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10 ene 2011

'El último exorcismo'

(The last exorcism. Daniel Stamm. Estados Unidos / Francia. 2010. 87 minutos) Proyectada en el pasado Festival de Sitges, donde fue bien recibida por el público y la crítica (incluyendo el premio al Mejor Actor para Patrick Fabian), El último exorcismo podría ser uno de los últimos ejemplos decentes de un subgénero, el del horror subjetivo o hiper-realista, que se está agotando a sí mismo pero que, paradójicamente, se ha erigido como el único método con el que el cine de terror puede resultar realmente eficaz hoy en día como generador de pesadillas. Sin embargo, sería injusto condenar la película de Daniel Stamm a la hoguera sólo por adscribirse a una moda, confiemos, pasajera y circunstancial (el abaratamiento de costes que supone rodar con estilo de falso documental no es algo que se escape ni a los creadores independientes ni a los grandes estudios, especialmente en épocas de crisis). Aunque empecemos a estar cansados del timo que supone hacer pasar una ficción fantástica por un documento real, no se le puede negar a El último exorcismo una serie de valores que la convierten en un producto algo más disfrutable que otras de su tipo.

LO MEJOR: El distanciamiento hacia los tópicos.
LO PEOR: Que finalmente se rinde a ellos.
Para empezar, es una película que parte del descreimiento y que cuestiona los mismos recursos que el cine de exorcismos utiliza para asustarnos: el reverendo Cotton Marcus es un farsante que ha dejado de creer en Dios pero que sigue utilizando la religión para sanar mentes que la necesitan, alguien que pretende filmar una película sobre la naturaleza psicológica y no sobrenatural de las posesiones diabólicas y que, para hacer más creíbles sus performances, no duda en utilizar trucos y efectos especiales que muestra al público de su película de manera explícita y con intención desmitificadora. Así, en contra de lo que parece al ver el tráiler, no estamos ante una cinta convencional sobre exorcismos, sino ante una que se permite reírse del subgénero durante la mayor parte de su metraje. Lamentablemente, y ahí está lo malo del asunto, no es capaz de llevar ese tono hasta sus últimas consecuencias y finalmente, mediante una serie de giros de guión que tiran por el suelo parte de los logros que se habían conseguido anteriormente, la película se entrega a las convenciones y se convierte simple y llanamente en otra más de terror, lo cual no es algo totalmente execrable pero sí algo decepcionante en comparación con las expectativas que genera su primera mitad. A pesar de este escollo, El último exorcismo es un film aceptable donde destaca sobre todo la buena mano de Daniel Stamm para manejar la tensión constante y de sus actores, absolutamente creíbles en sus recreaciones. 

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