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21 abr 2012

Fanter Film Festival 2012

Hablar de consolidación de un festival de cine cuando sólo se encuentra en su segundo año de existencia es, cuando menos, algo arriesgado. Sin embargo, en el caso del Fanter Film Festival, celebrado en Cáceres del 13 al 15 de Abril, sí que se puede hablar de un salto de gigante con respecto a su primera edición, tanto en lo relativo a las mejoras técnicas como a la afluencia de público. 

Me quejaba, con respecto a lo experimentado el año pasado (en un post que pueden leer aquí), de la precariedad audiovisual con la que habían sido proyectadas las películas que formaban parte de la programación del primer Fanter. Esta segunda edición ha traído consigo un cambio de sala (el Centro Cultural Capitol) que ha posibilitado la exhibición digital de las cintas seleccionadas, con una calidad de imagen y sonido que nada tienen que ver con la que tuvimos que padecer la vez anterior. El aforo también se ha visto incrementado notablemente hasta las más de cuatrocientas butacas, algo que en determinados momentos no pudo dar abasto con las colas que se formaron en la calle para conseguir alguno de los asientos. Recordemos que todas las cintas han sido proyectadas de manera gratuita y que, además, se regalaba agua y palomitas a los asistentes. Por si eso fuera poco, en cada pase el público recibía un número con su entrada que luego serviría para un sorteo de premios el último día del festival. No es de extrañar que la respuesta de los habitantes de la ciudad y de alrededores (como nosotros, que nos desplazamos desde Badajoz) fuera tan positiva, hasta tal punto que se repartieron más de tres mil entradas durante los tres días... una cifra que casi triplica la del año pasado. No faltaron tampoco los concursos de cortos profesionales, cortos amateurs y relatos, promovidos desde la página web que organiza el festival, Abandomoviez. Lo que sigue es una crónica de las películas que se pudieron disfrutar durante este terrorífico fin de semana: 

Viernes 13

Aunque el hecho de comenzar en un viernes 13 habría sido un buen motivo para rescatar alguno de los clásicos protagonizados por el personaje de Jason Voorhees, no se puede decir que arrancar con Alta tensión (Haute tension. Alexandre Aja, 2003) sea una mala manera de comenzar la fiesta. Y menos cuando delante de la película se proyecta un cortometraje tan intenso, violento y divertido como Leyenda (Pau Teixidor, 2011). El trabajo de Teixidor se alzó con el primer premio al mejor corto profesional, y no es para menos. Este terrorífico acercamiento a los cuentos infantiles destila un sentido del humor, una calidad técnica y una capacidad para dejar con la boca abierta al público realmente impresionantes, por lo cual su premio fue más que merecido. En cuanto a la película de Alexandre Aja, poco queda por decir de lo que se ha convertido ya en un clásico moderno, una de las cintas que dieron impulso al impactante nuevo cine de terror francés y un festival para los amantes del gore. Los artesanales efectos especiales de Giannetto de Rossi dan lustre a un largometraje que se ve también reforzado por su falta de concesiones a la hora de deshacerse de los personajes. Sólo se le puede reprochar algo: un giro final que sorprende al instante pero que deja en evidencia varios agujeros de guión si nos detenemos a analizar la película con calma. 


Con la segunda sesión se reincidía en la interesante tendencia de agrupar cortometrajes y películas siguiendo una inteligente asociación temática o estética, algo que sería la tónica a seguir durante casi todos los pases. Así, después del gore desbocado le tocaba el turno al terror subjetivo. El ganador del segundo premio al mejor cortometraje profesional sirvió de aperitivo: El escondite (Andrés Curbelo Bacino, Pablo FC Gómez, 2011) muestra a dos niños jugando, con la peculiaridad de que la hermana mayor obliga al pequeño a colocarse un casco con una cámara para grabarlo todo. Si ya la premisa es gratuita, después viene lo peor: una sucesión de planos mareantes en los que la cámara nos muestra los distintos rincones de la casa hasta que, al fin, el niño sube al desván y aparece un monstruo escondido dentro del armario. Este último minuto es lo que separa la apariencia del cortometraje del ámbito de lo amateur de lo profesional, ya que está muy bien logrado mediante infografía. Por lo demás, es bastante tedioso y, en mi opinión, indigno del segundo premio. Algo así sucede con Troll hunter (Trolljegeren. Andre Ovredal, 2010), película de impresionantes efectos especiales que funciona a las mil maravillas cuando estos entran en juego, mostrando a realistas trolls que interactúan en perfecta armonía con su entorno, pero que no sabe desarrollar una historia ni enganchar al espectador cuando los monstruos desaparecen de la pantalla. No en vano, las opiniones que se escuchaban en las colas del día siguiente mostraban cierto descontento con la cinta. Ignoro cuál fue la reacción durante el pase: como ya había visto la película y no era especialmente de mi agrado, aproveché para dar buena cuenta de un bocadillo de patatera y relajarme junto a mi pareja en una tetería. No me odien, soy humano.


Volviendo al festival, hay que destacar otra tendencia, aunque esta no tan afortunada como la anterior: la de seleccionar cortos que, irónicamente, resultaban demasiado largos. Es lo que ocurre con Jugando con la muerte (Paul Urkijo Alijo, 2010), una pieza que se acerca peligrosamente a los veinte minutos de duración y que es una buena muestra del mal que afecta a algunos cortometrajistas: esa vocación frustrada de filmar un largometraje y que desemboca en cortos alargados que vienen a ser un quiero y no puedo a muchos niveles. También se le va la mano con la duración a Encontré al diablo (I saw the devil / Akmareul boatda. Kim-Jee Woon, 2010), aunque en este caso se podría decir que ese es prácticamente su único defecto, ya que aparte del metraje un tanto desorbitado (cercano a las dos horas y veinte minutos) no hay nada que objetar a esta inquietante cinta coreana que cuenta con una historia potente, unas interpretaciones de lujo y una energía narrativa que impide la aparición del aburrimiento o el cansancio en el espectador. Sus escenas de humor negro y bestia y su utilización del gore son únicamente alicientes extras para un drama de venganzas desolador e implacable que funcionaría bien incluso sin esos momentos explosivos. Fue una manera inmejorable de terminar el primer día del Fanter 2012.

Sábado 14

Ahora toca un pequeño tirón de orejas a la organización del festival: cinco películas son demasiadas para verlas seguidas, especialmente si cuatro de ellas van precedidas de otros tantos cortometrajes y estos no son especialmente breves. Tampoco ayuda el hecho de que la última de ellas diera comienzo pasadas las dos de la madrugada, así que se hizo imprescindible seleccionar y descartar algunas de ellas. Esto explica que me perdiera la proyección del corto La última víctima (Ángel Gómez Hernández, 2011), segundo trabajo del hijo del interesante escritor Ángel Gómez Rivero, aquí también co-guionista. Su premisa anunciaba una prometedora muestra de cine de terror y acción supervivencialista, algo a priori bastante apetecible. No tan llamativa parecía Pánico (Hush. Mark Tonderai, 2009), a pesar de que las críticas que había leído eran bastante halagüeñas. Sin embargo, algo me hacía sospechar que esta cinta de suspense británica era una buena opción para descartar en una agenda apretada... y, habiendo visto después la película en casa, he de decir que no me equivocaba: Pánico pretende ser un ejercicio de tensión sostenida en el que un personaje sufre lo impensable para encontrar a su novia desparecida en una gasolinera, pero la trama no está desarrollada lo suficientemente bien como para que sintamos un mínimo de implicación con el personaje, presentando secundarios de los que no sabemos nada y que desaparecen de la historia sin ninguna repercusión y culminando con un final chapucero y risible que me obliga a pensar en cómo es posible que a alguien le pueda gustar algo así, sobre todo teniendo en cuenta precedentes ilustres (y no tan ilustres) que con estos mismos mimbres (la mezcla de road-movie con terror y suspense) habían logrado mucho más. 


La tarde comenzó entonces para quien suscribe con lo que podríamos denominar "la sesión cerda" del Fanter, a tenor de cómo brilló la escatología tanto en el corto como en la película que se proyectaron a partir de las 19:30h. La cuerda (Pablo Sola, 2011) es un trabajo que pone en un serio aprieto a los espectadores de estómagos más sensibles: su argumento gira en torno a Javier, un joven que parece sufrir el Síndrome de Diógenes y que un día descubre una cuerda que sale de su taza del water. Intrigado por su procedencia, el protagonista comienza a tirar de la cuerda esperando encontrar el final de la misma y saciar su curiosidad. Con una utilización constante de conceptos grotescos y vomitivos, además de una sinopsis que se queda en la simple idea pero que no puede ir mucho más allá, el cortometraje encuentra su valía en su lograda estética retro y su soterrado sentido del humor, aunque es algo incómodo para la mayoría de los espectadores. Asimismo lo fue Storm warning (Jamie Blanks, 2007), película que exhibe también una buena ración de imágenes e ideas de mal gusto pero que, sorprendentemente, consigue romper la mala imagen que se labra durante sus primeros minutos para convertirse en una Serie B de terror de la vieja escuela totalmente disfrutable, con ecos del primer Tobe Hooper y claros apuntes sexploitation. Lo mejor de todo está en esa familia de psicópatas plagada de perversiones y en la poco sutil utilización del cuerpo de Nadia Farès como reclamo para el público masculino. 


Y de la sesión cerda pasamos a la sesión adolescente, ya que los siguientes títulos exhibidos venían cargados de acné y energía juvenil. Cargols! (Geoffrey Cowper, 2011), aunque por momentos parezca un anuncio de Estrella Damm, demuestra un amor total por las monster-movies y por el cine teenager de los años ochenta, mostrando en lujoso formato panorámico cómo se enfrentan unos jóvenes al ataque de unos caracoles gigantescos. Y, en medio de todo ello, una inocente historia de amor. El público rió a carcajadas y aplaudió la propuesta, como también hizo con la que considero la mejor película del festival, Attack the block (Joe Cornish, 2011). No tengo mucho que añadir a lo que ya escribí sobre ella en el momento de su estreno, salvo remarcar el placer que supuso verla de nuevo en una sala abarrotada, rodeado de unos espectadores totalmente entregados y participativos. Ya van tres visionados y cada vez me parece una cinta más redonda e imperecedera, por lo cual no me tiembla el pulso a la hora de calificarla de obra maestra del cine fantástico reciente. 


Antes de que flaquearan las fuerzas, todavía quedaba fuelle para una sesión más, aunque el resultado de la misma no fuera especialmente memorable. Todos los hombres se llaman Robert (Tous les hommes s'appellent Robert. Marc-Henri Boulier, 2010) tiene la ventaja de ser un cortometraje conciso, de duración ajustada, y que no pretende estirar un argumento que es en realidad un simple chiste, una idea loca que puede arrancar risas de nerviosismo y de sorpresa al mismo tiempo. Es algo intencionado. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de Bajo cero (Frozen. Adam Green, 2010), una película que pretende angustiar al espectador con una situación límite y que, involuntariamente, provoca algunas carcajadas ante lo inverosímil de algunos de los actos de sus protagonistas y, especialmente, de sus lamentables interpretaciones. Que una película tenga que sustentarse sobre los hombros de tres actores durante ochenta minutos y que dos de esos actores sean penosos no es, desde luego, una buena manera de alcanzar los objetivos marcados. Pese a todo, hay que reconocer que como sencillo entretenimiento la película cumple su cometido, siempre que no pretendamos hallar en ella más de lo que hay. 


Hablando en plata, hay que decir que a estas alturas de la noche ya nos dolía el culo de estar sentados en la Sala Capitol, así que optamos por irnos a descansar y dejar pasar la oportunidad de ver A l'interieur (Alexandre Bustillo, Julien Maury, 2007) en pantalla grande. Aunque no me arrepienta de ello, habría sido interesante comprobar cómo reaccionaban algunos espectadores ante la película más bestia, contundente y atrevida del Fanter, una de las cumbres de la nueva ola de terror francés que, partiendo de un argumento mínimo, construye un agobiante relato de horror malsano prolijo en imágenes turbadoras y dignas de la peor pesadilla. Muy lejos del gore festivo de otras propuestas, A l'interieur es uno de esos trabajos de los que cuesta reponerse, de los que provocan una sensación de malestar que puede durar horas. Hay que aplaudir a la organización del Fanter por atreverse a exhibir un título que no ha contado con distribución en nuestro país, ni siquiera en circuitos domésticos. 

Domingo 15

El último día del festival acogió, siguiendo la tradición, un pase cinematográfico destinado a los más pequeños y, al mismo tiempo, a los amantes de la animación japonesa. También a los que se habían acostado temprano la noche anterior, caso que no fue el nuestro. Arrietty y el mundo de los diminutos (Karigurashi no Arietti. Hiromasa Yonebayashi, 2010) es la adaptación que el Studio Ghibli ha hecho del libro The Borrowers de Mary Norton, con una estética plenamente deudora del trabajo de Hayao Miyazaki (productor y guionista del invento) pero carente de la intensidad dramática, de la épica y de la carga emotiva de los trabajos del maestro japonés. Así, la cinta funciona a medio gas y está por debajo de los títulos más famosos de Ghibli, aunque no sea tampoco desdeñable en absoluto. 


La última película proyectada en el Fanter 2 fue algo radicalmente distinto: Carne cruda (Tirso Calero, 2011) es una comedia salpicada de sexo y vísceras destinada a un público adulto y predispuesto al cachondeo. Lo previsible es justo eso, que apele a nuestros bajos instintos de manera poco elegante, que acuda al chiste y que sea estéticamente pobre (la falta de dinero obliga... aunque hay que decir que la puesta en escena de Tirso Calero tampoco ayuda demasiado en algunos momentos, especialmente en el apagado clímax final). La sorpresa está en una interpretación bastante notable de Canco Rodríguez, en las apariciones estelares de Nacho Vigalondo o el amigo Diego Arjona y, sobre todo, en un poso amargo que está a punto de convertir la película en una tragedia sobre las adicciones y cierto tipo de vampirismo. No sé si se debió al hecho de que después de la película se procediera a la entrega de premios, pero la cuestión es que Carne cruda contó con una sala llena hasta la bandera y que el propio Tirso Calero, que acudió a Cáceres a presentar la cinta, pudo comprobar de primera mano cómo el público se lo pasaba bien con su propuesta, riendo y aplaudiendo en los momentos en los que la película se lo merecía. Y es que, si bien es cierto que la cinta no puede escapar de cierta cutrez y de avanzar a trompicones, consigue alejarse de la caspa consciente e infantil que me temía, por lo que puedo decir que, hasta cierto punto, me sorprendió gratamente. 

Tras la película dio comienzo la entrega de premios. Primero se anunciaron los ganadores del concurso de relatos: Secretos de Jose A. García y Legión de Gema del Prado. Servidor no tuvo suerte, aunque puedo sentirme satisfecho de que los dos trabajos que envié quedaran entre los finalistas. 

Después llegó el turno de los ganadores del concurso de cortos amateurs. En la página web del festival pueden ver los trabajos que entraban en competición. A falta de verlos todos, me voy a limitar a comentar únicamente los que se llevaron premio. El segundo puesto fue para Ciodor (Alberto Campón, 2012). Me cuesta expresarme al respecto sin resultar desagradable, pero... a ver cómo lo digo... el corto me parece un desastre. No voy a poner en duda la buena intención de sus responsables (incluso conozco en persona a uno de ellos), ni sus ganas de plasmar sus ideas en imágenes ni de trabajar en el audiovisual, pero es que el corto resulta soporífero y, lo peor de todo, risible. Especialmente porque se toma demasiado en serio a sí mismo (se abre con una cita de Aleister Crowley, nada menos) y no cuenta ni con medios materiales, ni artísticos ni narrativos para plasmar con un mínimo de credibilidad aquello que quiere transmitir (un acercamiento a la maldad a través de un pacto con el diablo... o algo así). Que en un momento de (teórica) máxima tensión el director opte por utilizar salsa de tomate como sangre dice mucho de la torpeza de la propuesta: en una obra de carácter paródico o humorístico esto quedaría como un chiste más; en un corto pretencioso como Ciodor sólo es una muestra más de dejadez. Que el público estallara en carcajadas durante esa escena no es buena señal, creedme. Sólo el hecho de estar rodado en la Cáceres nocturna le aporta algo de interés.

El primer premio fue para No es país para zombies (Andoni Garrido, 2011), mejor que el anterior, más consciente de sus limitaciones y más divertido, pero tampoco perfecto. Siendo justo, tan imperfecto como es casi cualquier trabajo amateur, donde las ganas de aprender, de divertirse y de jugar a ser directores de cine tienen más protagonismo que las habilidades detrás (y delante) de la cámara. Como debe ser, por otro lado. Aunque es cierto que a No es país para zombies le pesan demasiado sus estigmas de producto de alumnos de Comunicación Audiovisual (y sé de lo que hablo porque soy uno de ellos). Así, el corto peca de exceso de duración (otra vez el síndrome de "quiero hacer una película pero no me llega la pasta para rodar noventa minutos"), pero sobre todo de algo peor, teniendo en cuenta que se está llevando un premio en un festival de cine fantástico y de terror: da la sensación de que a sus autores el género no les importa demasiado y dejan bien claro que sus referentes no son Fulci o Romero, sino los hermanos Coen, Tarantino y, oh, dios, Stanley Kubrick. Aún así, hay que destacar que No es país para zombies tiene gracia y que sus responsables saben cómo manejar los resortes cómicos con bastante pericia. 

Tras esto se entregaron los premios a los mejores cortometrajes profesionales (de los que ya he hablado anteriormente) y algunos afortunados asistentes se llevaron a casa películas, camisetas y hasta una tablet, gracias a que la suerte estuvo de su lado durante el sorteo final. 

Yo volví a casa con las manos vacías, pero con la sensación de haber pasado tres días en mi salsa, haciendo lo que me gusta, que es ver películas con las que disfrutar y de las que luego hablar aquí. 

Una vez más, mi enhorabuena al equipo de Abandomoviez por el éxito que han obtenido con esta segunda edición de su Fanter y, en especial, mostrar mi agradecimiento a dos personas: a Pablo Carrero, director del festival, por su amabilidad y simpatía; y a ti, Bea, por invitarme, acompañarme y disfrutar conmigo de estas locuras. Contigo todo es mejor. Palabra. 

8 abr 2012

Especial 'REC' Cap. 7 y final: El virus se propaga.

A lo largo de esta semana he intentado trazar, mediante un artículo por día, una panorámica más o menos completa y sintetizada sobre lo que ha sido hasta el momento la saga REC. Pero este repaso resultaría insuficiente si no hiciera mención a esos productos satélite que se han generado alrededor de la franquicia cinematográfica, uno de ellos incluso bastante interesante. Aquí van unos breves apuntes sobre el cómic, el videojuego y los remakes norteamericanos.

REC: HISTORIAS INÉDITAS.

Algo muy usual entre las sagas de cine de otros países, especialmente Estados Unidos, es crear en los fans la necesidad de poseer otros productos relacionados con las películas y que apelan, normalmente, a sus ansias completistas o simplemente a la indecisión de los consumidores casuales. Es de lo más común que el último blockbuster hollywoodiense venga acompañado de su correspondiente adaptación al cómic, su videojuego de turno y su gama de figuras coleccionables. De momento (y que yo sepa), a nadie se le ha ocurrido la idea de lanzar al mercado muñecas articuladas de Ángela Vidal con su cámara, Clara con su motosierra y su vestido de novia o, incluso, una reproducción fidedigna de la horripilante niña Medeiros (martillo incluido). Pero sí que a EDT (antigua Glénat) le ha parecido pertinente lanzar en los kioscos y librerías un tomo de 96 páginas que recopila cinco historias inéditas del universo REC. La edición es digna de elogio: en lugar de haber encargado la típica versión reducida de cualquiera de las tres partes de la saga, o incluso de las tres, EDT ha optado por recuperar varias líneas argumentales que Paco Plaza y Jaume Balagueró idearon pero que no pudieron incluir, por distintos motivos, en ninguna de las películas. Guionizando esas ideas se encuentra Hernán Migoya, mientras que a los lápices tenemos a una amplia variedad de artistas que han dado su personal visión de personajes que ya conocíamos y de otros que suponen una novedad. Las historias, presentadas por la propia niña Medeiros como si fuera el Tío Creepy, son las siguientes:

Encerrados (ilustrado por Andrea Jen): Quizá algunos de ustedes echó en falta alguna explicación sobre lo que les ocurrió a los adolescentes que aparecían en REC 2. Sabíamos que uno de ellos fue poseído, pero... ¿qué ocurrió con su hermana y con el amigo de ambos? Este primer episodio da respuesta a esa incógnita de un modo que jamás esperaríamos haber visto en la película, planteando una situación en la que la joven superviviente decide que, si va a morir, no quiere hacerlo siendo virgen. Con ilustraciones al más puro estilo manga, la historia nos muestra un festival de gore y humor marrano, con sexo adolescente, insinuaciones homosexuales y un ritmo trepidante que obliga a pasar velozmente de una viñeta a otra, hasta llegar a una conclusión tan macabra como coherente. 

Tristana (Feliciano G. Zecchin): Ya vimos, en el artículo dedicado a REC 3: Génesis, que la idea inicial de Paco Plaza era poder filmar un cortometraje que explicara los orígenes de Tristana Medeiros, la que luego provocaría pesadillas a los espectadores de la saga que nos ocupa. Este corto iba a ser filmado en un blanco y negro expresionista y sería mudo en casi su totalidad. Todas esas ideas han sido respetadas por Migoya y el ilustrador Feliciano G. Zecchin, dando como resultado una historieta que casi no cuenta con ningún diálogo y que explica cómo acabó convirtiéndose la niña Tristana en una poseída. La acción nos sitúa en un monasterio de Portugal, donde la niña trabajaba para unos monjes. La belleza de la joven no pasaba inadvertida a los habitantes del monasterio, quienes finalmente la violaron y la condenaron a que el Mal entrara en su interior. 

Zoombi (Álvaro Ruilova): Este es el capítulo más loco del conjunto, ambientando la acción en un zoológico de Barcelona al que ha llegado uno de los poseídos, propagando el virus demoníaco entre los animales. Unos vigilantes de seguridad tratan de sobrevivir, con infructuosos resultados. No sabemos muy bien cómo encaja esta historia dentro del universo REC, ya que presenta algunos anacronismos: en teoría, la acción transcurre paralela a los acontecimientos descritos en las películas, pero vemos cómo los protagonistas ven en televisión una actuación del Ballet Zoom de Giorgio Aresu, famoso en la década de 1970 entre los televidentes españoles. El estilo de las ilustraciones se contagia también del marcado por esa época. Por otra parte, utiliza un icono tan importante para Barcelona como Copito de Nieve, al que presentan criogenizado (recordemos que el gorila murió en 2003). Quizá se trate de alguna idea desechada para continuar y expandir la saga fuera del edificio del Ensanche barcelonés, aunque viendo su final puede que incluso se trate de un prólogo para la futura REC 4: Apocalipsis... 

El experimento (Salvador Sanz): otro cabo suelto en la serie es el que concierne al padre Albelda. ¿Quién fue? ¿Cómo era la relación con sus vecinos? Esta historia da respuestas a esas incógnitas, presentándonos el momento en el que Albelda recibe el telegrama de Roma indicándole que tiene que acabar con la niña Medeiros, a la cual tiene encerrada en una habitación del ático plagada de cruces. Vemos así el enfrentamiento que se produce entre ambos, con resultados ya conocidos para los espectadores fieles a la serie. Con un estilo sobrio y austero, cuenta con uno de los dibujos más irregulares de todo el libro (genial para los fondos y los objetos, regular para los personajes), aunque lo compensa con una pulcritud ciertamente elegante que equilibra un poco la locura expuesta en el resto de historias breves. 

El desconocido (Joan Marín): no hace falta ser Sherlock Holmes para deducir que la mordedura que lleva el personaje del tío Víctor al comienzo de REC 3: Génesis y que, a la postre, desata la tragedia, se la ha hecho Max, el perro de Jennifer del que oímos hablar en la primera parte de REC. Pero, por si acaso, aquí está la explicación de cómo el bueno (y calzonazos) de Víctor se acaba convirtiendo en el responsable de llevar el virus a la boda de Clara y Koldo, explicando además un efecto secundario del que no se ha hablado hasta ahora y que no guarda mucha lógica con lo que conocíamos: cómo la infección va convirtiendo al sufridor en alguien más atrevido, con mayor determinación y confianza en sí mismo, hasta que finalmente (tras varias horas) se convierte en un zombi / infectado / poseído más. Así, como relato independiente puede estar bien, pero resulta incongruente con todo lo demás, pese a que consiga enlazar las historias paralelas que protagonizaron Manuela Velasco y Leticia Dolera, cada una por su lado. 

REC: THE VIDEOGAME.

Dentro del merchandising de la película, y aprovechando que ahora REC 3: Génesis se encuentra en las carteleras, Filmax se ha aliado con los estudios independientes Tonika Games y Cupra Studios para lanzar al mercado un videojuego que permite al usuario vivir, en primera persona, los enfrentamientos contra las hordas del mal. La idea es que el videojuego tenga un episodio que respete el argumento de cada una de las películas de la saga. Así, en cada parte que sea lanzada el jugador tendrá la oportunidad de manejar primero el personaje de Ángela Vidal, después ponerse en la piel de un GEO y, por último (hasta que llegue REC 4: Apocalipsis), convertirse en Clara y coger una motosierra para liarla parda. Como no podría ser de otro modo, sobre todo teniendo en cuenta que las películas ya bebían de este género, el juego es un FPS (First Person Shooter). Todo pinta muy bien, ¿verdad? Pero la realidad es que el videojuego sólo está disponible para iPhone, iPad y móviles con sistema operativo Android. Se supone que también saldrá una versión para PC aunque, visto lo visto, o sufre una reconversión brutal o con este apartado técnico no va a vender ni tres copias antes de que comience a ser despellejado por los usuarios. Les dejo con un vídeo:




EL REMAKE Y SU SECUELA.

Una práctica habitual en Hollywood es la de comprar películas foráneas con importante potencial comercial para hacer nuevas versiones adaptadas a su idioma y a sus gustos. Recordemos que allí no se estrenan cintas dobladas, sino que los títulos que les llegan del extranjero son difundidos con su idioma original y con subtítulos en inglés. Se ve que allí la V.O.S.E. gusta tanto (o más bien tan poco) como aquí, así que a las productoras les sale más rentable producir nuevos títulos pagando los derechos de los originales que intentando que estos tengan una carrera comercial exitosa en las salas (salvo alguna excepción). Así, en 2008 llegó a las pantallas de todo el mundo Quarantine (John Erick Dowdle), calco casi literal de la cinta de Balagueró y Plaza que apenas presentaba alguna novedad y, cuando lo hacía, normalmente no era para bien. Para empezar, tenemos potenciado el peor defecto de la película original. Si allí nos quejábamos de que algunas caras de los actores nos resultaban familiares, dando al traste con la vocación de credibilidad total de la película, en la versión americana esto se agrava al contar con rostros más o menos populares como los de Jennifer Carpenter (El exorcismo de Emily Rose, Dexter), Jay Hernandez (Hostel, World Trade Center), Rade Šerbedžija (Eyes wide shut, Misión imposible 2) o Jonathon Schaech (The Wonders, Los malditos). Incluso se atreve a mostrar el rostro del cámara (interpretado por Steve Harris) a los pocos segundos de comenzar, rompiendo la ilusión de que nuestros ojos son los que "filman" la película, y poniendo un rostro ajeno a esa mirada. Un fallo garrafal desde un punto de vista semántico que arruina también buena parte del efecto verista de la original. También es bastante más pacata, ya que no se atreven a meterse con la Iglesia, siendo todo el resultado de los experimentos de una secta. Y la niña Medeiros ya no existe, aunque el monstruo interpretado por Doug Jones viene a ser lo mismo pero sin tetas colganderas, acreditado como Infected thin man. Un horror, en definitiva, absolutamente inservible y que sólo aporta un detalle original: la utilización de la cámara como arma contra los infectados. 

La secuela llegaría en 2011 bajo el título de Quarantine 2: Terminal (John Pogue), con resultados también desastrosos y directamente al mercado del DVD. De nuevo tenemos al pobre perro Max como foco de la infección, ya que contagia el virus a su dueño, quien se encuentra fuera del edificio ejercitando su trabajo de co-piloto de aviones. Durante un vuelo rutinario todo se complica cuando el desgraciado propaga la infección dentro del avión y todos los pasajeros, tras un aterrizaje de emergencia, quedan confinados en la terminal. Lo único destacable de esta secuela del remake es que tiene personalidad propia, ya que no se trata de una copia directa de ninguna otra cinta de la saga y, por si eso fuera poco, se adelanta a REC 3: Génesis a la hora de romper con el estilo de found-footage de los títulos previos. Sin embargo, poco más se puede decir de esta película en el aspecto positivo. Todo lo demás es una repetición del esquema de personajes antagonistas encerrados en un espacio reducido y con la amenaza del contagio progresivo y virulento como leit motiv. Rodada sin gracia alguna, sin ningún sentido estético y plagada de interpretaciones deficientes, Quarantine 2: Terminal no es más que un triste direct-to-video para aprovechar el tirón de la anterior y contentar a los fans menos exigentes. 

CODA.

Para no terminar este monográfico con algo tan triste, me despediré con la ilusión depositada en la futura REC 4: Apocalipsis, dirigida por Jaume Balagueró en solitario y que dará fin a la serie. Quizá, llegado el momento, este especial resucitará y, con un poco de suerte, podremos hablar de nuevos detalles que hayan enriquecido la saga, de nuevos aspectos de la epidemia que no conocíamos. Porque, si algo hemos aprendido de estas películas es que cada una muestra algo nuevo que contribuye a prolongar y a ampliar la mitología en torno a ellas; y que, para colmo, cada nueva entrega supone un cambio tonal e incluso narrativo con respecto a las anteriores, lo cual hace que desee todavía con más fuerza comprobar hacia dónde lleva Balagueró su película y qué nos podremos encontrar en ella. 

Hasta entonces, gracias por haber seguido conmigo hasta el final de este monográfico. Ustedes son quienes dan sentido a este esfuerzo. 

7 abr 2012

Especial 'REC' Cap. 6: 'REC 3: Génesis', boda de sangre.

(REC 3: Génesis. Paco Plaza. España. 2012. 80 minutos) 

En 2010, un año después de REC 2, apareció una noticia que fue recibida con entusiasmo y escepticismo a partes iguales, dependiendo de a qué sector del público se consultara: la saga continuaría con dos títulos más, de los cuales uno explicaría los orígenes de la infección, en forma de precuela, y el otro narraría lo sucedido después del final de la segunda parte. Y habría una novedad importante, ya que cada director se ocuparía de una de las películas en solitario. Así, Paco Plaza se encargaría de REC 3: Génesis, mientras que Jaume Balagueró haría lo mismo con REC 4: Apocalipsis.

En una breve charla que compartí con Paco Plaza y Leticia Dolera en el Festival de Sitges de 2010, a los que abordé, amparándome en mi bendita acreditación de prensa, antes del estreno del mágico corto dirigido por Dolera, Lo siento, te quiero (2009), Plaza me comentó que estaban trabajando en la preproducción y que intentarían tener lista REC 3 para Octubre de 2011, de cara a estrenarla en el mismo Sitges. Finalmente no fue posible, así que trazó un plan alternativo: REC 3: Génesis se convertiría en un cortometraje que explicaría los orígenes de la niña Medeiros y que, a modo de adelanto, estrenaría en el festival de 2011, unos meses antes de que llegara REC 3, el largometraje, a los multicines. El plan tampoco cuajo, aunque la historia de la niña Medeiros terminaría formando parte de la colección de historias inéditas que serían después publicadas en formato cómic, como veremos en el último capítulo de este monográfico.

Finalmente, REC 3: Génesis ha llegado a las carteleras el 30 de Marzo de 2012, entre el jolgorio de los que la esperábamos con ansias, sabiendo perfectamente a qué nos ateníamos, y la frustración de los que, tras sentirse engañados por la segunda parte, rezaban por un regreso a los postulados de la primera entrega.




Para empezar, sorprende que no nos encontremos ante una precuela de la saga, tal y como los medios se habían empeñado en señalar. REC 3 transcurre paralelamente a los acontecimientos acaecidos en las dos anteriores películas, a los que se hace mención insertando imágenes del edificio acordonado que aparecen en un informativo de televisión. El escenario es un enlace matrimonial, el de Clara (Leticia Dolera) y Koldo (Diego Martín), enamorados hasta las trancas y dispuestos a unirse en matrimonio hasta que la muerte los separe. El Génesis del título, entonces, no hace mención al origen de la condición demoníaca de la niña Madeiros, el cual queda explicado en el cómic, sino que es una referencia bíblica enunciada por el cura que oficia la boda, comparando lo que sucede a su alrededor con el nacimiento de una nueva era dominada por  los ángeles caídos sobre la faz de la Tierra. Durante estos primeros minutos Paco Plaza hace suya la saga, retorciendo las posibilidades del formato y llevándolas al paroxismo, comenzando la película con el menú de un DVD que presenta un montaje fotográfico de la feliz pareja al son del Gavilán o paloma de Pablo Abraira. Ya en la boda, nos encontramos con el feliz hallazgo del mano a mano audiovisual que se marcan el joven Adrián (Àlex Monner) y el muy carismático Atún (Borja Glez. Santaolalla, acreditado como Sr. B), este último un obseso de la imagen que pretende hacer cine con material de bodas, bautizos y comuniones. Allí está también el tío Víctor (Emilio Mencheta), quien llega a la celebración con una mordedura de perro en la mano. Detalle importante para los que no hayan leído el cómic: el cánido que le hace la herida no es otro que Max, la mascota de Jennifer, de la que anteriormente, en la primera parte, se había dicho que se encontraba en una clínica veterinaria. De esa clínica es de donde viene Víctor y es quien porta el virus demoníaco, siendo responsable de la ola de sangre y crímenes que azota el banquete.

En este punto la película se transforma, coincidiendo con el inicio del gore y los sustos. Hasta este instante, Plaza ha respetado el formato del found-footage, utilizándolo con mucho sentido del humor y reincidiendo, como ya hiciera en REC 2 con Suspiros de España y en Cuento de Navidad con Yes sir, I can boogie, en la utilización de una banda sonora totalmente desfasada e inesperada (añadan a Pablo Abraira el Eloise de Tino Casal y el Chup Chup de Australian Blonde, entre otros) que se transforma en icónica en el momento en el que la mezcla con el horror, y ha dotado a la película de un halo costumbrista que aporta una fescura incuestionable a la saga. Pero, en una decisión que para muchos ha supuesto traicionar el espíritu REC, decide romper con esa limitación y transformar la película en un espectáculo filmado en pantalla panorámica, cargado de travellings y con una fotografía recargada que nos lleva por momentos al mejor cine de terror italiano (aunque también al peor, hasta tal punto que a veces podríamos pensar que estamos ante una película de Bruno Mattei hecha con buen gusto estético, dicho esto como elogio y no como insulto). Para el director supone una liberación y para nosotros también, al menos para los que hemos entendido en qué se sustenta la evolución de la serie: machacar las expectativas del público y ofrecerle una película distinta a cada nueva entrega. Algo que, tristemente, no encaja demasiado bien en las mentes cuadriculadas de los que se sienten más cómodos cuando les dan una y otra vez lo mismo, y que sin duda ha repercutido negativamente en las opiniones que se están vertiendo sobre la película en internet. Sobre la imbecilidad de los adolescentes que tachan la película de cutre durante la primera media hora, mejor no profundizo.




En realidad, REC 3: Génesis, en contra de lo que pudiera parecer si tenemos en cuenta que estamos hablando del tercer capítulo de una serie de éxito, no es un film destinado a gustar a la mayoría. En ese sentido, se puede decir que está condenado a la incomprensión de la crítica tradicional y del público estándar. Y es que los espectadores que de verdad disfrutarán de la película son aquellos que se han curtido en los cines de barrio, los que no se perdían Noche de lobos y aullaban de emoción cada vez que localizaban alguna joya semidesconocida en su videoclub, está hecha para los que se han quemado los ojos viendo Demons, El ejército de las tinieblas, Braindead y Mortal Zombie. O, como mínimo, para los que no entren en la sala cargados de prejuicios, los que están dispuestos a subirse al tren de la bruja y dejarse arrastrar hacia el pasaje del terror, los que saben reírse con el gran guiñol y no pretenden encontrar en la película más de lo que la película pretende ofrecer, que no es otra cosa que un plausible divertimento multireferencial con los ojos puestos en la mejor Serie B. Sólo un pequeño reparo: la incómoda sensación de que aniquilan demasiado pronto a algunos de los mejores personajes secundarios, mientras que dan más tiempo de pantalla a otros menos interesantes. Pero sólo puedo sentir amor hacia una película que muestra lo mejor de Paco Plaza y que convierte en una figura mítica a la encantadora Leticia Dolera, arrebatadora en  todo momento y transformada ya en icono para los amantes de las reinas del grito con acento español.





6 abr 2012

Especial 'REC' Cap. 5: 'REC 2', terror y acción en primera persona.

(REC 2. Jaume Balagueró, Paco Plaza. España. 2009. 85 minutos) 

Quince minutos después de que Ángela Vidal desaparezca entre las sombras del ático, arrastrada por las manos huesudas de la niña Medeiros, un oficial médico y un grupo de GEOS irrumpen en el edificio para evaluar la situación y acabar con la amenaza. Armados con escopetas, fusiles automáticos y cámaras alojadas en sus cascos, los GEOS no tardarán en encontrarse con los infectados... o con algo peor.




Como sus propios autores reconocen y como ya he señalado en anteriores capítulos de este especial, REC surgió como un divertimento que afrontaron como un proyecto fácil y económico, una manera de pasarlo bien antes de embarcarse en empresas más complejas desde perspectivas logísticas y argumentales. Sin embargo, el estruendoso éxito que cosechó (el equivalente a unos 30 millones de euros sumando la taquilla mundial, frente a 1.5 de presupuesto), las favorables reacciones de parte de la crítica y, sobre todo, la insistencia de un público que pedía más, motivaron que Jaume Balagueró y Paco Plaza se vieran obligados a plantearse cómo podrían continuar la historia y cómo volver a sorprender a una audiencia que ya no acudiría virgen a las salas. Envalentonados por el triunfo, Plaza y Balagueró tuvieron la alocada idea de rodar cada uno una película distinta, en el mismo escenario pero dirigiendo cada uno a un equipo diferente, para luego proyectar cada cinta en salas de cine contiguas. Evidentemente, Julio Fernández, desde Filmax, les tuvo que parar los pies, ya que lo consideraba un proyecto inviable. Los directores querían seguir adelante con la serie, pero no sabían cómo. La respuesta la hallaron en una célebre secuela que tomaron como ejemplo: Aliens, el regreso (Aliens. James Cameron, 1986).  Si la versión de Ridley Scott era REC, esta segunda parte iba a poder compararse con el ejercicio que realizó Cameron con Aliens. Es decir, si antes nos entregaron una angustiante obra de terror puro y minimalista, ahora tocaba el turno de hacer algo más espectacular, donde primara la acción por encima del suspense y que, además, contribuyese a crear toda una mitología en torno a la serie. También, como gran novedad, cabe destacar la introducción de un sentido del humor que, sin llegar a la parodia, dotaba a la cinta de un tono menos asfixiante y más ligero que la anterior, algo que no fue muy bien recibido por algunos espectadores, a los que quizá cogió demasiado desprevenidos dicho cambio.  Retomando la historia justo donde acababa la anterior película, los cineastas apostaron fuerte y, a pesar de seguir utilizando recursos del mockumentary o el found-footage como rasgo distintivo, optaron por dejar de disimular: si en REC prescindían de los títulos de crédito hasta el final, para potenciar la sensación de que estábamos ante un reportaje sin editar, aquí no dudan a la hora de presentar el invento como una película, con sus créditos iniciales y hasta con la utilización de música extradiegética. Esto, que de entrada podría parecer una traición al espíritu de la primera parte, no hace más que acrecentar el carácter festivo y desprejuiciado del conjunto, concebido como si fuera un circo de tres pistas en el que impera el más difícil todavía.

Como he dicho antes, la historia nos sitúa quince minutos después del final de la primera parte, en el mismo escenario, pero con distintos protagonistas. Como novedad, no sólo argumental, sino también narrativa (puesto que a mitad de metraje la película retrocede para mostrarnos otro punto de vista), la acción se divide en dos frentes. Por un lado está el equipo armado, aliado con un tal Dr. Owen (Jonathan Mellor) que tiene mucho que esconder y que posee las respuestas sobre el origen del brote infeccioso. La película no tarda en desvelar que los zombis o infectados de REC no eran tales, sino que en realidad eran... poseídos. Con este descubrimiento la cinta adquiere un cariz distinto a la anterior, llevando el terror a un nuevo nivel gracias a este componente religioso que se encontraba casi completamente ausente hasta ahora, salvo por lo insinuado en el clímax final de la primera parte. Los poseídos acechan en cada rincón, pero el objetivo de Owen no es utilizar a los GEOS para destruirlos, sino para que le ayuden a llegar al ático y encontrar una muestra de sangre de la niña Medeiros. Allí fue la última vez que vimos a Ángela Vidal (Manuela Velasco).  La volveremos a ver en esta segunda parte, aunque en circunstancias distintas que sirven para crear más suspense: ¿Cómo sobrevivió? ¿Qué pasó con la niña Medeiros? ¿Cómo ha salido del ático? Por otra parte, existe una línea argumental paralela en la que tres adolescentes y un personaje del que ya habíamos oído hablar (el padre de Jennifer, que fue a buscar medicinas, ¿recuerdan?) se adentran en el edificio y se ven inmersos en mitad del caos. Ambas tramas terminan confluyendo en una media hora final que se entrega totalmente al fantástico y se aparta del pretendido realismo de REC, optando por una resolución sorprendente que no puede dejar indiferente a nadie.



Balagueró y Plaza, conscientes de que no iban a poder inocular el miedo entre el público de la misma manera en la que lo habían hecho previamente, buscaron el triunfo de REC 2 por otros caminos: una generosa dosis de acción balística (con planos que recrean el lenguaje visual de los shooters en primera persona), mayores dosis de sustos y gore (los monstruos no tardan en aparecer y, por si fuera poco, ahora sabemos que no hay ningún virus detrás de la catástrofe, sino algo mucho peor y de origen diabólico), la inclusión de humor negro y la conversión definitiva de Manuela Velasco en icono del cine de terror español, en una Ripley con sorpresa y con una cámara de vídeo como arma.  El resultado final de REC 2 es muy distinto y, al mismo tiempo, tan positivo como el de la primera parte, ya que se aleja de lo previsible y, aunque se repita forzosamente en algunos aspectos (las limitaciones de espacio y de la técnica narrativa empleada, que constituyen su mayor defecto y dejan en evidencia que la saga necesitaba un cambio de aires y, sobre todo, abandonar la narrativa del metraje encontrado), consigue erigirse como una secuela inteligente, furiosa y con personalidad propia. Motivos suficientes para seguir pidiendo más, aunque esta vez el éxito fuera menor, seguramente porque a muchos espectadores les costó entrar en el juego propuesto: el de aniquilar sus expectativas para ofrecerles algo diferente y, hasta cierto punto, rupturista.




5 abr 2012

Especial 'REC' Cap. 4: 'REC', la esencia del miedo.

(REC. Jaume Balagueró, Paco Plaza. España. 2007. 75 minutos) 

Siguiendo este especial sobre la saga REC, nos detenemos, por fin, a desgranar qué supuso la primera película y por qué consiguió convertirse en un fenómeno sin precedentes.

Algo sorprendente es cómo se origina el proyecto: Según cuentan Paco Plaza y Jaume Balagueró, todo empezó mientras tomaban un refresco en una terraza y en al televisión emitían Aquí hay tomate, concretamente unas imágenes de Raquel Mosquera que ellos tildaron de "demoledoras". Esto coincidió con una conversación en torno a cómo crear una película de terror fresca, diferente y que supusiera un reto para el público, algo que nunca hubieran experimentado. Entonces saltó la chispa: la obsesión de los canales de televisión y los espectadores por la telerrealidad, el morbo y la agresividad audiovisual serían el vehículo perfecto para guiar al público por un túnel del terror en mitad de una sala de cine.




La película nos presenta a Ángela Vidal (Manuela Velasco), reportera del programa de televisión Mientras usted duerme, trabajando para mostrar a los espectadores cómo es el turno de noche en un parque de bomberos. Cuando suena la alarma y se desplaza junto a ellos para cubrir la emergencia, poco puede sospechar que se va a encontrar aislada en un bloque de pisos donde se ha desatado un virus que convierte a los infectados en imparables devoradores de carne humana. Sorteando el miedo y demostrando una profesionalidad inquebrantable, Ángela pide a su cámara que no deje de grabar, que no pierda detalle de lo que está ocurriendo, porque la gente tiene que saber qué está pasando allí dentro.

Miedo, angustia y pánico son tres elementos que definen al mejor cine de terror y que estaban presentes en casi la totalidad del escueto metraje de esta primera entrega de REC. Uno se podría preguntar si realmente era para tanto, si el éxito que consiguió la película estaba justificado y si los premios que le llovieron en diversos festivales tenían razón de ser. Vista la película cinco años después de su estreno, la respuesta es que sí, rotundamente sí. Para empezar porque es su intención de hacer pasar un mal rato al espectador está plenamente logrado, con todo lo que eso lleva de triunfal y, paradójicamente, de poco habitual  en un gran porcentaje del cine de terror actual (y siempre asumiendo que hay otra vertiente del género que no se puede valorar según el mayor o menor grado de miedo que provoque... como sucederá, de hecho, en parte de REC 2 y en la práctica totalidad de REC 3). Como el tiempo se ha encargado de demostrar, uno sufre más angustia cuando está contemplando algo que le podría pasar a él mismo que con historias de fantasmas, por muy adornadas que éstas estén y por mucha pátina de realismo que se le quiera dar. En REC no hace falta añadir artificiosamente esa capa porque ya viene impresa en su misma concepción, en su estructura no ya de documental, como se suele decir, sino de los propios brutos de cámara de lo que después podría ser un reportaje editado. Como ocurría en esas dos obras fundamentales, pese a quien pese, del engaño terrorífico que fueron Holocausto Caníbal (Cannibal holocaust. Ruggero Deodato, 1980) y El proyecto de la Bruja de Blair (The Blair witch project. Daniel Myrick, Eduardo Sánchez, 1999), lo que vemos en esta película es, exclusivamente, lo que ven sus protagonistas. La diferencia es que, en la cinta que nos ocupa, esa intención de verismo está depurada hasta el extremo, de tal modo que su filmación se limita a una sola cámara y principalmente a planos secuencia en los que no hay demasiado lugar para los encuadres elaborados ni para los adornos extradiegéticos (apenas algún efecto sonoro soterrado que sirve para incrementar la tensión en momentos muy determinados).

Así que, a un nivel puramente visual, nos creemos la historia porque tiene apariencia de grabación real, y porque no exagera los elementos fantásticos de su leve trama hasta un clímax final (deudor de la imaginería de Chris Cunningham) en el que estamos ya entregados a cualquier cosa que nos quieran mostrar. En su día se dijo que REC era una experiencia hueca, un simple experimento formal, acusándola de falta de profundidad argumental. Sandeces. Es cierto que el mayor interés de la película reside en su forma y que su contenido no es más que una repetición de esquemas de probada eficacia, pero... ¿y qué? Como ejercicio de estilo sigue resultando gratificante y poderosamente eficaz, especialmente si la comparamos con la cantidad de películas que se han estrenado después amparándose en el found-footage... Los problemas de la cinta, de cualquier modo, no residen en esa falta de enjundia dramática, sino en algunos cabos sueltos de guión que al fin y al cabo casi benefician a la sensación global de caos y, sobre todo, en la elección errónea de algunos actores que resultan cuanto menos familiares y que malogran en parte la pretendida naturaleza verista de la propuesta, ya sea porque sus rostros nos suenan (ahí está por ejemplo Carlos Lasarte, cuyo papel en Los sin nombre es difícil de olvidar) o porque acusan demasiado su condición de intérpretes sobreactuando en determinados pasajes. Nada que ver con el gran trabajo de Manuela Velasco, acierto brutal de casting que sabe resultar creíble tanto en los momentos rutinarios como en las situaciones límite, aprovechando de manera muy inteligente su experiencia como presentadora televisiva, aunque a veces bordee ligeramente la exageración.



De cualquier manera, Paco Plaza y Jaume Balagueró tuvieron la habilidad para rellenar esos huecos que quedaron vaciós en el guión de REC gracias al modo en el que continuaron la saga con REC 2, dando respuestas a algunas de las incógnitas que, premeditadamente o no, dejaron sin solución en esta primera parte.




4 abr 2012

Especial 'REC' Cap. 3: Paco Plaza, de la Filmoteca al Grindhouse.


Paco Plaza y el autor de estas líneas fotografiados por Leticia Dolera
en la edición del Festival de Sitges de 2010. 


Injustamente infravalorado con respecto a su amigo y compañero de guerra Jaume Balagueró, Paco Plaza  (Valencia, 1973) ha sabido evolucionar desde unos primeros pasos dubitativos hacia un cine que desprende amor y entrega total por el género fantástico y de terror. Sigamos una trayectoria que nos conduce hasta esa pequeña joya de nombre REC 3: Génesis


La negación de la infancia

En un interesante artículo escrito para la revista Scifiworld, Tonio L. Alarcón define muy bien, ya desde el propio título ("Paco Plaza: De Tarkovski a Fulci en sólo siete pasos"), la que ha sido la trayectoria del director valenciano: un proceso que primero pasa por una fase de negación de los gustos juveniles para, poco a poco, llegar a un estado de reconciliación con el pasado. 

Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad de Valencia, Plaza decide enfocar su carrera hacia la realización cinematográfica y, en vistas a conseguirlo, se marcha hasta Madrid para matricularse en la ECAM (Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de la Comunidad de Madrid). Por esta época comienza a publicar artículos en el mítico fanzine 2000 Maníacos y, algo después, escribe algunos libros para Midons Editorial durante los años dorados de las publicaciones en torno al cine de género, antes de que internet explotara definitivamente y los aficionados dejaran de pagar por tener información en formato físico. En Asesinos de cine (1998), se deja entrever cierto desapego de Paco Plaza hacia el cine que ha mamado desde su infancia. De algún modo, da la sensación de que el escritor mira por encima del hombro al género slasher. Se produce así un proceso negación transitoria del fantástico y el terror, no sé hasta qué punto producto de la "reeducación" a la que son sometidos los alumnos de las escuelas de cine, a menudo aleccionados para que aprendan a valorar el llamado Séptimo Arte desde términos distintos a los que aplicaría un espectador cualquiera, con lo bueno y lo malo que ello conlleva.

Cegado por Bergman y Tarkovski y olvidándose de Lucio Fulci y Jack Arnold, Plaza acomete su primer trabajo detrás de las cámaras con un cortometraje titulado Tropismos (1995), rodado en blanco y negro y actualmente ilocalizable. Tampoco es posible rescatar su segundo trabajo, de título también pedante y poco prometedor: Tarzán en el Café Lisboa (1997). Según indica Tonio L. Alarcón en el artículo citado, el paso de Paco Plaza por un corto de vampiros titulado Noche de sangre, del que no he conseguido localizar ninguna información, le hace reencontrarse con el género fantástico y le predisponen a dirigir un experimento que se acerque algo más al cine con el que se ha criado.

De esta manera, Plaza dirige en 1999 Abuelitos, uno de esos cortometrajes insondables que uno mira embelesado aunque no sepa muy bien qué es lo que está contando. Explicar su argumento es imposible porque, sencillamente, no lo hay: todo se reduce a unos personajes de los que no sabemos nada (los abuelitos del título, en teoría niños envejecidos para llevar a cabo algún experimento... o eso entendí) en una situación de la que no disponemos mayor información que la que vemos durante los largos, eternos quince minutos de metraje. Lo que no se puede negar es que Abuelitos derrocha atmósfera y que la fotografía de Pablo Rosso (futuro cómplice habitual de Balagueró y Plaza: encarnó al cámara Pablo en REC y a al GEO Rosso en REC 2) le otorga un acabado profesional que no tiene nada que envidiar al de muchos largometrajes españoles. Pero, por lo demás, es una buena muestra de este primer Paco Plaza que a servidor no le resultaba especialmente interesante.

Del siguiente corto del director, titulado Puzzles (2001), poco se sabe, ya que no se encuentra disponible en la actualidad en ningún sitio. Por su parte, Abuelitos sigue su periplo festivalero hasta que Joan Girard, de Filmax, lo ve en Oporto y le llama la atención. Girard acaba de producir Los sin nombre (1999), primera película de Jaume Balagueró, y busca alguien que se encargue de adaptar otra novela de Ramsey Campbell, en este caso El pacto de los padres. Paco Plaza, amigo de Balagueró, ve en esto la oportunidad para debutar como director de largometrajes... y no la desaprovecha.

Mercenario para Filmax

A priori, El segundo nombre (2002) guarda demasiadas semejanzas con Los sin nombre como para evitar que pese sobre ella cierta acusación de explotación oportunista. Al fin y al cabo, ambas son producciones de Filmax, las dos adaptan novelas de Ramsey Campbell y hasta poseen cierto parecido en sus títulos. Sin embargo, pese a los paralelismos, la opera prima de Paco Plaza es un trabajo sin relación argumental con el presentado por Balagueró tres años antes. La película cuenta la historia de Daniella (Erica Prior), una joven que investiga el misterioso suicidio de su padre y la posterior profanación de su tumba. Sus pesquisas le llevan hasta los Abrahamitas, una secta religiosa a la que podrían haber pertenecido sus progenitores. Paco Plaza demuestra que no le da miedo afrontar una primera película rodada en inglés y que, probablemente, va a ser comparada con Los sin nombre, con lo que eso llevará de decepción para un público que podría sentirse engañado. Lamentablemente, esta valentía no se traduce en un film poderoso o enérgico. El segundo nombre ni siquiera es una película de terror propiamente dicha, sino un thriller elegantemente rodado pero carente de ritmo e intensidad, un título que funciona a bajas revoluciones, tan correcto como frío y distante, y que, sorprendentemente, es alabado por el jurado del Festival de Sitges... algo que no hará un público que la ignora cuando pasa por las salas de cine.

Después de co-dirigir junto a Jaume Balagueró OT: La película (2002), de la que ya hablé en el anterior capítulo de este monográfico, Paco Plaza sigue demostrando a Julio Fernández (capitoste de Filmax) que puede contar con él para sacar adelante cualquier proyecto. Aunque empieza en el cortometraje venerando al cine de autor, poco a poco la carrera de Paco Plaza le va convirtiendo, irónicamente, en un artesano al servicio de los productores. Así, acepta hacerse cargo de Romasanta, la caza de la bestia (2004) después de que Chuck Parello se desentienda de ella. Basada en los crímenes reales de Manuel Blanco Romasanta, psicópata gallego que a mediados del siglo XIX fue arrestado por sus fechorías y que fue diagnosticado de licantropía clínica, se trata de un producto al servicio del nuevo sello Fantastic Factory. La película se beneficia de la competente fotografía de Javier Salmones y de la siempre inquietante presencia de Julian Sands, pero adolece de los mismos defectos que El segundo nombre: una falta de energía detrás de las cámaras que se puede interpretar como falta de entusiasmo por parte de Paco Plaza, quien durante el rodaje debe encontrarse en una situación poco cómoda, teniendo en cuenta que no tiene la posibilidad de encarar proyectos personales ahora que, por fin, ha comenzado a reconciliarse con el género que le hizo amar el cine. 


Etapa de reconciliación. 


A pesar de que años después lo percibimos de otro modo, en 2004 no resulta fácil ver que hay algo en Romasanta que insinúa esa tensión entre lo que Paco Plaza está deseando hacer y lo que le permiten. Por eso, el episodio que dirige para la serie de telefilms Películas para no dormir nos coge a todos desprevenidos: por primera vez vemos a un Plaza distinto, radiante y lleno de potencia. 

Cuento de navidad (2005) comienza mostrándonos imágenes de una película falsa, Invasión Zombie, en la que un héroe con las maneras de Snake Plissken, Taylor (Loquillo), rescata a su chica, Ekran (Elsa Pataky), del ataque de un muerto viviente. Estos primeros minutos sientan las bases de lo que está por venir y suponen una declaración de intenciones: toca hacer las paces con el pasado, con los programas dobles de cine de barrio, con las cintas de vídeo, con la Serie B y la Serie Z... con la infancia. Así, Paco Plaza, con guión de Luiso Berdejo, nos presenta tras el prólogo a cinco amigos en la costa valenciana de mediados de los ochenta: Koldo (Christian Casas), Moni (Ivana Baquero), Peti (Roger Babia), Tito (Pau Poch) y Eugenio (Daniel Casadellà). Sin mucho más que hacer que ver una y otra vez Kárate Kid (The Karate Kid. John G. Avildsen, 1984), encuentran en un agujero en mitad del bosque a una mujer disfrazada de Papá Noel. Se trata de Rebeca Expósito (Maru Valdivieso), una delincuente huida de la justicia a la que los niños mantendrán oculta y retenida hasta que les diga dónde está el dinero que ha robado o, en su defecto, hasta que la policía ofrezca una recompensa por ella y puedan cobrarla.

Fotograma de Cuento de navidad (2005).
Cuento de navidad, desde su inicio, destroza cualquier prejuicio que pudiéramos sentir hacia la obra de Paco Plaza, logrando aunar en apenas 70 minutos terror, suspense, aventuras, comedia y fantasía, dando como resultado un producto mucho menos artificial que otros que posteriormente han intentado resucitar el espíritu del cine juvenil de los 80. Paco Plaza lo consigue sin aparente esfuerzo, plagando la pantalla de estímulos que nos retrotraen a nuestro pasado como incipientes consumidores de cultura pop, asimilando los códigos del cine de Spielberg (no mostrando los rostros de los adultos, por ejemplo) para subvertirlos: si bien durante los primeros minutos nos hace creer que estamos viendo a un grupo de niños inocentes y de buen corazón, pronto descubrimos que su amistad y sus actitudes están a punto de corromperse cuando entra en juego la avaricia; incluso se atreve a ir más lejos al presentar a Peti y Eugenio como dos pequeños aspirantes a psicópatas, capaces de hacer un ritual de vudú y de maltratar psicológicamente a la que, en otras circunstancias (y estas circunstancias terminan llegando durante el clímax final), sería la malvada de este cuento macabro.

La película sólo se resiente de algunas interpretaciones ligeramente torpes, pero posee una eficacia muy superior a los anteriores trabajos de Plaza y, por si fuera poco, sirve como adelanto de lo que más tarde será REC 3: Génesis: esa mezcla entre sentimentalismo y mala uva, entre momentos agradables y explosiones gore, esa utilización de canciones en principio poco apropiadas para ambientar una escena de suspense (aquí el Yes sir, I can boogie de Baccara) y la representación de una sociedad cutre por defecto ya están presentes en Cuento de navidad, la primera constatación de que en Paco Plaza  hay algo más que un simple artesano al servicio de proyectos ajenos.

A partir de aquí, el director comienza a divertirse y a divertirnos. Surgen en este instante REC (2007) y REC 2 (2009), de las que, como saben, me encargaré en otros capítulos de este especial. Apuntar, no obstante, que el hecho de que el gran público no pueda acceder en pantalla grande o televisión a Cuento de navidad (ya que sólo se estrenó en DVD) mantiene a Plaza en un segundo plano durante los dos primeros títulos de la saga REC, al menos a ojos de los espectadores que le ven como un segundón y que, de manera injusta, piensan que los mayores hallazgos de la serie se deben a Jaume Balagueró.


La confirmación de un nombre propio. 

Fotograma de Maldito viernes (2008).
Todavía esperando una oportunidad mejor de mostrar en salas de cine su reencontrada pasión por el fantástico, Paco Plaza comienza a explorar otros medios y a dejar aflorar su verdadera personalidad. En 2008, para el festival de trailers falsos Teaserland, Plaza dirige una breve pieza de 50 segundos protagonizada por la que comienza a ser su musa, Leticia Dolera. Rodada en blanco y negro y en una única toma, Maldito viernes es el fingido avance de una hipotética película de vampiros que, según comenta el propio director, aspira a poder realizar algún día, situándola actualmente entre sus proyectos prioritarios después de REC 3: Génesis, una vez que las riendas de la saga han sido tomadas en solitario por Jaume Balagueró para la cuarta parte.

Leticia Dolera en Luna di miele, luna di sangue VII (2010).
Nos encontramos en este punto con otra rareza significativa: otra vez Dolera, vestida de novia e inmersa en una historia de terror, protagoniza Luna di miele, luna di sangue VII (2010). Según comenta Paco Plaza en su blog, el cortometraje se crea para un concurso auspiciado por PortAventura en el que los participantes pueden presentar una película que no sobrepase el minuto de duración. La de Plaza lo supera, supongo que conscientemente (por mucho que en blog bromee diciendo lo contrario) y le sirve para ironizar sobre las propias bases del certamen y, sobre todo, para hacer chistes a costa de los códigos del cine de terror, sobre la lentitud de los psicópatas a la hora de matar a sus víctimas indefensas y sobre los giros de guión inesperados en el último rollo de la película.

Fotograma de REC 3: Génesis (2012).

Luna di miele, luna di sangue VII nos hace sospechar que los detalles humorísticos que hay en REC 2 se deben más a la mano de Paco Plaza que a la de Jaume Balagueró, algo que resulta por fin evidente gracias al estreno de REC 3: Génesis (2012). La cinta confirma a Plaza como un amante del trash, introduciendo infinidad de referencias que van desde el Fantaterror al Splatstick, pasando por la Exploitation italiana y rematando con cierto costumbrismo berlanguiano, como veremos en la crítica que publicaré dentro de este monográfico.

Y así, con la sonrisa en los labios provocada por el recuerdo de REC 3, llegamos al final de esta biofilmografía de Paco Plaza, director que ha sabido sustituir lo irritante por lo memorable y a quien habrá que seguir y apoyar en sus futuros pasos como cineasta.