(Clash of the Warlords. Willie Milan. Filipinas. 1985. 71 minutos) En un futuro post-apocalíptico, los habitantes de una pequeña isla se disputan el terreno fértil. Se dividen en dos grupos: el primero, liderado por el malvado Malsam, está formado por asesinos y saqueadores que se entretienen recreando las luchas de los antiguos gladiadores; un segundo grupo, más civilizado, está formado por hombres y mujeres dedicados a la ciencia con el fin de encontrar un remedio contra los efectos producidos por las radiaciones. Rex, el mejor guerrero a las órdenes de Malsam y al mismo tiempo su jurado enemigo, se fuga del poblado y acaba convirtiéndose en el cabecilla de un levantamiento que acabará con ambos grupos enfrentados en una batalla final llena de hachazos, hostias, disparos y... espadas laser.
En el documental Pajares y Esteso: la extraña pareja, Fernando Méndez-Leite decía que no todo el cine puede ser objeto de la crítica ya que considera que hay películas que no tienen ningún valor artístico que evaluar. Desde un punto de vista académico y arcaico es defendible esta afirmación, pero Méndez-Leite está obviando un hecho importante: para el ejercicio de la crítica cinematográfica, el analista debería ser consciente de qué tipo de cine está viendo y no intentar medirlo todo por el mismo rasero, ya que es imposible comparar un cine con ambiciones artísticas destinado al público elitista con otro enfocado hacia la pura evasión, existiendo obras maestras en ambos casos que no deben ser comparadas entre ellas, sino entre las de su mismo grupo. Dicho de otro modo: es inútil comparar El Padrino con Blanco humano porque ambas responden a unos arquetipos y preceptos distintos, pero las dos son obras cumbres en su campo. Mad Warrior no pone las cosas fáciles a los que quieran criticarla según los valores convencionales. O quizá sí: es fácil atacar su guión absurdo y lleno de incoherencias, su fotografía birriosa, su atrezzo de juguete o algunas de las peores interpretaciones que jamás podrán ver sus ojos. Desde ese punto de vista, se puede decir que sin duda estamos ante una película mala. La cuestión es que esperar lo contrario de una cinta filipina de presupuesto paupérrimo filmada en 1985 a rebufo de Mad Max y sus explotaciones italianas es, más que una insensatez, una soberana gilipollez. Si son capaces de cruzar la barrera que separa a las mentes cuadriculadas de los espectadores sin prejuicios, sabrán disfrutar con el festival de cine cafre que ofrece Mad Warrior en menos de hora y cuarto: una escasez de medios apabullante (tres, cuatro escenarios a lo sumo), actores a un nivel de obra de teatro de fin de curso escolar, diálogos que arrancan la carcajada ("Rómpele todos los huesos... pero no le mates"), los peores vehículos postapocalípticos que hayan visto (triciclos que parecen sacados de Humor amarillo), efectos visuales y de maquillaje infectos, escenas de beso asquerosas (y siempre con alguien delante, llevándose la palma la secuencia en la que el héroe y la novia del villano se disponen a follar en una tienda de campaña en la que... ¡está durmiendo el hijo del protagonista!) y un clímax final ambientado en una cueva iluminada por bengalas (¡!) en la que presenciamos un duelo de espadas laser de las de toda la vida, azul para el bueno y roja para el malo. Se le pude achacar que no es lo suficientemente divertida como para considerarla un clásico imprescindible del cine basura, ya que durante los primeros 45 minutos todo es un ir y venir de una parte a otra de la isla (¿?), escenas de entrenamiento, flashbacks y algún detalle loco y escabroso (el malo pidiendo a sus esbirros que tapen la luna porque le hace enloquecer), pero en la última media hora todo es acción acompañada de música disco editada a chuchillazos, coreografías de bajo nivel y disparos a cascoporro. Justo lo que cualquier paladar curtido en la materia demanda cada cierto tiempo... y cuyo placer sólo es apreciable por los iluminados que hayan entendido que, dentro de unos márgenes y unos requisitos muy concretos cuya interpretación no está al alcance de todos, y sin llegar a la altura de cimas de lo trash como Lady Terminator o Destroyer: Brazo de acero, Mad Warrior es una película perfectamente disfrutable.