(1408. Mikael Håfström. 2007. 103 min. / Vacancy. Nimród Antal. 2007. 83 min.) Sesiones dobles, sí, de esas que parecía que se iban a poner de moda tras el estreno de Grindhouse y que al final volvieron al redil de la nostalgia del que, seguro que opinan algunos, jamás debieron salir. No les voy a engañar: no soy lo suficientemente mayor ni he nacido en el lugar adecuado como para haber vivido la experiencia de ver un programa doble de los de verdad, de los de pagar una entrada por ver dos películas estrenadas en conjunto, no de los que uno se monta en casa con el vídeo o de los que se organiza en una misma tarde pagando dos entradas de cine seguidas. Pero, independientemente de haber nacido fuera de contexto, soy de los que aman el concepto, de los que se montan uno cuando tiene ocasión y de los que ven cómo el vello se le eriza cuando pone la banda sonora de Rocky Horror Picture Show y escucha Science Fictión/Double Feature. Así que esta nueva serie de post, sin número prefijado pero con algunas ideas ya definidas (la obligación moral para conmigo mismo de reseñar en conjunto las dos entregas de Demons, por ejemplo), nace como forma de rendir un pequeño tributo a esas celebraciones de las que sólo he podido leer u oír hablar y para las que uno quisiera tener un De Lorean DMC-12 con condensador de fluzo cargado hasta los topes de uranio. Pero con una pequeña licencia: aquellas sesiones dobles no siempre tenían por qué mostrar dos cintas con relación intrínseca, mientras que yo me decantaré por reseñar (sin demasiada profundidad quizá, porque si quisiera extenderme demasiado les dedicaría críticas individualizadas) títulos de temática similar y que, a ser posible, se estrenaran con poca diferencia de tiempo. La Double Feature queda entonces limitada a su aparición conjunta en este blog, en el que haré de exhibidor caprichoso cada cierto tiempo.
Y caprichoso, precisamente, ha sido el germen de esta serie: ver seguidas, sin voluntad de continuidad premeditada, las dos películas que veis en el título, que podríamos englobar dentro del veleidoso (lo sé) epígrafe de películas de suspense que transcurren en una habitación de hotel/motel (sic). Además, las dos tienen como protagonistas a personajes que acaban de pasar por un trance familiar idéntico: la pérdida de un hijo, en el caso de Kate Beckinsale y Luke Wilson (protagonistas de Vacancy), o de una hija en cuanto a John Cusack (estrella absoluta de 1408). Ese background dramático común es explotado en sendas cintas para crear un conflicto que marcará el devenir de los personajes y que funciona como cliché cristalino que nos deja avanzar el futuro happy end de ambas, aunque lo de happy habría que matizarlo y no lo haré para no estropearles nada. Así, John Cusack interpreta a un escritor separado tras la muerte de su pequeña y que apenas mantiene contacto con su ex, mientras que Beckinsale y Wilson hacen las veces de matrimonio en proceso de separación debido a la catástrofe de ver morir a su hijo único, pero todos sabemos que los apuros por los que pasan en sus respectivas historias acabarán por conseguir que reflorezcan viejos sentimientos y se afiancen sus relaciones, por muy in extremis que sea. Si bien en este sentido ambas cintas tiran del tópico, hay que reconocer que a la hora de la verdad, en el momento de mostrarse como las cintas de género que son, funcionan de manera correcta y se dejan ver con agrado por el espectador entregado y poco refunfuñón. Es decir, se puede acusar de liviana la construcción de los personajes, pero dentro del género en el que se mueven no hay motivos para pedirles mucho más, teniendo en cuenta que lo que buscamos como espectadores es, principalmente, verles sufrir durante hora y media.
Y ahí, cuando las películas ya han entrado en materia, es cuando la premisa común (pasar una noche infernal en una habitación de la que prácticamente no pueden huir) se bifurca y demuestra cuáles son las cartas que cada una de ellas quiere jugar, poniendo en evidencia con qué tipo de película nos encontramos en cada caso. Vayamos ahora por partes. 1408, basada en un relato de Stephen King, cuenta la historia del escritor Mike Enslin (Cusack), especializado en narrar sus búsquedas (que no encuentros) de fenómenos paranormales a lo largo de Estados Unidos, plasmando en papel lo que no son más que historias sensacionalistas sobre hechos que no ha vivido en sus propias carnes, pero que circulan alrededor de los lugares que toma como objeto de estudio parapsicológico. Este adulto Juan Sin Miedo ve como un desafío apetecible el pasar una noche en la habitación 1408 del hotel Dolphin de Nueva York, en la que dicen que han fallecido más de 50 personas por los motivos más rocambolescos. Por mucho que el gerente del hotel (un visto y no visto Samuel L. Jackson) intente convencerle de que no lo haga, Enslin acaba consiguiendo su objetivo y se hospeda en la suite maldita, momento a partir del cual comienzan a sucederse hechos fantásticos que harán vivir al protagonista la noche más infernal de su vida. Generosa en medios y con la ventaja de jugar a lo fantástico, 1408 despliega su imaginería al poco rato de empezar y ya no para hasta que acaba, convirtiéndose en un show non-stop de creciente intensidad que comienza con unas chocolatinas que aparecen misteriosamente encima de la almohada y termina con cambios extremos de temperatura dentro del cuarto y otros acontecimientos que desembocan en un incendio. Es una de esas cintas tramposas, con giros caprichosos de guión y que debido al exceso de estímulos acaba por perder su efectividad antes de que vayamos por la mitad. John Cusack juega a ser Bruce Campbell en Evil Dead II y hace lo imposible por que mantengamos la atención durante algo más de hora y media, pero como he dicho antes, la acumulación de elementos fantásticos y las previsibles argucias de la historia (el fantasma de la hija muerta como máximo exponente de su posible paranoia) hacen que nos sintamos aturdidos, bajemos las defensas al habituarnos a un terror que sólo dura unos minutos a pesar de (o precisamente por) intentar machacarnos casi todo el tiempo, y nos relajemos ante el modesto visionado de un entretenimiento en el que todo vale y que se acaba convirtiendo en un Carnival of Souls para el público de multisalas, el que con llevarse cinco o seis sustos en dolby digital ya se va contento para casa. Se dice que esto es terror psicológico, pero si de verdad quieren probar algo que les machaque traten de recuperar La escalera de Jacob.
Diferente es el caso de Habitación sin salida, que comienza con un claro homenaje a Saul Bass y aprovecha la premisa hitchcockiana del motel perdido con psicópata(s) cerca que, con la introducción de las snuff movies como reclamo diferencial, se acaba convirtiendo en una versión de cámara y mainstream de Los Zero Boys. Pero a pesar de ser un producto para todos los públicos al igual que 1408, Vacancy se muestra mucho más conseguida, efectiva y simpática en su modestia y concreción (supongo que ya se habrán dado cuenta si siguen el blog, pero ahí va: me encantan las películas de 80 minutos, quizá por tener la capacidad de atención de una ameba sedada). Beckinsale y Wilson son, como dije antes, una pareja que ha perdido a su hijo y que debido a la carga de conciencia que ello supone (ella se culpabiliza de la muerte accidental del chico) está en proceso de divorcio. Ahora tendrán oportunidad de recuperar su amor mediante el sufrimiento, cuando recalen en un hotelucho de mala muerte en el que al poner una cinta que encuentran al lado del vídeo, ¡un vídeo!, descubren que lo que parece una mala peli de terror es en realidad una snuff filmada en la misma habitación en la que ellos se encuentran. El terror comienza cuando se dan cuenta de que ellos van a ser los siguientes protagonistas de tan macabras filmaciones. Así comienza una espiral de tensión que, una vez puesta en marcha, poco respiro da a un espectador que agradece contemplar personajes que, para variar, saben enfrentarse al brete usando la cabeza para algo más que para llevar pelo y esperar a que se la corten de un hachazo. No es que los protagonistas se enfrenten a los malos poniendo en práctica teorías de física cuántica, pero por lo menos se muestran astutos y competentes a la hora de plantarles cara y utilizar su instinto de supervivencia. De este modo, el largometraje se convierte en un tenso tira y afloja, en un juego de acciones y respuestas con una gradación de violencia in crescendo que culmina con Beckinsale haciendo de nuevo de heroína de acción para deleite de todos. Si les gustó Identidad o Nunca juegues con extraños, aquella de John Dahl con Paul Walker, Steve Zahn y Leelee Sobieski, seguro que lo pasan bien con Vacancy. Decía que es un caso diferente al de 1408 porque, mientras que aquella fallaba en su intento de crear tensión en el público mediante su abrumadora acumulación de motivos fantásticos, Habitación sin salida logra triunfar cuando se propone crear sensación de peligro y adentrar al espectador en unas escenas para nada artificiosas que puede asimilar como posibles, siendo, por tanto, más aterradoras.
Por tanto en la relación intención-resultados, si tuviera que quedarme con una de las dos, recomendarles únicamente una del pack, la balanza se decantaría claramente hacia Vacancy. 1408, a raíz de querer epatar con los retruécanos de su guión, acaba por resultar insípida y casi cargante, mientras que la cinta dirigida por Antal, con toda su modestia y, si quieren, simpleza, consigue situarse por encima de la media de cintas de terror actuales, demostrando que en el cine de terror muchas veces, aunque suene a tópico, menos es más. Gracias por llegar hasta el final. Keep watching the skies!
Y caprichoso, precisamente, ha sido el germen de esta serie: ver seguidas, sin voluntad de continuidad premeditada, las dos películas que veis en el título, que podríamos englobar dentro del veleidoso (lo sé) epígrafe de películas de suspense que transcurren en una habitación de hotel/motel (sic). Además, las dos tienen como protagonistas a personajes que acaban de pasar por un trance familiar idéntico: la pérdida de un hijo, en el caso de Kate Beckinsale y Luke Wilson (protagonistas de Vacancy), o de una hija en cuanto a John Cusack (estrella absoluta de 1408). Ese background dramático común es explotado en sendas cintas para crear un conflicto que marcará el devenir de los personajes y que funciona como cliché cristalino que nos deja avanzar el futuro happy end de ambas, aunque lo de happy habría que matizarlo y no lo haré para no estropearles nada. Así, John Cusack interpreta a un escritor separado tras la muerte de su pequeña y que apenas mantiene contacto con su ex, mientras que Beckinsale y Wilson hacen las veces de matrimonio en proceso de separación debido a la catástrofe de ver morir a su hijo único, pero todos sabemos que los apuros por los que pasan en sus respectivas historias acabarán por conseguir que reflorezcan viejos sentimientos y se afiancen sus relaciones, por muy in extremis que sea. Si bien en este sentido ambas cintas tiran del tópico, hay que reconocer que a la hora de la verdad, en el momento de mostrarse como las cintas de género que son, funcionan de manera correcta y se dejan ver con agrado por el espectador entregado y poco refunfuñón. Es decir, se puede acusar de liviana la construcción de los personajes, pero dentro del género en el que se mueven no hay motivos para pedirles mucho más, teniendo en cuenta que lo que buscamos como espectadores es, principalmente, verles sufrir durante hora y media.
Y ahí, cuando las películas ya han entrado en materia, es cuando la premisa común (pasar una noche infernal en una habitación de la que prácticamente no pueden huir) se bifurca y demuestra cuáles son las cartas que cada una de ellas quiere jugar, poniendo en evidencia con qué tipo de película nos encontramos en cada caso. Vayamos ahora por partes. 1408, basada en un relato de Stephen King, cuenta la historia del escritor Mike Enslin (Cusack), especializado en narrar sus búsquedas (que no encuentros) de fenómenos paranormales a lo largo de Estados Unidos, plasmando en papel lo que no son más que historias sensacionalistas sobre hechos que no ha vivido en sus propias carnes, pero que circulan alrededor de los lugares que toma como objeto de estudio parapsicológico. Este adulto Juan Sin Miedo ve como un desafío apetecible el pasar una noche en la habitación 1408 del hotel Dolphin de Nueva York, en la que dicen que han fallecido más de 50 personas por los motivos más rocambolescos. Por mucho que el gerente del hotel (un visto y no visto Samuel L. Jackson) intente convencerle de que no lo haga, Enslin acaba consiguiendo su objetivo y se hospeda en la suite maldita, momento a partir del cual comienzan a sucederse hechos fantásticos que harán vivir al protagonista la noche más infernal de su vida. Generosa en medios y con la ventaja de jugar a lo fantástico, 1408 despliega su imaginería al poco rato de empezar y ya no para hasta que acaba, convirtiéndose en un show non-stop de creciente intensidad que comienza con unas chocolatinas que aparecen misteriosamente encima de la almohada y termina con cambios extremos de temperatura dentro del cuarto y otros acontecimientos que desembocan en un incendio. Es una de esas cintas tramposas, con giros caprichosos de guión y que debido al exceso de estímulos acaba por perder su efectividad antes de que vayamos por la mitad. John Cusack juega a ser Bruce Campbell en Evil Dead II y hace lo imposible por que mantengamos la atención durante algo más de hora y media, pero como he dicho antes, la acumulación de elementos fantásticos y las previsibles argucias de la historia (el fantasma de la hija muerta como máximo exponente de su posible paranoia) hacen que nos sintamos aturdidos, bajemos las defensas al habituarnos a un terror que sólo dura unos minutos a pesar de (o precisamente por) intentar machacarnos casi todo el tiempo, y nos relajemos ante el modesto visionado de un entretenimiento en el que todo vale y que se acaba convirtiendo en un Carnival of Souls para el público de multisalas, el que con llevarse cinco o seis sustos en dolby digital ya se va contento para casa. Se dice que esto es terror psicológico, pero si de verdad quieren probar algo que les machaque traten de recuperar La escalera de Jacob.
Diferente es el caso de Habitación sin salida, que comienza con un claro homenaje a Saul Bass y aprovecha la premisa hitchcockiana del motel perdido con psicópata(s) cerca que, con la introducción de las snuff movies como reclamo diferencial, se acaba convirtiendo en una versión de cámara y mainstream de Los Zero Boys. Pero a pesar de ser un producto para todos los públicos al igual que 1408, Vacancy se muestra mucho más conseguida, efectiva y simpática en su modestia y concreción (supongo que ya se habrán dado cuenta si siguen el blog, pero ahí va: me encantan las películas de 80 minutos, quizá por tener la capacidad de atención de una ameba sedada). Beckinsale y Wilson son, como dije antes, una pareja que ha perdido a su hijo y que debido a la carga de conciencia que ello supone (ella se culpabiliza de la muerte accidental del chico) está en proceso de divorcio. Ahora tendrán oportunidad de recuperar su amor mediante el sufrimiento, cuando recalen en un hotelucho de mala muerte en el que al poner una cinta que encuentran al lado del vídeo, ¡un vídeo!, descubren que lo que parece una mala peli de terror es en realidad una snuff filmada en la misma habitación en la que ellos se encuentran. El terror comienza cuando se dan cuenta de que ellos van a ser los siguientes protagonistas de tan macabras filmaciones. Así comienza una espiral de tensión que, una vez puesta en marcha, poco respiro da a un espectador que agradece contemplar personajes que, para variar, saben enfrentarse al brete usando la cabeza para algo más que para llevar pelo y esperar a que se la corten de un hachazo. No es que los protagonistas se enfrenten a los malos poniendo en práctica teorías de física cuántica, pero por lo menos se muestran astutos y competentes a la hora de plantarles cara y utilizar su instinto de supervivencia. De este modo, el largometraje se convierte en un tenso tira y afloja, en un juego de acciones y respuestas con una gradación de violencia in crescendo que culmina con Beckinsale haciendo de nuevo de heroína de acción para deleite de todos. Si les gustó Identidad o Nunca juegues con extraños, aquella de John Dahl con Paul Walker, Steve Zahn y Leelee Sobieski, seguro que lo pasan bien con Vacancy. Decía que es un caso diferente al de 1408 porque, mientras que aquella fallaba en su intento de crear tensión en el público mediante su abrumadora acumulación de motivos fantásticos, Habitación sin salida logra triunfar cuando se propone crear sensación de peligro y adentrar al espectador en unas escenas para nada artificiosas que puede asimilar como posibles, siendo, por tanto, más aterradoras.
Por tanto en la relación intención-resultados, si tuviera que quedarme con una de las dos, recomendarles únicamente una del pack, la balanza se decantaría claramente hacia Vacancy. 1408, a raíz de querer epatar con los retruécanos de su guión, acaba por resultar insípida y casi cargante, mientras que la cinta dirigida por Antal, con toda su modestia y, si quieren, simpleza, consigue situarse por encima de la media de cintas de terror actuales, demostrando que en el cine de terror muchas veces, aunque suene a tópico, menos es más. Gracias por llegar hasta el final. Keep watching the skies!