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17 oct 2009

'Malditos Bastardos'

(Inglorious Basterds. Quentin Tarantino. EEUU/Alemania. 2009. 153 minutos). Considerar Malditos Bastardos como una estafa ha sido lo más común desde que se estrenó la película, pero estaríamos obviando un detalle importante: Tarantino construye su cine a base de retales que extrae de manera indiscriminada de toda la ponzoña que lleva dentro de su cabeza y, en su microcosmos de referencias heterogéneas pero siempre de raigambre bé y zeta, ha dejado influenciarse por otra de las características de este tipo de cine, algo que antaño nos enojaba y ahora encumbramos como uno de los pilares en los que se sostiene nuestra nostalgia audiovisual. Hablo de dar gato por liebre. Recuerden esas carátulas de videoclub en las que la hipérbole hecha dibujo nos epataba y en las que, indefectiblemente, los músculos del protagonista siempre eran más gruesos, las chicas más guapas y las explosiones más grandes que en la realidad que nos devolvía la cinta al pulsar el Play. Era una putada, pero era parte del juego. Tarantino no ha mentido en los carteles promocionales de Malditos Bastardos, pero ha ido más lejos todavía y ha construido un mundo de expectativas visuales, genéricas y argumentales que no se cumplen y que se plantean desde el mismo título. Los Malditos Bastardos, con Brad Pitt en cabeza, son el reclamo publicitario sobre el que se sustenta toda la promoción, pero Tarantino les utiliza del mismo modo en que Joseph Lai usaba a Richard Harrison: aparte de servir de punch, aparecen sólo en algunas secuencias y se mueven por una trama que transcurre paralela a la principal (aquí, las motivaciones de Soshanna, su historia de venganza por encima de la Historia) con la que no tiene por qué cruzarse, aunque en este caso sí que convergen ambas vías en un Capítulo 5 de una belleza y una ejecución técnica incuestionables. Porque, y esto es lo que separa a los cabezones intransigentes de los sagaces, lo que cuenta al fin y al cabo es que la cosa funcione. Y Malditos Bastardos, por mucho que se aleje de lo que se esperaba de ella, no da gato por liebre, sino que a cambio nos ofrece otra liebre distinta a la que todos queríamos dar caza y que no por ello deja de resultar igual de jugosa.


Decía el acomodador a la salida del cine: "no se ven películas como ésta todos los días, ¿eh?". Y en esa frase está la clave: independientemente de lo mucho o poco que se acerque a nuestras expectativas, Malditos Bastardos, como todo lo que ha estrenado Tarantino después de Reservoir Dogs, ha sido la película ineludible de la temporada, el Quijote de este otoño, el anti-blockbuster de visión obligada. Es, en definitiva, una bella contradicción: una película de guerra sin escenas bélicas, protagonizada por un comando de soldados que resultan ser secundarios, que bebe más del western que de las historias de la II Guerra Mundial y que, a pesar de su extensa duración, sólo está compuesta por un puñado de secuencias (casi una por capítulo de los cinco que forman su estructura). Pero su validez, como viene siendo habitual en Quentin, va mucho más allá del catálogo de referencias atinadas (esas que a usted le hacen sentir más inteligente que a sus compañeros de butaca) que se intenta justificar como único mérito de su filmografía. Lo poderoso de Tarantino y de Malditos Bastardos es su perversa inteligencia, el ir siempre por delante de las previsiones del público para machacarlas mientras le acaricia el lomo con un par de guiños complacientes, su didactismo cinematográfico (no sólo porque fomenta el descubrimiento de las piezas que componen el corpus referencial de Tarantino, sino porque es una película que habla más del poder de las imágenes y los iconos que del contexto histórico que la enmarca) y su capacidad para crear tensión desde la nada estirando las situaciones dramáticas al máximo para culminar siempre con una explosión de eficacia visual y narrativa, aunque a veces corra el riesgo de propasarse prolongando determinados momentos hasta rozar levemente el hastío, lo que supone el único hándicap real de la película más allá de nuestras injustas preconcepciones. Así que uno no debe entrar en el juego de si es la mejor o peor película de Tarantino o en qué posición del ranking estaría, de si es mejor o peor de lo que esperábamos sólo por ser diferente, porque estaríamos haciendo un esfuerzo en vano que nos alejaría de lo que realmente importa: Malditos Bastardos contiene toda la audacia, riqueza audiovisual e intensidad dramática que cabía exigirle. Y además, violencia y carcajadas. ¿De qué nos quejamos?

6 comentarios:

JUAN dijo...

Esta la vi en cines , supongo que el que unos imbeciles no pararan de hablar durante parte de la peli me fastidio bastante y me puso de mal humor , eso me hizo no poder estar tan atento como quisera y no enterarme bien asi que sali un poco con cara de tonto , y no me gusto mucho(posiblemente por no oirla).

Saludos

Antonio Sánchez dijo...

independientemente de la crítica, pues soy mierda y todavía no he visto la peli, cada vez me gusta más como escribes.saludos

B dijo...

He visto la película y me parece una obra maestra con pocos precedentes. Merecedora de cualquier reconocimiento cinematográfico. Un saludo

Rui dijo...

Completamente de acuerdo con tu crítica.
Es bueno volverte a ver escribir.

Pedro José Tena dijo...

Juan, tienes que volver a ver la película. Se apoya en los diálogos, así que si tenías a unos cuantos tontacos dando la lata a tu alrededor es normal que no te enteraras de nada.

Antonio, no eres un mierda por no haber visto la peli aún, hombre. Lo que pasa es que yo a veces soy un puto ansia y en este caso estaba en la primera sesión del día del estreno. Pero no es lo habitual.

B, no soy tan optimista con la película como es usted, pero entiendo el entusiasmo.

Rui, gracias. La próxima vez te llevas a Antonio y a Ana. ;)

Sergio Aguilar Molina dijo...

La escena inicial, con el largo diálogo entre Landa y el campesino francés está muy bien, interesa, hace que estemos pendientes, alertados, esperando un momento cumbre que tarda en llegar, pero al que el diálogo va a apuntando sin tregua: es soportable porque estás fresco, has acabado de empezar a ver la película y bueno, esperas mucho de ella.
Lo malo es cuando a lo largo de la película los diálogos siguen y siguen siendo largos, a veces llegando al punto de causar cierta preocupación sobre si la interesante (o a veces no tanto) conversación que mantienen acabará o no alguna vez: ¡soy un impaciente!
En cuanto a las dos tramas separadas y que convergen en una orgía final de sangre y fuego me parece un recurso conseguido y logrado.
La película no me ha decepcionado para nada, aunque como ya digo, los diálogos me parecieron de una duración exagerada en bastantes momentos, pese a no perder detalle de ellos.