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28 nov 2010

'Skyline'

(Skyline. Colin Strause, Greg Strause. Estados Unidos. 2010. 92 minutos) Independientemente de su discutible calidad como película, Skyline merece ser destacada por lo que supone dentro de la industria de Hollywood: es la prueba fehaciente de que, en tiempos de crisis, cuando los grandes estudios recortan presupuestos y cancelan superproducciones, se puede sacar adelante una cinta sobre invasiones extraterrestres llena de efectos especiales, escenas de destrucción, naves espaciales, combates aéreos y explosiones, filmándola en apenas cuarenta días y con alrededor de diez millones de dólares de presupuesto (que es lo que gastan Michael Bay o Roland Emmerich, aproximadamente, cada vez que estornudan). Todo ello producido de manera independiente, sin el concurso de ninguna compañía externa y utilizando como escenario principal el piso donde vive el propio Greg Strause, uno de los dos directores de la película. Es encomiable que unos tipos que venían de trabajar en los efectos especiales de la mayoría de los blockbusters de los últimos diez años, y que habían debutado en la dirección con la fallida Aliens Vs. Predator 2 (2007), hayan decidido hacer este acto de fuerza e independencia creativa, algo así como lo que intentó Kerry Conran con Sky Captain and the World of Tomorrow (2004) aunque con unos resultados estéticos menos radicales y que se aproximan (salvo planos puntuales donde el fuego o el humo resultan demasiado artificiales) a los de cualquier cinta de gran presupuesto tipo Independence Day (Roland Emmerich, 1996) o Ultimátum a la Tierra (The day the Earth stood still. Scott Derrickson, 2008). 

LO MEJOR: La eficacia de los efectos especiales y de su
tramo final.
LO PEOR: Todos los momentos que transcurren dentro
del apartamento. 
Ahora bien, aparte de lo romántico e idealista del asunto, ¿merece la pena Skyline como película? La respuesta no es fácil, aunque la mayoría le dirá que no. De haberse estrenado directamente en DVD, sin toda la publicidad viral que ha arrastrado durante los últimos meses, sin la esperanza de encontrar en ella ese título revolucionario que algunos preconizaban, Skyline habría sido recibida con alegría por esos fans de la serie B intrascendente y peleona que están bregados en mil batallas y que han visto con sus ojos cosas que otros jamás creerían. El problema es que Skyline es más apropiada para ese mercado o para los festivales de cine fantástico que para las multisalas, donde será juzgada bajo el mismo rasero que cualquier superproducción, ya que el público no tiene por qué saber que está ante una cinta independiente que se ha rodado con cuatro duros. Y si nosotros, los freaks, pasamos la tarde feliz viendo bichos y naves espaciales en pantalla grande y no pedimos mucho más que eso, el espectador medio que paga su entrada con la esperanza de que todas, TODAS, las películas que ve sean el mayor espectáculo del mundo y, para colmo, tengan guiones decentes, encontrará serios problemas para disfrutar de Skyline en su justa medida. No hay que culparles. Los personajes de Skyline son odiosos y/o gilipollas, los diálogos son bochornosos, la acción es  repetitiva y además se nota el truco: los protagonistas se pasan tres cuartas partes de la película mirando por la ventana (o por un telescopio) lo que ocurre en el exterior, donde se libran trepidantes batallas recreadas con infografía, mientras que en el interior del apartamento tenemos un cutrerío importante en el que unos actores mediocres y mal dirigidos (¡incluyendo a una de Las Gemelas de Sweet Valley!) deben lidiar con unos conflictos dramáticos de chichinabo. La cuestión está en si ustedes son de los espectadores que quieren ver siempre una buena película o si, como el que esto escribe, perdonan (casi) todo cuando ven escenas de aliens gigantes aplastando coches por las calles, otros más pequeños cuyas cabezas parecen vaginas dentadas y secuencias enteras donde no hay ningún diálogo y sólo aparecen marines siendo arrojados por los aires, disparos y explosiones por todas partes y bichos persiguiendo a humanos heridos. Si son del primer grupo, huyan. Si pertenecen al segundo, estoy seguro de que han visto cosas muchísimo más aborrecibles que Skyline. Ustedes deciden. Yo digo sí, pero meh.

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