Hace seis meses, cuando les enlazaba el homenaje que Sergio Colmenar, Noel Ceballos, Mario Vírico y yo habíamos realizado a Patrick Swayze, decía que no tenían que esperar a llorarle y que debían celebrarle en vida. El mensaje sigue vigente, a pesar de que Patrick haya abandonado el plano físico y pase a engrosar la lista de fatídicos obituarios de este apocalíptico 2009.
Inevitablemente, algo se ha roto dentro de mí cuando esta mañana mi madre me llamaba por teléfono y, entre lágrimas, me comunicaba la noticia. El sueño de su vida, conocerle y expresarle toda su admiración, su amor inquebrantable, su seguimiento incondicional, se esfumaba definitivamente tras un proceso agónico en el que veía cómo se desvanecía de manera irreversible. Y eso me entristece y me enfurece, aún a sabiendas de que es algo irracional, porque nadie ha podido hacer nada por evitarlo. Pero también me da fuerzas para revisitar la colección de mi madre, sus películas, sus revistas, sus posters, sus recortes... todo el material que ha ido recopilando sobre Patrick Swayze desde que tengo uso de memoria, convirtiéndose en un ritual que no ha remitido con los años y que acabé compartiendo plenamente con ella, convirtiéndose en un nexo materno-filial indeleble y bello que hoy se refuerza y cobra más sentido que nunca. Patrick seguirá siempre vivo en mi casa, bailando sucio, segando gargantas, buscando la gran ola... despidiéndose entre una bruma fantasmal para volver una y otra vez, y otra, siempre que queramos.
Inevitablemente, algo se ha roto dentro de mí cuando esta mañana mi madre me llamaba por teléfono y, entre lágrimas, me comunicaba la noticia. El sueño de su vida, conocerle y expresarle toda su admiración, su amor inquebrantable, su seguimiento incondicional, se esfumaba definitivamente tras un proceso agónico en el que veía cómo se desvanecía de manera irreversible. Y eso me entristece y me enfurece, aún a sabiendas de que es algo irracional, porque nadie ha podido hacer nada por evitarlo. Pero también me da fuerzas para revisitar la colección de mi madre, sus películas, sus revistas, sus posters, sus recortes... todo el material que ha ido recopilando sobre Patrick Swayze desde que tengo uso de memoria, convirtiéndose en un ritual que no ha remitido con los años y que acabé compartiendo plenamente con ella, convirtiéndose en un nexo materno-filial indeleble y bello que hoy se refuerza y cobra más sentido que nunca. Patrick seguirá siempre vivo en mi casa, bailando sucio, segando gargantas, buscando la gran ola... despidiéndose entre una bruma fantasmal para volver una y otra vez, y otra, siempre que queramos.