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31 oct 2010

Especial Sitges 2010: 'Besouro'

(Besouro. João Daniel Tikhomiroff. Brasil. 2009. 93 minutos) Hasta ahora, el mejor exponente que la Capoeira tenía en el cine era la modesta y apreciable Sólo el más fuerte (Only the strong, 1993), dirigida por Sheldon Lettich y protagonizada por Mark Dacascos, película que sobresalía por su exotismo entre el exceso de producción de cine de artes marciales que se produjo en Estados Unidos a principios de los 90 gracias, principalmente, a lo bien que funcionaban en los circuitos domésticos los títulos de Jean-Claude Van Damme y Steven Seagal. Besouro viene a aportar algo más de legitimidad al asunto narrando la historia de Manoel Henrique Pereira (1895-1924), figura mítica entre los capoeiristas que adquirió el apodo de Besouro ("Escarabajo" en portugués) debido a su flexibilidad y a su capacidad para esconderse y huir de los problemas. La cinta transcurre en el último año de su vida y narra, en clave mística y ligeramente fantástica, los enfrentamientos de Besouro contra los caciques que esclavizaban a los negros en el estado brasileño de Bahía y penalizaban la práctica de la Capoeira. Se trata de una hagiografía, entonces, en la cual tiene mucho peso la religión Yoruba y sus Orixás, y en la que la figura de Besouro aparece retratada como la de un santo con poderes que desafían las leyes físicas y que aportan a la película, de manera inesperada y agradecida,  ocasionales toques de espectacularidad en mitad de un contexto realista e histórico. Quizá, si han visto el tráiler, hayan pensado en un Ong-Bak brasileiro, pero Besouro posee una calidez humana de la que carece cualquier título protagonizado por Tony Jaa, preocupándose por desarrollar los personajes y las relaciones que se establecen entre ellos, de tal modo que por momentos (y esto puede resultar un lastre para algunos espectadores) olvidamos por completo que estamos viendo una película teóricamente de artes marciales, adentrándonos en un drama sobre la explotación social y racial en la que los protagonistas, además de saber patear culos, sienten y padecen. Besouro no es, desde luego, el film espectáculo que podría haber sido y, en ese sentido, no se puede decir que supere a las exhibiciones vistas en Sólo el más fuerte; tampoco es estrictamente una cinta de aventuras o de acción, ni un drama intimista, ni una fantasía llena de magia y escenas de lucha con cables, pero al mismo tiempo es todo eso y consigue conjugar tantos aspectos de manera correcta aunque, a veces, adoleciendo una falta de ritmo y de intensidad que repercuten negativamente en el, por otra parte apreciable, resultado final.


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