(The Thing. Matthijs van Heijningen Jr. Estados Unidos. 2011. 103 minutos) Ironías del destino, la respuesta comercial que ha recibido esta película, suerte de precuela que a veces no puede evitar parecer un remake, ha sido similar a la que obtuvo el título que toma como referencia: La Cosa de John Carpenter. Ambas películas pueden considerarse rotundos fracasos desde un punto de vista puramente crematístico, lo cual no deja de ser injusto tanto para una como para otra y dice mucho de la miopía del público: del de 1982 por no apreciar que estaba ante una obra maestra en aquel momento, quizá por no estar preparado para ello, y del de 2011 por ignorar propuestas tan interesantes como ésta y aupar a lo más alto de la taquilla a subproductos de terror en los que no pasa nada remarcable durante el ochenta por ciento de proyección. Sin embargo, si la película de Carpenter logró granjearse un estatus de obra de culto a reivindicar, es poco probable que, en el futuro, alguien se dedique a reclamar valores que hayan pasado desapercibidos en el largometraje de Matthijs van Heijningen Jr., sin que esto signifique que su fracaso comercial haya sido justo, ni de lejos. La Cosa 2011 no merecía ser recibida con tanta indiferencia tanto por los jóvenes que desconocían la película original como por los integristas que han aborrecido el proyecto desde que supieron que se había escrito la primera letra de su guión. Es inevitable recurrir a las comparaciones en este caso, ya que, desde el mismo concepto inicial, la cinta que nos ocupa se ve obligada a depender del clásico de Carpenter a nivel argumental y visual, si bien su narrativa, como veremos, pretende adaptarse a los gustos actuales. Esto es, más acción, más transformaciones, más efectos especiales, más sustos, menos sugerencia, menos suspense, menos tensión. Al mismo tiempo, debido a su condición de precuela directa (recordemos que narra los acontecimientos sucedidos inmediatamente antes del comienzo de la película de Carpenter, los cuales quedan encadenados durante los créditos finales), se ve obligada a despejar algunas incógnitas y a hilar su trama con la del film original, con lo que su valor como película independiente queda a un nivel muy básico, pero también muy correcto, de típico corre-que-te-pillo por pasillos en los que un bicho da cuenta de un grupo de humanos que va reduciéndose progresivamente hasta un clímax final en el que sólo quede un (o, sobre todo, una) superviviente.
LO MEJOR: Su aspecto visual conecta muy bien con la película de John Carpenter. LO PEOR: Que, en este caso, más es menos. |
Desde un punto de vista lúdico, entonces, la versión 2011 de La Cosa funciona de manera apropiada: posee un ritmo trepidante, numerosas transformaciones y multitud de efectos visuales, los cuales están bastante logrados en algunos momentos puntuales, pero en general deslucen comparados con la carnosidad de los expuestos por Rob Bottin en la versión de 1982. En este sentido, el problema no sólo está en haber cambiado el látex por el píxel, sino en algo peor, como es la pérdida de virulencia que han experimentado algunas de las transmutaciones mostradas aquí, además de por la artificialidad de la infografía, también por la sobreutilización del monstruo y la poca imaginación con la que están mostrados sus ataques. El suspense queda fuera de la ecuación en este caso, incluso si evitamos la comparación con la película de Carpenter, ya que el modo en el que La Cosa hace acto de presencia carece de cualquier tipo de misterio, no provoca demasiada paranoia entre los personajes ni entre los espectadores, ya que ahora, el primer sospechoso de ser el monstruo es el siguiente en transformarse, a ser posible en pocos minutos, para que la muchachada no se aburra y no se haga líos con tantos tipos yendo de acá para allá (algo radicalmente opuesto al modo en el que Carpenter generaba un clima de incertidumbre y miedo al prójimo, logrando un estado de inquietud y alerta constante). Es irónico, pues, que esta nueva cosa se haya rodado con el público actual en mente y este le haya dado la espalda. Para los veteranos, los que nos hemos dejado las pestañas viendo la película de Carpenter una y otra vez, nos queda la satisfacción de pasar un buen rato con estilo añejo (efectos visuales aparte) y todos esos apuntes pajeros que tanto nos gustan: Ramona Flowers en plan Ripley on ice, ver el interior de la nave, vislumbrar el aspecto original del alien al salir del bloque de hielo que ya conocíamos vacío, descubrir cómo se creó el monstruo de las dos caras, comprobar que La Cosa no ha sido siempre un ente tan sigiloso y teorizar sobre por qué huye de los humanos en la película de Carpenter en lugar de enfrentarse a ellos directamente, que es lo que hace aquí... Todo ello con alguna posible incongruencia pendiente de confirmar con futuros visionados, además de con la puerta abierta a una posible secuela (atentos a la mención de una estación polar rusa de la que no sabíamos nada hasta ahora, y que viene a sumarse a las ya conocidas, la noruega y la norteamericana) que, visto el resultado en taquilla de la actual, dudo mucho que llegue a hacerse realidad. Quizá sea mejor dejar las cosas como están.