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21 feb 2012

'The Collector'

(The Collector. Marcus Dunstan. Estados Unidos. 2009. 90 minutos) Habiéndose curtido como guionista en las sagas Saw y Feast, era inevitable que la ópera prima como director de Marcus Dunstan fuera una cinta de terror. Sin embargo, no ha optado por lo previsible a la hora de encarar su película debut, ya que ni se ha limitado a hacer un torture porn al uso ni, aún menos, se ha decantado por filmar otra de bichos violentos. The Collector gira en torno a un ex-convicto, reciclado en obrero, que decide robar la casa en la que ha estado trabajando en los últimos meses para poder prestarle a su esposa el dinero que le debe a unos prestamistas (su  acto delictivo tiene entonces coartadas morales que sirven para que empaticemos con el protagonista, ya que de otro modo sería bastante difícil que el público conectara con un héroe de intenciones oscuras). La sorpresa llega cuando, al entrar en la casa, el ladrón se percata de que allí hay alguien más: un psicópata que colecciona personas y que ha puesto sus ojos sobre la familia que vive allí. El Coleccionista ha llenado la casa de trampas mortales y ha secuestrado a sus propietarios. Movido por el pánico, el instinto de supervivencia y la necesidad de salir de allí con vida y con el botín, el improvisado héroe tiene que salvarse a sí mismo y, al mismo tiempo (y, de nuevo, por una cuestión moral) no puede dejar que la pequeña de la casa muera, ya que la identifica con su propia hija y no podría cargar con esa culpa. Y, tranquilos, que en esto que acabo de contar no hay spoilers, aunque pueda parecerlo.


LO MEJOR: El cadáver ensartado en la pantalla.
LO PEOR: Hay que dar por válidas situaciones increíbles.
The Collector tiene momentos que podrían rivalizar con cualquiera de las torturas perpetradas por Jigsaw en la serie Saw, especialmente una segunda mitad en la que la casquería y las muertes violentas nos son mostradas con todo lujo de detalles. Incluso tiene concomitancias visuales con la saga iniciada por James Wan, con una fotografía quemada, granulada y propensa a los tonos oxidados y verdosos. Pero la película que nos ocupa se basa más en el enfrentamiento físico que psicológico, con dos personas al margen de la ley, un ladrón y un asesino en serie, utilizando la violencia más descarnada para ganar su peculiar juego del gato y el ratón, aunque durante la primera mitad de proyección el protagonista intente pasar desapercibido escondiéndose del psicópata y esquivando sus trampas. Aquí se concentran algunos de los mejores momentos del largometraje, aunque a decir verdad proliferan las situaciones inverosímiles, algunas de las cuales atentan directamente contra la inteligencia del espectador (por ejemplo, cuando el ladrón se esconde detrás de un montón de cojines y de la almohada de una cama, ¿cómo ha conseguido colocarlo todo tan bien desde dentro para que no se notara que estaba ocultándose ahí?). Así, ciertos instantes provocan algo de incomodidad por requerir un esfuerzo y un acto de benevolencia por parte del espectador. Otro punto negativo es la horrible música que acompaña las imágenes, compuesta por ruidos desagradables que hacen daño a los oídos. Pero, a pesar de todo esto, The Collector acaba resultando entretenida y tiene algún punto extra como la espectacular muerte contra la pantalla de proyección (si la han visto sabrán a cuál me refiero) y ciertas reminiscencias al giallo en el diseño de algunas trampas. No es mucho, pero al menos hay que reconocerle el esfuerzo por apartarse un poco de las modas. Y Madeline Zima vuelve a mostrar sus encantos, como en Californication.

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