Royal Warriors comienza de la peor forma imaginable: Michelle Khan de turista en Japón paseándose por un festival callejero o así en el que un montón de nipones disfrazados de los Beatles, de rockabillies y otras cosas hacen el ganso a mucha honra mientras una Khan con mayas blancas, chaqueta con hombreras y unas Ray-ban les echa fotos y baila al ritmo de una música horrible. Ya saben: nada más
horteraochentero que el hongkonés
ochentero, y más si va de excursión. Suerte que pronto empiezan las hostias: siguiendo uno de esos
porquesíes que tanto nos gustan del cine de Hong Kong y que vienen en forma de escenas introductorias que a lo mejor tienen que ver con la trama posterior y a lo mejor no, pero que siempre sirven para presentarnos la acción, Michelle tarda menos de tres minutos en meterse en pelea y sacar a relucir su poderío con las piernas. Pero esto no es nada para lo que se nos viene encima, ya que poco después presenciamos una escena que podría ser el clímax de cualquier otra cinta de este tipo por su intensidad y espectacularidad , y que aquí aparece como un plato entrante que sirve para que lo tres protagonistas (Michelle, Hiroyuki Sanada y Michael Wong) se conozcan y conformen un improvisado trío de héroes a la fuerza (salvo Wong, que se encuentra muy a gusto en su papel de celebridad) que sufrirán un vuelco en sus vidas que derivará hacia el peligro, la muerte de alguno de ellos (o de sus familiares, y que conste que no les destripo nada que no se adivine a los 10 minutos de película) y la ulterior venganza explosiva. Esta secuencia, ambientada en un avión en pleno vuelo (aunque no da esa sensación en ningún momento), en la que los tres protagonistas actúan en equipo por primera vez para detener la intentona de secuestro de un par de delincuentes que estaban siendo trasladados a prisión de un país a otro, es uno de los mejores ejemplos de por qué uno ama el cine de acción de Hong Kong: todo es posible. Estos tres policías, ex-policía en el caso del japonés, no dudan en poner en riesgo a toda la tripulación con tal de evitar que los malos secuestren el avión, sin importarles que para ello tengan que iniciar un tiroteo en el interior de la aeronave (con la temeridad que eso supone) o hacer estallar una granada de mano que, por lo visto, al meterla en un armario lleno de latas de conserva no produce tanto daño, ni desequilibra el aparato ni nada. Pero qué sabré yo de aeronáutica... El caso es que la secuencia es cojonuda y acaba de manera violenta y creativa. Como casi he dicho antes, esto podría estar adornando el final de cualquier cinta de acción norteamericana, pero aquí sirve para presentar a los personajes. Michael (Wong) no tardará en tirarle los trastos a Michelle, con una frase de galán a lo Fabio Testi que impresiona:
"Me gusta ayudar a las chicas bonitas", dice mientras le ayuda con el equipaje, para disgusto de las fans que no se sientan tan agraciadas físicamente como la Khan. Además ella le sigue el juego, iniciando un tira y afloja sexual que no llega a consumarse (intuyo) y que acaba de manera no muy placentera. Por su parte, Sanada es el mayor sufridor de la película al ver cómo su familia, con la que se acaba de reconciliar, vuela por los aires como consecuencia del affaire del avión, cuando un viejo amigo de uno de los secuestradores decide tomar el camino de la venganza, que es el único que entienden los personajes de este largometraje. Un poco de drama, algo de comedia y, sobre todo, acción, persecuciones y artes marciales es lo que se pueden encontrar en
Royal Warriors, cuyo colofón es un clímax adornado con una motosierra, bombas, un ataúd suspendido en el aire por una grúa y una especie de
4 latas tuneado por el becario del departamento artístico de
Mad Max 2.
Yes, Madam, nuestra
Ultra Force 2, es aún mejor si cabe. Aunque lo que más llama la atención es que quienes llevan el peso de la trama son tres personajes de perfil cómico con nombres de medicamentos (alterados en la versión doblada), encarnados por Meng Hoi, John Sham y... atención, Tsui Hark, en lugar de por por las
battling babes que se adueñan de las escenas de acción. Los tres se meten en un jaleo del quince cuando accidentalmente roban un microfilm, que contiene pruebas que podrían suponer el final de los días de gloria de un especulador peligroso (interpretado por un repelente James Tien que tiene en los letales Dick Wei y Chong Fat sus mejores cuerpos ejecutores). Cynthia Rothrock es una agente de Scotland Yard enviada a Hong Kong para ayudar a Michelle Khan en el caso del microfilm perdido. Siguiendo el tópico, al principio ambas mujeronas no encajarán demasiado bien, pero acabarán formando un
deadly duo que brilla con todo su esplendor en la batalla final en la mansión de Tien, donde asistimos a un festival de
stunts y coreografías impecables de los que te dejan con ganas de patearle el culo al primero que te mire mal por la calle, pero con estilo y gracia, eso que no falte. Llena de caras conocidas (algunas divertidas secuencias en las que unos avejentados Samo Hung, David Chiang y Richard Ng hacían de enfermos mentales fueron eliminadas del montaje estrenado en España), con una trama algo enrevesada que se sigue con interés en buena parte gracias a sus elementos cómicos, además de una larga serie de personajes con importancia en la historia que interactúan sin parar,
Yes, Madam es un
must que nadie interesado en estos temas debería dejar pasar. Más violenta y espectacular que
Royal Warriors, aunque con un personaje menos agradecido para una Michelle Khan que prácticamente debutaba en un papel de peso y debía compartir protagonismo con demasiados rostros familiares para el fan del cine
made in HK, la película cobra más valor aún cuando haciendo un poco de historia nos damos cuenta de su importancia para el devenir del cine de acción posterior que se filmó en la ex-colonia británica: 1985 fue el año que definió las bases de lo que se conocería como
modern day action, gracias a los estrenos de la película que nos ocupa y la nunca demasiado recomendada
Police Story de Jackie Chan, cinta que sería otra opción perfecta para acompañar a
Yes, Madam en uno de estos programas dobles que les propongo desde
The Blogthing (últimamente demasiado
orientalizado, quizá). Todas ellas tienen además algo en común, una idea que habrá sido utilizada decenas de veces en las frases publicitarias de otras tantas películas, pero que nos sirve para cohesionar más si cabe las dos (o tres, si unimos la de Jackie) cintas de las que estamos hablando: para conseguir que se cumpla la justicia, el héroe debe estar fuera de la ley. Así, todos los protagonistas de los largometrajes citados deben cumplir un ritual antes de enfrentarse a sus enemigos con todas sus consecuencias, y este no es otro que abandonar voluntariamente (o casi) su posición de agentes de la ley, entregar sus placas y sus pistolas, para comenzar a repartir justicia de la buena, sin cortapisas burocráticas ni procedimientos penosamente lentos. En
Yes, Madam, las valientes polis, hartas de que la legalidad les ponga zancadillas para llegar a derrocar al villano, deciden que para equilibrar la balanza y poder actuar con libertad y, ojo, efectividad, deben colocarse al mismo nivel que el de sus enemigos, convertirse en forajidas liberadas de los grilletes de la ley. Cine de justicieros de toda la vida, en definitiva, pero protagonizado por dos chicas guapas en lugar de por un señor mayor con bigote (
sorry, Starman, you know I love you, bro).

Después de todo esto, y por si aún no les queda claro que estas son dos películas que deben ver sí o sí (y asumiendo por mi parte lo casi ridículo que resulta recomendar a estas alturas dos títulos que lo mismo ya se saben muchos de ustedes de memoria), les dejo con dos vídeos que quizá enseñen más de la cuenta, pero que me vienen extraordinariamente bien para subrayar todo lo que acaban de leer. Y después busquen, recuperen, disfruten... lo que toque en cada uno de ustedes.