(Devil. John Erick Dowdle. Estados Unidos. 2010. 80 minutos) En 1984, el alemán Carl Schenkel estrenaba una película titulada Vacío (Abwärts) que narraba la historia de cuatro personajes encerrados en un ascensor: un ejecutivo publicitario, una mujer de buen ver, un tipo de mediana edad con un maletín misterioso y un joven que sólo llevaba dos días trabajando en el edificio. En menos de noventa minutos, Schenkel exponía un cuadro de tensiones ascendentes en el que los cuatro caracteres entraban en conflicto y suponían una amenaza añadida al escenario tan poco halagüeño en el que ya se encontraban. Si M. Night Shyamalan, creador de la idea en la que se basa esta La trampa del mal con la que da inicio a The Night Chronicles, ha visto o no la película de Schenkel es algo que desconozco... y será algo que nunca sabremos si hacemos caso a los rumores que hablan sobre el desproporcionado ego del director. Pero si conocen Vacío, que fue distribuida en vídeo en España y pasó por televisión, les resultará imposible no pensar en ella mientras ven La trampa del mal, ya que tanto la premisa como detalles básicos para crear suspense (el personaje que sólo lleva un par de días en el bloque, el misterio de un maletín/mochila de contenido desconocido...) se parecen en exceso.
LO MEJOR: Algunas de las muertes. LO PEOR: Todo lo demás. |
Lo que hay de nuevo con respecto a la película alemana es también lo peor de la cinta apadrinada por Shyamalan y dirigida por el responsable de la acojonante The poughkeepsie tapes, John Erick Dowdle. Se trata del elemento fantástico, tratado aquí con una simpleza que roza el ridículo en ocasiones, como todos esos momentos en los que el vigilante interpretado de manera pésima por Jacob Vargas intenta aportar la visión religiosa a la historia. Pero eso es algo de lo que adolece prácticamente toda la película: hay una falta de credibilidad alarmante no sólo en las interpretaciones de los actores, que al fin y al cabo no tienen un buen material al que agarrarse, sino en la manera en la que están dibujados los personajes, caricaturas que deberían estar mejor diseñadas cuando el peso del relato tiene que caer sobre ellos, ya que de lo que se trata es de aguantar ochenta minutos a cinco individuos encerrados en un ascensor. El hecho de que uno de ellos sea el diablo es lo que pretende hacernos creer la historia, pero al estar narrada desde el punto de vista de un personaje que lleva su religiosidad hasta extremos grotescos hace que algunos sintamos un inmediato rechazo hacia lo que se nos está contando. Estamos ante una miniatura simpática a lo sumo, pero que denota en exceso su condición de idea alargada y que se llega a hacer larga y moderadamente aburrida a pesar de no llegar a la hora y veinte de duración. Técnicamente es muy digna, con una buena fotografía de Tak Fujimoto y una banda sonora del español Fernando Velázquez muy por encima de la calidad de la película, pero esto es lo mejor que se puede decir de este cuento cargado de moralina.