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24 feb 2011

'Sed de venganza'

(Faster. George Tillman Jr. Estados Unidos. 2010. 98 minutos) Contundente y ruda como su póster promocional, Sed de venganza es, además del regreso al género de un titán como Dwayne "The Rock" Johnson, uno de los mejores regalos que el fan de la acción tradicional puede recibir: una película de venganza en la que el protagonista apenas media palabra y en la que se limita a cumplir su objetivo de exterminar uno por uno a los que mataron a su hermano. En ese sentido la cinta no podría arrancar de mejor modo: en menos de diez minutos, Johnson (a quien sólo se le conoce como Coductor) sale de la cárcel, se dirige a un escondite donde guarda un coche, una chaqueta, una pistola y una lista de nombres, se adentra en un call center y le pega un tiro en la cabeza a uno de tipos que tiene en la agenda (Courtney Gains, el mismísimo Malachai de Los chicos del maíz). El resto de la película sigue el mismo estilo, huyendo de alardes digitales o escenas de acción de diseño, con una apuesta total por la aridez visual que sólo es traicionada por ocasionales momentos en los que a Tillman Jr. se le va la mano con la composición estilizada de algunos planos. A diferencia de las festivas (y muy recomendables) El tesoro del Amazonas y Pisando fuerte, esta nueva aproximación de Dwayne Johnson a la acción se sitúa en un terreno parecido al que pisara Walter Hill con Driver o Traición sin límites, películas directas como una patada en la entrepierna de las que Sed de venganza recoge el testigo y a las que hace justicia.

LO MEJOR: Que da mucho más de lo que prometía.
LO PEOR: Que haya pasado desapercibida y que más de un
fan del cine de acción no la haya entendido del todo bien.
Hasta ahí lo que esperábamos. La sorpresa surge al darnos cuenta de que hay algo más en ella aparte de las escenas violentas, los homenajes musicales al spaghetti-western y el euro-thriller y el cuello de Dwayne Johnson a punto de estallar. La historia no sigue únicamente al Conductor y a sus futuras víctimas, sino que dedica tiempo también a otros dos personajes que tampoco tienen nombre pero que, para variar, cuentan con historia propia: el Asesino (Oliver Jackson-Cohen) es un profesional de la muerte que quiere demostrar al mundo que es el mejor en todo lo que se propone, víctima de un trauma infantil producido por una movilidad reducida de la que pudo escapar pero que le dejó cicatrices físicas y psíquicas; el Policía (Billy Bob Thornton), por su parte, es un triste agente de la ley al borde de la jubilación, drogodependiente y con problemas domésticos y de algún otro tipo. Tres personajes anónimos, que no se conocen pero que tienen una historia en común que se va desenmarañando a medida que avanza la película, intentando darse caza durante hora y media y confluyendo en un clímax atípico que, para que se hagan una idea, estaría más cerca del de Kill Bill Vol. 2 que el de Kill Bill Vol. 1. Para colmo, hay espacio también para plantear algunas dudas morales que se suelen evitar en este subgénero y que aquí están abordadas con acierto, aportando unas dosis extra de dramatismo e incomodidad para el espectador que espere únicamente un festival de carreras y tiroteos, algo que no es, al menos no únicamente, esta Sed de venganza

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