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30 sept 2011

'Frankenhooker'

(Frankenhooker. Frank Henenlotter. Estados Unidos. 1990. 80 minutos)  Cuando en 1816, en Villa Deodati, Mary Shelley concebía la idea de lo que luego sería la novela Frankenstein o el moderno Prometeo (1818), poco podría imaginar que un siglo después su historia seguiría siendo reproducida y que trascendería al medio escrito para convertirse en una de las primeras y más revisitadas muestras de una nueva forma de expresión artística: ahí está esa libre adaptación al cine producida por Thomas Alva Edison en 1910 (que pueden ver completa aquí) para demostrar hasta qué punto la historia del Doctor Frankenstein y su criatura se han convertido en figuras recurrentes dentro del imaginario colectivo, si bien esta primera versión desluce en comparación con la fuerza icónica que luego tendría la adaptación dirigida por James Whale en 1931 para la Universal, con Boris Karloff como la Criatura. Posiblemente sea la que nos ocupa una de las películas que, tomando como inspiración la obra de Sheley, más se toman a pitorreo esa fuente originaria. No se podría esperar otra cosa de Frank Henenlotter, maestro de la cutrez responsable de dos clásicos como ¿Dónde te escondes, hermano? (Basket case. 1982) y la magistral Brain Damage (1988), para quien suscribe su mejor película con mucha diferencia. En Frankenhooker, un joven electricista, apasionado de la medicina y de las posibilidades de crear nuevas formas de vida, Jeffrey Franken (James Lorinz), ve cómo su prometida, Elizabeth Shelley (Patty Mullen), es descuartizada accidentalmente por una máquina cortacesped manejada por control remoto que él mismo creó. Tras recuperar algunas de las partes de su cuerpo, Jeffrey decide salir en busca de chicas a las que matar para conseguir el resto de miembros y así poder dar forma de nuevo a su amada. Lo que no entra en sus planes es que, al haber utilizado cuerpos de prostitutas, su querida Elizabeth volverá a la vida convertida en... Frankenputa. 

LO MEJOR: Su irresistible descaro.
LO PEOR: Que su espíritu haya envejecido... como el nuestro.
Dejémoslo claro: el culto que algunos rinden a Frankenhooker es desmedido. Siempre se ha hablado de ella como una de las cumbres del splastick, ese subgénero en el que se mezcla comedia y gore y que tiene ilustres representantes, muy superiores a la cinta de Hennenlotter, como Re-Animator (Stuart Gordon. 1985), Terroríficamente muertos (Evil Dead II. Sam Raimi, 1987) o Braindead (Peter Jackson, 1992). Y no es sólo que Frankenhooker esté lejos, en términos de diversión, de lo conseguido en esas cimas de lo hilarante, sino que tampoco llega a las bondades de otras muestras más modestas, pero mucho más reivindicables, como Re-Sonator (From Beyond. Stuart Gordon, 1986) o ¿Estamos muertos o... qué? (Dead heat. Mark Goldblatt, 1988). Es cierto que la propuesta rezuma idiotez consciente, con lo cual, es imposible buscar algo de seriedad, de coherencia, siendo lo realmente idiota medir a Frankenhooker por el mismo rasero que otras películas más, digamos, convencionales, ya que desde el principio queda claro que estamos ante una broma referencial, ante cine de puro derribo hecho con medios irrisorios. Y al mismo tiempo es cine inteligente, ya que Henenlotter sabe cuáles son sus posibilidades técnicas y, lejos de esconder la mala calidad de los efectos especiales con los que puede contar, lo malos que son sus actores o lo cutres que son sus escenarios, los sobreutiliza. Vean la escena en la que las putas comienzan a explotar por culpa del Super Crack inventado por el protagonista. El director debió pensar: "¿Que no tenemos para efectos especiales realistas y se nota demasiado que lo que vamos a reventar es un maniquí? Bien, pues en lugar de sugerir cómo explota sólo uno de ellos, vamos a ver cómo lo hacen todos." Hasta ahí bien. Esos no son los problemas de la película, ni las interpretaciones ridículas, especialmente la de Patty Mullen, que lleva la sobreactuación hasta límites desconcertantes pero, repito, muy autoconscientes. Donde realmente fracasa Frankenhooker, sobre todo porque esto es lo único a lo que debía aspirar, es en el hecho de que resulta aburrida. La película tiene tres highlights que hacen que merezca la pena su visionado: la comentada escena de las prostitutas saltando por los aires, la secuencia en la que Elizabeth resucita y mata a alguien por primera vez y, finalmente, el clímax final en el que los trozos restantes de los cuerpos de las putas resucitan formando criaturas imposibles. En total, unos diez minutos de metraje. Los otros setenta están llenos de monólogos insoportables del científico loco, ahora haciendo cálculos matemáticos, ahora taladrándose la puta cabeza, y la acción no arranca hasta casi el final, ya que de hecho la Frankenhooker del título no hace acto de presencia hasta que la película lleva casi una hora. Puede que, en el recuerdo, la cinta sea mucho más cachonda, sangrienta y salvaje de lo que es en realidad, pero verla ahora aporta el mismo placer que uno de esos muchos cortos gore que proliferaron a principios de los noventa junto a los fanzines y la caspa generalizada, con la diferencia de que aquellos trabajos duraban quince minutos y Frankenhooker dura ochenta.

29 sept 2011

'Re-Sonator'

(From Beyond. Stuart Gordon. Estados Unidos. 1986. 86 minutos) Ante el éxito de Re-Animator (1985), considerada unánimemente como una de las mejores comedias de terror de todos los tiempos y uno de los títulos imprescindibles del cine fantástico de los ochenta, al productor Brian Yuzna le faltó tiempo para reunir al mismo equipo técnico y artístico y ponerse manos a la obra con un nuevo proyecto con el que intentaría repetir la jugada. Así, Stuart Gordon como director, Dennis Paoli como guionista y Richard Band como compositor se reunieron con Yuzna y con dos de los protagonistas de Re-Animator, el siempre agradecido Jeffrey Combs y la apetitosa Barbara Crampton, para volver al universo de H.P. Lovecraft y llevar a la pantalla otro de sus relatos, en este caso Del más allá, publicado en 1934. Retomando al protagonista de la narración escrita y añadiendo componentes de sexo malsano, la película nos cuenta la historia del Crawford Tillinghast (Jeffrey Combs), un científico que, siguiendo los pasos del Dr. Edward Pretorious (Ted Sorel), realiza experimentos con el re-sonador, una máquina capaz de estimular la glándula pineal y desarrollarla hasta convertirla en un nuevo sentido, un nuevo órgano, un tercer ojo (literalmente) a través del cual se pueden ver los seres del más allá que están entre nosotros y que no somos capaces de percibir con los cinco sentidos tradicionales. Pero el re-sonador tiene otras consecuencias: provoca dependencia a sus usuarios, les despierta la libido de manera desaforada y, lo peor de todo, abre una ventana entre dos mundos a través de la cual se pueden colar peligrosas criaturas ansiosas de sangre y carne humana. La doctora Katherine McMichaels (Barbara Crampton) y el policía Bubba Brownlee (Ken Foree) se verán inmersos en el terror al intentar determinar si Tillinghast es simplemente un pirado o si realmente ha conseguido ver el otro lado.

LO MEJOR: Unos entregadísimos Jeffrey Combs y, sobre
todo, Barbara Crampton ganándose a pulso su lugar de
honor en el Olimpo de las Scream Queens.
LO PEOR: Lo rutinaria que se vuelve a partir de la segunda
mitad.
Re-Sonator tiene su peor enemigo en las comparaciones obligadas con Re-Animator, de la cual no supone una continuación, sino más bien una explotación indirecta. La Empire puso toda la carne (o el látex) en el asador para conseguir una película que pudiera medirse sin miedo con su antecesora, pero esta nueva producción está por debajo de las virtudes de aquella, la cual se acercaba mucho a lo que podríamos considerar una obra maestra. Ambas cuentan con un arranque sobresaliente y funcionan igual de bien durante su primera mitad, pero si Re-Animator era capaz de llevar una progresión ascendente y sin altibajos, convirtiéndose en un orgasmo de noventa minutos para cualquier cinéfago con dos dedos de frente, Re-Sonator no resiste la comparación desde ese punto de vista, ya que cuenta con una primera mitad sublime, a la altura de su antecesora, pero empieza a perder fuelle a mitad de metraje, cuando el argumento cambia de tercio (a partir de que Tillinghast sobrevive a la muerte y se convierte en un monstruo asesino) y se queda estancado en una sucesión de set-pieces rutinarias y casi desprovistas del humor negro del que se ha hecho gala en los primeros minutos de película. Eso sí, a pesar de no ser tan redonda como Re-Animator, Re-Sonator es un festival para los amantes de los efectos especiales tradicionales, un desfile impresionante de monstruos, híbridos que parecen sacados de una cinta de David Cronenberg y un trío protagonista irresistible para cualquier gourmet de la serie B. No es perfecta, pero sigue siendo mejor que la mayoría de bodrios que a veces nos tragamos por cuestiones nostálgicas, cuando nos dan esos ataques de vejez en los que pensamos que "cualquier tiempo pasado fue mejor". Admitamos que no siempre es así y que todavía hay motivos para seguir defendiendo el cine de género, pero en el caso de Re-Sonator se cumple la regla: quizá si la vuelven a ver, o si tienen la suerte de descubrirla ahora, no puedan evitar soltar alguna lagrimilla pensando en que la época de los animatronics, de los maquillajes locos y los monstruos de goma ya no volverá. Y no hace falta ningún re-sonador para darse cuenta de eso.

28 sept 2011

Sitges 2011: Guía rápida para visitantes.


Aunque este año, por desgracia, las circunstancias no me permitan acudir a mi cita con el Festival de Sitges, no quiero perder la oportunidad de dedicarle un post al evento. Con la idea de que esto le sirva de ayuda a quienes tengan la suerte de poder ir, lo que sigue es una lista de las películas que creo que no deberían perderse este año. Ya saben que una vez allí reina el caos, que no es posible ver todo lo que uno quiere ver y que a veces acabamos metidos en salas donde están proyectando algo a lo que, hasta entonces, no habíamos prestado atención. Pero ese también es uno de los encantos del festival, ese ir de un lado a otro mirando los horarios, anotando el próximo pase, intentando cuadrar unas proyecciones con otras, todo para darte cuenta al final de que te has perdido varias que considerabas imprescindibles pero que también, para compensar, has descubierto otras tantas que te han sorprendido gratamente (o que te han hecho tirarte de los pelos de desesperación, algo que también ocurre). 

Separando el grano de la paja (y siempre desde lo que no deja de ser un criterio parcial y totalmente subjetivo), aquí van los 35 títulos que me voy a perder este año en Sitges y que acabaré viendo tarde o temprano:

APOLLO 18 (Gonzalo López-Gallego): Contando con la producción de Timur Bekmambetov, el director de la estupenda El rey de la montaña debuta en Hollywood con una cinta de terror realista ambientada en la Luna, aprovechando las eternas teorías conspiratorias sobre si realmente se encontraron rastros de vida en las expediciones realizadas sobre nuestro satélite. Dicen que "los últimos diez minutos pasarán a la historia del cine" y, desde luego, si López-Gallego es capaz de manejar la tensión como lo hizo en su anterior film, estaríamos ante una de las películas que más pavor podrían causar del Festival.




ATTACK THE BLOCK (Joe Cornish): Producción británica que enfrenta a un grupo de delincuentes juveniles con una invasión extraterrestre. Nick Frost apadrina y añade un toque extra a lo que podría ser una buena mezcla de humor, acción y ciencia-ficción para adolescentes.




BELLFLOWER (Evan Glodell): Una cinta independiente que está cosechando buenas críticas y que describen como "Un cruce entre el cine de John Hughes y Mad Max". Teniendo en cuenta que soy fan del cine de Hughes y de los coches barbarizados, y que en el tráiler aparecen lanzallamas, no puedo evitar sentirme atraído hacia esta película. Aunque lo mismo resulta que es el Monsters de este año. Ya saben, un truño disfrazado de qualité. 




BURKE AND HARE (John Landis): El regreso de Landis al cine después de muchos años estancado en el mundo de la televisión, apoyándose en la comicidad de Andy Serkis y Simon Pegg y utilizando como excusa la historia real de dos ladrones de cadáveres que actuaron en el Edimburgo de principios del siglo XIX. Mezcla de humor negro y terror que se estrenó hace un año en Inglaterra pero que no tiene fecha de estreno español aún (y dudo que la llegue a tener, al menos en salas de cine). 



CONTAGIO (Contagion. Steven Soderbergh): No es que sea especialmente fan de Soderbergh, más bien me deja siempre indiferente, pero no se puede negar que el tráiler de esta película promete situarnos ante una experiencia de cierta intensidad y terror verista en su vertiente bacteriológica. Y sale Marion Cotillard, que siempre es un plus. Estreno en cines españoles: 14 Octubre 2011.



DRIVE (Nicolas Winding Refn): Con Bronson (2009) y Valhalla Rising (2009), este director llamó la atención de algunos y atrajo el interés de Hollywood, donde ya debe ser considerado una gran promesa gracias a las excelentes críticas cosechadas con Drive, gracias a la cual ganó el premio al mejor director en Cannes. Si bien el tráiler nos hace pensar en un homenaje al cine de acción de los 70 (con el Driver de Walter Hill a la cabeza), el premio obtenido en Cannes puede significar que en realidad estamos ante un experimento artie en plan Hanna de Joe Wright, es decir,  un camelo, una cinta de acción para los que odien el cine de acción. Aunque ojalá me equivoque.




EL CALLEJÓN (Antonio Trashorras): Después de formar parte activa de la renovacíon de la crítica española durante los 90 y tras foguearse como guionista y cortometrajista, Trashorras debuta en la dirección de largometrajes con una cinta que parece ser un ejercicio de estilo rebosante de terror y suspense, con unas prometidas gotas de descaro que no hacen más que añadir interés por la propuesta. Sin fecha de estreno todavía ni tráiler, pero con un cartel realmente bello. 



EMERGO (Carles Torrens): Con guión de Rodrigo Cortés (Buried) y rodada en inglés, este debut en el largo de Carles Torrens, que homenajea a William Castle desde su título, podría ser el Insidious de este año, es decir, una película de fantasmas de corte clásico que, sin embargo, es capaz de aportar una visión fresca y terrorífica al subgénero. De momento sólo ha trascendido una fotografía.



EVA (Kike Maíllo): Más debuts interesantes de cineastas españoles, en este caso una película que promete aportar una visión minimalista a la ciencia-ficción, con unos efectos especiales que parecen tan sencillos como adecuados y una ambientación que huye de los ambientes futuristas o tecnificados. Teniendo en cuenta que el Festival de este año está dedicado a la Inteligencia Artificial, parece que no podían haber escogido una película inaugural mejor que ésta. Estreno en cines españoles: 28 Octubre 2011.



EXTRATERRESTRE (Nacho Vigalondo): Tras el incomprensible ostracismo profesional al que se vio abocado tras el nefasto estreno en nuestro país de la sorprendente Los Cronocrímenes (2007), Vigalondo vuelve con un título que promete seguir la senda marcado por el anterior, mezclando ciencia-ficción de bajas revoluciones con su peculiar humor y su suspense de andar por casa (dicho esto como elogio). El teaser no avanza gran cosa, pero tengan en cuenta que por ahí van a andar también Raúl Cimas, Carlos Areces y Miguel Noguera. Casi nada.



GANTZ (Shinsuke Sato): Primera parte de la adaptación cinematográfica del manga homónimo de Hiroya Oku. Los que la han visto ya dicen que es un pepinazo de acción, de esos de quedarse con la boca abierta cada quince minutos, algo que confirma el espectacular tráiler que sirve de avanzadilla. 



GANTZ: PERFECT ANSWER (Shinsuke Sato): Continuación directa de la anterior, en la que se dan todas las respuestas que quedaban colgadas al final de la primera parte. En realidad se trata de una misma película dividida en dos partes para poder abarcar lo máximo posible de la extensión del manga original. 



GRAVE ENCOUNTERS (The Vicious Brothers): Bajo ese seudónimo se esconden dos jóvenes de 25 años llamados Colin Minhan y Stuart Ortiz que debutan en el cine con este film de terror que aprovecha el formato de falso documental para intentar acojonar al respetable. Y si tenemos que fiarnos de lo que aparece en el tráiler, lo han conseguido con creces. Aunque la originalidad brille por su ausencia.



HOBO WITH A SHOTGUN (Jason Eisener): toda una sensación de internet, medio a través del cual se dio a conocer Eisener cuando ganó un concurso de tráilers falsos organizado por Robert Rodriguez en 2007. De ahí sale este largometraje en el que Rutger Hauer se dedica a limpiar las calles de escoria. 



INTRUDERS (Juan Carlos Fresnadillo): tras asombrar con su primera producción internacional, la vibrante 28 semanas después (2007), Fresnadillo consigue concretar al fin una nueva película con dinero extranjero y algunas estrellas en el reparto. El tráiler parece desvelar demasiados detalles de la trama (dejando intuir la posible sorpresa final), así que ándense con ojo. Estreno en cines españoles: 7 Octubre 2011.



JUAN DE LOS MUERTOS (Juan of the dead. Alejandro Brugués): Una de esas películas que uno puede disfrutar a tope en Sitges, con una sala abarrotada y acompañado de un público entregado que vitorea cada golpe de humor y cada chorro de sangre. Coproducción entre España y Cuba que puede dar bastante que hablar. 



LOBOS DE ARGA (Juan Martínez Moreno): El director de la recomendable Dos tipos duros (2003) vuelve a mezclar humor y tiros en esta película sobre unos héroes de pacotilla (Gorka Otxoa, Carlos Areces y Secun de la Rosa) que tienen que enfrentarse a los hombres lobo en un remoto pueblo gallego. Según el director, a pesar del tono de humor que predomina, las secuencias de terror no tienen nada de gracioso y pueden pillar desprevenido a más de uno. A ver si es verdad. Estreno en cines españoles: 28 Octubre 2011.



MIENTRAS DUERMES (Jaume Balagueró): Mientras descansa de la saga Rec, Balagueró ha rodado una película que en principio nos recuerda demasiado a muchas otras (incluyendo la reciente La víctima perfecta, de la que hablamos aquí). Pero hay que recordar el provecho que le sacó al terror doméstico también en la irresistible Para entrar a vivir (2006), así que no sería de extrañar que con Mientras duermes derribara cualquiera de nuestras reticencias iniciales y volviera a obligarnos a pasar un (buen) mal rato. Estreno en cines españoles: 14 Octubre 2011. 



MONSTER BRAWL (Jesse T. Cook): Ocho monstruos clásicos enfrentados a tortazo limpio encima de un ring. Si necesitan más motivos para verla no sé qué hacen leyendo este blog. 



NEW KIDS TURBO (Steffen Haars, Flip van der Kuil): Basándose en una serie televisiva que ellos mismos crearon, estos directores y guionistas han construido una película que puede ser el descojone total. El tráiler apunta a ello, recuperando el espíritu cafre de los Flodder y llevándolo al terreno del cine de acción chusco. Puede ser una gozada absoluta. 



NINJA KIDS!!! (Takashi Miike): No tiene nada que ver con el clásico de la caspa dirigido por Pablo Santiago en 1986, sino que en realidad se trata de la adaptación que el loco de Miike ha hecho del manga de Soubee Amako y que ya dio pie a una serie de televisión que vimos en España con el título de Ninja Boy Rantaro



RED STATE (Kevin Smith): Después de que le hayan llovido hostias por cada uno de sus últimos trabajos, Smith ha decidido probar suerte con el terror sin echar mano de ninguna sutileza: trata sobre unos jóvenes que acuden a una cita organizada por internet en un pueblo de la América profunda, donde se les prometía sexo salvaje y gratis, y a cambio se encuentran con un grupo de fundamentalistas religiosos que quieren encarrilarles por el buen camino. Aunque tengan que matarlos. 



SECTOR 7 (Kim Ji-hoon): Superproducción coreana con monstruo en 3D que promete animar bastante la platea del Retiro, donde se suelen encontrar los fans más peleones del Festival (por algo se hacen ahí las maratones de madrugada).  Tiene muy buena pinta y quizá sea la única oportunidad que tengan para verla en tres dimensiones. 



SHAOLIN (Benny Chan): Más delicias orientales, en este caso una superproducción china protagonizada por Andy Lau, Nicholas Tse y Jackie Chan y dirigida por el casi siempre interesante Benny Chan. Corey Yuen está detrás de las coreografías y siempre resulta agradable volver al Templo de Shaolin y ver sus entrenamientos. Si pudiese ir a Sitges le daría prioridad absoluta. 



SAINT (Dick Maas): El director de clásicos de nuestra infancia como El ascensor (1983), Los Flodder: Una familia tronada (1986) y Amsterdamned: Misterio en los canales (1988) (siempre que su infancia transcurriera en los videoclubes, claro) vuelve al género que le hizo popular, recuperando además a su actor fetiche, Huub Stapel, y aportando su granito de arena a la desmitificación de los iconos religiosos, en este caso un San Nicolás convertido en un asesino del Más Allá. Las críticas no han sido demasiado positivas, pero la curiosidad me puede. 



THE DIVIDE (Xavier Gens): Tras la decepción que supuso Hitman (2007), el director de Frontier(s) (2007) pretende restaurar su prestigio con una película apocalíptica que presenta la típica situación de un grupo encerrado en un espacio pequeño, aislados ante una amenaza exterior, y cómo ellos mismos se convierten en sus peores enemigos. 



THE INNKEEPERS (Ti West): El director de la tremendísima The House of the Devil (2009) dirige ahora una cinta de fantasmas en la que los los últimos empleados de una posada de Nueva Inglaterra se empeñan en demostrar que el suyo es el hotel con más fantasmas del país. No he localizado ningún tráiler, así que habrá que conformarse con esta pequeña entrevista al director y los protagonistas:



THE RAID (Gareth Evans): El tráiler de esta película es de los que a un servidor le hacen quedarse embobado ante la pantalla, con la cabeza ladeada, los ojos como platos y un ligero rastro de babilla cayendo por la comisura de los labios. Acción, acción y más acción, en una cinta que gira en torno a un grupo de fuerzas especiales que se queda encerrado dentro del edificio donde se refugian los criminales más peligrosos de Indonesia. 



THE SORCERER AND THE WHITE SNAKE (Tony Ching Siu-tung): Jet Li es el protagonista de este aparente espectáculo dirigido por el gran Ching Siu-tung, uno de los mejores y más imaginativos creadores de cine de acción de Hong Kong. La mezcla de efectos especiales y artes marciales es algo que ha sabido manejar desde sus inicios, así que no hay ningún motivo para desconfiar de este film, sino más bien todo lo contrario.



LA COSA (The Thing. Matthijs van Heijningen): debut en la dirección del holandés de nombre impronunciable que ha tenido los cojones de enfrentarse a una precuela de una de las mejores películas de terror de todos los tiempos, el clásico homónimo de John Carpenter de 1982. Chirría un poco que haya utilizado exactamente el mismo título que tenía la original, ya que eso tendría sentido de tratarse de un remake, pero no de una historia que cuenta lo que sucedió antes de comenzar aquella. Pero eso no tiene importancia. El tráiler tiene muy buen aspecto, a pesar de que esta vez (los tiempos obligan) se hayan utilizado efectos infográficos en lugar de los tradicionales animatronics y el añorado látex. Estreno en cines españoles: 21 Octubre 2011.



THE TROLL HUNTER (André Ovredal): Aunque lleve tiempo circulando por la red y seguramente muchos de ustedes la habrán visto ya, si se acercan por Sitges no deberían dejar pasar la oportunidad de disfrutar en condiciones de esta cinta noruega que ha dejado un excelente sabor de boca allá por donde ha sido estrenada. Estreno en videoclubes españoles: 11 Noviembre 2011. 



THE WOMAN (Lucky Mckee): De carrera irregular, el director de May (2002), El bosque maldito (2006) y Red (2008) continúa su periplo por el cine de terror con una película acusada de misógina y excesivamente violenta en el pasado Festival de Sundance. No es eso lo que me llama la atención, sino la promesa de Mckee: "os vais a cagar de miedo". Luego seguro que no es para tanto, pero soy un tipo impresionable, me temo. Escrita a medias con Jack Ketchum, para los que seáis de leer.



THE YELLOW SEA (Na Hong-jin): The Chaser (2008) dejó muy buena impresión en su paso por el Festival (aparte de ser la primera película que vi en Sitges, por lo cual le guardo un cariño especial). Ahora ha llegado el momento de que Na Hong-jin demuestre si las esperanzas puestas en él tenían algún fundamento o si sólo fue flor de un día. Apuesto por lo primero.



TWIXT (Francis Ford Coppola): El inesperado regreso de Coppola al cine puramente fantástico tras un par de experimentos de los que casi nadie disfrutó. Sorprende el protagonismo de Val Kilmer, teniendo en cuenta que últimamente estaba perdido en el mercado del DVD, y es una incógnita saber si estaremos ante una película disfrutable o ante un bluff. En cualquier caso no tiene pinta de taquillazo, precisamente... 



VERBO (Eduardo Chapero-Jackson): Un tipo que tenga el valor de salir a la palestra con ese apellido cuenta con mis simpatías, ya de entrada. Que haya debutado en el largometraje, tras su exitosa carrera en los cortos, con una película que utiliza la fantasía y el hip-hop como base, me parece entrar en el cine español alardeando de valor y personalidad. Veremos qué sale de todo esto. Estreno en cines españoles: 4 Noviembre 2011.



Y esto es todo, que no es poco. Disfruten del Festival de Festivales y pónganse hasta el ojete de ver pelis y de conocer buena gente. 

26 sept 2011

'No habrá paz para los malvados'

(No habrá paz para los malvados. Enrique Urbizu. España. 2011. 109 minutos) Tras La caja 507, la (¿santa?) trinidad formada por Enrique Urbizu, Michel Gaztambide y José Coronado encontró un nuevo proyecto con el que seguir estrechando sus lazos profesionales y ahondando en el retrato de perdedores: La vida mancha (2003). Pero habría que esperar bastantes años todavía para que los tres volvieran a reunirse y a seguir explotando su química. Entre medias, Urbizu rodó el episodio más anodino de la serie Películas para no dormir, el titulado Adivina quién soy (2006), ciertamente aburrido y pedante. Nada hacía presagiar que un servidor se entusiasmaría con el nuevo trabajo del director vasco. Y, sin embargo, el tráiler de No habrá paz para los malvados consiguió despertar tal interés en mí que me vi arrastrado hacia unas ganas imperiosas de descubrir los thrillers anteriores de Urbizu, fruto de las cuales salen los tres últimos posts que han podido leer en este blog, incluyendo el que nos ocupa. Lo visto en Todo por la pasta (1991) y La caja 507 (2003) ya me debería haber puesto sobre aviso: en ambos casos era fácilmente detectable el exceso de peso que tiene la casualidad en sus tramas, especialmente en el arranque de las mismas, además de una incipiente falta de cohesión entre las varias líneas argumentales que se mezclaban en ellas, la cual lastraba los hallazgos de La caja 507 especialmente. Sin embargo, el tráiler de su cinta más reciente, de título bíblico evocador y rimbombante, hacía presagiar algo distinto, una película más furiosa, un thriller de alto octanaje, violento, espectacular y vibrante. Y resulta que no, que eso sólo es parte de la película y que el resto es, hablando en plata y olvidándome de tecnicismos o cultismos, un truñaco. 

LO MEJOR: José Coronado.
LO PEOR: Un guión que no sabe hacia dónde caminar.
Lo peor es que se intuye una gran película dentro de otra mediocre, lastrada por el exceso de tramas paralelas, de personajes secundarios y de malos actores, por la incapacidad de relacionar de manera clara los argumentos que transcurren en paralelo, y por la manera en la que constriñe la historia más interesante: la de Santos Trinidad (inmenso José Coronado), un tipo del que sólo podemos intuir detalles y cuyas intenciones tenemos que suponer por culpa de un guión hipertrofiado, mal hilvanado y que debido a su superávit de información acaba cayendo justamente en lo contrario, en la desinformación casi absoluta y una falta de concesiones total hacia el espectador (algo que, en esta ocasión, más que ser un punto añadido supone una traba). Veamos, la película ya arranca poniéndonos las cosas difíciles, llevándonos a los límites de nuestra permisividad en el sentido de que el detonante de la acción se antoja demasiado caprichoso e increíble: durante una noche de farra, Santos Trinidad entra en un puticlub y liquida a tres colombianos. Porque sí (o, al menos, eso parece, porque más adelante sabemos que el policía ha trabajado en Colombia años atrás...). En su intento por deshacerse de las pruebas, Trinidad descubre que estos sujetos a los que ha asesinado estaban metidos en asuntos de tráfico de drogas. Hasta ahí bien. Sólo con eso la película ya podría haber sido el thriller de acción que muchos queríamos ver (y que es el que vende su tráiler, de manera harto engañosa). El problema surge cuando la historia comienza a sufrir varias ramificaciones que sólo consiguen distraernos y desviarnos del asunto principal. Aparecen entonces la Juez Chacón (fría, robótica e incómoda Helena Miquel) y otros personajes que restan protagonismo a Trinidad, llenando insoportables minutos de cháchara que no van a ninguna parte (o que quizá sí tenían sentido en una versión primigenia del guión que ha podido ser masacrada durante el rodaje o la post-producción), abriendo nuevos caminos en una narración que no necesitaba escisiones y aportando datos que sólo consiguen marearnos. Terroristas islámicos, traficantes de armas chechenos, narcos colombianos, policías de memoria dudosa, burócratas incompetentes y una constante (aunque casi subliminal) presencia de los medios de comunicación sobrecargan el guión hasta convertirlo en una masa informe, en un batiburrillo indigesto que nos conduce hasta el aburrimiento. Luego aparece José Coronado y la película remonta, recupera brío, aunque a la hora de la verdad sólo le veamos entrando en casas vacías, haciendo preguntas cuyas respuestas no nos dicen nada y buscando a una niña desaparecida de la que tampoco sabemos un carajo. Hay un momento de la película en el que el personaje de Trinidad, parco en palabras hasta entonces, suelta por su boca un "Rock and roll" que nos hace creer que a partir de ahí la cinta va a estallar, que se va armar la marimorena y vamos a tener lo que nos prometía el avance. Y tampoco. Y así funciona constantemente la película: si después de esa frase no pasa nada, es que tenemos un problema gordo entre manos. Pero tampoco se confundan. No estoy diciendo que No habrá paz para los malvados no sea buena porque no tenga la suficiente acción, porque no sea el pim-pam-pum que deseaba ver y que creía que debía esperar. Pero imaginen por un momento que la historia se hubiese centrado en Santos Trinidad, en sus pesquisas por buscar a la chica desaparecida y por borrar sus huellas homicidas, en su enfrentamiento directo contra los narcotraficantes. Igual tendríamos una película más convencional, eso es cierto, pero también más disfrutable, más compacta y más digerible. En cambio lo que tenemos es un producto frío, deshumanizado en el peor de los sentidos, una película interesante encerrada en un grueso cascarón de nadería que no le permite salir a la luz más que en momentos puntuales, que son los que, a fin de cuentas, consiguen que no acabe resultando del todo inservible. Una pena y una decepción de las que hacen mella, al menos para quien subscribe.

'La Caja 507'

(La caja 507. Enrique Urbizu. España. 2002. 104 minutos) Tras su regreso a la comedia con Cómo ser infeliz y disfrutarlo (1994) y Cuernos de mujer (1995) y el acercamiento genérico que supuso Cachito (1996), Enrique Urbizu se unió al guionista Michel Gaztambide para regresar al terreno que ya había pisado con Todo por la pasta (1991), si bien los once años que transcurrieron entre una y otra las sitúan en contextos bien distintos. Por un lado, hay que tener muy en cuenta que el cine español había gozado de una evolución notable en cuanto a calidad y diversidad. En 2002, año en el que se estrena la película que nos ocupa, ya se han sentado las bases que permiten a los directores nacionales presentar largometrajes que no necesitan de coartadas sociales, humorísticas o históricas para adentrarse en los confines de los géneros más puros, siendo posible que aparezcan cintas de terror, de suspense o policíacas narradas con tono serio y, sobre todo, creíble. Años atrás, que un personaje llamado Modesto Pardo (Antonio Resines) se convirtiera en el héroe de un complicado entramado de corrupción, especulación y asesinatos resultaba increíble. Ahora menos. Y eso supone todo un logro para nuestros creadores cinematográficos, algo que les permite abordar un nuevo tipo de cine imposible de practicar con total entrega hace unos años, principalmente porque no resultaba creíble para el público ni para los propios guionistas. Es por eso que esta película no habría sido viable una década antes

LO MEJOR: Sus dos protagonistas están impecables.
LO PEOR: La trama se dispersa en ocasiones.
Por otro lado, La caja 507 nos presenta también a un Urbizu con las ideas más claras y un mayor pulso narrativo, alguien interesado en contar una historia seca, áspera, que juega las reglas del thriller desde un punto de vista dramático, pausado y serio, muy alejado de esa (a veces involuntaria) mezcla de humor y tiroteos sangrientos que daba forma a su anterior aproximación al género. No hay aquí asideros emocionales que aligeren un poco la carga trágica al espectador, ni alivios cómicos o siquiera escenas de acción que permitan la recreación del respetable en el espectáculo de la violencia fílmica. Y eso podría ser un problema (especialmente para espectadores como un servidor, siempre dispuesto al puro entretenimiento por encima de cualquier cualidad artística), de no ser por la solidez con la que los actores desarrollan sus papeles (incluso Goya Toledo, que normalmente me parece bastante floja). José Coronado se quita de encima el sambenito que lleva arrastrando desde el principio de su carrera, siendo siempre considerado un actor pésimo y más popular por sus apariciones televisivas que por sus grandes papeles. Aquí, en cambio, resulta imponente como esa especie de Terminator implacable capaz de acabar con todos los huéspedes de una habitación sin pestañear. Antonio Resines, por su parte, otro que también debe cargar con una injusta reputación de mal actor, ejecuta su papel con una frialdad y una determinación que le vienen perfectas al personaje, un tipo normal que, por accidente, se le presenta la oportunidad de vengarse de los responsables de la muerte de su hija producida, aparentemente por accidente, siete años atrás. Ambos refuerzan una película correcta a la que le falta algo de ritmo o de intensidad en algunos pasajes, aquellos en los que comienza a desenmarañarse la madeja de culpables y no deja de complicarse la trama con personajes secundarios de los que se podría haber prescindido. Pero La caja 507 supone, en todo caso, un salto cualitativo con respecto a Todo por la pasta, además de un avance de lo positivo y, sobre todo, lo negativo que nos encontraríamos en el siguiente encuentro Enrique Urbizu/José Coronado: No habrá paz para los malvados (2011).

25 sept 2011

'Todo por la pasta'

(Todo por la pasta. Enrique Urbizu. España. 1991. 88 minutos) El cine de género español de los años ochenta era un terreno yermo por culpa de la política de subvenciones y apoyo al cine social y de autor promovida por Pilar Miró y Fernando Méndez-Leite, respectivamente, desde su posición de directores del ICAA (Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales), aunque a la hora de la verdad lo que triunfaba eran las comedias de tetas y los dramas de posguerra. Paralelamente, y quizá como un acto de rebeldía y reafirmación de una voluntad contracultural y ajena a las tendencias imperantes en el panorama patrio, se fue gestando una revolución auspiciada por un grupo de nuevos creadores, independientes, jóvenes y amantes del cine de entretenimiento, que eclosionaría en los noventa, primero en forma de cortometrajes y luego dando el salto a las salas en forma de un nuevo de tipo de cine español enfocado a una audiencia ansiosa de nuevas experiencias y diversión. Pero antes del asentamiento y la aceptación masiva de Álex de la Iglesia (a quien vemos en los créditos de Todo por la pasta como director artístico) o Alejandro Amenábar, seguramente los más populares del grupo, hubo algún intento aislado por hacer algo distinto dentro de nuestras fronteras, con películas que aún se debatían entre el costumbrismo nacional y la imitación de temáticas y estilismos foráneos propios de géneros más concretos como el terror o, en este caso, la acción. El caso de Enrique Urbizu no hacía presagiar que andaría por esos derroteros, teniendo en cuenta que su ópera primera fue la comedia Tu novia está loca (1988), pero en 1991, reuniendo a dos de los protagonistas de aquella, Antonio Resines y María Barranco, se descubrió con un thriller de acción que serviría como preludio de lo que luego podría dar de sí en dos obras posteriores más ambiciosas como La caja 507 (2002) y No habrá paz para los malvados (2011). 

LO MEJOR: El intento de hacer un tipo de cine
distinto al que se hacía por entonces en España.
LO PEOR: La interpretación de María Barranco.
Todo por la pasta tiene el valor de ser una película a contracorriente, un título ajeno a cualquier moda y, en cierto modo, precursor de todo lo que vendría después, sin renunciar a la posible influencia que sobre ella hayan podido tener títulos aislados del policíaco español como A tiro limpio (Francisco Pérez-Dolz. 1963) o El Crack (José Luis Garci. 1981). Urbizu se basa en un guión de Luis Marías que se toma en serio el cine negro, desprovisto de cualquier distanciamiento irónico y plagado de personajes arquetípicos que parecen venir de otros esquemas populares (los kinkis de José Antonio de la Loma o Eloy de la Iglesia se mezclan con una actriz de porno en vivo que podría venir de cualquier cinta del primer Almodóvar) para verse envueltos en una trama de corrupción policial, atracos y asesinatos que afectan tanto a altas esferas políticas como a los miembros más desarrapados de la sociedad española. El problema es que en Todo por la pasta se produce una fricción entre dos tipos de cine: el que se hacía por entonces y el que todavía estaba por hacerse en España. Se queda así la película en tierra de nadie, obteniendo grandes momentos de crudeza y furia en los momentos de acción (filmados de manera correcta) pero chirriando en otros aspectos como la música de Bernardo Bonezzi (que ha quedado desfasada y que no es del todo apropiada para un thriller, algo que debería haber quedado claro hace veinte años, cuando se estrenó la película) o, especialmente, la insoportable interpretación de María Barranco, alguien con dotes evidentes para la comedia que, sin embargo, se mueve aquí como un elefante en una cacharrería, desentonando constantemente, irritando con sus grititos improcedentes y sus sobreesfuerzos interpretativos. Compensan en parte el desaguisado una Kiti Manver correcta y un Antonio Resines que anticipaba lo muy hijoputa que podría llegar a ser en pantalla, pero el hecho de tener a María Barranco como protagonista supone un lastre hasta el final, cuando en los títulos de crédito tenemos que escuchar una canción insoportable interpretada por ella misma. No obstante, centrándonos en lo positivo, la cinta sirvió como primer contacto de Urbizu con el cine de género, el cual volvería a tantear en la road-movie Cachito (1996) y en el videojuego Los Justicieros (1996), un experimento con forma de Western, antes de volver a intentarlo de manera absoluta con la ya citada La caja 507, de la que en breve podrán leer también aquí.

24 sept 2011

'Rubber'

(Rubber. Quentin Dupieux. Francia / Angola. 2010. 78 minutos) Como espectador, hay ocasiones en las que es difícil decidir si uno está ante una tomadura de pelo o ante una obra conceptualmente tan rica que queda fuera del alcance de nuestras entendederas. Rubber, tercer largometraje de Quentin Dupieux (conocido en el mundo de la música como Mr. Oizo), camina sobre la delgada línea que separa la chorrada supina de la genialidad, dejando un poco a elección de cada uno hacia qué lado acabaría cayendo finalmente. El que aquí suscribe, lamentablemente, opta más por la primera opción, la de considerar Rubber como una película ingeniosa cuya fuerza se va diluyendo progresivamente hasta caer en la repetición y la inopia. Y eso a pesar de que, de entrada, la premisa es tan rematadamente loca y gratuita que no podemos hacer otra cosa que caer rendidos ante ella: narra las andanzas de un neumático asesino que pone en jaque a un pueblo perdido en el desierto. Muy consciente del esfuerzo que podría suponer para los espectadores asimilar esa propuesta, Dupieux abre su película con una declaración de intenciones: un personaje suelta un discurso sobre la gratuidad de algunos conceptos utilizados anteriormente en largometrajes de éxito, planteando que no había ninguna razón por la cual E.T. fuera marrón o por la que nunca viéramos a los protagonistas de La matanza de Texas ir al baño. Expuesta esa teoría, no debería haber ningún problema para asumir que un neumático pueda adquirir vida y convertirse en un psicópata. Pero eso sólo es verdad a medias.

LO MEJOR: La osadía del punto de partida argumental.
LO PEOR: Que esa valentía sea sólo aparente.
Con ese monólogo inicial se podría decir que queda justificado todo lo que viene después, eso es cierto, pero al mismo tiempo se nos desvela uno de los mayores problemas de la película: no es tan valiente como aparenta ser. Dupieux se muestra cobarde a la hora de afrontar el concepto inicial de su cinta y necesita constantemente pedir disculpas por lo que está mostrando en pantalla. De ahí que presente una doble lectura narrativa, al situar en la trama a un grupo de espectadores que están viendo, in situ, las progresiones de la rueda maligna, y que llegado un punto de la historia terminan interactuando con la misma, convirtiéndose todo en una especie de representación teatral filmada, en una performance mortal que unos espectadores divisan con prismáticos hasta que la sangre les salpica y acaban muriendo. En otro plano narrativo estarían los otros espectadores, nosotros, pero Dupieux traslada constantemente las dudas que nos pudieran surgir al otro público, al que, dentro de la película, observa la historia fantástica. Dicho de un modo más fácil, el director pone en boca del público ficticio las posibles injerencias del público real, del tipo "¿Los neumáticos no flotan en el agua?" o "¿Cómo es posible que... loquesea?", anticipándose por tanto a nuestras previsibles reacciones negativas ante la falta de credibilidad de la trama y demostrando con ello una falta de respeto hacia la inteligencia de su público, hacia su capacidad de abstracción y asimilación de la fantasía, tan poco plausible como su continua necesidad de exculpación, como si se pasara ochenta minutos pidiendo disculpas por atreverse a saltarse las normas. Eso, unido a la sensación de estar ante un concepto alargado más de la cuenta, imposibilita un disfrute mayor de la película, quedándose relegada a la consideración de experimento curioso pero fallido, provisto de imágenes potentes pero lastrado por su falta de entrega total a la locura que se le presuponía.

23 sept 2011

'Colombiana'

(Colombiana. Olivier Megaton. Francia / Estados Unidos. 2011. 108 minutos) Más chulo que nadie, Luc Besson sigue a lo suyo, esta vez con la ayuda de un cómplice habitual como es el guionista Robert Mark Kamen: en un continente donde la acción se ha visto siempre como propiedad de Hollywood (el poder extranjero) y, cuando se ha abordado el género, ha solido hacerse de soslayo o con complejo de inferioridad, ellos han decidido plantar cara desde Francia y construir una micro-industria de películas de género totalmente exportables y canónicas, sin renunciar por ello a cierto exotismo y a un tratamiento de la violencia o de las reglas de cortesía hacia el público (a quien se le exige, a veces, un alto grado de tolerancia ante las hipérboles más increíbles) que sobrepasa en cierto modo los márgenes acostumbrados al otro lado del océano. De la productora de Besson, Europa Corp., han salido trallazos como El beso del dragón (Kiss of the Dragon. Chris Nahon, 2001), Transporter (The Transporter. Corey Yuen, Louis Leterrier, 2002), Alta tensión (Haute tension. Alexandre Aja, 2003), Distrito 13 (Banlieue 13. Pierre Morel, 2004), Frontière(s) (Xavier Gens, 2007), Venganza (Taken. Pierre Morel, 2008) o Desde París con amor (From Paris with love. Pierre Morel, 2010). La buena noticia es que Colombiana sigue sigue esa línea de añadir un contexto nuevo a las historias de siempre, en este caso una versión latina de Nikita, dura de matar (La femme Nikita. Luc Besson, 1990) que bien podría haber sido, con algunos ajustes en el guión, esa prometida y nunca concretada secuela de León, el profesional (Léon. Luc Besson, 1994) en la que el personaje de Mathilda (Natalie Portman) se convertiría en toda una profesional de la muerte. La mala noticia es que lo positivo se queda en el concepto...

LO MEJOR: Los intentos de calentar al espectador.
LO PEOR: Lo más feo que se puede decir de una película
de acción: que aburre.
Olivier Megaton lo ha vuelto a hacer: cuesta creer que, con un apellido como el que posee, Megaton haya sido el responsable de pergeñar un capítulo soso y casi prescindible de la saga Transporter (concretamente la tercera parte, de lejos la peor de la serie) y que, no contento con ello, haya tenido los bemoles de construir una película tan fea que contradice a su frase promocional, "La venganza es bella". Lo peor no es que Zoe Saldana no sea más que un saco de huesos que no me resulta sexualmente atractiva ni dejando entrever sus pezones morenos ni saboreando un chupa-chups. Eso ya entra dentro de los gustos personales, supongo. Lo realmente preocupante es que el director vuelve a demostrar una capacidad bastante escasa para construir buenas escenas de acción, por no hablar de lo desastrosa que resulta su dirección en las secuencias de transición, por llamarlas así. Y digo esto porque, en realidad, lo que abunda en Colombiana no son los tiroteos ni las escenas de lucha (penosa, por cierto, es la que enfrenta a Saldana con un Jordi Mollá bastante ramplón), sino las cuitas romántico-familiares de la protagonista, las cuales llevan al borde de lo risible a un actor tan limitado como Cliff Curtis. No obstante, estos momentos de comedia involuntaria son los únicos que alegran algo la función, ya que por lo general Colombiana resulta una cinta aburrida, insípida e inútil, una pérdida de tiempo a no ser que: a) sean muy fans de Zoe Saldana, o b) se conformen con muy (MUY) poco. Si de verdad se lo quieren pasar teta viendo un remake no oficial de Nikita háganse un favor y busquen Black Cat (Hei mao. Stephen Shin, 1991) y Black Cat 2: Operación Yeltsin (Hei mao 2. Stephen Shin, 1992). Luego me cuentan si ven diferencias o no.

19 sept 2011

'Conan el bárbaro'

(Conan the barbarian. Marcus Nispel. Estados Unidos. 2011. 113 minutos) A priori, la idea de hacer un nuevo Conan para los espectadores del siglo XXI no tenía por qué ser mala: al fin y al cabo, hoy pocos espectadores parecen acordarse de las cintas protagonizadas por Arnold Schwarzenegger a principios de los ochenta; y si hablamos de los fans de Robert E. Howard, no es difícil encontrar entre ellos detractores acérrimos de la primera adaptación a la pantalla realizada por John Milius (la cual, por cierto, no ha envejecido nada mal). La marca de Millenium Films en los créditos de esta nueva versión de las aventuras del Cimmerio hacía presagiar una querencia hacia las formas clásicas del cine de acción y, al mismo tiempo, los medios actuales posibilitaban una mayor inmersión en los aspectos fantásticos del universo del personaje. Eso mismo nos hacían intuir los primeros avances de la película protagonizada por Jason Momoa, amén de una buena dosis de violencia que se apartara de la mojigatería habitual vista en la gran pantalla de un tiempo a esta parte. Teniendo en cuenta todo esto, no había miedos ni reticencias por mi parte a la hora de enfrentarme a este nuevo Conan el bárbaro, salvo, ay, un detalle importante: Marcus Nispel me parece un zoquete.

LO MEJOR: Los primeros veinte minutos.
LO PEOR: Una Rose McGowan insoportable.
La peor cualidad del director alemán no es que toda su filmografía se componga de remakes, sino la mediocridad como narrador que ha demostrado tener en todos ellos. La matanza de Texas (2003), a pesar de su considerable éxito comercial y de unas críticas aceptables, sólo resultaba interesante por la hipnótica presencia de Jessica Biel en camiseta mojada. Pathfinder: El guía del desfiladero (2007) contenía algunas imágenes impactantes y demostraba cierta pericia técnica, pero conseguía que la cinta noruega a la que reversionaba nos pareciera un prodigio de ritmo, casi una obra maestra, en comparación. El remake que hizo de Viernes 13 (2009), por ahora su mejor película, funcionaba suficientemente bien como para no aburrir, pero no iba mucho más allá en cuestión de calidad de lo conseguido por cualquiera de las muchas aventuras de Jason Voorhees. Conan el bárbaro, su versión, consigue crear el espejismo de estar viendo, al fin, una buena película dirigida por Marcus Nispel, pero la expresividad de los primeros minutos, su virulencia y su chulería, quedan sepultados poco después por la medianía y el adocenamiento. Nispel no sabe cómo contar una historia con imágenes y tampoco sabe manejarse en las escenas de acción. Como ejemplo, observen el clímax final, en el que no queda muy claro cuál es el magnífico poder que el villano posee y, lo que es peor, el director exhibe una incapacidad total para filmar de manera comprensible el enfrentamiento entre los antagonistas, a pesar de que, sobre el papel, el concepto que maneja podría haber dado para una secuencia espectacular y emocionante de haber sido dirigida por alguien como Jackie Chan, por ejemplo. Lo único bueno que se puede decir de la cinta es que puede cumplir su cometido de entretenimiento si somos (muy poco) exigentes, pero también les digo que va directamente a mi lista de Películas que no tengo intención de volver a ver jamás. De ahí la solitaria estrella que le pongo...

14 sept 2011

'Super 8'

(Super 8. J.J. Abrams. Estados Unidos. 2011. 112 minutos) Uno de los deportes favoritos de este verano que va a terminar ha sido meterse con Super 8, generalmente con frases que vienen a decir más o menos lo siguiente: "No está mal, pero el final es una mierda" o, directamente, "Es una puta basura y yo quería ver una secuela de Monstruoso". A los que han pronunciado lo primero, les diría que no han entendido prácticamente nada de la película y que no sé muy bien cómo querían que terminara, si con la manida maniobra de destrucción de la amenaza por parte de los humanos o con la posibilidad de una secuela directa que les explicara algo más. Además, me resulta realmente complicado discernir a partir de qué momento la película deja de molar y se convierte en algo ñoño, como ellos afirman, cuando ese tono emotivo está presente a lo largo de todo el metraje y, por si fuera poco, en el último tercio de la cinta se concentran algunas de sus mejores secuencias. A los que han soltado pestes sobre la cinta de Abrams juzgándola a partir de las expectativas que habían puesto en ella, y que tenían más que ver con sus ganas de ver una posible segunda parte de Cloverfield que con su capacidad para adentrarse en una historia distinta e independiente de aquella (por mucho que el amigo J.J. esté involucrado en ambas), les pediría que se dejaran de teorías pajilleras y abriesen un poco su mente, más que nada porque debe resultar para ellos agotador y frustrante aguantar dos horas sufriendo una lucha interna entre lo que deseaban ver antes de sentarse en la butaca y lo que se está proyectando sobre la pantalla de cine. Así que relájense. Y recuerden: si Cloverfield 2 no se hace realidad, no pasa nada, la vida continúa a pesar de ello...

LO MEJOR: Su potencial de film de culto. El corto que se
exhibe en mitad de los créditos finales.
LO PEOR: Que se haya puesto de moda despellejarla.
Existe también un tercer grupo de posibles damnificados por el Efecto Super 8, compuesto esta vez por miembros que me parecen más respetables y cuya queja sobre la película de Abrams, sin dejar de ser injusta, sí resulta algo más comprensible. Hablo de aquellos que, nacidos a finales de los setenta y principios de los ochenta, han crecido con el tipo de cine al que Super 8 pretende homenajear, centrándose sobre todo en la producción Amblin auspiciada por Steven Spielberg, pero también en el grueso de la Serie B de monstruos de la época y en las películas caseras que futuros cineastas filmaban en sus patios con las cámaras de sus padres. Este grupo de espectadores afirma haber echado en falta algo de la magia que aquellas producciones poseían, pero no nos engañemos: Super 8 tiene tanto sentido de la maravilla como cualquiera de nuestras películas favoritas de la década de los ochenta, sus personajes están tan bien construidos como en aquellas (o incluso mejor, además de estar interpretados de manera impecable por su joven reparto) y de haber sido filmada hace veinticinco años, hoy estaría en el mismo altar en el que muchos sitúan Los Goonies o Exploradores, con las que, dicho sea de paso, no tiene tanto en común como algunos piensan. Si hay algo que reprochar a este largometraje es que, en algunas ocasiones, se le notan ciertas costuras a un guión que proviene de dos ideas diferentes y que no siempre están bien cohesionadas (por un lado, la historia centrada en el ataque de un alienígena a una pequeña población norteamericana, por otro, la historia de unos jóvenes que quieren hacer películas y tienen que enfrentarse a la madurez a marchas forzadas), sin que ello suponga que exista demasiada descompensación entre las mismas. Por lo demás, y dejando a un lado minucias como alguna que otra exageración o incoherencia sin importancia (ver cómo la camioneta está casi intacta, por ejemplo, después del caos que monta al chocar contra el tren) o su poco sutil mensaje anti-drogas (que no tiene por qué ser un defecto per se, a no ser que ustedes se pongan hasta el ojete de todo), Super 8 es una película a reivindicar desde ya, un título que debemos rescatar de la incomprensión con la que ha sido recibido y que, aviso, gana enteros con un segundo visionado, que es algo que no se puede decir de muchos estrenos. Así que admitámoslo: el problema está en nosotros, que no somos los mismos que éramos en 1985, hemos perdido parte de la capacidad para sorprendernos y (creemos que) estamos de vuelta de todo. Y de eso Super 8 no tiene ninguna culpa.