
No todo van a ser homenajes...
Cuando estén leyendo esto hará más de un mes que David Carradine ha desaparecido del mundo de los vivos para adentrarse en la Nada a la que todos estamos condenados. Quizá en ese instante ya se haya confirmado si su muerte por asfixia fue solamente el resultado funesto de un juego sexual o si se corroboran teorías más atrevidas y cinematográficas como que fue asesinado por la mafia china. De cualquier modo, en estos tiempos que corren, un mes da para mucho y seguramente ya habrán leído varios homenajes a sus persona en publicaciones físicas o virtuales, así como un buen puñado de reportajes sensacionalistas sobre las circunstancias en las que fue encontrado su cadáver (colgado de la barra de un armario y vestido sólo con una peluca, una cuerda al cuello y otra en el pene). Pero lo mío no va a ir por estos derroteros. Ni siquiera es un homenaje. David Carradine nunca estuvo entre mis favoritos, ni contando con la ayuda de Tarantino en ‘Kill Bill’. Para mí David Carradine es el tipo por el que los productores de ‘Kung Fu’ rechazaron a Bruce Lee (éste era demasiado oriental para protagonizar una serie de televisión norteamericana, decían) y el protagonista colateral de uno de los gags cómicos que más me hicieron reír durante mi infancia: aquel de Martes y 13 y su “dónde está el pequeño saltamontes”. Pero, más allá la antipatía personal, siempre me fascinó su capacidad para caer mal. Aún haciendo de héroe, ese rostro de palo, de cabrón inmisericorde, de chulazo con cara de mirar de lejos y perdonavidas irascible, siempre me resultó un escollo para disfrutar de sus trabajos, por muy divertidos que fueran algunos. ‘La carrera de la muerte del año 2000’ (1975) es una locura birriosa y atrevida con la que uno se lo pasa teta, una versión sangrienta de ‘Los autos locos’ y un precedente del polémico videojuego ‘Carmageddon’ (ya saben: la vieja con tacataca puntúa el triple). Pero un David Carradine de protagonista deforme, enmascarado y silencioso no es precisamente lo que uno puede entender por “héroe de la película”, si es que la misma necesitara alguno (que no). Carradine había nacido para caerme mal. Y lo volvió a demostrar enfrentándose a Chuck Norris (caso raro el del amigo Carlos: ha conseguido cierto grado de respetabilidad antes de fenecer) en la chusquera ‘McQuade, Lobo Solitario’ (1983), consiguiendo entonces que hasta Chuck pareciera un prodigio de simpatía. Siguió explotando el filón con un personaje directamente asesinable, el Justin LaMotte que se interponía entre Patrick Swayze y Lesley-Anne Down y que tanto hacía sufrir a la pareja con sus artes de cacique filibustero y expeditivo.
Hay mucha morralla en la filmografía de Carradine y los que, como yo, disfruten del fango videográfico, pueden encontrar motivos suficientes para profundizar en ella. Pero les destaco dos títulos en especial: ‘Sonny Boy’ (1989) y ‘El gran Stan’ (2007). La primera por ser una rareza abisal en la que Carradine interpreta a un asesino travesti que secuestra junto a su pareja a un niño al que arrancan la lengua y crían como si fuera un animal, pero en la que el amigo David demuestra algo así como sentimientos maternales a fin de cuentas. La segunda porque es muy fácil de encontrar y posiblemente sea la película que mejor refleje lo que Carradine (dicen que) era en realidad: un profesor de artes marciales de chichinabo adicto al sexo. Parafraseando a Chuck Palahniuk, “biografía” no es la palabra más adecuada, pero es la primera que se me viene a la cabeza.
Sin acritud, descanse en paz, señor Carradine.
Publicado originalmente en la edición impresa de Crónicas de un Pueblo.
2 comentarios:
"... no es la palabra más adecuada, pero es la primera que se me viene a la cabeza...", me encanta!!.
Sinceramente saliendo de Kill Bill, a este tipo lo conozco más bien poco, a diferencia que tú, de quien no me interesa no suelo saber NADA!!!!, ni quiero, hay demasiadas cosas que me interesan e ignoro, yo lo llamo algo así como "cultura selectiva", dirás que no es cultura ni es ná!!, pero así es... ;p
Así y todo, me ha encantado el post, odio que cuando alguien muere siempre sea bueno, sea el mejor, sea una pérdida para la profesión.... pamplinas, de este post me ha encantado tu objetividad, tú ir en contra de lo que es más típico.... sigue así, no caigas nunca en lo típico, siendo tú molas más!!!. Ciao!
ANA, me alegra verte de nuevo por aquí. Entiendo el concepto de "cultura selectiva" que propones. Pero yo soy más de Diógenes Cultural.
Sobre mi objetividad, en realidad este es un post totalmente subjetivo, como todos los que escribo: el hecho de que no hable bien de David Carradine, de que no sea este un artículo laudatorio, ya es producto de mi subjetividad. Siempre que escribo sobre estímulos audiovisuales acabo hablando sobre mí, aunque a veces sea entre líneas. No puedo evitarlo.
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