Hablar de consolidación de un festival de cine cuando sólo se encuentra en su segundo año de existencia es, cuando menos, algo arriesgado. Sin embargo, en el caso del Fanter Film Festival, celebrado en Cáceres del 13 al 15 de Abril, sí que se puede hablar de un salto de gigante con respecto a su primera edición, tanto en lo relativo a las mejoras técnicas como a la afluencia de público.
Me quejaba, con respecto a lo experimentado el año pasado (en un post que pueden leer
aquí), de la precariedad audiovisual con la que habían sido proyectadas las películas que formaban parte de la programación del primer Fanter. Esta segunda edición ha traído consigo un cambio de sala (el Centro Cultural Capitol) que ha posibilitado la exhibición digital de las cintas seleccionadas, con una calidad de imagen y sonido que nada tienen que ver con la que tuvimos que padecer la vez anterior. El aforo también se ha visto incrementado notablemente hasta las más de cuatrocientas butacas, algo que en determinados momentos no pudo dar abasto con las colas que se formaron en la calle para conseguir alguno de los asientos. Recordemos que todas las cintas han sido proyectadas de manera gratuita y que, además, se regalaba agua y palomitas a los asistentes. Por si eso fuera poco, en cada pase el público recibía un número con su entrada que luego serviría para un sorteo de premios el último día del festival. No es de extrañar que la respuesta de los habitantes de la ciudad y de alrededores (como nosotros, que nos desplazamos desde Badajoz) fuera tan positiva, hasta tal punto que se repartieron más de tres mil entradas durante los tres días... una cifra que casi triplica la del año pasado. No faltaron tampoco los concursos de cortos profesionales, cortos amateurs y relatos, promovidos desde la página web que organiza el festival,
Abandomoviez. Lo que sigue es una crónica de las películas que se pudieron disfrutar durante este terrorífico fin de semana:
Viernes 13
Aunque el hecho de comenzar en un viernes 13 habría sido un buen motivo para rescatar alguno de los clásicos protagonizados por el personaje de Jason Voorhees, no se puede decir que arrancar con Alta tensión (Haute tension. Alexandre Aja, 2003) sea una mala manera de comenzar la fiesta. Y menos cuando delante de la película se proyecta un cortometraje tan intenso, violento y divertido como Leyenda (Pau Teixidor, 2011). El trabajo de Teixidor se alzó con el primer premio al mejor corto profesional, y no es para menos. Este terrorífico acercamiento a los cuentos infantiles destila un sentido del humor, una calidad técnica y una capacidad para dejar con la boca abierta al público realmente impresionantes, por lo cual su premio fue más que merecido. En cuanto a la película de Alexandre Aja, poco queda por decir de lo que se ha convertido ya en un clásico moderno, una de las cintas que dieron impulso al impactante nuevo cine de terror francés y un festival para los amantes del gore. Los artesanales efectos especiales de Giannetto de Rossi dan lustre a un largometraje que se ve también reforzado por su falta de concesiones a la hora de deshacerse de los personajes. Sólo se le puede reprochar algo: un giro final que sorprende al instante pero que deja en evidencia varios agujeros de guión si nos detenemos a analizar la película con calma.
Con la segunda sesión se reincidía en la interesante tendencia de agrupar cortometrajes y películas siguiendo una inteligente asociación temática o estética, algo que sería la tónica a seguir durante casi todos los pases. Así, después del gore desbocado le tocaba el turno al terror subjetivo. El ganador del segundo premio al mejor cortometraje profesional sirvió de aperitivo:
El escondite (Andrés Curbelo Bacino, Pablo FC Gómez, 2011) muestra a dos niños jugando, con la peculiaridad de que la hermana mayor obliga al pequeño a colocarse un casco con una cámara para grabarlo todo. Si ya la premisa es gratuita, después viene lo peor: una sucesión de planos mareantes en los que la cámara nos muestra los distintos rincones de la casa hasta que, al fin, el niño sube al desván y aparece un monstruo escondido dentro del armario. Este último minuto es lo que separa la apariencia del cortometraje del ámbito de lo amateur de lo profesional, ya que está muy bien logrado mediante infografía. Por lo demás, es bastante tedioso y, en mi opinión, indigno del segundo premio. Algo así sucede con
Troll hunter (
Trolljegeren. Andre Ovredal, 2010), película de impresionantes efectos especiales que funciona a las mil maravillas cuando estos entran en juego, mostrando a realistas trolls que interactúan en perfecta armonía con su entorno, pero que no sabe desarrollar una historia ni enganchar al espectador cuando los monstruos desaparecen de la pantalla. No en vano, las opiniones que se escuchaban en las colas del día siguiente mostraban cierto descontento con la cinta. Ignoro cuál fue la reacción durante el pase: como ya había visto la película y no era especialmente de mi agrado, aproveché para dar buena cuenta de un bocadillo de
patatera y relajarme junto a mi pareja en una tetería. No me odien, soy humano.
Volviendo al festival, hay que destacar otra tendencia, aunque esta no tan afortunada como la anterior: la de seleccionar cortos que, irónicamente, resultaban demasiado largos. Es lo que ocurre con
Jugando con la muerte (Paul Urkijo Alijo, 2010), una pieza que se acerca peligrosamente a los veinte minutos de duración y que es una buena muestra del mal que afecta a algunos cortometrajistas: esa vocación frustrada de filmar un largometraje y que desemboca en cortos alargados que vienen a ser un quiero y no puedo a muchos niveles. También se le va la mano con la duración a
Encontré al diablo (
I saw the devil / Akmareul boatda. Kim-Jee Woon, 2010), aunque en este caso se podría decir que ese es prácticamente su único defecto, ya que aparte del metraje un tanto desorbitado (cercano a las dos horas y veinte minutos) no hay nada que objetar a esta inquietante cinta coreana que cuenta con una historia potente, unas interpretaciones de lujo y una energía narrativa que impide la aparición del aburrimiento o el cansancio en el espectador. Sus escenas de humor negro y bestia y su utilización del gore son únicamente alicientes extras para un drama de venganzas desolador e implacable que funcionaría bien incluso sin esos momentos explosivos. Fue una manera inmejorable de terminar el primer día del Fanter 2012.
Sábado 14
Ahora toca un pequeño tirón de orejas a la organización del festival: cinco películas son demasiadas para verlas seguidas, especialmente si cuatro de ellas van precedidas de otros tantos cortometrajes y estos no son especialmente breves. Tampoco ayuda el hecho de que la última de ellas diera comienzo pasadas las dos de la madrugada, así que se hizo imprescindible seleccionar y descartar algunas de ellas. Esto explica que me perdiera la proyección del corto La última víctima (Ángel Gómez Hernández, 2011), segundo trabajo del hijo del interesante escritor Ángel Gómez Rivero, aquí también co-guionista. Su premisa anunciaba una prometedora muestra de cine de terror y acción supervivencialista, algo a priori bastante apetecible. No tan llamativa parecía Pánico (Hush. Mark Tonderai, 2009), a pesar de que las críticas que había leído eran bastante halagüeñas. Sin embargo, algo me hacía sospechar que esta cinta de suspense británica era una buena opción para descartar en una agenda apretada... y, habiendo visto después la película en casa, he de decir que no me equivocaba: Pánico pretende ser un ejercicio de tensión sostenida en el que un personaje sufre lo impensable para encontrar a su novia desparecida en una gasolinera, pero la trama no está desarrollada lo suficientemente bien como para que sintamos un mínimo de implicación con el personaje, presentando secundarios de los que no sabemos nada y que desaparecen de la historia sin ninguna repercusión y culminando con un final chapucero y risible que me obliga a pensar en cómo es posible que a alguien le pueda gustar algo así, sobre todo teniendo en cuenta precedentes ilustres (y no tan ilustres) que con estos mismos mimbres (la mezcla de road-movie con terror y suspense) habían logrado mucho más.
La tarde comenzó entonces para quien suscribe con lo que podríamos denominar "la sesión cerda" del Fanter, a tenor de cómo brilló la escatología tanto en el corto como en la película que se proyectaron a partir de las 19:30h. La cuerda (Pablo Sola, 2011) es un trabajo que pone en un serio aprieto a los espectadores de estómagos más sensibles: su argumento gira en torno a Javier, un joven que parece sufrir el Síndrome de Diógenes y que un día descubre una cuerda que sale de su taza del water. Intrigado por su procedencia, el protagonista comienza a tirar de la cuerda esperando encontrar el final de la misma y saciar su curiosidad. Con una utilización constante de conceptos grotescos y vomitivos, además de una sinopsis que se queda en la simple idea pero que no puede ir mucho más allá, el cortometraje encuentra su valía en su lograda estética retro y su soterrado sentido del humor, aunque es algo incómodo para la mayoría de los espectadores. Asimismo lo fue Storm warning (Jamie Blanks, 2007), película que exhibe también una buena ración de imágenes e ideas de mal gusto pero que, sorprendentemente, consigue romper la mala imagen que se labra durante sus primeros minutos para convertirse en una Serie B de terror de la vieja escuela totalmente disfrutable, con ecos del primer Tobe Hooper y claros apuntes sexploitation. Lo mejor de todo está en esa familia de psicópatas plagada de perversiones y en la poco sutil utilización del cuerpo de Nadia Farès como reclamo para el público masculino.
Y de la sesión cerda pasamos a la sesión adolescente, ya que los siguientes títulos exhibidos venían cargados de acné y energía juvenil.
Cargols! (Geoffrey Cowper, 2011), aunque por momentos parezca un anuncio de Estrella Damm, demuestra un amor total por las
monster-movies y por el cine
teenager de los años ochenta, mostrando en lujoso formato panorámico cómo se enfrentan unos jóvenes al ataque de unos caracoles gigantescos. Y, en medio de todo ello, una inocente historia de amor. El público rió a carcajadas y aplaudió la propuesta, como también hizo con la que considero la mejor película del festival,
Attack the block (Joe Cornish, 2011). No tengo mucho que añadir a lo que ya escribí sobre ella en el momento de su estreno, salvo remarcar el placer que supuso verla de nuevo en una sala abarrotada, rodeado de unos espectadores totalmente entregados y participativos. Ya van tres visionados y cada vez me parece una cinta más redonda e imperecedera, por lo cual no me tiembla el pulso a la hora de calificarla de obra maestra del cine fantástico reciente.
Antes de que flaquearan las fuerzas, todavía quedaba fuelle para una sesión más, aunque el resultado de la misma no fuera especialmente memorable. Todos los hombres se llaman Robert (Tous les hommes s'appellent Robert. Marc-Henri Boulier, 2010) tiene la ventaja de ser un cortometraje conciso, de duración ajustada, y que no pretende estirar un argumento que es en realidad un simple chiste, una idea loca que puede arrancar risas de nerviosismo y de sorpresa al mismo tiempo. Es algo intencionado. Sin embargo, no se puede decir lo mismo de Bajo cero (Frozen. Adam Green, 2010), una película que pretende angustiar al espectador con una situación límite y que, involuntariamente, provoca algunas carcajadas ante lo inverosímil de algunos de los actos de sus protagonistas y, especialmente, de sus lamentables interpretaciones. Que una película tenga que sustentarse sobre los hombros de tres actores durante ochenta minutos y que dos de esos actores sean penosos no es, desde luego, una buena manera de alcanzar los objetivos marcados. Pese a todo, hay que reconocer que como sencillo entretenimiento la película cumple su cometido, siempre que no pretendamos hallar en ella más de lo que hay.
Hablando en plata, hay que decir que a estas alturas de la noche ya nos dolía el culo de estar sentados en la Sala Capitol, así que optamos por irnos a descansar y dejar pasar la oportunidad de ver A l'interieur (Alexandre Bustillo, Julien Maury, 2007) en pantalla grande. Aunque no me arrepienta de ello, habría sido interesante comprobar cómo reaccionaban algunos espectadores ante la película más bestia, contundente y atrevida del Fanter, una de las cumbres de la nueva ola de terror francés que, partiendo de un argumento mínimo, construye un agobiante relato de horror malsano prolijo en imágenes turbadoras y dignas de la peor pesadilla. Muy lejos del gore festivo de otras propuestas, A l'interieur es uno de esos trabajos de los que cuesta reponerse, de los que provocan una sensación de malestar que puede durar horas. Hay que aplaudir a la organización del Fanter por atreverse a exhibir un título que no ha contado con distribución en nuestro país, ni siquiera en circuitos domésticos.
Domingo 15
El último día del festival acogió, siguiendo la tradición, un pase cinematográfico destinado a los más pequeños y, al mismo tiempo, a los amantes de la animación japonesa. También a los que se habían acostado temprano la noche anterior, caso que no fue el nuestro. Arrietty y el mundo de los diminutos (Karigurashi no Arietti. Hiromasa Yonebayashi, 2010) es la adaptación que el Studio Ghibli ha hecho del libro The Borrowers de Mary Norton, con una estética plenamente deudora del trabajo de Hayao Miyazaki (productor y guionista del invento) pero carente de la intensidad dramática, de la épica y de la carga emotiva de los trabajos del maestro japonés. Así, la cinta funciona a medio gas y está por debajo de los títulos más famosos de Ghibli, aunque no sea tampoco desdeñable en absoluto.
La última película proyectada en el Fanter 2 fue algo radicalmente distinto: Carne cruda (Tirso Calero, 2011) es una comedia salpicada de sexo y vísceras destinada a un público adulto y predispuesto al cachondeo. Lo previsible es justo eso, que apele a nuestros bajos instintos de manera poco elegante, que acuda al chiste y que sea estéticamente pobre (la falta de dinero obliga... aunque hay que decir que la puesta en escena de Tirso Calero tampoco ayuda demasiado en algunos momentos, especialmente en el apagado clímax final). La sorpresa está en una interpretación bastante notable de Canco Rodríguez, en las apariciones estelares de Nacho Vigalondo o el amigo Diego Arjona y, sobre todo, en un poso amargo que está a punto de convertir la película en una tragedia sobre las adicciones y cierto tipo de vampirismo. No sé si se debió al hecho de que después de la película se procediera a la entrega de premios, pero la cuestión es que Carne cruda contó con una sala llena hasta la bandera y que el propio Tirso Calero, que acudió a Cáceres a presentar la cinta, pudo comprobar de primera mano cómo el público se lo pasaba bien con su propuesta, riendo y aplaudiendo en los momentos en los que la película se lo merecía. Y es que, si bien es cierto que la cinta no puede escapar de cierta cutrez y de avanzar a trompicones, consigue alejarse de la caspa consciente e infantil que me temía, por lo que puedo decir que, hasta cierto punto, me sorprendió gratamente.
Tras la película dio comienzo la entrega de premios. Primero se anunciaron los ganadores del concurso de relatos: Secretos de Jose A. García y Legión de Gema del Prado. Servidor no tuvo suerte, aunque puedo sentirme satisfecho de que los dos trabajos que envié quedaran entre los finalistas.
Después llegó el turno de los ganadores del concurso de cortos amateurs. En la
página web del festival pueden ver los trabajos que entraban en competición. A falta de verlos todos, me voy a limitar a comentar únicamente los que se llevaron premio. El segundo puesto fue para
Ciodor (Alberto Campón, 2012). Me cuesta expresarme al respecto sin resultar desagradable, pero... a ver cómo lo digo... el corto me parece un desastre. No voy a poner en duda la buena intención de sus responsables (incluso conozco en persona a uno de ellos), ni sus ganas de plasmar sus ideas en imágenes ni de trabajar en el audiovisual, pero es que el corto resulta soporífero y, lo peor de todo, risible. Especialmente porque se toma demasiado en serio a sí mismo (se abre con una cita de Aleister Crowley, nada menos) y no cuenta ni con medios materiales, ni artísticos ni narrativos para plasmar con un mínimo de credibilidad aquello que quiere transmitir (un acercamiento a la maldad a través de un pacto con el diablo... o algo así). Que en un momento de (teórica) máxima tensión el director opte por utilizar salsa de tomate como sangre dice mucho de la torpeza de la propuesta: en una obra de carácter paródico o humorístico esto quedaría como un chiste más; en un corto pretencioso como
Ciodor sólo es una muestra más de dejadez. Que el público estallara en carcajadas durante esa escena no es buena señal, creedme. Sólo el hecho de estar rodado en la Cáceres nocturna le aporta algo de interés.
El primer premio fue para
No es país para zombies (Andoni Garrido, 2011), mejor que el anterior, más consciente de sus limitaciones y más divertido, pero tampoco perfecto. Siendo justo, tan imperfecto como es casi cualquier trabajo amateur, donde las ganas de aprender, de divertirse y de jugar a ser directores de cine tienen más protagonismo que las habilidades detrás (y delante) de la cámara. Como debe ser, por otro lado. Aunque es cierto que a
No es país para zombies le pesan demasiado sus estigmas de producto de alumnos de Comunicación Audiovisual (y sé de lo que hablo porque soy uno de ellos). Así, el corto peca de exceso de duración (otra vez el síndrome de
"quiero hacer una película pero no me llega la pasta para rodar noventa minutos"), pero sobre todo de algo peor, teniendo en cuenta que se está llevando un premio en un festival de cine fantástico y de terror: da la sensación de que a sus autores el género no les importa demasiado y dejan bien claro que sus referentes no son Fulci o Romero, sino los hermanos Coen, Tarantino y, oh, dios, Stanley Kubrick. Aún así, hay que destacar que
No es país para zombies tiene gracia y que sus responsables saben cómo manejar los resortes cómicos con bastante pericia.
Tras esto se entregaron los premios a los mejores cortometrajes profesionales (de los que ya he hablado anteriormente) y algunos afortunados asistentes se llevaron a casa películas, camisetas y hasta una tablet, gracias a que la suerte estuvo de su lado durante el sorteo final.
Yo volví a casa con las manos vacías, pero con la sensación de haber pasado tres días en mi salsa, haciendo lo que me gusta, que es ver películas con las que disfrutar y de las que luego hablar aquí.
Una vez más, mi enhorabuena al equipo de Abandomoviez por el éxito que han obtenido con esta segunda edición de su Fanter y, en especial, mostrar mi agradecimiento a dos personas: a Pablo Carrero, director del festival, por su amabilidad y simpatía; y a ti, Bea, por invitarme, acompañarme y disfrutar conmigo de estas locuras. Contigo todo es mejor. Palabra.