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1 sept 2009

'Al filo del abismo'

(Gleaming the cube. Graeme Clifford. Estados Unidos. 1989. 105 minutos). Durante una etapa breve e intensa de mi adolescencia, antes de que empezara a engordar y a convertirme en un sociópata, fui algo así como el cabecilla de una revolución en la que los niños de mi escuela, de repente, dejaron de andar para comenzar a desplazarse sobre una tabla y cuatro ruedas. La culpa, como siempre, fue del cine: la visión seguida de Thrashin' (de la que algún día hablaré) y Al filo del abismo hizo que sintiera unas ganas irrefrenables de robarle el monopatín a mi hermano y aprender a mantener el equilibrio con el cuerpo erguido y la cabeza bien alta (los que lo utilizaban colocando sobre la tabla una rodilla, quedando el culo en pompa, eran unas nenazas). De ahí a comprarme mi propio skate y empezar a saltar los bancos de la plaza no pasó mucho tiempo, hasta que una hostia considerable me rompió los ejes, un chándal nuevo y las ganas de seguir haciendo la cabra on wheels.

Pero, igual que me pasó cuando empecé a hacer karate, mi intención no era tanto convertirme en un experto en la materia como recrear en la vida real lo que veía en pantalla, emular a Josh Brolin y Christian Slater, por mucho que yo fuera un niño moreno regordete de un pueblo de Badajoz, en lugar de un joven rubio y atlético californiano. Cuando lo intenté con el karate mi intención no era ganar campeonatos, sino ser como Bruce Lee o Van Damme. Y cuando jugaba al baloncesto no era, en mi imaginación, Michael Jordan o Magic Johnson, sino Scott Howard. El cine como motor de mis sueños e ilusiones, la historia de mi vida.

Nostalgias aparte (aunque lo de "aparte" habría que matizarlo mucho, ya que es el impulso nostálgico y no otro el que me ha hecho mirar una vez más esta película, después de muchos años), no se puede decir demasiado sobre Al filo del abismo: se trata de un drama de aspecto televisivo en el que un joven rebelde intenta esclarecer la misteriosa muerte de su hermano, camuflada de suicidio pero en realidad un asesinato provocado por su descubrimiento de una operación de tráfico de armas. La alegría está en la salsa, en la manera en la que el protagonista encara a los villanos (poco peligrosos en realidad, matan sin querer...) con su astucia y su habilidad sobre el skateboard, algo sin lo que la historia podría avanzar perfectamente pero que al final la convierte en algo diferente. Hay también conflictos raciales y familiares en los pasajes que más recuerdan a un telefilm de sobremesa, a Christian Slater se le notan los dobles con peluca una barbaridad y su monopatín varía de forma y características dependiendo de las circunstancias requeridas (y no me refiero a cuando su mejor amigo y suerte de Q del patinete le crea esa preciosidad negra y plateada, sino a antes), pero su mezcla de thriller de andar por casa, exhibición deportivo-acrobática y pataleta adolescente antisistema ("los adultos son previsibles, vamos a morir todos de un ataque nuclear, no hay futuro...") acaba funcionando moderadamente bien incluso despojándola de toda la carga sentimental que yo le echo encima.

Una curiosidad para terminar: uno de los amigos de Slater en el film es el mismísimo Tony Hawk, quien ya era una celebridad a pesar de su pinta de adolescente pringado y con aparato dental (¡hace de repartidor de un Pizza Hut!).




6 comentarios:

Milgrom dijo...

Me gusta mucho la nueva apariencia del blog.

Esta película también fue un revulsivo para mi instituto, a partir de ahí muchos empezaron a usar los monopatines y a romperse sus primeros huesos. Siempre me encantaron esas películas temáticas que se hacían antes: grupos de patinadores, ciclistas, skaters, y demás cachivaches infantiles prestos para la aventura.

Normal que nos fliparamos tanto con 11 años.

Pedro José Tena dijo...

Gracias, Milgrom.

En nuestro caso, muchos tenían ya monopatín, pero no empezaron a usarlo de verdad hasta que un viejo amigo y yo flipamos con estas dos pelis y empezamos a hacer el loco. Ahí fue cuando se armó la marimorena, con los skates de todos amontonados en el fondo del aula... Qué tiempos.

pere koniec dijo...

Como molaba Cristian Slater cuando sus pelis molaban!

Pedro José Tena dijo...

¿Cuándo pudo ser la última vez que moló Christian Slater? ¿En 'Pump up the volume', quizá?

Hell Nuki dijo...

Esta tambien me la apunto para ver!

Pedro José Tena dijo...

Admito que esta película seguramente la tenga un poco sobrevalorada por motivos sentimentales. Pero aún así... espero que te guste.