Buscador

24 may 2008

Sprokens #1

Puede que esta noche Rodolfo Chikilicuatre no gane Eurovisión. Aceptémoslo. Tenemos que estar preparados para lo peor y pensar que aquí tenemos mucho cachondeo con la canción, mucho jajejijojú, pero que a la hora de la verdad ya veremos si los rancios votantes del rancio concurso aceptan que un actor con peluca y una guitarra de plástico merezca alzarse con el premio eurovisivo. ¿Acaso me preocupa o me importa? Pues no demasiado, la verdad, pero sería una bajona. Más o menos como estas:

ARGENTO LA CAGA
Dientes largos: Tras muchos, muchos años de espera, Dario Argento se da cuenta de que, capítulos de Masters of Horror aparte, lleva haciendo truñacos desde hace más de una década. Buscando recuperar el éxito y el respeto perdidos, decide apostar sobre seguro y filma la película que sus fans llevan esperando desde Suspiria (1977) e Inferno (1980): la conclusión de la trilogía sobre Las Tres Madres según Thomas de Quincey. Todos nerviosos, rezando por que Argento recupere el pulso de dichas cintas y por que el cutrerío de sus últimas producciones no eche a perder el legado de dos obras míticas como las que la preceden. Vale, y por que Asia Argento vuelva a salir en cueros, que siempre alegra la tarde.
La Bajona: 2007. Se estrena la película, mal y en pocos sitios, y todo el mundo suelta pestes sobre ella. Dicen que es tan mala que ni me he atrevido a verla, por no estropear la ilusión, a pesar de que la tengo por aquí desde hace tiempo. Únicamente he visionado rápidamente algunos fragmentos y sus efectos especiales de chichinabo no han hecho mucho por obligarme a pasar el trance. No obstante, tarde o temprano tendré que enfrentarme a esos temores y malos augurios. Lo sé.

MACFARLANE MEETS LUCAS
Dientes largos: Abril de 2008. Llega a las tiendas un espectacular pack que incluye el primer episodio de la sexta temporada de Padre de Familia, un especial de 45 minutos que promete cachondeo a costa de la ya de por sí devaluada saga galáctica de George Lucas (cuya memoria se ha encargado de arruinar él solito a lo largo de los años). Puede molar porque los mejores momentos de la irregular serie de Macfarlane llegan cuando hacen parodias cinematográficas. O eso me parece.
La bajona: Vemos el episodio y descubrimos que es una mierda. Macfarlane es tan fan de Star Wars que más que reírse de ella lo que hace es darle un gran beso en el culo a George Lucas, quien se muestra de lo más contento con el experimento. Si lo más transgresor del episodio consiste en meter una canción de Dirty Dancing, se puede hacer una idea del resto.

EL BEN-HUR DE VAN DAMME

Dientes largos: Mediados de los años 90. Jean-Claude Van Damme, subido con el éxito de Timecop, pero tras los pseudopatinazos comerciales (que no artísticos, ojo... y no, no he errado en la expresión) de Street Fighter y Sudden Death, decide que ya es hora de levantar ese proyecto del que lleva hablando unos años y que vende como el Ben-Hur de las Artes Marciales. Supone su regreso al cine de hostias puro y duro, pero no tanto, porque también quiere que su ópera prima como director contenga elementos de aventuras y cine clásico, con un toque más o menos de qualité que viene de la mano de Roger Moore como compañero de reparto.
La bajona: Verano de 1996. Se estrena la película y cuando la vemos nos damos cuenta de que lo único que nos apetece tras el visionado es rescatar Kickboxer y Contacto Sangriento, pero no ver The Quest muchas veces más. Los fans de Van Damme, ya saben, echamos las culpas a los productores: que no le dieron el dinero suficiente para abordar todas las ideas que Van Damme tenía en mente, que el presupuesto tampoco se ajusta a las ambiciones del belga, etc. Que sí, que no está mal, pero lo cierto es que a Jean-Claude se le va todo un poco de las manos y en ocasiones se embelesa en la nada intentando encontrar dramatismo cuando en realidad se acerca peligrosamente a la risa.

LAS TETAS DE NEVE CAMPBELL
Dientes largos: 1998. John McNaughton estrena la divertidísima Juegos Salvajes y los filetazos entre Denise Richards y Neve Cambell nos ponen a todos cardíacos. Pero, oh, sólo la primera se atreve a mostrar sus encantos.
La bajona: Año 2004. En la cinta When will I be loved la Campbell se desnuda, pero de lejos. Mal rollo. En 2007 se estrena (en alguna parte) I really hate my job, Neve se atreve a enseñar las tetas de cerca y comprendemos por qué se empeñaba en no mostrarlas. Decepcionaca.




Y próximamente más. Ya saben: Keep watching the skies!

18 may 2008

'Iron Man'

(Iron Man. Jon Favreau. EEUU, 2008. 126 minutos) Poseedora de una chulería íntrinsecamente unida a la personalidad de su protagonista principal, Iron Man constituye la aproximación cinematográfica más cool y chiripitifláutica al universo Marvel que se ha producido en el siglo XXI, ajena a torturas psíquicas y complejos de héroe, llena de lujo, humor y aroma de revista de tendencias, con la acción justa para contentar al que sólo busca eso y que funciona a la perfección como capítulo introductorio de lo que está por llegar (ahí están esos ganchos para iniciados: S.H.I.E.L.D., James Rhodes...). Parca en argumento pero generosa en peripecias, Iron Man se distingue también por la idiosincrasia de Tony Stark y el modo en el que se aleja de otros paladines de la justicia, principalmente porque a Stark la justicia como tal, entendiéndola como un concepto indisoluble a su condición de ser superior, se la trae al pairo. Brinda por la paz después de vender un misil con tecnología avanzada... y sus salidas con la armadura tienen más que ver con lo lúdico y lo vengativo que con hacer el bien, defender al prójimo y esas otras cosas que tanto tiempo hacen perder a otros de su especie. Cuando salva a inocentes lo hace porque le viene de camino, no porque se haya situado allí específicamente para hacer el bien. Por no hablar de lo cómodo que se siente con la popularidad de su alter ego y lo poco que hace por camuflarse y huir de la luz pública. Por todo eso (y porque al final la moraleja se convierte en chiste), Iron Man mola y queremos más.

11 may 2008

'Feast (Atrapados)'

(Feast. John Gulager. EEUU, 2005. 87 minutos) Surgida de la tercera temporada de Project Greenlight, Feast es una de esas películas a las que una mala distribución beneficia sobremanera para obtener cierta reputación que de otro modo seguramente no poseería. Es el cuento de siempre: pequeña película que sólo está un poco por encima de la media se acaba convirtiendo en cinta de culto debido a lo difícil que resulta en un principio verla. Hoy en día, con la fugacidad de internet y los estrenos simultáneos (aunque no sean en salas de cine, ya me entienden), esto cobra algo menos de sentido ya que a poco que uno se empeñe acaba encontrando lo que quiere ver. Pero aún así, los tres años de retraso con los que Feast ha llegado a España y lo poco que yo he hecho por localizarla, unido a la noticia del rodaje de dos secuelas sin solución de continuidad, habían desembocado en una especie de deseo y esperanza personal de ver una maravilla que me llevara al edén del gozo cinéfago... lo que, lógica, previsible y tristemente, no se ha producido finalmente. El culpable, en este caso, es uno mismo y sus ideas preconcebidas. Porque la película en sí contiene más que suficiente como para convertirse en una delicia: monstruos, humor oscuro, gore, ritmo, acción, etc. Todo con un tono postmoderno más propio de los autoconscientes años 90 que de los archimencionados 80, con su presentación/deconstrucción de personajes arquetípicos casi propios de un reality y su sentido grueso de la risa (verbigracia los monstruos follando). En el debe, únicamente señalar lo reiterativo de sus set-pieces, la pérdida de energía a mitad de película y el confuso montaje, que echa al traste el poder disfrutar del diseño de las criaturas, algo que en una cinta de estas características, en una película con monstruo(s), me resulta especialmente molesto e imperdonable. No obstante, y a pesar de que no me haya gustado tanto como cabría esperar, habrá que estar atentos a sus secuelas, Feast 2: Sloppy Seconds y Feast 3: The Happy Finish. Al menos los títulos ya desbordan cachondeo. Y eso es cosa buena.

8 may 2008

'Brave'


(Brave. Thanapon Maliwan, Afdlin Shauki. Tailandia, 2007. 91 minutos) Esta semana que tengo de vacaciones estoy aprovechando para ponerme al día y borrar de mi lista de trabajos pendientes un puñadito de títulos que, si bien no voy a detenerme a reseñar de manera más o menos extensa, sí que creo conveniente reflejar aquí (siquiera para mí, pero también para los lectores que tampoco anden muy bien de tiempo y quieran saber si tal o cual título les puede interesar o no). Por ello, inicio una nueva sección de reseñas breves y leves, casi a modo completista o como acuse de visionado con la que no pretendo abarcar TODO lo que veo (a quién le importa...), pero sí ciertos títulos de modo caprichoso, casual o como quieran llamarlo. Abro fuego con Brave, cinta que nos llega a rebufo del fenómeno de Tony Jaa pero que, como ya advierte la carátula, tiene más que ver con el espíritu ganso y trepidante de Jackie Chan que con la seriedad y violencia del amigo de los elefantes. Pero no es fácil ser Jackie Chan y no sólo basta con hacer uno mismo las escenas arriesgadas (que es lo único, y ya es triste, que muchos ven en la extensa y rica filmografía de Jackie), también está el factor carisma y el hecho de que Chan, además de artista marcial y fanático del riesgo, es un comediante de tomo y lomo. Como mucho, Mike B. podría quedarse en sosías de Sam Lee, sólo que algo más creíble en las escenas de lucha y menos propenso a la mueca desencajada. En cuanto a la película en sí, decir que empieza fatal, con una mezcla indigesta de comedia, tragedia y acción de diseño hipercoreografiada, un desastre jalonado para más inri por el molesto trabajo de los actores, que no hacen mucho por que resulten creíbles unos personajes que ya desde el guión no saben muy bien hacia dónde se dirigen ni cuáles deben ser sus actitudes. Por suerte, a medida que avanza el metraje y el argumento sólo deja paso a las escenas de acción encadenadas, la película se ensucia, se mancha con sangre y óxido, con furia y energía, arreglando en parte el desaguisado de su primera mitad. Pero no es suficiente: Brave es uno de esos títulos cuyo máximo atractivo se puede encontrar capitulado en YouTube o similares. Lo demás es perder el tiempo.

6 may 2008

'Frío como el acero'



(Stone Cold. Craig R. Baxley. EEUU, 1991. 93 minutos) Hubo una época en la que tener Canal Plus significaba algo, cuando sólo los abonados a ese sistema prodigioso tenían las puertas abiertas para recibir en sus casas el cine más reciente y espectacular, mucho antes de que el resto de la humanidad pudiera visionarlo en su salón con cortes publicitarios, formatos no respetados y títulos de crédito seccionados gracias a Teta-5 o Ampena 3. Yo nunca tuve Canal Plus en casa, pero tampoco dejé de disfrutarlo. Durante un tiempo me bastaba con ir a casa de mi abuelo y tragarme cada nuevo pase de los títulos que más me gustaban. Cada mes era sagrado coger la revista de la programación y hacerme un calendario para no perderme nada, marcando con un rotulador cada cita imprescindible con el descodificador celestial. Pero había un problema: mi abuelo por aquella época no tenía vídeo. Y yo, que ya había empezado a sentir la necesidad no sólo de ver esos estrenos, sino también de tenerlos (un Síndrome de Diógenes fílmico que me acompañará por los restos), tuve que buscar una alternativa. A partir de entonces sondeaba en el colegio a cualquiera que pudiera echarme un cable y no me faltaron amigos a los que di la lata, una y otra vez, de manera infatigable y cansina, pasándoles cintas vírgenes y recordándoles que si no me grababan esa última reposición de Game Over o Suburban Commando arderían en las llamas del averno por los siglos de los siglos. O casi. Años después yo me acabaría convirtiendo en el videoclub gratuito con más títulos y clientes del pueblo, pero esa es otra historia... A todos los que di la lata y molestaba a la hora de la siesta, gracias y disculpas por mis encargos intempestivos. Frío como el acero llegó a mis manos gracias a ellos.

"Mucha nostalgia y ñoñería para un film de hostias", estarán pensando algunos de ustedes. Pero es que Frío como el acero es una de esas cintas que, como ya he dicho de otras que he citado en el blog, forman parte de mi educación sentimental y mi formación como cinéfago. Es una de esas pocas películas que te harían pensar algo como "si el planeta fuera a reventar esta tarde, si tuviera que morir hoy, por favor, que lo haga cuando haya terminado la peli". Es un título para tipos duros hecha por tipos duros, de esos que podrían encenderse una cerilla en el escroto sin siquiera pestañear, mientras recitan cronológicamente, con un cigarro casero y torcido entre los labios, la filmografía de Walter Hill, al mismo tiempo que con la mano que les queda libre se acicalan el mullet. Frío como el acero es puro first nineties: aún con los ojos puestos en el cine de acción de la década anterior, rescata sus parámetros y los exagera hasta llevarlos al límite, con protagonistas más amorales, impactos de bala cada vez más grandes, explosiones gratuitas, chicas fáciles y predispuestas a todo, justicia al margen de la ley, mucho AOR (antes de la aparición del grunge como música favorita de los teenagers y de la masificación del hip-hop como banda sonora habitual de los action heroes) y un protagonista que se anunciaba como la futura estrella del género (¿recuerdan a Jeff Speakman y su Arma Perfecta?). Brian Bosworth no sabía artes marciales, puede que tampoco supiera actuar, pero quedaba bien encima de una moto y estaba más que acostumbrado a regalar tollinas y porrazos entre touchdowns cuando era conocido como The Boz. Ni siquiera consiguió después de su debut cinematográfico ninguna otra cinta que pudiéramos calificar más allá de simpática. Pero no importa, porque interpretando a Joe Huff y su alter ego John Stone en Frío como el acero, que es la que nos importa, está pluscuamperfecto y no se deja amilanar por la presencia de dos titanes malignos como son Lance Henriksen y William Forsythe en sus papeles de Chains e Ice, respectivamente. Empero, lógicamente, Henriksen y Forsythe, robaescenas natos, se convierten en dos de los pilares en los que se sustenta el film, encarnaciones perversas de la crueldad y la chulería más enfermiza en constante lucha por demostrar quién tiene los cojones más gordos de todo el reparto. Al mando de toda esta reunión de testosterona desatada pusieron a Craig R. Baxley, quien venía de dirigir episodios de El Equipo A y, sobre todo, dos actioners bien majetes como fueron Acción Jackson y Dark Angel. Su buena mano para las persecuciones (raccord aparte: miren ese pañuelo que aparece y desaparece de la cabeza de Forsythe durante su segundo lance en el asfalto contra Bosworth) se deja notar a base de bien, apoyándose en un equipo de especialistas que echa el resto en las numerosas y potentes secuencias de acción, entre las que destaca una en la que intervienen un helicóptero y una moto que sería retomada un año después por James Cameron en la mastodóntica Terminator 2 (posiblemente el mejor largometraje de acción de todos los tiempos si mi amor por Blanco Humano no me impidiera darle tal categoría). En cuanto al argumento, del que no había hablado hasta ahora porque en realidad es irrelevante, destacar la gran similitud que guarda con el de otra película posterior, Recuerdos que matan, protagonizada en 1992 por Charlie Sheen: poli rebelde se infiltra en una banda de moteros para reunir pruebas que le permitan arrestarles de por vida y se ve inmerso en una espiral de violencia, tráfico de armas, drogas y lo que caiga. Un clásico. La gracia está en que en Frío como el acero el grupo criminal está representado como una especie de Familia a lo Manson, The Brotherhood, con iconografía cristiana y nazi, alojada en una especie de paraíso terrenal en el que las mujeres se duchan al aire libre en medio del patio y nunca falta el vicio que más rabia le dé a uno en ese instante. Visto así, igual algún espectador no entiende el motivo del protagonista para desbaratarlo todo, pero esto se arregla con el factor venganza, introducido en los últimos minutos y que da el impulso definitivo a Stone para arrasar todo lo que se le ponga por delante con tal de acabar con Chains y sus secuaces. Así que cómo resistirse: Lance Henriksen + William Forsythe + Héroe con pintas raras y mullet + motacas + tiarronas + infiltración + venganza + explosiones = peliculón. No me extraña en absoluto que tenga fans tan flipados que hasta hagan concentraciones esporádicas para conmemorar lo que ellos llaman THE GREATEST ACTION MOVIE OF ALL TIME!

Termino haciendo un llamamiento público a la poca gente de mi pueblo que lee el blog (si es que alguno lo hace) : si fuiste tú la persona a la que dejé mi vhs original de Frío como el acero que jamás recuperé, haz el favor de devolvérmela en el caso de que no la hayas tirado a la basura como si fuera tuya. Si te da vergüenza dármela en persona, por aquello de que han pasado AÑOS desde que te la apropiaste vilmente, al menos échala en el buzón tan hermoso que tengo en mi puerta, que no cuesta nada y encima me das un alegrón. Y si no lo haces, tampoco pasa nada. Que John Stone te pase con su moto por encima de donde más te duela. Mamón. Y quedamos en paz.