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27 feb 2009

'El Luchador'

(The Wrestler. Darren Aronofsky. EEUU / Francia. 2008. 109 minutos). Dejando a un lado divergencias de opinión que me parecen interesantes pero inútiles desde un punto de vista prágmático y lúdico (lo siento, Alvy, pero estoy totalmente con Zito, Fanshawe y Mario), no me cuesta nada proclamar El Luchador como la mejor película de Aronofsky y la más emocionante y contundente de lo que llevamos de 2009. Es verdad que la trama es tópica y que no hay ni una sorpresa en el guión, que los personajes son arquetípicos y que el director abusa del semisubjetivo y utiliza el énfasis de manera gratuíta a veces (los luchadores lisiados que firman autógrafos y venden vídeos en un centro de veteranos de guerra, el tan comentado paseo hacia la máquina de cortar carne adornado por los vítores de los fans de Randy "The Ram" Robinson que sólo resuenan en su cabeza) y otras más sutil (el leve pitido que se escucha cuando Randy se quita el audífono, potenciando la sensación de que el mundo mostrado en la película es el que interpreta el personaje, una realidad deformada anclada en glorias pasadas de 8 bits). Pero no es menos cierto que su precariedad conceptual y su conjunto de tópicos quedan perfectamente hilvanados con la ligereza cultural de sus personajes y consiguen algo mágico en el espectador que, como The Ram, se siente un perdedor nato: una remanencia emocional que perdura más allá del límite obligado de su metraje y que hacen de la experiencia algo más grande de lo que cualquier intelectualización pueda validar o desvirtuar.

Por supuesto, ayudan las circunstancias personales del espectador: ver la película a solas, en una sala completamente vacía, y en un estado anímico de soledad y desconcierto sentimental que ya llevaba puestos antes de pagar la entrada, conviertieron la experiencia en un recital de hostias físicas y afectivas capaz de removerme las entrañas y dejarme aniquilado cuando comenzó a sonar la canción de Springsteen. Y eso, por muy finos y muy referenciales que nos pongamos, tiene más valor que un guión férreo o una dirección invisible y supuestamente inteligente. El Luchador golpea en las entrañas y el corazón, sobre todo de alguien que, como yo, es capaz de escribir o indentificarse con una frase así sin considerarla un signo de flaqueza mental.

19 feb 2009

'Viernes 13 (2009)'


(Friday the 13th. Marcus Nispel. EEUU. 2009. 97 minutos). Si mi primer recuerdo como espectador de cine tiene que ver con una putrefacta cabeza metida en un frigorífico en una vieja película que descubrí en un cine de verano de reestrenos y cuando me faltaban muchos, muchos años para poder ser considerado legalmente capaz de digerir ese susto y los que vinieron detrás, mi relación con el personaje que ven arriba no puede ser otra cosa que personal. Jason Voorhees, todavía con un saco de patatas en la cabeza, se aprovechó de la irresponsabilidad de mis padres para asestarme un machetazo que provocó una herida que sigue sangrando hoy en día y con la que aún me relamo de placer. Por eso, a pesar de lo flojo que siempre me ha parecido Marcus Nispel, esperaba esta película con más ganas que odio prejuicioso, planteándomela como una nueva oportunidad para ver a Jason haciendo lo que mejor sabe hacer: matar y hacer el cafre, hacer el cafre y matar. En ese sentido, aunque sea por los primeros quince o veinte minutos, que son los que más se acercan a la película sobre 'Viernes 13' de mis sueños (es decir, plantear una excusa para que unos cuantos adolescentes se acerquen a Crystal Lake y Jason les mate uno a uno de la manera más espectacular posible... Y YA ESTÁ), la experiencia ya merece la pena.
Pero Nispel sigue siendo algo torpe y no termina de ofrecer esa Gran Película sobre Jason Voorhees que debería ser este 'Viernes 13 2009', quizá por falta de atmósfera (potenciada por un marco visual equivocado, una casa lujosa en medio del bosque, que se convierte en uno de los entornos más pochos en los que jamás haya tenido que bregar Jason), por la obligación de plantear el primer tercio como un resumen acelerado de las tres primeras partes de la saga primigenia para luego desarrollar el resto como una secuela más de la serie o, sobre todo, porque a pesar de las tetas y los efectos especiales, del número de asesinatos y del humor zopenco, no consigue dar a su monstruo la pátina mitológica que pretende y se queda a medias, como ya le ocurriera cuando dio su visión sobre Leatherface. La película definitiva sobre Jason llegará cuando el punto de vista que se tome sea el suyo, el del superhéroe inmortal entregado a la noble tarea de matar gilipollas. Pero hasta que eso llegue, la que tienen ahora en los cines seguramente les baste para descojonarse, pasarlo bien y gritar a la pantalla "¡Mátalos Jason, mátalos a todos!". Además, es el único largo de Nispel que no da sueño. Palabra.

11 feb 2009

La Resistance

Les juro que, después de publicar esto en Crónicas de un Pueblo, me da cosica salir a la calle por miedo a represalias. Que los fanatismos son muy malos.

Nadie sabe cómo comenzó todo, pero la epidemia se extendió como la gripe en diciembre, como un rumor dañino en un pueblo pequeño. Algo perverso con un propósito diabólico, sin duda, se encontraba detrás de la pandemia. Algo que decidió hacer de todas las mentes una sola, encaminada a glorificar a un mismo ídolo prefabricado y manipulador, que escupía sus proclamas desde los templos decadentes llamados salas de cine o desde las páginas de una novela con portada de diseño austero pero hipnotizante, construida con líneas rectas de colores pastel azulados, que súbitamente aparecía en las manos de sus futuros adeptos cuando uno les miraba en el vagón de tren, o en el trabajo, para llenarles los ojos con sus frases escritas sobre el blanco papel y no dejarles dormir en días. Los afectados, incapaces de rebelarse contra los designios de su omnipotente señor o de la insistente recomendación de sus congéneres, caían rendidos ante la propuesta de ver salvadas sus impías almas al entregarse al ejercicio de la limpieza de conciencia colectiva, encontrando refugio en las imágenes de aquella película o las páginas de aquel libro para su compromiso con la historia, con la realidad, con los buenos sentimientos y con el humanismo para niños. De repente, todo el mundo se interesaba por el Holocausto Judío, se hacía pseudo-experto en Historia, se veía obligado a pasar por taquilla para no ser considerado mala persona ni encontrarse fuera de onda, pero sobre todo para no sentirse excluido de esa euforia colectiva y no ser tildado de ácrata, de hereje, de insensible… Todos tenían que cumplir con la Palabra de El Niño o arderían en el Infierno junto a neonazis y xenófobos.

Noté los primeros síntomas en una gasolinera, a las afueras del pueblo, antes de que la peste tomara el interior y acabara por extenderse al resto del país. Una pregunta inocente, “¿Has visto esa película de…?”, pronunciada por alguien con quien nunca había hablado de cine, se convertía en el aviso de lo que estaba por llegar. Luego vendrían las visiones de los libros por las calles, portados por individuos que probablemente no tengan entre sus hábitos el ejercicio de la lectura. Más tarde empezarían a verse rostros conocidos en los recibidores de los multicines, caras que nunca había visto por esos lares pero que recordaba de mis visitas al consultorio médico o a la panadería. Entonces, junto a mi compañero de armas y amigo Miguel, empecé a sentirme acorralado. Los familiares comenzaban a caer en la trampa y se nos metía el enemigo en casa. Los compañeros de trabajo hacían comentarios estremecedores del tipo de “La que tiene que estar bien es esa de…”, “He ido al cine este fin de semana, después de tres años, a ver…” o el peor de todos, el acongojante y amenazador “Deberías verla, es muy buena y te enseña valores y…”. ¡Qué horror!

Ahora escribo esto desde la clandestinidad, con Miguel vigilando la entrada armado con una película de artes marciales en una mano y un libro de Cormac McCarthy en la otra, escondidos en un mohoso zulo donde a duras penas llega internet, redactando asustado mis palabras mientras en el exterior se escuchan gritos de la masa enfebrecida con sus escalofriantes cánticos: “¡Viva Bruno! ¡Viva Shmuel! ¡Muerte a los ateos!”. Pero resistiremos. Cuando esta misiva se publique, esperamos encontrar a alguien más que tampoco se haya unido a esa congregación, a esa peligrosa secta de Adoradores de El Niño con el Pijama de Rayas… No perdemos la esperanza.



8 feb 2009

Enter the Putokrío



Si me resulta tan atractivo el rollo del Facebook es porque gracias a él puedo encontrarme con hitos personales como que Kelli Maroney acepte una solicitud de amistad, Rubén Lardín me diga "Es usted un freak de puta madre" o pueda mantener con Jorge Riera alguna conversación en la que me entero de que leía mi blog desde hace tiempo. Y yo, que me paseo siempre pidiendo permiso entre la Titanada y que me he perdido muchos placeres durante varios años por hacer el gilipollas y emplear mi tiempo y mis esfuerzos donde no debía, descubro en esa conversación que el Riera que conocía de recomendar webs en Fotogramas y ese tal Putokrío del que había oído hablar a algunos de ustedes son la misma persona y además el protagonista de un cómic de culto hecho con fotos y construido a partir de intimidades destroyers. ¡Pero viva la ignorancia! Porque gracias a ella descubro ahora TODO de golpe, los cómics y los cortos animados que pronto verán en AdultSwim. Yo ya he podido volverme loco con los cuatro primeros episodios, cortesía del propio Jorge, y les juro que ustedes también perderán la cabeza en cuanto puedan hacerlo al no saber si descojonarse, vomitar o llorar a lo largo de los menos de cuatro minutos que dura cada pieza.


Me uno, pues, a la campaña viral que se está promoviendo entre los mejores blogs del país y sigo la senda abierta por Noel, Kiko y Mario. ¡A tope con Putokrío!