Me van a permitir un post personal.
Hace unos días una compañera de trabajo me preguntaba “¿Cuánto tiempo hace que acabaste la carrera?”. Esta era una pregunta que me solía molestar, me ponía nervioso porque me hacía recordar mi fracaso, el tiempo y dinero que invertí en aire, pero me limité a contestar “Bueno, de hecho… no la acabé” de manera algo irónica y con simpatía hacia la muchacha, que no había tenido ninguna mala intención al hacer su pregunta. Horas después me reencontré con una chica con la que coincidí en un curso de diseño web y me dijo “¿Sabes qué? Ya he acabado la carrera, ayer me dieron la última nota.” El sitio donde me la encontré era muy esclarecedor: estaba esperando a que le confirmaran si entraba a trabajar de teleoperadora en la misma empresa en la que yo llevo seis meses, aunque en diferentes campañas; ella será comercial para una empresa de electricidad, mientras que yo curro en el departamento de asistencia técnica de una compañía de telecomunicaciones. Ella ha acabado Comunicación Audiovisual, ha participado en varios cortos profesionales y algún piloto para televisión. Yo no acabé la carrera y solo he filmado cortos de categoría amateur. Pero ambos hemos tenido que pelearnos para entrar a trabajar en el mismo sitio junto a muchos otros licenciados y gente que ni siquiera tuvo la oportunidad (o las ganas) de pisar un campus. ¿Qué sentido tiene mi carrera cuando veo que la mayoría de la gente que se gradúa tiene que optar a trabajos que puede ejercer alguien que no finalizó sus estudios? Entonces me acordé de esto que decía Kanye West en School Spirit, del album The College Dropout: “Told 'em I finished school, and I started my own business. They say, 'Oh you graduated?' No, I decided I was finished’.”
No quiero que esto suene como el lamento de quien no consiguió sus objetivos, pero la Universidad es una mierda. O, al menos, la carrera que en maldita hora escogí como única posibilidad entre el amplio abanico de opciones que se nos presentaban a los que salimos victoriosos del bachillerato, con notazas que nos permitían escoger cualquiera de las vías académicas que nos diera la gana. Yo, en efecto, como muchos otros que dedicamos horas a esto de los blogs de cine, soy alguien que en un momento de su vida soñó que podía hacer películas. Para ello, la opción de estudiar la entonces recién estrenada en mi comunidad carrera de Comunicación Audiovisual se presentaba como el mejor camino. Pero la cosa no tardó mucho en torcerse cuando nada más empezar, en las presentaciones, algún profesor dijo algo así: “Vamos a quedar las cosas claras: si alguien pretende hacer cine se ha equivocado de carrera.” Eso me dejó el culo torcido, lógicamente, aunque ahora entiendo que no era más que la sentencia ensayada frente al espejo por alguien que seguramente ejerce la docencia porque no ha tenido la suerte, o la capacidad, de dedicarse profesionalmente a eso que decía que nosotros jamás conseguiríamos hacer. Tampoco mejoró mucho la situación cuando otro profesor nos reprochaba a una compañera (fan de Russ Meyer, la blaxploitation, el gore y los Backyard Babies… imagínense: me volví loco por ella, aunque me temo que nunca lo supo) y a mí que dijéramos en voz alta que ‘Ciudadano Kane’ estaba muy bien hecha pero era un coñazo. Este tipo, que sin duda sabía mucho de TODO porque siempre estaba hablando de Kandinsky y de la Gestalt, se pasaba las horas recordando lo importante que era nuestro background cultural, pero luego no sabía quién era John Badham. Creo que ese fue, ya en las primeras semanas, uno de los indicios que me deberían haber hecho saber que estaba en un lugar equivocado: hablando del cine popular, el profesor citó a ‘Fiebre del sábado noche’, mientras que más tarde salió el tema de las películas narradas en tiempo real y uno de los alumnos mencionó ‘A la hora señalada’ calificándola de “ película malilla, pero curiosa porque transcurría el mismo tiempo en la pantalla de lo que duraba la película”. Nadie, ningún compañero, ni el profesor, acertaban a recordar el nombre del director de la primera ni tampoco el de la segunda, ignorando que ambos eran el mismo. Yo me callé como una puta porque no quería destacar. Bastante tenía con llevar el pelo azul por aquella época.
Situaciones como esa hubo varias, aunque el primer año fue cuando más me impactaron. Luego me acostumbraría a ver que estaba rodeado de monos, drogadictos y pijas que aprobaban porque tenían buena capacidad retentiva o porque eran diestros en el arte del chuletismo, a pesar de que no tenían ni puta idea de casi nada. Había excepciones, claro, incluyendo un grupo de gente a la que todavía aprecio y a algunos (pocos) profesores, que son los que me animaron a aguantar hasta llegar al último curso y graduarme (porque sí, hice la graduación, tengo mi foto de licenciado, mi orla colgada en mi habitación... pero del título no hay ni rastro). Pero el primer año, como decía… era una mina de declaraciones estúpidas hechas por gente que se había matriculado en la carrera porque era nueva en Badajoz, estaba de moda y era “así como guay y eso”. Ejemplo: en plena fiebre de ‘Tigre & Dragón’, un iluminado dijo a varios metros de mí que era “como una mezcla entre ‘El último emperador’ y ‘Matrix’”. A la gente de Fotogramas le debió hacer gracia también la frase, porque la envié al consultorio y me la publicaron. Para compensar un poco el desastre, empecé a explicar a unas chicas que estaban presentes que la opinión de ese tipo era un poco desafortunada, que ‘Matrix’ no había inventado el kung-fu, les hablé sobre Yuen-woo Ping, su larga trayectoria y blablabla… como si con eso interesara a alguien o me sirviera para ligar. Tse.
Me ganaré enemigos y perderé probablemente a los pocos que se acuerden de mí, pero lo digo clarinete: la carrera de Comunicación Audiovisual, y me temo que la Universidad en general (o Hunibersidad, que diría Mario Vírico), no tiene nada que ver con la imaginación, la pericia o el talento. Ni siquiera con la sabiduría. No sirve para aprender, sino que (salvo excepciones, repito, que no quiero que ningún amigo licenciado se mosquee) es un mero tránsito burocrático para enchufados, mediocres o gente sin oportunidades que no puede hacer otra cosa que dejarse la vida encima de un escritorio y los ojos sobre la tinta con la que imprimen sus chuletas con el número de fuente en el 1. Todo dependerá de cómo lo viva cada uno, claro, pero si me preguntan a mí les diré que casi todo fue una mierda. Igual otro día les hablo de las cosas buenas, pero ahora no me apetece. Por cierto, ¿qué pensaría Platón de todo esto?