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19 oct 2008

Sitges '08: Pelis pochas, buena gente... y Van Damme



Cuando uno vive apartado de la civilización, anclado en una sociedad en la que la cultura es algo raro y, a veces, molesto que sólo practican cuatro locos entregados con más entusiasmo que recursos, hacer una excursión a un lugar en el que se respira cine y subcultura de una manera tan intensa es poco menos que un hito, una experiencia digna de figurar en la lista de triunfos personales de alguien que la mayor parte de su vida ha sido pobre y cobarde, pero que este año ha recibido un empujón anímico que, mezclado con un tirón emocional y una serie de afortunadas casualidades, ha posibilitado la concreción de ese viejo sueño infantil de ir al Festival de Sitges, ese del que tanto leía de pequeño en las revistas y que imaginaba por entonces como el Paraíso en la Tierra.

Algunos de ustedes están acostumbrados a tomar café con los Titanes, a ir a sitios donde pueden charlar con la gente a la que leen y escuchan, a sentirse cómodos en la fiesta de la inteligencia bizarra, pero yo no soy más que un invitado que se movió como mejor pudo entre los Grandes durante los cuatro días que estuvo allí, de manera cómoda pero algo torpe en ocasiones, como un cowboy en la gran ciudad. Algunos me dijeron que mi viaje era un acto de amor, por eso lo voy a narrar desde la óptica pasional del novato entusiasmado. Avisados quedan, pues. Ustedes deciden si siguen leyendo o no.

Miércoles 8 de Octubre - El Bautizo
Con el estrés típico acumulado de los últimos días antes de un viaje largo (la pensión, los billetes, la maleta, el presupuesto, etc.), salí de casa a las seis de la mañana desde mi pueblo camino a Badajoz. Allí me esperaba un autobús a Sevilla, donde tenía que coger un avión hasta Barcelona. Una vez en Barcelona, todavía me restaba coger un tren hasta Sitges y, una vez allí, localizar la pensión. Este planning se me hacía un mundo, acostumbrado a ir de A a B directamente y no tener que ir de A a E pasando por B, C o D. Y más teniendo en cuenta mis famosos despistes, como cuando estando en Inglaterra me bajé de un autobús unos pueblos más lejos de donde tenía que haberme apeado y acabé perdido hasta que unos chavales que me conocían me encontraron de casualidad y me guiaron. Volviendo a Sitges, no llegué allí hasta cerca de las cuatro de la tarde, justo cuando empezó a llover. Pensaba que preguntando encontraría fácilmente la pensión, pero no contaba con un detalle importante: que si preguntaba en castellano algunos me contestaran y me dieran indicaciones en catalán. Fallo de novato. Me calé hasta los huesos mientras caminaba por las calles cargando con una mochila y una maleta, preguntando a varios transeúntes hasta que un buen hombre de un restaurante me dio un mapa y conseguí localizar la calle. Pensión Maricel, en la calle Tacó. Algo cutre, pero con gente amable y bien situada. Igual alguno de ustedes ha estado allí. Ya en la habitación continuaron mis problemas con el agua: un resbalón en la ducha y casi me desnuco. Suerte que soy grande y fui rebotando contra las paredes hasta que me quedé tendido por completo en el plato, imaginando lo triste que hubiera sido morir allí sin haber visto todavía ninguna peli y estando tan lejos de mi casa. Dejó de llover el rato justo para poder subir al Melià a comprar entradas. Allí me puse en la cola para ver The Chaser e intenté hacer algo de vida social. Primero lo intenté con un par de tipos de Allzine que andaban por allí, pero no me hicieron ni puto caso. Igual era porque yo no llevaba camisetas identificativas, ni acreditación, ni confundía a Peter Pau con Peter Chan en una conversación de esas de mira-lo-que-sé. Por fin conseguí algo de charla con dos tipos bastante majos ya veteranos del Festival que me comentaron que este año la cosa estaba muy floja. Yo no tenía con qué comparar salvo por lo que había leído, aunque tenían razón: o la producción de este año ha sido muy pobre o el proceso de selección ha sido bastante vago y arbitrario. Pero no estaba dispuesto a sufrir una bajona, así que entré a ver The Chaser con la ilusión del pardillo que conduce por primera vez. Mientras me acomodaba en la butaca del Auditori me vibró el móvil: llamada de Tones. Estábamos en la misma sala y le vi a lo lejos. Sé que se lo dicen mucho, pero en persona es mucho más alto de lo que aparenta en los medios. Me presentó a eunice, que es tan maja como imaginaba, y los tres disfrutamos seriamente de la cinta coreana, a medio camino entre la acción setentera y el psychothriller malrollista, pero no exenta de humor y belleza, con sus lluvias, sus hostias y sus iconos cristianos que tanto gustan a los surcoreanos. Desde luego, no había motivos para darle una paliza a su joven director, Na Hong-jin, que presentó la película pidiendo perdón por si la considerábamos más aburrida o menos violenta que otras de su estilo. A la salida me presentaron a Absence, de quien no tenía ninguna idea preconcebida más allá de considerarle uno de los Gigantes de la blogosfera. Me encontré con alguien sereno, locuaz y amable, pero lo que de verdad me sorprendió fue que me conociera. Más tarde, cenando una Hamburguesa Deluxe en el restaurante del Melià junto a los tres, poco me impresionaba que estuvieran al lado Charlie Kaufman, J.A. Bayona o Fred Williamson. Y lo digo sin exageración ni peloteo. Por allí se acercó Jesús Palacios a saludar a Tones. No pude reprimirme y me presenté ante él como seguidor. Seguro que le dije alguna gilipollez, pero no lo recuerdo bien. Ahí saqué al pueblerino que llevaba ocultando toda la tarde y no pude evitar el momento foto. Una con Palacios, otra con Tones, más otra en la que salían eunice y Absence que no publicaré porque sé que no son muy amigos de mostrar sus rostros (especialmente Abs).

Después de la cena me atreví a ver otra película. Bueno, llámenlo película, llámenlo coñazo: Silent Resident, experimento que quiere jugar al Polanski de los inicios y que a fuerza de onirismos acaba durmiendo a las moscas. Las caras de sueño, incredulidad y mala leche de los que abandonamos la Tramuntana a la una de la madrugada sólo eran superadas por la del pobre chaval que se encargaba de proyectarla y que nos miraba con un enternecedor gesto en plan "lo siento, de verdad" mientras salíamos. Recé por que no me encontrara con ninguna otra película así durante esos días. Lo conseguiría a medias.

Jueves 9 de Octubre - El descanso del guerrero
Reventado por el palizón del viaje del día anterior y por los agotadores noventa minutos de Silent Resident, decidí plantearme la mañana de ese jueves como jornada de relax. Al fin y al cabo, no iba a viajar hasta Sitges sólo para estar metido en salas de cine... algo de turismo habría que hacer. Así que dediqué mi tiempo a pasear al lado de la playa, a mirar libros y a llamar por teléfono a Miguel y a Sara, dos personas que no tienen nada que ver con esto de los blogs y que, por distintos motivos, me hubiera gustado tener a mi lado en aquellos momentos. También llamé a Mario para ver si pinchándole un poco al final se acercaba a Sitges, pero nada. Y a Jose Viruete para que me confirmara si nos conoceríamos finalmente o no. Con él habría más suerte, como verán. Volviendo a mi paseo matinal, tras haber comprado algunos regalos y como la cabra tira al monte, acabé desayunando un potente plato llamado Lock, stock and two smoking barrels en un lugar llamado Cine Cafe, donde al mismo tiempo que miran un poster de Re-Animator firmado por Stuart Gordon (creo) pueden girar la cabeza hacia el otro lado y disfrutar de un pase de La humanidad en peligro en un plasma o incluso comprar una alfombrilla de Bruce Lee o una figura de Jason Voorhees (me llevé un pack protagonizado por unos Jason, Leatherface y Freddy miniaturizados). Volví a sentir el impulso fotográfico y no pude evitar inmortalizarme al lado de esto:
Algo más tarde me di cuenta de que no tenía entrada para ninguna película hasta el pase nocturno del debut de Kaufman, así que decidí acercarme a la sala Brigadoon a ver qué ponían. A esas alturas ya había comido de nuevo un sandwich en la calle y me empezaba a aficionar al Burn para aguantar el tirón. No obstante, no tuve que luchar contra el sueño esa tarde: con un pase de La invasión de los zombies atómicos no necesitaba aditivos para sostenerme (me sigue jodiendo el final, pero también continúa siendo divertida y cafre) . Luego intenté visionar en la misma sala una rareza llamada The Cocaine Fiends, pero abandoné tras cinco minutos al ver que la proyectaban sin subtítulos y con un audio gastadísimo propio de su época que la hacían ininteligible para mí. Había gente que se quedó en la sala, no sé por cuánto tiempo. Supongo que algunos sí se enteraban de la película, pero otros estarían allí para contar luego que habían visto "una peli superextraña y supervieja sobre la cocaína que es una clásico de culto de Hollywood del que nadie se acuerda y que hemos visto cuatro gatos". Yo preferí ver la exposición King Kong Solidario. Y más compras después de la interrumpida sesión doble, dejando parte de mis cuartos en los stands de Imagen Death y CineAsia (saludos a Enrique Garcelán y a Domingo López y gracias por su amabilidad) y un regreso a la pensión antes de reunirme de nuevo con Tones y eunice para ver Synecdoche, New York en el Auditori, una película que tiene una primera hora magnífica y que se acaba perdiendo en un laberinto metalingüístico con el que Kaufman no sabe muy bien qué hacer, por mucho que él crea que sí. Es la película de un tipo que se sabe genio y se recrea en ello, así que imagínense: acaba siendo un horror interminable, por mucho que a eunice le encantara. Lo mejor de la noche fue conocer a Sergio Colmenar y darme cuenta de que es un adorable hijo de puta al que amar desde ya (porque antes sólo lo respetaba). La conversación en la cola con él y Tones sobre gente como Tibor Tackacs o Nico Mastorakis (¡qué apellidos!) fue mucho más interesante, compacta y satisfactoria que lo que vino después en la sala. Y que el corto que precedió a la película, Found Objects, que se resume en mucho dinero invertido en ver cómo un tipo se cae por un acantilado con una bicicleta.

Viernes 10 de Octubre - El día más largo
Siempre lo diré: mis dos objetivos primordiales cuando decidí (más bien me convencieron... gracias, Loli) ir a Sitges, aparte de poder vivir la experiencia del Festival y hartarme de cine, eran conocer a los Titanes que tengo enlazados a la derecha de estas líneas y poder ver JCVD. Lo primero lo estaba consiguiendo, pero para lo segundo me quedaba todo un día entero que tenía que llenar como mejor pudiera y, con tal de no ponerme demasiado nervioso, necesitaba mantener la cabeza ocupada en otros menesteres. Así que a las 10 de la mañana estaba haciendo cola para ver La noche de los muertos vivientes. Aparte de la oportunidad de verla en pantalla grande, me interesaba sobre todo el hecho de que George A. Romero fuera a estar presente en la sala. No obstante, no las tenía mucho conmigo, por mucho que en todas partes apareciera su efigie como punta de lanza de la Zombie Walk que se celebraría esa tarde. No me equivoqué. Primero me lo dijo alguien en el hotel: "George Romero is not here". Luego lo confirmó su agente en el escenario cuando se disculpó ante los fans señalando que Romero se encontraba en Toronto rodando su nueva peli de zombis (que, esperemos, sea algo más disfrutable que la penúltima). Decepción aparte, tuvo su gracia ver allí a parte del reparto y tener a Russell Streiner a unos metros de mí colocándose sus guantes de conductor y diciendo aquello de "He's coming to get you, Barbra!". Lo acojonante de ver de nuevo Night of the living dead es comprobar que, más allá de fanatismos y del respeto que todos le tenemos, sigue siendo una película terrorífica, tensa, dramática y radical, haciendo del minimalismo obligado por la precariedad presupuestaria uno de sus mayores logros. Pero más sorprendente todavía resultó comprobar que había gente en la sala que NUNCA la había visto, escuchando comentarios al final como "ay, a que le matan..." y cosas así. ¿Se imaginan descubrir la película a estas alturas y en una pantalla gigantesca, en el marco de uno de los mayores festivales de cine fantástico del mundo? No sé si me da lástima o envidia. Para el recuerdo debería quedar también la pitada que proferimos cuando nos dimos cuenta de que la estaban proyectando doblada. Unos silbidos después cambiaron el idioma al original, cosa que agradecimos con aplausos de alivio.

A la salida me encontré con una performance promocional de Dead Space, con unos tipos enfundados en trajes protectores que llevaban un cadáver, acompañados de un personaje con megáfono y ojeras que pretendía meter miedo y otro más que parecía ir de drogas duras animando a la gente a que gritara el nombre de la peli/videojuego. No entré a verla, más que nada porque tenía cosas mejores que hacer: comer junto a Tones, eunice, Toby y un nuevo acompañante, el gran Dr. Zito. De él, culto y elegante como imaginaba, no van a encontrar ninguna foto aquí. Él es poco amigo de la cámara y enemigo de mostrarse públicamente. Después de la comida, dispersión: Zito, eunice y Tones por un lado (a ver Anamorph y Absurdistan, creo... porque no salían del Auditori los jodíos), mientras que Toby y yo nos dirigimos al Retiro para disfrutar (él sobre todo) The burrowers. Para mí, lo mejor de la sesión volvió a ser el contacto humano: la conversación con Toby en la cafetería del Retiro, donde hablamos sobre su trayectoria como cortometrajista y sus proyectos y me instruyó sobre J.T. Petty (de quien aún no había visto nada y de quien necesito ver cuanto antes S&Man), la recordaré mucho mejor que lo que vi dentro de la sala. Allí, donde encontré un asiento V.I.P., me quedé dormido durante la mayor parte de la cinta, así que no les puedo decir todavía si me gustó o no hasta que la vea entera. El señor Dammit salió encantado, eso sí. A la salida nos encontramos con Libertino, tío grande no ya por su estatura, sino por todo lo que lleva dentro de ese cuerpo de loco entrañable. Los tres nos fuimos a un videoclub donde vendían todavía VHS nacionales y DVDs de importación, pero lo que más nos interesó no estaba a la venta y acabamos saliendo de allí con las manos vacías. Eso sí, nos echamos unas risas viendo las ediciones piratas que tenían en alquiler con carátulas customizadas y todo. Quédense con la siguiente foto: menudo trío.
Nueva dispersión minutos más tarde: reunión con Zito para ver la Zombie Walk, donde descubrí que estaba con Absence, Sra. Absence y Absencito, majísimos ellos, por mucho que este último no quisiera enseñarme su imitación de los zombis y las momias. A esto es a lo que me refería con lo que escribía al principio, a esas conexiones personales que antes del viaje no imaginaba tan sólidas, lo cual me pareció algo maravilloso y una manera estupenda de conocerles a todos sin tener que dividir en exceso mi tiempo. Al final nos tuvimos que separar de nuevo sin que hubiera arrancado el desfile zombi, que al final resultó un fracaso (sobre el concierto posterior no tengo información), empezando por la ausencia de Romero y siguiendo por el retraso de la salida y el cambio de itinerario. Ya quedaba menos para ver JCVD, pero todavía quedaba una película en medio: La Sueca, o lo que es lo mismo, Let the right one in. Tones, eunice, Libertino y yo salimos contentos y le dimos buena nota. Toby salió cabreado (incluso dice que quiso darnos de hostias) y le colocó un 1. Estoy de acuerdo con él en que la cinta no aporta nada al mito vampírico y tampoco entiendo que se diga de ella que es original y revolucionaria. No hay nada de eso, pero es una película bella, mal que le pese a Toby, bien contada y emotiva, aunque también manipuladora y efectista en ocasiones. Quizá me llegó a un nivel personal porque me recordó a mi historia de amor infantil imposible con la hermana de El Pequeño Vampiro, pero es que yo soy así de básico, irracional y romántico. Además, consiguió que por un par de horas me olvidara de que estaba a punto de ver La Película del Festival, ahora sí, JCVD. Aquí viene algo que me guardaba: antes de ver La Sueca, tuve la suerte de encontrarme en el Hotel Melià con Mabrouk El Mechri, el Genio detrás de la resurrección de Jean-Claude Van Damme (que no acudió al festival debido a su compromiso con el rodaje de Full Love en Tailandia). Ahora que todavía es poco conocido y accesible, tuve la ocasión de saludarle, hablarle brevemente de VanDammeForum y darle las gracias por lo que había hecho, aún sin haber visto la película. Toby, que sí la había experimentado ya, se limitó a levantar el pulgar y gritar "Great film!".
En la cola para ver JCVD, acompañado de Libertino, se produjo mi encuentro con Jose Viruete, quien me presentó a Domingo López y a Pedro J. Mérida, que salían también de Let the right one in. Con ello cumplía otro sueño: si ya había conocido a uno de mis declarados guías espirituales, John Tones, ahora cerraba el círculo con mi encuentro con Jose. Junto a él y Libertino tuve que soportar dos cortos demasiado largos, Kingz (muy caro, muy espectacular, pero con unas criaturas diseñadas con el culo) y Tras los visillos (que es... ¿aberrante? ¿idiota? Todavía no lo he decidido) antes de que llegara El Momento. No voy a extenderme mucho aquí sobre JCVD, ya que daré cuenta de ella de manera extensa en VanDammeForum-OnLine en cuanto me sea posible, pero sí les tengo que decir que si está causando sensación entre los que la ven no es porque sí, no es una moda ni una opinión causada por la inercia (porque ahora parece que todo el mundo es fan de Van Damme y que éste es cool, cuando Tones y yo llevamos años partiéndonos la cara contra los que se mofaban de él, que eran mayoría): es una película inteligente, divertida, original, dramática, tensa, tierna, dirigida de manera apabullante y con un Van Damme irresistible y sobrecogedor que todavía tendrá que vérselas con los que despreciarán su acojonante labor actoral porque "se interpreta a sí mismo y eso no tiene mérito". Todavía emocionado por JCVD, pasé la noche charlando con Viru hasta que decidimos que no estaría de más dormir algo.

Sábado 11 de Octubre - Ballardcelona y fans
Si el día anterior me dejó exhausto, el que tenía que afrontar ahora no iba a ser más relajado. No obstante, de las tres películas para las que tenía entrada acabé viendo sólo una: JCVD... otra vez. Por la mañana tenía cita con el Dr. Zito y con Alvy Singer, pero no en Sitges, sino en Barcelona capital. Su intención era la de convertirme al Ballardismo con la exposición montada por Jordi Costa, pero no contaban con que mis conocimientos sobre Ballard se resumían a saber que había escrito Crash y El imperio del Sol, con lo cual no pude disfrutar del mismo modo que ellos durante el interesante paseo por la vida del escritor. No obstante, todo está montado de manera diáfana para el profano y supone un recorrido disfrutable con elementos tan interesantes como la proyección de tráilers de ciencia-ficción o el momento Stendhalazo provocado por unas cortinas y un par de proyectores. Sobre Alvy... es tan enérgico, sabio, joven e hiperactivo como aparenta en su blog. Lo peor de la mañana fue mi estado de salud, algo precario por culpa del bautizo del primer día, las pocas horas de sueño y el no parar de ir de un lado a otro durante esos días. Súmenle que algo me sentó mal y tenía el estómago como una hormigonera y entenderán por qué rechacé ver King Boxer y Prime Time a pesar de tener las entradas en el bolsillo. De todos modos, la primera la tengo en casa. De la segunda, Libertino me dijo que se salió a la media hora, así que la pérdida sólo fue económica. Zito casi pierde el Ave y Alvy se debatía entre ir a un compromiso académico (creo) o asistir al cine con su chica. Espero que eligiera lo segundo.
Ya por la noche, tenía otro compromiso agradable: encontrarme con Juan y Agus, miembros activísimos de VanDammeForum, a los que se unieron varios amigos que no conocía. La experiencia de ver JCVD con ellos fue distinta a la que tuve con Viru y Libertino. Estos chicos saben tanto de Van Damme que podían identificar cada una de las referencias, guiños personales y profesionales, hasta el rostro de algunos extras, que aparecían en la película. Aunque me hicieron sentir algo viejuno (ya que tengo unos diez años más que cada uno de ellos) con su ímpetu y su desvergüenza, me llevé la alegría de conocerles personalmente y ver que todavía hay que tener confianza en la raza humana: si unos chicos de menos de veinte años son así de seguidores de Van Damme, igual todavía podemos salvarnos. Por si esto fuera poco, son buena gente: además de compartir con ellos una cena abundante, divertida y sopesada en un restarante oriental, tuvieron la gentileza de acompañarme durante toda la noche hasta que tuviera que coger el tren de vuelta a Barcelona a las 6 de la mañana, exceptuando el par de horas que subí a la pensión para hacer la maleta y dejarlo todo hecho. Esa noche también me despedí de Jose con un fuerte abrazo que me hizo constatar algo que ya intuía: que este buen hombre me tiene más aprecio del que se tiene por un colega de chat o comentarios blogueros. Sentimiento recíproco, por cierto.


Domingo 12 de Octubre - El Regreso
Sin tiempo a dormir la noche anterior, a las 8 de la mañana subí a un tren en Barcelona en el que volvería a mi casa durante el agradable periodo de tiempo de 14 horas y media. Ahí es nada. No hay mucho que contar de este viaje de regreso, salvo anotar la antipatía del camarero del vagón restaurante, la incomodidad de los asientos, el hecho de que no funcionara el vídeo o que hubiera gente borracha haciendo el gilipollas a las 10 de la mañana dentro del tren. Bueno, hay otra cosa más que les hará entender por qué digo que mis despistes son famosos. Verán, sobre las 2 de la tarde fui al vagón cafetería a por un bocadillo. Mientras lo degustaba (es un decir) noté que el tren se paraba unos 20 minutos. Pensé que esperábamos a más pasajeros y que eso era normal. Cuando terminé el bocata crucé todos los vagones en busca del mío y... ¡no estaba! ¿Recuerdan esa escena de Sin Control en la que Van Damme va cruzando los vagones en busca de su hijo y se pone a llorar cuando llega al último y se encuentra con que no está por ninguna parte? Pues lo mismo pero sin llorar. Dicen que habían avisado de que mi vagón desengancharía, pero les juro que no escuché nada. Al final me bajé en Manzanares y esperé unos diez minutos a que mi vagón pasara por allí para subir de nuevo. Afortunadamente mi equipaje seguía donde lo dejé y lo más que sufrí fue el susto y caras raras de algunos pasajeros cuando me vieron entrar de nuevo allí. En fin... no podía terminar el viaje sin una cagada de estas tan mías, así que igual lo hice por eso, de manera instintiva.


¿Mereció la pena?
Por las películas en sí no mucho, ya que no pude ver todo lo que quería. De las que vi y todavía no conocía sólo me gustaron realmente The Chaser, Let the right one in y JCVD, aunque también es verdad que no fui muy asiduo de las salas esos días y que vi mucho menos de lo que tenía previsto (el dinero no daba para tanto y no tenía pase de prensa). No obstante, sí mereció la pena. Por conocer Sitges, por vivir la experiencia del Festival y por las personas que conocí allí. Y por esto:

Gracias si han llegado hasta aquí. Y disculpen mi prosa de cateto alucinado, si es que la encontraran.

6 oct 2008

El Postcine de Acción


Si no he posteado los últimos dos fines de semana no es porque un grupo de activistas universitarios me hayan secuestrado... simplemente estaba demasiado ocupado preparando mi viaje a Sitges. Si alguno de ustedes está por allí y reconoce mi barba no dude en acercarse y saludar. Será un placer.

Mientras tanto, les dejo con mi última aportación al periódico Crónicas de un Pueblo, en la que hablo de manera poco profunda pero apta para todos sobre la Nueva Era del Cine de Acción. Espero sus comentarios.

¿La imagen que encabeza estas líneas? El corazón artificial de Chev Chelios en Crank 2: High Voltage. Casi ná.
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Sin pretenderlo y de manera desapercibida, la versión de McG de LOS ÁNGELES DE CHARLIE (2000) sentó las bases para una nueva vía en el cine de acción: la del desenfreno y la exageración gratuitas en las que se sucedían escenas que antes sólo podrían ocurrir dentro de la ciencia-ficción (que es lo que justifica que sitúe a la película por delante de MATRIX en el ranking de las más influyentes para el tipo de cine del que hablo). Con su estructura episódica, su incesante y recargado acompañamiento musical y sus hipérboles visuales, aquella película proponía una nueva forma de entender las películas de acción en la que TODO era posible y no hacían falta coartadas fantásticas para justificar sus excesos. A veces ni siquiera humorísticas. Incluyendo la segunda parte de la cinta de McG, otras siguieron el camino (TRANSPORTER y secuela, la gigantesca CRANK, TORQUE y su chulesca exhibición de lo imposible, la velocidad y humor de SHOOT’EM UP… y pronto las nuevas entregas de Transporter y Crank, encabezadas por ese emblema de esta Nueva Era de la Acción que es Jason Statham) y terminaron por configurar unos postulados con influencias del videoclip, los tebeos y los videojuegos que hoy explotan y salpican todo en la inconmensurable WANTED (Timur Bekmambetov, 2008), adaptación de un cómic de Mark Millar y la mejor película del año hasta que se estrene JCVD (de la que les hablaré en su debido momento…). Poco entorpecida por sus escasas monsergas sobre el individualismo y el destino, lo que de verdad destaca de la película del ruso Bekmambetov es su voluntad circense a prueba de cabezas cuadradas que piensan que títulos como este sólo pueden ser disfrutados por cabezas huecas. Pero estos se equivocan: para regodearse a tope con WANTED, o con cualquiera de las que he citado, se requieren una inteligencia capaz de asimilar conceptos delirantes y cierta educación audiovisual que le lleven a uno a entender por qué en términos de acción EL CABALLERO OSCURO es basura y WANTED la panacea. Porque en honor a la verdad, los veinte primeros minutos de WANTED, con ese prólogo de ensueño y la persecución ditirámbica que sufren Angelina Jolie y James McAvoy, contienen más imaginación, energía, potencia y adrenalina que las dos horas y media del tostón de Batman. Pero no quiero ser rastrero: la cinta debería defenderse por sí misma sin tener que ser comparada con ningún otro estreno, pues en ella hay cualidades suficientes como para no vernos obligados a ejercer el agravio comparativo. Tampoco voy a perder mucho tiempo en justificar que si el cine es imagen en movimiento, WANTED es cine en estado puro, porque es de perogrullo. Baste con saber, a quien quiera y sepa entrar en el juego, que en esta película hay piruetas imposibles realizadas por coches molones, técnicas sorprendentes para hacer que la trayectoria de una bala se curve y alguien que salta muchos más metros de los humanamente posibles de un edificio a otro mientras dispara a sus enemigos y no erra un tiro. No es, desde luego, la vía pro-realismo seguida por el penúltimo James Bond, CASINO ROYALE, o la saga BOURNE, pero a mí me parece mucho más excitante. Y esto lo dice un enamorado del cine de acción de décadas pretéritas, pero hay que subirse al tren de la Nueva Era, siempre a punto de descarrilar y por ello tan intensamente divertido, antes que empezar a pudrirse en el andén de la nostalgia. Dos últimos apuntes: 1) en las primeras imágenes de rodaje de CRANK 2 aparece Jason Statham con un maquillaje grotesco, transformado en monstruo gigante que pelea contra otro similar en medio de un escenario de miniaturas, al más puro estilo Kaiju-eiga (las películas japonesas de monstruos como Godzilla); 2) McG, a quien citaba al comienzo del artículo, es el director de TERMINATOR SALVATION: THE FUTURE BEGINS, cuarta parte de la imperecedera saga. No hay más que decir. Bienvenidos al Postcine de Acción.