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6 jul 2011

'Encontré al diablo'

(I saw the devil / Akmareul boatda. Kim Jee-woon. Corea del Sur. 2010. 137 min.) De no haber sido porque quedó a la sombra de A serbian film (Srpski film. Srdjan Spasojevic, 2010), Encontré al diablo podría haber sido la película más polémica de la pasada edición del Festival de Sitges. Presentada poco antes en el Festival de Cine de San Sebastián, donde ya causó cierto revuelo entre el público, la película de Kim Jee-Won también presenta un amplio catálogo de atrocidades capaces de herir susceptibilidades pero, a diferencia de la cinta que hemos citado antes, no sobrepasa los límites de lo moralmente tolerable (incluso cuando se trata de una obra de ficción) y, sobre todo, ofrece dosis de buen cine, que es algo de lo que no se puede vanagloriar el muy mediocre film de Spasojevic. La película de Kim Jee-won narra el enfrentamiento entre el psicópata Kyung-chul (Choi Min-sik) y el agente secreto Kim Soo-hyeon (Lee Byung-hun), después de que el primero haya raptado y asesinado a la prometida del segundo. Dispuesto a que el asesino sienta tanto dolor como él, Soo-hyeon urde su venganza de una manera poco habitual: en lugar de dejarse llevar por la ira y dar muerte a su enemigo a la primera oportunidad, decide dejarle vivo y hacerle la vida imposible, persiguiéndole, acosándole y torturándole hasta que llegue el momento en el que crea que el psicópata ha sufrido todo lo humanamente posible. 

LO MEJOR: La naturalidad con la que se integran elementos
de distintos géneros sin que chirríen.
LO PEOR: Ciertos bajones de interés producidos sobre todo
por su duración desmesurada.
En Sitges 2010 pudimos ver otra película que se aproximaba a la venganza desde un punto de vista poco común, Les 7 jours du talion (Daniel Grou, 2010). Pero Encontré al diablo triunfa allí donde aquella producción canadiense fracasaba: la cinta de Grou se convertía, a medida que avanzaba, en una insoportable película marcada a fuego por el aburrimiento, la falta de intensidad, la carencia de progresión dramática y un nulo sentido lúdico, lo cual no dejaba de ser un importante lastre a pesar de ser algo deliberado; por el contrario,  el título que nos ocupa sabe conjugar esa voluntad de heterodoxia con la vocación de super-thriller, demostrando que la profundidad psicológica de los personajes, la intensidad dramática y la violencia más incómoda no tienen por qué estar reñidas con el espectáculo, la diversión y el sentido del humor (negro, negrísimo). Kim Jee-won se las apaña para mezclar elementos de terror, policíacos, cómicos y de acción a lo largo de dos horas y cuarto de película, provocando una extenuación en el espectador que se puede comparar a la que sienten los personajes, enzarzados en un duelo que se prolonga en exceso y que ocupa la mayor parte del metraje, repartiéndose el protagonismo entre el monstruo y un héroe que se acaba convirtiendo en alguien tan despiadado como la persona a quien persigue, si bien las motivaciones de uno y otro no pueden ser más distintas. La película reflexiona también sobre las consecuencias de la revancha en quienes rodean al vengador, así como en las secuelas psíquicas que éste sufre al comprender la futilidad de la represalia, sin olvidar una crítica nada velada al patetismo con el que las fuerzas del orden deben enfrentarse en ocasiones a los criminales, bien por falta de medios, bien por inutilidad o por la inoperancia de un sistema que les oprime. Y todo eso, atiendan bien, sin olvidar el gore, las risas, las hostias y los martillazos. Una delicia

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