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23 ago 2011

'Stake Land'

(Stake Land. Jim Mickle. Estados Unidos. 2010. 98 minutos) En una conferencia conjunta con James Wan y Brad Anderson a la que tuve el placer de asistir en el pasado Festival de Sitges, el director Jim Mickle hablaba sobre cómo en los últimos años la figura del vampiro se había devaluado y cómo había perdido su carácter terrorífico, pasando a ser el sueño amoroso (e incluso erótico...) de millones de quinceañeras y no tan quinceañeras por culpa de un tal Edward Cullen. El factor miedo había quedado excluido de la ecuación y eso era algo que disgustaba a los fans del terror. En lugar de limitarse a soltar exabruptos, Mickle decidió pasar a la acción y realizar una película que devolviera a los chupasangres el honor perdido. Ambientada en unos Estados Unidos desolados por la epidemia vampírica, la cinta narra la historia de un joven huérfano y un veterano cazador de no-muertos que atraviesan el país en busca de un lugar que no esté infectado para, quizá, poder vivir en paz. Pero en su camino se darán cuenta de que los monstruos no son sólo aquellos que lucen colmillos, sino también algunos que portan crucifijos y que, en nombre de la supuesta justicia divina, resultan tan peligrosos, o quizás más, que los primos lejanos de Drácula. 

LO MEJOR: Los vampiros utilizados como arma arrojadiza.
LO PEOR: La manida estructura de road-movie.
No se puede discutir a Mickle su buena voluntad y su buen hacer detrás de las cámaras: secuencias como el prólogo o el asalto al pueblo de refugiados sirven para demostrar su pericia técnica y narrativa, construyendo set-pieces de notabilísima solvencia que lucen tan bien como lo podrían hacer las de algunas producciones mucho más caras. Se agradece también que no trufe la historia con guiños posmodernos y que no abuse de los monstruos para generar tensión, haciendo hincapié en la peligrosidad de los fanatismos especialmente en tiempos de crisis. Y resulta agradable volver a ver una película de vampiros tan sucia y violenta como (las superiores) Los viajeros de la noche (Near Dark. Kathryn Bigelow, 1987) y Vampiros (Vampires. John Carpenter, 1998).  Sin embargo, hay algo que aleja a Stake Land de lo memorable para situarla en el terreno de lo correcto, sin más. Y es que todo resulta demasiado familiar, no hay ningún elemento que destaque por su originalidad ni que se aparte demasiado de lo trillado, siendo bastante tópico el recurso del viaje hacia el norte en busca de un lugar mejor, especialmente cuando tenemos tan recientes todavía películas como La carretera (The road. John Hillcoat, 2009) o Soy leyenda (I am legend. Francis Lawrence, 2007). Pero no me malinterpreten: Stake Land merece su atención, es una buena película de vampiros, por muy familiar que resulte. 

17 ago 2011

Adiós, Harry Potter.


En el más reciente número de Crónicas de un Pueblo doy cuenta de lo que ha sido para mí la saga Harry Potter. Verán que no soy precisamente muy fan... Pero por amor hace uno lo que sea. 

Hace casi un año tenía claras dos cosas en mi vida: seguiría siendo soltero por los siglos de los siglos y jamás, JAMÁS, volvería a ver una película basada en las novelas de J.K. Rowling sobre el famoso niño mago de gafas redondas. Y entonces me eché una novia fan de Harry Potter. ¡Dos meses y un día antes de que se estrenara en cines ‘Las reliquias de la muerte. Parte 1’! Así que, imagínense, la pobre estaba ya esperando con ganas ese acontecimiento, deseando ver la primera entrega de lo que se prometía un final épico. Y yo, que no había leído ninguno de esos libros y que sólo había visto la primera parte de la saga, tuve que hacer lo que todo buen novio haría en esa situación: ver todas las películas de la serie con ella para que, llegado el momento, pudiéramos ir juntos al cine y disfrutar (es un decir) los dos últimos títulos en compañía. Y no porque ella me obligara, ojo, porque no fue así, sino porque me parecía bien intentar compartir su entusiasmo y aniquilar con ello otro de mis prejuicios. Cabe decir en defensa de Bea que ella es sobre todo fan de los libros, pero no tanto de las cintas a las que han dado pie esas novelas. Sobre todo porque, como buena pedagoga, reconoce el mérito que tiene el trabajo de Rowling: ha conseguido que millones de niños se vuelvan a acercar a la lectura por voluntad propia, sin que les obligaran los profesores o sus padres, gastándose sus pequeños ahorros en el capítulo que les faltaba y haciendo cola para conseguir el siguiente. Puedo entender por qué Harry Potter gusta a los niños y a los no tan niños. Pero es que, y odio admitirlo, a mí esta saga me ha cogido ya un poco viejuno. De pequeño yo también babeaba con ‘Los Goonies’ o ‘El secreto de la pirámide’. Y ahora vuelvo a hacerlo porque su visionado supone una experiencia nostálgica y sentimental. Pero el fenómeno Harry Potter me resbalaba bastante. Y a pesar de eso, y teniendo en cuenta que el amor conlleva sacrificios (díganselo si no a Bea, que se está viendo conmigo la filmografía de Van Damme casi al completo), y también asumiendo que hay cosas peores (podría haberme emparejado con una fan de Sarah Jessica Parker o de Sandra Bullock, por ejemplo), me entregué a tope con la causa, poniéndome al día con la saga y pagando mis entradas correspondientes para ver las dos partes de ‘Las reliquias de la muerte’. 
¿Ha cambiado mi opinión sobre Harry Potter desde entonces? Más bien no. De ocho películas sólo me han gustado realmente dos (‘El prisionero de Azkaban’ y ‘La orden del Fénix’), pero es que lo de la última parte no tiene perdón, arruinando todas las posibilidades (y había muchas) de concluir con una cinta apoteósica al haber realizado una que se queda a medias de todo. Se salvan de la quema un par de secuencias (la fuga con el dragón y el flashback donde descubrimos la historia de Severus Snape), pero el resto carece de intensidad. Aunque lo peor, lo más insultante e irónico del asunto, es que una saga sobre magos carezca precisamente de… magia. Pero de eso tú no tienes la culpa, Bea.

8 ago 2011

'Capitán América: El Primer Vengador'

(Captain America: The First Avenger. Joe Johnston. Estados Unidos. 124 minutos) Desde que Steven Spielberg estrenara en junio de 1975 su esencial Tiburón, generando así la sana tradición del blockbuster como contrapunto perfecto al calor infernal y apoyo a la relajación de las vacaciones estivales, el verano se ha convertido en la época favorita de quienes buscan en el cine, por encima de todo, dos elementos que no siempre son fáciles de encontrar y que de un tiempo a esta parte han sido sustituidos por otros más (presuntamente) intelectuales y (ridículamente) trascendentes como la profundidad psicológica o la tragedia. Estos dos elementos que los fans de las superproducciones esperamos ver en cualquiera de ellas no son otros que el entretenimiento y la emoción. Conceptos básicos que se tienden a menospreciar y que, sin embargo, constituyen la base primigenia sobre la que se sustenta eso que llaman cine. Capitán América: El Primer Vengador va sobrada de lo primero y tiene la dosis justa de lo segundo, por lo cual sólo cabe celebrarla como uno de esos títulos que llegan para hacernos la vida un poco más feliz, regalándonos dos horas de evasión y espectacularidad como en los dos años anteriores hicieron las infravaloradas G.I. Joe (G.I. Joe: The Rise of Cobra. Stephen Sommers, 2009) y El Equipo-A (The A-Team. Joe Carnahan, 2010). 

LO MEJOR: Su sentido del espectáculo y de la diversión.
LO PEOR: Su condición de película-tráiler.
Puede que Capitán América esté algo por debajo de esos dos títulos por culpa de algunos ramalazos de solemnidad que se infiltran en ella, aunque sea muy ocasionalmente, en forma de arengas militaristas y patrióticas que podrían poner nerviosos a los que caigan en el error de tomárselas demasiado en serio. Pero eso es algo, la seriedad, que no abunda en la película de Joe Johnston, para consuelo de todos nosotros y desgracia de los que piensan que todas las adaptaciones de superhéroes tienen que parecerse a las de Christopher Nolan. Por fortuna, Johnston es consciente de lo que tiene entre sus manos: un juguete caro y ruidoso, cargado de fuegos artificiales y con un mecanismo tan simple como efectivo. Es una pena, no obstante, que tenga que cargar con su condición de película-enlace y preludio de lo que será el próximo verano la mayor reunión cinematográfica de superhéroes jamás filmada, Los Vengadores (The Avengers. Joss Whedon, 2012). Esto obliga a dejar el final en puntos suspensivos y a plantear toda la cinta como si se tratara de un prólogo de dos horas para una historia de la que todavía no podemos ver el final. Pero, al mismo tiempo, ese detalle potencia la sensación de ligereza de la película y no impide que nos lo pasemos considerablemente bien con esta trama de freaks hipervitaminizados, lásers anacrónicos de origen divino, nazis ocultistas con demasiada pasión por lo suyo y alguna que otra chorrada bien entendida. Lo peor/mejor es que la escena post-créditos finales y el teaser que aparece después nos hace pensar que Capitán América: El Primer Vengador es simplemente un pequeño aperitivo de lo que será Los Vengadores, pero ojalá todos los pecados fueran como ese.  

5 ago 2011

'La víctima perfecta'

(The resident. Antti Jokinen. Estados Unidos / Reino Unido. 2011. 91 minutos) Con una actitud que uno no sabe si calificar de modesta, tímida o astuta (como la del depredador que tantea el terreno y observa agazapado desde lejos antes de lanzar su ataque con virulencia), la Hammer está regresando a la actividad de una manera irregular, decepcionante e impersonal, ya que cuesta encontrar en Déjame entrar (Let me in. Matt Reeves, 2010) o esta La víctima perfecta que llega ahora a las carteleras algún resquicio, siquiera estético, del estilo que hizo famosa a la productora en su época de esplendor. A la espera de poder ver Wake Wood (David Keating, 2011) y, sobre todo, The woman in black (James Watkins, 2012), por ahora no hay muchos motivos para celebrar la vuelta al panorama cinematográfico de tan mítico sello, ni siquiera entre los que, como servidor, no se pueden considerar ni mucho menos fanáticos de la casa. Tampoco cabía alegrarse por el regreso al terror de Hilary Swank, ya que la última vez que intentó acercarse al género fue con la desastrosa La cosecha (The reaping. Stephen Hopkins, 2007). Es notoria la mala mano que tiene Swank para elegir proyectos, involucrándose en películas que nadie quiere ver o que cualquier otra actriz con dos Oscar en su estantería (obtenidos más por casualidad y suerte que otra cosa) rechazaría sin pensárselo un minuto. La víctima perfecta sigue esa línea: se trata de un largometraje anodino, correcto a lo sumo, pero es más propio para una pantalla de televisión, concretamente para un sábado después de comer, que para una pantalla de cine

LO MEJOR: Los puntuales brotes de violencia.
LO PEOR: Nos la sabemos de cabo a rabo.
Es decir, que es lo que parece, ni más ni menos. Su buena fotografía, las espectaculares vistas de Nueva York, la presencia de Swank, Jeffrey Dean Morgan y Christopher Lee... todo ello intenta dar algo de lustre a algo que no deja de ser lo mismo de siempre. Puede que esté mejor presentado, pero no necesariamente mejor narrado que algunos telefilms. De hecho, no cuesta encontrar en algunos de ellos un mayor grado de suspense y violencia que el mostrado en La víctima perfecta, ya que ésta se queda a medias en todos sus aspectos: la protagonista sugiere, pero no enseña; Christopher Lee parece malo, pero no lo es (y esto no es un spoiler, aunque lo parezca); Jeffrey Dean Morgan se parece a Javier Bardem, pero tampoco lo es; la cinta podría pasar por una de terror, pero no consigue inquietar ni dar miedo; y podría tener algo de suspense de no ser porque, quizá consciente de su incapacidad para jugar al despiste, el director decide poner las cartas sobre la mesa a la media hora de metraje y anular cualquier posibilidad de disfrute al espectador, dejándonos con una hora por delante totalmente rutinaria que sólo consigue levantar (un poco) el vuelo gracias a una pistola de clavos. Inofensiva y tópica, La víctima perfecta es una película para señoras maduras que fantaseen con cuarentones interesantes que les saquen de la rutina. Y poco más. Si prefieren emplear su tiempo en otros menesteres pero aún así sienten curiosidad, vean el trailer: más que un vídeo promocional, resulta un resumen de dos minutos...