones, lo cual al final acabó germinando en un precioso fanzine que regalamos a los asistentes y que espero que hayan disfrutado. Es una lástima que finalmente, por motivos personales, Borja no pudiera acompañarme a las sesiones, pero quería dejar constancia de su importante presencia en el proyecto, ya que también me ayudó con la selección final de títulos. Y también quería aprovechar estas páginas para agradecer a la Peña del Real Madrid de Montijo que nos cediera desinteresadamente sus instalaciones, así como a cada una de las personas que han estado ahí cada viernes que han podido, apoyando el ciclo, disfrutando las películas y comentándolas después, aportando sus valiosas opiniones y perdonando las incidencias que hemos podido tener (principalmente con el sonido). Ver caras repetidas es lo mejor que le puede pasar a uno cuando se embarca en un proyecto de este tipo, créanme. Y, muy especialmente, gracias a Bea y a mi amigo Miguel, quienes con su presencia y apoyo, tanto durante el ciclo como fuera de él, consiguieron que me sintiera menos “sólo ante el peligro”. Algo muy importante cuando a uno no le gusta especialmente hablar en público.