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12 jul 2009

'Pagafantas'


(Pagafantas. Borja Cobeaga. España. 2009. 80 minutos). El pasado 3 de Julio pensé que una buena forma de celebrar mi cumpleaños sería yendo al cine a ver esta película que asumo como un homenaje y un toque de atención hacia los mejores amigos gays heterosexuales como yo. Y como soy un suicida y un inconsciente, deslicé una invitación en un sms a la que ha estado a punto de ser mi Claudia particular de esta temporada (porque el buen pagafantas es un ser inagotable que va renovando su foco de sufrimiento cada cierto tiempo al reconocerse incapaz de ser correspondido, degenerando en un proceso acumulativo según el cual un clavo no saca a otro clavo, sino que lo hunde más y se adosa a los que han penetrado antes). No pudo ser. Y no por lo que piensan: ni siquiera tuve la oportunidad de ir solo, como finalmente sí hice hace dos días, encontrándome en una sala llena de parejas en la que sólo yo tenía el dudoso privilegio de no tener que compartir ningún reposabrazos. Casi mejor así, porque de haber llevado a cabo mi impulso inicial probablemente habría explotado de vergüenza en el cine, como Buda. Y es que si el pagafantismo fuera una carrera, yo sería Doctor Honoris Causa. Si fuera un arte marcial yo sería Cinturón Negro Décimo Dan. Pero no se equivoquen, que no me hago el guay: ser pagafantas no tiene ni puta gracia. No así ver sufrir a uno de ellos... y ahí es donde la película de Cobeaga triunfa.

Como mandan las leyes de la comedia, Pagafantas parte de una situación nada agradable para el protagonista: Chema se convierte, en contra de su voluntad, en el mejor amigo de la chica de la que está enamorado. Y sobre esa premisa dolorosamente reconocible Cobeaga construye ochenta minutos de eficiente, sencillo e hilarante cine en los que, para bien, no disimula sus orígenes en los mundos del cortometraje y la televisión. La aportación chanante es anecdótica, pero el arsenal cómico es apabullante: desde los recursos más básicos de tropezones y tartazos hasta los más sutiles (cierta frase sobre las tradiciones vascas), pasando por equívocos verbales ingeniosos y generacionales (¡"Los héroes del zodiaco"!) y una trama secundaria, la que incumbe a Óscar Ladoire y Kiti Manver, con mucha chicha y que funciona como un reflejo proyectado hacia el futuro de la línea argumental principal con la que se retroalimenta. Todo esto rematado con unos interludios didácticos que no hacen otra cosa que potenciar la mezcla de cachondeo y patetismo que impregna la película, que culmina con un final doble y doblemente amargo y valiente, con el que no se atrevió Nicolás López en Promedio rojo (título que es a mi adolescencia lo que Pagafantas a mi estado actual).

Ahora bien, si a mí Pagafantas me llega tanto es por motivos puramente extracinematográficos, así que es innecesario seguir intentando desglosar sus virtudes desde un punto de vista analítico. Mejor vayan a verla y luego me cuentan.

1 comentario:

Beatriz dijo...

¿Qué te pareció la última vez que la viste? XD