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27 sept 2010

Especial Sitges 2010: Preparando las maletas (2)



Se sigue concretando la programación oficial y con ella se ha desatado la locura: ahora que tenemos los horarios delante, comienza el caos organizativo, el proceso de conformar un horario y ver qué títulos hay que sacrificar para no perdernos los esenciales. Siguiendo el esquema del anterior artículo (que pueden rescatar aquí), les dejo con más trailers y más motivos por los que acercarse a Sitges dentro de dos semanas. 

22 sept 2010

Especial Sitges 2010: Preparando las maletas (1)


Si nada se tuerce, del 9 al 17 de Octubre estaré en Sitges dándome atracones de cine y corriendo de una sala a otra para no perderme mucho de lo que van a proyectar. A diferencia de mi visita anterior, esta vez iré con pase de prensa, por lo cual la oportunidad para ver mayor cantidad de películas que la otra vez se presenta como un trabajo más arduo, pero también más apetecible. Sirva lo que sigue como una guía rápida sobre lo que nos podremos encontrar allí, obviando algunos títulos que aún no tienen trailer, pero son imprescindibles (como The Ward de John Carpenter o Insidious de James Wan), así como otros de los que todavía no hay información y ciertas películas que me dan pereza de antemano por la sensación de déjà-vu que provocan (Thirteen Assassins de Takashi Miike o The Storm Warriors de los Hermanos Pang). Para ver el listado completo de títulos, pulsen aqúi. Para ver los trailers de los que, a priori, parecen más disfrutables, sigan leyendo.

20 sept 2010

'Future-Kill (Asesinos del futuro)'


(Future-Kill. Ronald W. Moore. Estados Unidos. 1985. 83 minutos) A los fans del fantástico y la serie b se nos compra con relativa facilidad. Y luego pasa lo que pasa, que acabamos picando ante productos que, de entrada, ya sabemos no nos van a aportar demasiado. Future-Kill se vendió aprovechando la presencia en el reparto de dos de los protagonistas de La matanza de Texas: por un lado tenemos a Edwin Neal, que en la película de Tobe Hooper encarnaba al hermano autoestopista de la familia Sawyer, mientras que aquí hace de Splatter, el malo principal de la cinta; por su parte, Marilyn Burns, la superviviente final en el mítico título de 1974, realiza aquí un papel casi anecdótico en cuanto a minutos en pantalla, aunque no en lo relativo a su importancia en la historia. Ambos resultan casi irreconocibles nueve años después y caracterizados tal y como aparecen en Future-Kill, por lo que el reclamo no sirve de mucho. El otro revulsivo es el póster que H.R. Giger diseñó para la película. Como recogen en IMDb, Giger contó en su libro Necronomicón II cómo Ronald W. Moore le suplicó hasta las lágrimas y le manipuló diciendo que si no le creaba el cartel promocional perdería la financiación de la película. Visto el resultado final, lo único memorable de Future-Kill resulta ser el trabajo de Giger. 

El largometraje de Moore, el único en su filmografía, termina siendo uno más de los productos que pretendieron subirse al carro de éxitos como Terminator o The Warriors, si bien sus primeros minutos parecen más propios de una película de tetas de aquellas que la Troma produjo antes de descubrir la gallina de los huevos de oro con El Vengador Tóxico. En ella, cinco universitarios pijos y bastante gallitos acaban, por una apuesta, en un barrio habitado por punkis y tragafuegos, con la misión de secuestrar a uno de ellos y llevárselo como trofeo al campus. El lío se monta cuando se topan con Splatter, algo así como un mutante que estuvo a punto de morir por culpa de la radiación nuclear y que ahora, quizá furioso porque se ha quedado sin pene (y esto no lo digo yo, está en el guión), se pone unas chapas y unos pinchos y comienza a hacer el mal por su barrio. En teoría es un cyborg, pero la película es tan barata que no cuenta con ningún recurso material para dar credibilidad a sus ideas (incluyendo la que posiblemente sea la peor explosión de una granada en toda la historia del cine). A los valores de la cinta hay que agregarle un reparto espantoso y algunas peleas que hacen buenas las de cualquier título con Don "The Dragon" Wilson. Y ni siquiera es divertida. Pasen de ella. 

16 sept 2010

'Centurión'

(Centurion. Neil Marshall. Reino Unido. 2010. 97 minutos) En el cortometraje Combat (1999), Neil Marshall planteaba las relaciones interpersonales que se establecían en un pub inglés como un campo de batalla en el que un corazón roto era, literalmente, eso: uno de los personajes moría con el pecho ensangrentado después de ser abandonado por su chica, mientras que los diálogos del resto de personajes y los sonidos típicos de la vida nocturna eran sustituidos por ráfagas de ametralladoras y explosiones. Si en ese trabajo Marshall ya utilizaba el mismo tipo de fuente que John Carpenter emplea en sus títulos de crédito, también dejaba claro que la sutileza no era lo suyo, sino que prefería atacar a los sentidos mediante la aliteración audiovisual y conceptos tan obvios que resulta absurdo criticarlos por evidentes. Homo homini lupus, que dirían Plauto y Hobbes, es el leit-motiv de la obra de Marshall, con la peculiaridad de que en ella a veces los enemigos son directamente lobos, monstruos o punks postapocalípticos.

Desprovista del elemento fantástico en cuanto a la historia que cuenta, pero no en las formas que emplea para hacerlo, Centurión es una película totalmente coherente con el resto de la filmografía de Marshall y contribuye a afianzar su reputación como uno de los pocos autores del cine de serie b que consiguen estrenar sus trabajos en salas de todo el mundo. Basándose en la misteriosa desaparición de la Novena Legión Romana tras encaminarse hacia la guerra contra los Pictos (quienes dominaban el centro y el norte de Escocia), Marshall olvida pronto las escenas de masas y la épica histórica con la que la distribuidora ha vendido la película (creando la falsa expectativa de estar ante un nuevo Gladiator), para poder centrarse en lo que de verdad le interesa y que viene a ser lo mismo que ya nos había contado en su trabajos previos: la lucha por la supervivencia en un territorio hostil, unido a la amenaza no sólo de los enemigos, sino a las traiciones que se producen dentro del mismo grupo amigo. A medida que va reduciéndose el número de personajes, masacrados de manera gráfica, se va haciendo evidente que Marshall no pretende otra cosa que filmar una cinta de acción y supervivencia, llena de violencia explícita que no se regocija en la espectacularidad de sus momentos expeditivos (como sí sucedía en 300, por ejemplo, otro título con el que Centurión tampoco tiene demasiado que ver a pesar de las apariencias), sino que pretende hallar un realismo sucio y contundente que sólo se ve manchado por el abuso de la sangre infográfica en una cantidad considerable de planos. Por otro lado, se permite el lujo de cuestionar la figura heroica: la villana de la función ha sido violada y mutilada por los antecesores de los héroes, además de haber sufrido la horrible visión de asistir al asesinato de su familia, con lo que un pequeño giro en el punto de vista de la película nos situaría frente a una historia de venganza protagonizada por Olga Kurylenko, algo realmente apetecible y que daría para otra cinta digna de ver. Centurión también tiene sus problemas, como la incómoda aparición del personaje interpretado por Imogen Poots que deriva en episodios románticos del todo prescindibles junto a Michael Fassbender, o la ya habitual confusión en las escenas de acción filmadas por Marshall, pero supone una de las películas más rotundamente disfrutables de la temporada que termina, con momentos tan logrados como la emboscada en mitad del bosque o el enfrentamiento entre Kurylenko y Dominic West. Neil Marshall sigue siendo de los nuestros, aunque se vista de romano. 

15 sept 2010

'The Bank Job'

(The Bank Job. Roger Donaldson. Reino Unido / Estados Unidos. 2008. 111 minutos) Atrapada en el limbo de las cintas sin distribuidor en España del que sí consiguió salir finalmente la marciana Revolver (Guy Ritchie, 2005), The Bank Job sigue siendo la gran película perdida de Jason Statham. A priori podríamos pensar que no nos perdemos demasiado, al fin y al cabo ya hemos visto a The Stath en historias de delincuentes ingleses de medio pelo (Lock & Stock, Snatch), en otro largometraje de atracos de título similar (The Italian Job), y es común ver su imagen pegada a la de un coche (saga Transporter, Death Race). Pero, dos cosas: 1) perderse una película de Jason Statham siempre es una tragedia, y 2) The Bank Job, a pesar de reunir todos esos elementos, es más que la suma de sus partes y termina siendo distinta a lo que podríamos prever. Apenas hay rastro del humor socarrón de Guy Ritchie; tampoco aspira a ser la heist-movie más cool del momento, como sí querían ser la propia The Italian Job o toda la saga Ocean's de George Clooney y compañía; el nivel de acción se reduce a momentos puntuales y hay que esperar hasta casi el final para poder ver a Statham repartiendo galletas. Así, es normal que se preocupen y piensen que van a sufrir, pero no: The Bank Job les ofrece la oportunidad de ver a Jason interpretando a alguien normal (está basada en hechos reales), a un padre de familia más que a un action-hero, junto a un grupo impecable de secundarios y, sobre todo, de disfrutar de un guión eficaz y lleno de giros y momentos de auténtica tensión, donde tienen bastante protagonismo las altas esferas de poder británicas, los verdaderos villanos de la función. Es evidente que no tiene potencial para convertirse en un éxito de taquilla, principalmente porque no hay nada en ella que pueda venderse fácilmente aparte de Statham, pero bien merecería dos horas de su tiempo si tienen la oportunidad de verla. 

4 sept 2010

'The Karate Kid'

(The Karate Kid. Harald Zwart. Estados Unidos / China. 2010. 140 minutos) Injustamente vilipendiada, principalmente por su condición no tanto de remake como de reutilización comercial de un esquema y título anclados en la memoria colectiva, este nuevo Karate Kid sabe luchar contra las adversidades y plantarse firme ante nuestros ojos como una película mucho mejor de lo que podríamos esperar. Para empezar, el título ya supone un problema de lógica, ya que aquí se habla de Kung Fu. Pero hasta en ese detalle acierta el guión: "karate" es el nombre que utiliza cualquier occidental ignorante sobre el tema (aquí representados por la madre del joven protagonista) cuando se refiere a las artes marciales. Esto supone una de las varias burlas que presenta la cinta hacia los tópicos, empezando por la desmi(s)tificación de la figura del profesor Miyagi de Pat Morita a favor del mucho más humano Sr. Han que compone Jackie Chan (que utiliza un matamoscas en su primera aparición, incapaz de atrapar al insecto con sus palillos). El problema que supone el traslado del protagonista a otra ciudad (aquí, otro país, otro continente, otra cultura) es ahora potenciado por conflictos raciales y sociales que añaden consistencia básica, elemental si quieren, pero sólida, a la historia. Es un alivio que los responsables de este Karate Kid no hayan tomado el camino de la parodia fácil o la reinterpretación descreída. En cambio, nos regalan una excelente muestra de cine popular, una película diseñada para gustar a casi todo el mundo pero al mismo tiempo construida sobre unas bases que van más allá de lo acomodaticio y que, además, presenta algunos momentos que consiguen arrancar una emoción pura mediante hallazgos imprevistos: la secuencia en la que Han se derrumba y, sin ninguna elipsis, es continuada por un gesto inesperado con el que el alumno enseña una lección vital a su maestro es, poca broma, un prodigio de interpretación, dirección, montaje, acompañamiento musical y concisión narrativa, condensando en apenas unos minutos una serie de cualidades que alcanzan una armonía perfecta difícil de hallar en el cine comercial de hoy en día. 

Es fácil cargar las tintas contra lo evidente que resulta The Karate Kid como vehículo de lucimiento para Jaden Smith producido por sus propios padres, pero no deberían dejar que ese detalle les ciegue. Es posible que el joven haga en ocasiones derroche de una chulería algo incómoda y antipática, pero sus esfuerzos por resultar creíble tanto en los momentos de puro dramatismo como en los de artes marciales resultan dignos de admiración. También podemos atacar la duración de la película, especialmente los que, como yo, pensamos que casi todas las historias pueden contarse en noventa minutos o menos. Pero esta es una de esas raras ocasiones en las que dos horas y veinte discurren con fluidez sorprendente, debido a una querencia por el desarrollo de personajes y por explicar con calma su evolución que destroza cualquier prejuicio que pudiéramos sentir ante el concepto "remake de Karate Kid". Por si fuera poco, las escenas de artes marciales no provocan vergüenza ajena (como sí sucedía en la saga protagonizada por Ralph Macchio), sino que están filmadas con una espectacularidad notable, incluso con el viejo uso del zoom-out como punto de arranque de las hostias después de la provocación verbal o gestual. Y, a nivel exclusivamente personal, ver esta película con excelente compañía femenina y en una sala llena de un público que rompía a aplaudir en los momentos cumbre, algo realmente poco habitual, ha sido una de las mejores experiencias cinematográficas de los últimos meses.