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13 ene 2011

'The House of the Devil'

(The house of the devil. Ti West. Estados Unidos. 2009. 95 minutos) Cuando uno ve la foto de perfil que Ti West tiene puesta en su ficha de IMDb, con esa pistola, esa chaqueta de la serie de televisión V (1983-1985), esas gafas de sol, el bigotillo y la cinta del pelo de Daniel Larusso en Karate Kid (John G. Avildsen. 1984), puede pensar que el joven es otro más de esos cortometrajistas anclados en los ochenta que, de algún modo, han conseguido dinero para llevar a cabo pastiches rodados en vídeo en los que plasman sus obsesiones infantiles. Sin embargo, con su tercera película West se reveló como alguien que conoce y ama el cine de terror tanto como lo respeta, sin caer en la referencia irónica o posmoderna, sin situar su mirada por encima del género al que pretende remitirnos, y también como alguien de quien esperar trabajos interesantes en el futuro, como esa The Innkeepers que se encuentra en post-producción y que está ambientada en un hotel encantado. Se puede defender The house of the devil por su deliciosa estética, deudora del cine de terror norteamericano de los últimos setenta y primeros ochenta en los que transcurre la historia, con esa magistral recreación del estilo de la vieja escuela que queda bien patente desde la introducción y los créditos iniciales (en ese sentido, podría formar un maravilloso programa doble con La Centinela, dirigida por Michael Winner en 1977, sin que se notara demasiado que hay una diferencia de 32 años entre la producción de una y otra). También está el guiño que han realizado a los coleccionistas más veteranos al sacar la película en VHS, como pueden ver aquí. Pero hay otros motivos menos superficiales para tenerla en alta estima, como expondré a continuación.

LO MEJOR: El modo magistral con el que está manejado el
suspense.
LO PEOR: Esperar de ella un festival gore posmoderno.
La premisa resulta cautivadora, ya que si bien no es original sí que nos sitúa en ese plácido terreno conocido de agradable regreso que es el mundo de los lugares comunes en el cine de terror: una chica responde a un anuncio en el que se solicita una canguro para trabajar, durante una noche en la que se producirá un eclipse total, en una casa alejada de la ciudad y con unos habitantes ciertamente extraños que evidencian desde un primero momento que tienen mucho que ocultar. No hay lugar para la sorpresa porque Ti West, quien también se encarga del guión y del montaje, no quiere que la haya: desde un primer momento se nos anuncia, mediante un texto explicativo, que la historia gira en torno al satanismo. Esto sitúa al público en esa situación ventajosa que tanto gustaba a Alfred Hitchcock, en la que los espectadores tienen más información que los protagonistas de la película sobre lo que ocurre a su alrededor, de tal modo que se genera una tensión constante por la que siempre estamos dispuestos al sobresalto y los giros de guión. Un magnífico ejemplo es la secuencia del baile: la protagonista utiliza su walkman y danza por la casa sin ser consciente de que una amenaza se cierne sobre ella, generándose una sensación de angustia creciente en el espectador que finalmente no explota del todo debido a otro de los grandes aciertos de la cinta, como es el hecho de que West se preocupe más por la anticipación que por las soluciones tópicas. Esto nos lleva a lo que realmente impresiona de The House of the Devil, su capacidad para generar suspense y por dilatar la angustia del público hasta niveles asfixiantes, alargando escenas en las que no ocurre prácticamente nada sin caer en el aburrimiento, gracias a ese constante estado de alerta en el que nos obliga a permanecer durante todo su metraje. Finalmente, toda esta tensión acumulada explota en un final violento y alocado que sólo tiene un problema: si bien narrativamente es un clímax inevitable y hasta deseado (por lo que supone de liberación de todo el suspense retenido durante los minutos previos), formalmente pierde el norte con la utilización de la cámara en mano y el montaje atropellado durante el enfrentamiento entre los antagonistas, para retornar después al estilo clásico en un epílogo quizá innecesario, pero también simpático. Una pequeña falta en una de las mejores películas de terror de los últimos años, con dotes suficientes para ser considerada como obra de culto en un futuro no muy lejano y en la que, por último, merece la pena destacar el reparto: Jocelin Donahue carga con una entereza encomiable todo el peso de la cinta, rodeada por veteranos bregados en el terror como Tom Noonan, Mary Woronov y Dee Wallace. 

2 comentarios:

Borja dijo...

Cada vez me gusta mas como escribe, señor Tena. La película no la conocía, es aquella de la que hablasteis en San francisco no?

Pedro José Tena dijo...

Muchísimas gracias, Sr. Polaco. ;)

Sí, es esa misma de la que hablamos en aquella terraza de San Francisco. Y Javi tenía toda la razón, es realmente buena y recomendable. Si no la encuentras, dímelo y te la llevo cuando hagamos esa inminente comida/cena que tenemos pendiente.