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3 nov 2009

'¿Estamos muertos o... qué?'

(Dead Heat. Mark Goldblatt. EEUU. 1988. 83 minutos). En 1950 Rudolph Maté dirigía una trepidante y tardía film-noir titulada D.O.A. (Death on arrival). En ella, Frank Bigelow (Edmond O'Brien) acude a la comisaría de policía para informar sobre un asesinato: el suyo. Después de ese impactante comienzo, la historia retrocede hasta 24 horas antes, cuando Bigelow conoce que ha sido envenenado con una sustancia sin antídoto y decide emplear las horas que le quedan de vida para averiguar quién está detrás de su muerte. Si no la han visto y les suena el argumento no será tanto por el remake que en 1988 protagonizaron Dennis Quaid y Meg Ryan, que está más que olvidado, como por el hecho de que esa base argumental es muy similar a la utilizada en Crank. No obstante, en ese 1988 se estrenaba también una película que, sin ser una nueva versión de la cinta de Maté, utilizaba al clásico de los cincuenta como un claro referente: ¿Estamos muertos o... qué? (traducción libre del original Dead Heat que, para variar, se adecua más al espíritu de la película que el más serio título original), con la que debutaba como director de cine el justamente reputado montador Mark Goldblatt, curtido en la factoría Corman y responsable de la edición de, entre muchas otras, Terminator, El último boy-scout, Mentiras arriesgadas o la reciente G-Force. Una lástima que la filmografía como director de Goldblatt se ciña a tan sólo dos títulos, el que nos ocupa y aquella disfrutable versión de The Punisher que protagonizó Dolph Lundgren en 1989, ya que en ambas demostró cierta pericia para conjugar las set-pieces de acción con momentos tragicómicos, un acercamiento frontal y desprejuiciado a una violencia gráfica pero totalmente inofensiva, así como un estilo (o falta del mismo) menos contaminado por el videoclip de lo que era habitual en esa época y que nos hace pensar que podría haber sido un Jan De Bont más hábil o un Craig R. Baxley no confinado al circuito televisivo, pero con un ojo puesto sobre el cine negro del Hollywood clásico.

En Dead Heat tenemos estas características bien reflejadas: por un lado una adscripción a las buddy-movies ochenteras, con dos policías de distinto carácter (aunque aquí Treat Williams y Joe Piscopo son amigos desde antes que comience la historia) intentando resolver una trama de atracos y asesinatos a golpe de tiroteos imparables, persecuciones y chistes malos; por otro, una querencia por fórmulas más antiguas que van desde el nombre de uno de los protagonistas, Doug Bigelow, que hace referencia explícita al Frank Bigelow de D.O.A. (de la que, no en vano, muestra un fragmento en determinada secuencia), hasta la elección de Vincent Price como secundario de lujo o el guiño final a Casablanca. Pero es el nombre del otro protagonista, Roger Mortis, el que nos pone en la pista sobre las intenciones del guión de Terry Black (hermano de Shane Black, quien hace un cameo como policía): un sentido del humor negro con chascarrillos alrededor de la muerte, el más allá, la resurrección y la inmortalidad. Dead Heat es una película de acción protagonizada por un muerto viviente y un compañero a punto de serlo, enfrentados a una sociedad de viejos millonarios que utilizan a su vez a otros revividos para hacerles el trabajo sucio (hasta patos y cerdos agridulces si hace falta) y que, dentro de la hilaridad, propone una idea interesante y no falta de mala baba: cuando Mortis ha fenecido, ha resucitado y sabe que apenas le quedan unas horas extra como zombi hasta descomponerse por completo, es cuando más vivo se siente, cuando puede romper las reglas de su hasta entonces cuadriculada vida, saltarse la ley de la que era representante y entregarse a una excitante aventura con los minutos contados en la que puede permitirse imitar a Terminator. Vista de nuevo la película veinte años después de su estreno, sigue siendo una comedia de acción divertida, rápida y agradable, además de un festín para los fans del látex como efecto especial favorito. Valga esta reseña, sobre todo, para descubrir la película a esos cuantos jóvenes que me leen y que no tuvieron el placer de poder conocerla en su momento.



3 comentarios:

Sergio Aguilar Molina dijo...

¡Gracias por traer de vuelta este título! Vi está película hace años y años: creo que es la película que me familiarizó con el rostro de Treat Williams, sin lugar a dudas.
Guardo un grato recuerdo de esta película, de la que humor y acción me dieron un rato más que entretenido: añoro este cine ochentero que tantos momentos memorables me ha dado.
¡Gracias de nuevo, PJ!

Sergio Aguilar Molina dijo...

La volví a ver ayer por la tarde: ¡tan bien como la primera vez que la vi!
Para mi gusto esta película ha envejecido muy bien: sentí la dosis de acción y humor como antaño.
No recordaba a Vincent Price en la película: ¡qué apariciones más fugaces! :S

Pedro José Tena dijo...

De nada, Aguilar. La verdad es que es un placer volver a ver algunas de estas películas y comprobar que si funcionan bien no es sólo por el factor nostalgia, sino por lo que valen por sí mismas.