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13 abr 2008

'En el punto de mira'

(Vantage Point. Pete Travis. EEUU, 2008. 85 minutos) Según he ido leyendo por por ahí he encontrado tres reacciones generalizadas entre los que ven esta película, a los que podemos separar en tres grupos de personas bien definidos:

1) Los Coolturetas. Su opinión es la siguiente: "Vaya mierda, esto no se parece a 'Rashomon' y la estaban comparando con la OBRAMAESTRA de Kurosawa". Nota: ellos dicen "Curosaba", no "Curosagua" como todo el mundo.

2) Los Nacionalistas. Su valoración de la película se resume en "¡Vaya puta mierdaaaaaaa, esto es México, no es Salamaaancaaaaaa!". Nota: son los mismos que decían que Misión Imposible 2 era mala PORQUE mezclaba las Fallas con la Semana Santa.

3) Los Nipatinipamís. Más complejos y acomplejados. Se les distingue porque se lo han pasado de puta madre con la película, pero como han leído por ahí que es regulera no se atreven a reconocerlo. Son de los que se intentan poner serios y sueltan frases como "Es entretenida, pero no es más que una americanada sin pies ni cabeza" mientras en realidad todavía están flipando con la persecución final de la película y preguntándose "quién coño era el malo". Nota: esta gente suele frecuentar blogs colectivos que lee mucha otra gente y dejan comentarios laudatorios a sus críticos favoritos, cuya opinión es la única que les vale y la que desean tener como propia.

Mi consejo, muy poco humilde si lo quieren entender así, es que no se fíen demasiado de ninguno de ellos. Porque En el punto de mira es una peliculita de acción que cumple totalmente sus objetivos de diversión, espectacularidad y cachondeo, tomándose a broma un tema muy serio (el magnicidio) y mareando la perdiz de forma innecesaria pero bonita, hasta llegar a completar ochenta minutos con lo que en tiempo real no ocuparía más de quince. Esto ya depende de lo que cada uno espere y entienda como válido, pero aquí lo que hay son muchos actores conocidos metidos en una trama enmarañada y tramposa, que juega vilmente con el público a ocultarle información que se irá revelando en dosis pequeñas, mucho movimiento de cámara y mucho estilo televisivo que, sorprendentemente, no choca contra la majestuosidad del formato panorámico (que era lo que fallaba en Misión Imposible 3, por mucho J.J. Abrams que estuviera de por medio). Es decir, hay elementos suficientes en Vantage Point como para irritar a muchos. Y a mí, sin embargo, me lo ha hecho pasar notablemente bien, con todas sus reiteraciones, sus giros caprichosos y esa fascinación por el voyeurismo a través de los aparatos de vídeo tan de Brian de Palma que me vuelve loco. A mí me ha convencido.

Si la ven, hagan el favor de no convertirse a la causa de ninguno de los tres grupos con los que comenzaba esta fugaz reseña, o incluso de un cuarto que no he citado: los que se lo pasan pipa riéndose de Eduardo Noriega. No les pido nada, no les obligo a que le guste la película. Pero, por favor, no me sean tan perezosos como esa gente. No me digan que "es mala porque el escenario se nota que no es la verdadera Salamanca". No me jodan.

"Y dices que soy un diamante en bruto...

...pero tú prefieres al bruto de tu amante". Marc Parrot, en el tema 'Soy tu espía', del álbum 'Sólo para locos', 1993.



"Puta sincronía" es una de las frases que más se repiten en las extensas y reconstituyentes conversaciones que mantengo regularmente con my brother from another planet, el subvalorado Starman, quien es mucho más que un plan 9 aunque algunos no logren ver más allá de sus tractor beams y sus sondas anales. Esas charlas, como decía, están llenas de esotéricas sincronías que, lejos de entorpecer la comunicación, refuerzan más si cabe el grosor de ese lazo invisible que nos une a través del universo y que nos lleva a sentir, de verdad, esa mística comunión sentimental de la que hablan los gemelos y que tan poco creíble resulta.

Estos días, más que nunca, Starman y yo nos sentamos juntos en el corredor de la muerte de la esperanza, con la mueca cómplice de los que saben que por poner las entrañas encima de la mesa, y mostrarlas a quienes querían regalárselas, están donde están. Con su post Muy 51 me ha recordado que no puedo limitarme a hablarles de Maniac Cop cuando lo que está pasando dentro de mí no tiene nada que ver con policías asesinos y me está pidiendo a gritos que lo deje salir, de motu casi propio, antes de que me reviente el pecho y llene la pantalla de cenizas.

Sé que quizá es injusto para ustedes que escriba sobre mis maltrechos sentimientos sin explicar a qué se debe esta situación, pero me voy a limitar a darles pistas: estoy hablando sobre la imposibilidad de ser amado, sobre un triunfo profesional que no he podido celebrar con quien quería, sobre lo que pesa que admiren tu talento y no saber si el sentimiento pasará de ahí, sobre un regalo que se ha quedado envuelto y que me costó bastante conseguir a tiempo. Estoy hablando del amor y sus complejos mecanismos, de marcar una fecha en el calendario y organizar el resto de días en torno a ese para que todo saliera perfecto, sólo para descubrir horas antes que la persona por la que has estado esperando está muy lejos y te ha dejado con el ramo de flores en la mano esperando a que se marchiten para poder tirarlas a la basura, porque sabes que antes de que dejen de existir no podrás dejar de admirar su belleza. Y lo peor de todo es que no puedo enfadarme con ella, porque la quiero y porque entiendo que donde está ahora seguro que es mucho más feliz de lo que hubiera podido serlo conmigo. Y también porque acabo entendiendo que para ella ese día no era EL DÍA como sí lo iba a ser para mí, por mucho que de algún modo me intentara engañar a mí mismo sin querer, atreviéndome a imaginar que el deseo sería compartido y no unilateral. Y no puedo enfadarme tampoco porque, a pesar de ser la segunda vez que me ocurre, sé que seguramente habrá una tercera y sé que la próxima vez que hable con ella conseguirá, sin esfuerzos y sin intención de malicia, que vuelva a ilusionarme, que me crea otra vez interesante y que las canciones de La Casa Azul vuelvan a sonar alegres y positivas, como el día antes de que me diera plantón sin pensar, seguramente, que lo estaba haciendo. No puedo reprocharle nada, porque seguramente no se ha dado cuenta de lo que ese día significaba para mí... y es posible que para ella no tuviera mayor trascendencia que la de ver a un amigo con el que hace tiempo que no charla cara a cara. Este test me dice que está jugando conmigo y que debería olvidarla. Pero no quiero hacerlo. No es su culpa, ella no es mala. El problema es que aún no se ha dado cuenta de lo que me importa y de lo que estaría dispuesto a darle. La cuestión es si algún día me lo permitirá o tendré que desistir y resignarme a sentirme solo, a rogarle que no me diga cosas bonitas y que me mande a la mierda para hacerlo todo un poco más fácil. De momento seguiré esperando a ver qué pasa, como MacReady y Childs, sentado sobre la fría nieve y calentándome con el fuego que todavía estalla a mis espaldas.

Gracias por el empujón, Starman. Ahora me siento mejor.

5 abr 2008

'Ultra Force' / 'Ultra Force 2'


(Royal Warriors a.k.a. In the line of duty. David Chung. 1986. 96 min. / Yes, Madam a.k.a. In the line of duty 2. Corey Yuen. 1985. 93 min.) Antes de nada, y por si alguno de ustedes no ha leído nunca nada al respecto, sería conveniente aclarar el jaleo de títulos con los que se conoce esta serie de películas que en principio no tenían nada que ver y que, según pasaron los años, acabaron conformando una saga sin más cohesión que la nominal y la premisa de mostrar a aguerridas mujeres luchando contra mafiosos y maleantes. Conocida internacionalmente como In the line of duty, la serie de siete películas (que yo sepa) tuvo su origen en estos dos títulos que ocupan el post de hoy, los cuales no comparten personajes ni argumento (aunque sí actores) y, para colmo, no se estrenaron cronológicamente: el que conocemos como Ultra Force 2 es en realidad un año más viejo que el que se estrenó en el mercado internacional como Ultra Force 1. Para que nadie se líe, simplifiquemos: a partir de ahora llamaremos a ambas películas por sus verdaderos nombres: Royal Warriors (que sería Ultra Force) y Yes, Madam (la que conocimos como Ultra Force 2), que es en realidad, por orden cronológico y por contenido, la verdadera impulsora no sólo de la serie In the line of duty, sino también del subgénero de las femmes fatales made in HK (del que ya tuvimos un referente en el blog, la brutal Iron Angels 2). Fue tal el impacto del film protagonizado por Michelle Khan (ahora Yeoh) y Cynthia Rothrock (ahora olvidada) que los gerifaltes de la extinta D&B Films, en busca de una nueva battling babe con menos caché que recogiera el testigo, se buscaron a una bailarina formada tanto en jazz como en sevillanas llamada Li-Tsing Yang y la rebautizaron fundiendo los nombres de las protagonistas de Yes, Madam, dando como resultado esa belleza con piernas de acero que pasó a la historia como Cynthia Khan y que protagonizaría In the line of duty III (estrenada en España como Ultra Force 3) y todas las que vinieron después. Pero de ésta hablaremos quizá en otra ocasión.


Royal Warriors comienza de la peor forma imaginable: Michelle Khan de turista en Japón paseándose por un festival callejero o así en el que un montón de nipones disfrazados de los Beatles, de rockabillies y otras cosas hacen el ganso a mucha honra mientras una Khan con mayas blancas, chaqueta con hombreras y unas Ray-ban les echa fotos y baila al ritmo de una música horrible. Ya saben: nada más horteraochentero que el hongkonés ochentero, y más si va de excursión. Suerte que pronto empiezan las hostias: siguiendo uno de esos porquesíes que tanto nos gustan del cine de Hong Kong y que vienen en forma de escenas introductorias que a lo mejor tienen que ver con la trama posterior y a lo mejor no, pero que siempre sirven para presentarnos la acción, Michelle tarda menos de tres minutos en meterse en pelea y sacar a relucir su poderío con las piernas. Pero esto no es nada para lo que se nos viene encima, ya que poco después presenciamos una escena que podría ser el clímax de cualquier otra cinta de este tipo por su intensidad y espectacularidad , y que aquí aparece como un plato entrante que sirve para que lo tres protagonistas (Michelle, Hiroyuki Sanada y Michael Wong) se conozcan y conformen un improvisado trío de héroes a la fuerza (salvo Wong, que se encuentra muy a gusto en su papel de celebridad) que sufrirán un vuelco en sus vidas que derivará hacia el peligro, la muerte de alguno de ellos (o de sus familiares, y que conste que no les destripo nada que no se adivine a los 10 minutos de película) y la ulterior venganza explosiva. Esta secuencia, ambientada en un avión en pleno vuelo (aunque no da esa sensación en ningún momento), en la que los tres protagonistas actúan en equipo por primera vez para detener la intentona de secuestro de un par de delincuentes que estaban siendo trasladados a prisión de un país a otro, es uno de los mejores ejemplos de por qué uno ama el cine de acción de Hong Kong: todo es posible. Estos tres policías, ex-policía en el caso del japonés, no dudan en poner en riesgo a toda la tripulación con tal de evitar que los malos secuestren el avión, sin importarles que para ello tengan que iniciar un tiroteo en el interior de la aeronave (con la temeridad que eso supone) o hacer estallar una granada de mano que, por lo visto, al meterla en un armario lleno de latas de conserva no produce tanto daño, ni desequilibra el aparato ni nada. Pero qué sabré yo de aeronáutica... El caso es que la secuencia es cojonuda y acaba de manera violenta y creativa. Como casi he dicho antes, esto podría estar adornando el final de cualquier cinta de acción norteamericana, pero aquí sirve para presentar a los personajes. Michael (Wong) no tardará en tirarle los trastos a Michelle, con una frase de galán a lo Fabio Testi que impresiona: "Me gusta ayudar a las chicas bonitas", dice mientras le ayuda con el equipaje, para disgusto de las fans que no se sientan tan agraciadas físicamente como la Khan. Además ella le sigue el juego, iniciando un tira y afloja sexual que no llega a consumarse (intuyo) y que acaba de manera no muy placentera. Por su parte, Sanada es el mayor sufridor de la película al ver cómo su familia, con la que se acaba de reconciliar, vuela por los aires como consecuencia del affaire del avión, cuando un viejo amigo de uno de los secuestradores decide tomar el camino de la venganza, que es el único que entienden los personajes de este largometraje. Un poco de drama, algo de comedia y, sobre todo, acción, persecuciones y artes marciales es lo que se pueden encontrar en Royal Warriors, cuyo colofón es un clímax adornado con una motosierra, bombas, un ataúd suspendido en el aire por una grúa y una especie de 4 latas tuneado por el becario del departamento artístico de Mad Max 2.


Yes, Madam, nuestra Ultra Force 2, es aún mejor si cabe. Aunque lo que más llama la atención es que quienes llevan el peso de la trama son tres personajes de perfil cómico con nombres de medicamentos (alterados en la versión doblada), encarnados por Meng Hoi, John Sham y... atención, Tsui Hark, en lugar de por por las battling babes que se adueñan de las escenas de acción. Los tres se meten en un jaleo del quince cuando accidentalmente roban un microfilm, que contiene pruebas que podrían suponer el final de los días de gloria de un especulador peligroso (interpretado por un repelente James Tien que tiene en los letales Dick Wei y Chong Fat sus mejores cuerpos ejecutores). Cynthia Rothrock es una agente de Scotland Yard enviada a Hong Kong para ayudar a Michelle Khan en el caso del microfilm perdido. Siguiendo el tópico, al principio ambas mujeronas no encajarán demasiado bien, pero acabarán formando un deadly duo que brilla con todo su esplendor en la batalla final en la mansión de Tien, donde asistimos a un festival de stunts y coreografías impecables de los que te dejan con ganas de patearle el culo al primero que te mire mal por la calle, pero con estilo y gracia, eso que no falte. Llena de caras conocidas (algunas divertidas secuencias en las que unos avejentados Samo Hung, David Chiang y Richard Ng hacían de enfermos mentales fueron eliminadas del montaje estrenado en España), con una trama algo enrevesada que se sigue con interés en buena parte gracias a sus elementos cómicos, además de una larga serie de personajes con importancia en la historia que interactúan sin parar, Yes, Madam es un must que nadie interesado en estos temas debería dejar pasar. Más violenta y espectacular que Royal Warriors, aunque con un personaje menos agradecido para una Michelle Khan que prácticamente debutaba en un papel de peso y debía compartir protagonismo con demasiados rostros familiares para el fan del cine made in HK, la película cobra más valor aún cuando haciendo un poco de historia nos damos cuenta de su importancia para el devenir del cine de acción posterior que se filmó en la ex-colonia británica: 1985 fue el año que definió las bases de lo que se conocería como modern day action, gracias a los estrenos de la película que nos ocupa y la nunca demasiado recomendada Police Story de Jackie Chan, cinta que sería otra opción perfecta para acompañar a Yes, Madam en uno de estos programas dobles que les propongo desde The Blogthing (últimamente demasiado orientalizado, quizá). Todas ellas tienen además algo en común, una idea que habrá sido utilizada decenas de veces en las frases publicitarias de otras tantas películas, pero que nos sirve para cohesionar más si cabe las dos (o tres, si unimos la de Jackie) cintas de las que estamos hablando: para conseguir que se cumpla la justicia, el héroe debe estar fuera de la ley. Así, todos los protagonistas de los largometrajes citados deben cumplir un ritual antes de enfrentarse a sus enemigos con todas sus consecuencias, y este no es otro que abandonar voluntariamente (o casi) su posición de agentes de la ley, entregar sus placas y sus pistolas, para comenzar a repartir justicia de la buena, sin cortapisas burocráticas ni procedimientos penosamente lentos. En Yes, Madam, las valientes polis, hartas de que la legalidad les ponga zancadillas para llegar a derrocar al villano, deciden que para equilibrar la balanza y poder actuar con libertad y, ojo, efectividad, deben colocarse al mismo nivel que el de sus enemigos, convertirse en forajidas liberadas de los grilletes de la ley. Cine de justicieros de toda la vida, en definitiva, pero protagonizado por dos chicas guapas en lugar de por un señor mayor con bigote (sorry, Starman, you know I love you, bro).


Después de todo esto, y por si aún no les queda claro que estas son dos películas que deben ver sí o sí (y asumiendo por mi parte lo casi ridículo que resulta recomendar a estas alturas dos títulos que lo mismo ya se saben muchos de ustedes de memoria), les dejo con dos vídeos que quizá enseñen más de la cuenta, pero que me vienen extraordinariamente bien para subrayar todo lo que acaban de leer. Y después busquen, recuperen, disfruten... lo que toque en cada uno de ustedes.