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9 may 2010

'Un ciudadano ejemplar'

(Law abiding citizen. F. Gary Gray. EEUU. 2009. 108 minutos) A lo largo de quince años de carrera y siete películas, F. Gary Gray ha demostrado una habilidad plausible para el thriller dialogado y cool (Negociador, Set it off) que, en ocasiones, no ha tenido reparos en mezclar con el humor (Friday, The Italian Job, Be Cool). Por su parte, el aquí guionista Kurt Wimmer siempre ha oscilado entre lo ridículo (Ultravioleta) y lo mínimamente aceptable (Street Kings), pasando por aquel Equilibrium que sigue inédito en España y que generó cierto culto no sé hasta qué punto justificado. La unión de ambos nombres es un ejemplo meridiano de lo que funciona en el caso del primero y de lo que falla en el del segundo: la solvencia de Gary Gray para mantener el ritmo y manejarse de manera eficaz tanto en los (escasos) tiempos muertos como en las escenas de acción queda fuera de toda duda, mientras que resulta patente la tendencia de Wimmer a dinamitar los cimientos de su creación con su propensión al exceso. El director, que muestra aquí algunas de las escenas más violentas e inquietantes de toda su filmografía, sortea como mejor puede las lagunas de guión que se van haciendo más notorias a medida que avanza la película y que culminan en un tercer acto sencillamente inverosímil que está a punto de arruinar todo lo conseguido en los minutos previos.

Y no se que equivoquen: los problemas de 'Un ciudadano ejemplar' no vienen de su postura ideológica. De hecho, entenderla únicamente como una cinta más de venganzas es un error, ya que no se limita a narrar sólo la vendetta del protagonista en sí (quien ha sufrido el asesinato de su esposa e hija), sino que se adentra en otro terreno más pantanoso como es la crítica al aparato judicial. Así, el personaje interpretado con su habitual sosería por Gerald Butler se plantea un ajuste de cuentas contra El Sistema, más que contra los asesinos de su familia, a quienes despacha en el primer acto. El verdadero problema surge cuando se produce un conflicto grave entre esa intención de ir más allá y el afán por hacer del personaje de Butler una especie de superhombre, capaz de burlar altas medidas de seguridad del modo más rudimentario y de otras proezas que no conviene desvelar. En ese momento la cuerda tensa que existía entre la intención de transcendencia y la de la fantasía se rompe y todo el equipo cae hacia el lado del absurdo, lo cual no tendría nada de malo si ese hubiera sido el tono elegido desde el principio, pero que tal y como se nos presenta la historia no puede hacer otra cosa que rechinar. Un ciudadano ejemplar no es, a pesar de todo, un título desdeñable: se sigue con interés, apenas da descanso y sabe bien cómo sobresaltar al espectador. Lo único reprochable es que finalmente pierda el norte.

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