(Paul. Greg Mottola. Estados Unidos / Reino Unido. 2011. 104 minutos) Paul se presentaba, a priori, como uno de los platos más apetecibles de este verano, un producto que podría saciar nuestras ansias de nostalgia fantástica hasta la llegada de Super 8 y que suponía el regreso de un tándem que nos ha dado bastantes alegrías en el pasado. Gracias a Zombies Party (Shaun of the Dead. Edgar Wright, 2004) y Arma fatal (Hot fuzz. Edgar Wright, 2007), Simon Pegg y Nick Frost se convirtieron en referentes de los espectadores más freaks: sin perder ese tono cáustico tan british y amparándose en la parodia, ambos actores (con la inestimable ayuda de Edgar Wright) hicieron realidad los sueños húmedos de muchos, al conseguir filmar dos películas que irradiaban un amor genuino por dos géneros que nos vuelven locos, como son el cine de zombis y el de acción. Aunando de manera magistral el sentido del humor con el del terror y la espectacularidad, respectivamente, llevaron las películas de colegas a un territorio sofisticado y netamente flipado a la vez. Aspiraban a hacer, en definitiva, la Super Película de Zombis y la Super Película de Acción, reuniendo en ellas todo lo que nos gusta de ambos estilos.
LO MEJOR: La honestidad freak de Frost y Pegg. Jason Bateman pasándoselo en grande. LO PEOR: Paul y sus gracias sin gracia. Seth Rogen resulta cargante hasta disfrazado de CGI. |
Ahora, sin la ayuda de Edgar Wright y contando como director con el algo sobrevalorado Greg Mottola (Supersalidos), Frost y Pegg acometen un nuevo acercamiento hacia las fantasías del fandom: realizar la película que todos los asistentes a la Comic-Con querrían vivir en la vida real, una aventura en torno a la ufología, a las conspiranoias y a la fantasía como válvula de escape, en la que dos pringados que viven de sus ensoñaciones acaban topándose de bruces con uno de sueños, nada menos que un extraterrestre. Curiosamente, todo lo que hay alrededor de la trama principal funciona bien: la descripción de los protagonistas, el ambiente de road-movie, los hombres de negro que les persiguen, la voz misteriosa que mueve los hilos detrás de un teléfono, los guiños a Spielberg (con cameo peculiar incluido) y George Lucas (imposible no sonreír en la escena en la que entran en un bar de carretera y suena esa música). Pero la película fracasa en lo relativo a Paul, esa versión pretendidamente socarrona de E.T. que acaba resultando un elemento antipático y contraproducente. A estas alturas, ver a un alien enseñando el culo o haciendo un "Fuck you" con el dedo no le puede hacer gracia a nadie mayor de doce años, con lo cual ese intento de construir un humor adulto y crepuscular (porque la cinta no reniega, en cierto modo y de manera dulcificada, del patetismo inherente a los protagonistas) se va al garete. Se produce así cierta incomodidad, ya que tenemos la sensación de estar ante una oportunidad desaprovechada de hacer por el cine de encuentros extraterrestres lo mismo que hicieron Zombies Party y Arma Fatal por sus referentes: un homenaje sentido y sincero, sin demasiadas contaminaciones de la comedia escatológica y coyuntural. En ese sentido, Paul se queda a medias de lo que podría haber sido, pero al mismo tiempo no deja de ser un producto bien hecho, entretenido y (salvo por Paul) bastante simpático.