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29 nov 2005

'Castle Freak'

(Castle Freak. Stuart Gordon. Estados Unidos / Italia. 1995. 90 minutos) Cada vez comprendo menos a los distribuidores españoles. A finales de los 90 podíamos encontrar infinidad de películas de la Full Moon en vhs, pero jamás en mis continuas visitas a los videoclubes o los grandes almacenes pude encontrar una copia original de esta cinta. Por no hablar de su situación en la actualidad: editada en DVD en no pocos lugares de Europa y Sudamérica, pero imposible de conseguir en España en ese formato (al menos que yo sepa). Suerte que un servidor se encontró con ella una madrugada en ese canal digital del que muchos sueltan pestes, pero que tantas alegrías nos ha dado a los cinéfagos: Showtime Extreme.

Había leído maravillas sobre esta película mucho tiempo antes de verla, pero casi se me escapa en su pase televisivo por culpa de su absurdo título en español, que nos intenta vender una especie de comedia terrorífica, cuando en realidad es una de las mejores películas de terror de serie B que se hicieron en los 90.

Rodada en Italia por el genial Stuart Gordon y con parte del reparto de su Re-Animator: Jeffrey Combs y Barbara Crampton, Castle Freak supuso uno de los últimos coletazos del terror de estilo ochentero, previo a la llegada de Scream y sus derivados, que convirtieron el horror puro en una sucesión de thrillers situados en ambientes más o menos sofisticados y protagonizados por adolescentes que hablaban como guionistas.

En ese sentido, Castle Freak es una película al viejo estilo, a lo old school. El prólogo es genial: en un viejo y enorme castillo, una anciana con aspecto de bruja corta dos rodajas de embutido y una rebanada de pan. Lo pone en un plato y comienza a caminar por los largos y lúgubres pasillos del castillo, acompañada por su gato. Después de un rato, llegan a una especie de mazmorra y la vieja coloca el plato en el suelo. El gato empieza a lamer la carne. La anciana saca unas llaves y abre una puerta. Escuchamos gemidos dentro de la celda, pero no vemos de quién provienen. La bruja coge un látigo de acero con clavos y comienza a golpear con saña al habitante, mientras éste grita descorazonadamente. Después de unos cuantos golpes, cuando la vieja está fatigada y el herido llorando, la anciana recoge el plato baboseado por el gato y se lo da al encerrado para comer. Con la respiración entrecortada y con el látigo en la mano, la vieja sube hasta su habitación y muere de un infarto. Títulos de crédito. Una familia norteamericana llega al castillo. Eran los únicos herederos de la vieja. Pero no han heredado sólo el castillo... sino también lo que hay dentro.

Las películas producidas por la inefable Full Moon me suelen parecer bastante aburridas, pero gracias al buen hacer de Gordon, Castle Freak se convierte en una auténtica maravilla para los tiempos que corren dentro del cine de terror. Además, posee un estilo europeo y barroco poco usual hoy en día. De hecho, tuve que esperar a ver ver los títulos de crédito para asegurarme de que está filmada en 1995, ya que parece de al menos diez años antes. Y, en este caso, esa afirmación es todo un elogio.

Elementos sacados del mejor Argento (esa muchacha ciega acosada en la habitación por un monstruo), mucha sangre y bastante sexo para una visión actualizada de la clásica leyenda del fantasma del castillo, con sábana, cadena y todo. Joyas escondidas como ésta le reconcilian a uno con el cine de género, tan repetitivo y derivativo en ocasiones.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: A día de hoy, sigo sin estar seguro de si la película está disponible o no en DVD en España, aunque no sería de extrañar que alguna distribuidora pequeña como Eurocine la editara. Si alguien sabe algo, por favor, que me lo diga. En cuanto a mi opinión sobre la película, decir que no ha cambiado en absoluto y que la sigo considerando una pieza importante del cine de terror de los 90. Lo que sí ha cambiado es mi consideración hacia la Full Moon, mucho más positiva ahora que hace cinco años. 

27 nov 2005

'Boys don't cry'

(Boys don't cry. Kimberly Peirce. Estados Unidos. 1999. 118 minutos) En un sábado noche de frío y dolor de cabeza, nada mejor que un maratón de cine. La pasada noche, en Antena 3, se pudieron ver de una tacada tres películas interesantes: la divertidísima y alocada Spy Kids de Robert Rodriguez, la socarrona Equipo Mortal de Kirk Wong, y la que nos ocupa, Boys don't cry.

Como las dos primeras ya las había visto en un par de ocasiones, me centré sobretodo en Boys don't cry, una de esas cintas que tenia ganas de ver desde hace tiempo pero que nunca había caído en mis manos.

Para empezar, destacar que en un principio no tenía intención de quedarme a verla, pero tras ver sus primeros minutos quedé enganchado a su historia y ya no pude dormir hasta conocer el final. A pesar de tener que soportar intermedios con spots de politonos para móviles de la maldita rana loca y fotos eróticas de Sonia Monroy, las más de dos horas que pasé delante de la tele aguantando la jaqueca merecieron bien la pena.

Boys don't cry narra la historia real de Teena Brandon, joven de Nebraska que se sentía un hombre y que, bajo la identidad de Brandon Teena, intentó vivir como tal hasta que su futuro se vio truncado con apenas 21 años.

Hilary Swank interpreta a esta alma torturada con total convicción, en uno de esos escasos papeles que están justamente premiados (ganó su primer Oscar a la Mejor Actriz con este filme) y que logran, por sí solos, captar la atención del espectador y centrar todo un largometraje de 2 horas en torno suyo.

Ésta es una película difícil de resumir, ya que en realidad no cuenta con una trama convencional o un argumento que se desarrolle con las leyes estrictas de la narrativa cinematográfica. Es decir, Boys don't cry no es de ese tipo de cine que se desarrolla a través de acciones, de desafíos que requieren que los personajes se muevan de un lado para otro para evitar que algo suceda. Ésta es una de esas películas en las que te puedes permitir el lujo de "conocer" a unos personajes, sus vidas, sus emociones, y acompañarlos en su día a día, ver cómo se relacionan con los demás, qué piensan, qué sienten...

Así, Boys don't cry no es una cinta hecha para provocar entusiasmos a través de estímulos audiovisuales: todos los elementos que habitualmente se usan para enfatizar la narración (música, fotografía, montaje, efectos sonoros, etc.) quedan aquí relegados a un plano casi invisible, en el sentido de que no entorpecen a la historia ni intentan destacar por encima de la misma, sino que contribuyen a contarla sin que casi nos demos cuenta, haciendo que todo parezca natural y verídico (aquí la excepción serían algunos insertos de imágenes aceleradas que no aportan demasiado, pero que se perdonan dentro del conjunto).

Tampoco es una película agradable, una feel-good-movie basada en un caso real y edulcorada de esas que tanto gustan a Hollywood. Lo personajes, como sucedió en la vida real, lo pasan mal. Y la directora no se corta demasiado a la hora de mostrárnoslo: hay violencia física, pero también (y sobre todo) violencia emocional, de esa que a nosotros, como espectadores, nos hace sentir incómodos ante la imposibilidad de poder darle consuelo y ayuda a unos personajes a los que acabamos cogiendo cariño.

Pero dejemos de hablar de lo que no es Boys don't cry y centrémonos en lo que es verdaderamente: una conmovedora historia de amor entre dos personas encerradas que quieren escapar de su realidad. Si Teena quiere ser Brandon para sentirse a gusto con su verdadera personalidad, Lana (papel interpretado por una de las musas del cine indie norteamericano, Chloë Sevigny) desea huir de un entorno hostil y asfixiante. Ambas desean emprender un viaje hacia un lugar lejano que significa la libertad, donde no importa tu pasado y en el que la sexualidad de cada uno no es más que una X en la casilla de un cuestionario. Lamentablemente, parece que ese lugar no existe...

Por último, un apunte personal: cuando, hace años, veía con desgana El nuevo Karate Kid, interpretado por Hilary Swank (y el recientemente fallecido Pat Morita), jamás se me ocurriría pensar que esa joven actriz tendría diez años después dos Oscar en su estantería.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Este es un ejemplo de cómo llenaba de paja mis posts con datos intrascendentes que pretendían servir de contexto pero no hacían más que rellenar líneas.  Parece que esto le gustaba a los lectores, a tenor de los comentarios que me dejaban y del número de visitas que tenía en aquel blog. Pero ahora mismo me parece un modo aburrido e inútil de comenzar una crítica, habiendo aprendido a diferenciar las reviews de las crónicas. 

25 nov 2005

'Bones'

(Bones. Ernest Dickerson. Estados Unidos. 2001. 96 minutos) Aún recuerdo el momento en que introduje en mi ordenador un cd-rom que regalaban con la revista Fangoria, en el que colocaron un tráiler de la película Bones. Desde ese momento, y hasta que pude verla, transcurrió tanto tiempo que desarrollé una especie de obsesión personal con ella. Transcurrió más de un año y, cuando ya temía que algún día la vería estrenada directamente en dvd, llegó a los cines españoles. Por esto y por mi fijación con Snoop Dogg, el tipo que me descubrió, cuando yo era un mocoso de 13 años, buena parte de la música que hoy sigo escuchando hoy en día, Bones es una película de culto personal. Pero, ¿es realmente buena? Sigan leyendo...

En ella tenemos, por un lado, una horror movie bastante clásica (con referencias al terror esotérico de Argento y Bava, sobre todo a Suspiria y su fotografía, además de la secuencia de los gusanos) y, por otro, el Blaxploitation de los 70 traído felizmente a nuestros días. Así, en la cinta está Pam Grier en un papel que le viene como anillo al dedo: el de señorona del ghetto con una hija (interpretada por Bianca Lawson) que, como demuestra esa imagen que incluyo más abajo (y en la que no está muerta, aunque lo parezca), está para quitarse el sombrero (como lo estuvo su madre).

Pero lo mejor de la película es que además cuenta una historia de amor y venganza de ultratumba, y que se toma su tiempo para presentar los hechos y los personajes, dejando toda la traca gore y terrorífica para los últimos 30 minutos. Aunque para muchos espectadores esto constituye una pega, debo confesar que a un servidor esta estructura pausada no le aburrió en ningún momento, ya que entre tanto vamos viendo flashbacks ambientados en los 70, así como diversas advertencias escalofriantes de lo que sucederá después.

La historia: Jimmy Bones fue un mito en su barrio durante la década de los 70, ya que era una especie de protector del ghetto, encargándose de que todo el mundo estuviera a salvo de bandas peligrosas y, sobre todo, intentando impedir que entrase el crack en sus calles. Pero, como esto suponía unos beneficios importantes, sus socios y amigos le traicionan y le asesinan para tener el camino libre y poder hacerse los dueños del barrio. Veintitantos años después, los hijos de los que asesinaron a Jimmy compran la casa donde este fue muerto para montar un club de Hip Hop. Bones resucita y, lógicamente, clamará venganza y, de paso, intentará recuperar su amor del pasado (Pam Grier).

Precisamente, los mejores momentos de la cinta posiblemente sean los dramáticos, y es lo que la diferencia de una historia en un principio tan parecida como es Pesadilla en Elm Street. No obstante, los últimos minutos están llenos de un humor negro (en todos los sentidos) muy acertado, en los que Jimmy Bones irá haciendo caer uno a uno a los supervivientes de su asesinato (el cual nos es mostrado en un dramático y tenso flashback). En el clímax, ambientado en La ciudad de los muertos, el director tiene el buen gusto de ambientar el reencuentro de los protagonistas con la preciosa canción The love we had stays on my mind (que los Dells grabaron en 1971), lo cual sólo hizo aumentar mi entusiasmo en la sala de cine.

Tras haberla visto un par de veces más en DVD, tendría que reconocer que la película no es para tanto. Pero es uno de esos casos en los que a uno le cuesta ser totalmente objetivo... De cualquier manera, Bones es una cinta mucho mejor de lo que algunos pueden pensar.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: mi entusiasmo con esta película fue tal que saqué el nombre del anterior blog de una de las frases de Jimmy Bones: "I've got a natural high... a supernatural high". Sería interesante comprobar actualmente si la película realmente merecía la pena o si solamente fue un enamoramiento del que firma. Aparte de eso, toda crítica que empiece por "Aún recuerdo..." debería estar penada por la ley.

23 nov 2005

'Shaolin Soccer'

(Siu lam juk kau. Stephen Chow Sing-Chi. Hong Kong. 2001. 87 minutos) Un grupo de fracasados busca la redención a través del fútbol. En España con esta premisa nos sale la sosa Días de Fútbol... En Hong Kong hacen Shaolin Soccer...

Los rastreadores de imágenes curiosas en internet seguro que conocen esta película que, sorprendentemente (yo diría incluso que de manera insultante), no se ha visto en España ni en dvd, a no ser de importación o pirata.

Shaolin Soccer es una cinta que arrasó en el mercado asiático en 2001, y que ha sido estrenada en otros países, eso sí, después de pasar por las manos de los temibles hermanos Weinstein y su Miramax. Así, de los 112 minutos que la película de Chow tiene de metraje original, la versión que paso a comentar tiene una duración de unos escasos 87 minutos, por obra y gracia de esa teoría que siguen en Miramax que afirma que "las películas asiáticas deben sufrir un remontaje para adecuarse a los gustos occidentales". Lo que ellos digan...

Stephen Chow (o Chow Sing-chi) es uno de los cómicos y directores más importantes de Hong Kong desde finales de los 90, gracias a títulos como The Sixty Million Dollar Man o The King of Comedy. A España sólo nos ha llegado su éxito más reciente, Gong Fu, retitulada para el mercado internacional Kung Fu Hustle y aquí conocida como... ejem... Kung-Fu-Sion...

He de confesar que, de momento, sólo he visto Gong Fu y Shaolin Soccer, por lo que mis conocimientos sobre los rasgos autorales de Chow no son nada más que aproximados.

La historia de la cinta, al menos según el montaje americano (no sería la primera vez que cambian en parte o en abundancia el argumento de los guiones originales...) sigue a Sing (Chow), un antiguo monje de Shaolin que vaga por las calles hasta que se encuentra con un antiguo rey del fútbol, Pierna de Acero (Ng Man Tat), ahora jugador y entrenador frustrado por culpa de una vieja lesión provocada. Juntos, tras un par de peripecias que les hunden aún más en la miseria, deciden formar un equipo de fútbol en el que utilizarán el kung-fu, para ganar un torneo que significaría no sólo un cambio económico en sus vidas, sino sobre todo una venganza moral hacia una sociedad que ha olvidado sus tradiciones. Sing reune a sus hermanos de Shaolin y forma un equipo junto a otros perdedores que se suben al carro tras ver las impresionantes dotes de aquellos para el juego (más bien, para el combate).

En medio de la trama deportiva y redencionista, un conato de historia de amor con una vendedora (elemento que Chow repetiría en Gong Fu), interpretada por la deliciosa (y aquí afeada) Zhao Wei (o Vicky Zhao).

Hace unos días, alguien me decía que esta película era "malísima"... Aparte de la alegría y la facilidad con la que gente que no tiene ni idea de cine califica a una cinta como "mala", me cuesta pensar que pueda existir alguien que, como mínimo, no se divierta con Shaolin Soccer. Sé que hay gente muy cerrada a los que cualquier elemento fantástico hace que rechacen por instinto cualquier largometraje. Pero cualquiera con un mínimo de ganas de ver algo nuevo y atrevido visualmente, gozará de lo lindo con esta obra sencilla, simplona si se quiere, pero que es capaz de hacer vibrar incluso a alguien que odia el fútbol (como es mi caso).

Además del surrealista sentido del humor que inunda la cinta, Chow consigue que los entrenamientos y los partidos (especialmente el apocalíptico final) sean casi épicos, al ver a unos despojos sociales llevando a cabo proezas inhumanas (sólo por sus últimos 30 minutos ya valdría la pena ver este largometraje).

Luego están las referencias... Los que no conozcan mucho cine de Hong Kong se perderán esas versiones cutres del Chow Yun-Fat de A better tomorrow (John Woo, 1986), la resurrección de Bruce Lee (una de las obsesiones de Stephen Chow) o los cameos de Cecilia Cheung y Karen Mok transmutadas en jugadores rastafaris (o algo así, porque la verdad es que su apariencia es difícil de describir...). Pero sí que captarán sin problemas el homenaje a Jurassic Park, por no hablar que inmediatamente compararán algunos de sus planos con Matrix (que, para muchos, inventó las artes marciales y los efectos especiales... ejem).

Muchos pensarán que estamos ante un producto infantil y chabacano... Y quizá tengan razón en parte. Pero lo cierto es que la mayoría de personas que reniegan de Shaolin Soccer fueron fans de Campeones (u Oliver y Benji, o Capitán Tsubasa)...



Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Pocas cosas han cambiado en estos cuatro años y pico: Shaolin Soccer sigue sin ser estrenada en España y yo sigo sin haber visto las mejores películas de Stephen Chow. 

21 nov 2005

'Brain Damage'

(Brain Damage. Frank Henenlotter. Estados Unidos. 1988. 86 minutos) Brain Damage no sólo es el título de una de las primeras canciones que Eminem y Dr. Dre hicieron juntos. También es una estupenda película de culto, que se recuerda sobre todo por una brutal secuencia en la que un blow-job tiene consecuencias trágicas.

Henenlotter nos sorprendió unos cuantos años antes con su bizarra ¿Dónde te escondes, hermano? (Basket Case. 1983) y sus dos secuelas, en la que ya demostraba una extraña capacidad para dotar de personalidad a un ser deforme y monstruoso, un freak en definitiva, que le hacía la vida imposible a su hermano. Esta vez nos propone una historia en principio alocada y hasta cómica en cierta manera: un joven se despierta una noche y tiene la cama llena de sangre; se toca en la nuca y descubre que tiene un pequeño agujero sangrante. Poco después descubre que le ha salido una especie de parásito que se adosa a ese orificio, mediante el cual le inyecta una sustancia en el cerebro que le hace sentirse bien.

A cambio, Aylmer – o Elmer – (que así se llama el parásito creado para la película por Gabe Bartalos y David Kindlon, con más imaginación que medios) le pide su alimento principal, que no es otra cosa que cerebros frescos. Visto así, la historia no parece nada cómica, aunque sí surrealista. La gracia viene dada por el diseño del curioso monstruo, a medio camino entre una babosa gigante y un pene con cerebro, y que además habla. Así, el joven se verá obligado a asesinar para que Aylmer le siga dando su flujo alucinógeno, bajo cuyos efectos actúa el protagonista y no recuerda nada después.

Cuando se da cuenta de lo que está haciendo, se intentará alejar de su novia y su hermano (que inician una relación sexual a sus espaldas cuando el protagonista comienza a mostrarse apático y enfermo) para no hacerles daño , e intentará no caer de nuevo en las garras de su pequeño “camello”. Aunque será demasiado tarde, ya que la adicción se vuelve demasiado fuerte (tremendamente impactante es la secuencia en la que el joven protagonista sufre los efectos de la abstinencia de un modo brutal, mientras que Aylmer le canta una canción provocándole para que vuelva a colocarle en su nuca).

Como podéis ver, no estamos ante la típica cinta de terror adolescente al uso, sino que nos encontramos con una inteligente metáfora de la destrucción a la que conduce todo tipo de adicción, centrándose aquí de una manera especial en la adicción al sexo y a las drogas. Paradójicamente, posiblemente sea esta la cinta en la que mejor y de forma más cruda he visto reflejado el sufrimiento del drogadicto. Y es que, a pesar de estar envuelta en la forma de cine de terror con secuencias gore, lo cierto es que Brain Damage es también un drama adolescente, con algunos apuntes de comedia negra surrealista. Una de esas películas que hay que reivindicar, con un final inevitablemente trágico y con unas interpretaciones muy acertadas, especialmente la del desconocido Rick Herbst.



Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: esta es una reseña que ahora enfocaría de otro modo. Vuelvo a caer en uno de mis mayores defectos de entonces, como es contar la película en lugar de intentar explicar por qué merece la pena o no. 

20 nov 2005

'El exorcismo de Emily Rose'

(The exorcism of Emily Rose. Scott Derrickson. Estados Unidos. 2005. 119 minutos) En ocasiones, uno se siente como el protagonista de Soy Leyenda (la mítica novela de Richard Matheson): al ver tanta idiotez a su alrededor uno acaba por pensar que los "monstruos" no son los demás, sino tú mismo. Que nadie confunda esto con una demostración palpable de mi egolatría. Me explico: ayer mismo acudí al cine más cercano a disfrutar de El Exorcismo de Emily Rose, esperando ver una película inteligente. Y así fue. Pero no se puede decir lo mismo del 80% del público que poblaba la sala. En cada una de las escenas en que la pobre protagonista sufre esos ataques de convulsiones, una chica con risa de bruja de dibujos animados comenzaba a carcajearse de manera escandalosa, como si en verdad ella fuera la poseída y no la sufrida Emily. Lo peor es que la mayoría del público no sólo no le reprobaba tal actitud, sino que le seguía el juego y se montaban unas carcajadas colectivas que no he presenciado en ninguna comedia que haya visto en pantalla grande.

Esto me sirve como introducción a la crítica de una película que no es ni mucho menos lo que nos venden en el tráiler, sino algo infinitamente mejor que la ignorancia del espectador eventual (es decir, los típicos adolescentes para los que ir al cine es el paso previo para montar jarana y no un fin en sí mismo) parece destinada a destrozar con el boca-oreja.

Tras un sucinto prólogo en el que conocemos la muerte de Emily Rose (Jennifer Carpenter), la cinta nos presenta a la abogada Erin Bruner (Laura Linney) y al cura acusado por su muerte, el Padre Moore (Tom Wilkinson). Por lo tanto, y sin perder el tiempo, la cinta nos sumerge en el género al que realmente se adscribe: el drama judicial.

Aquí está el motivo principal por el que la chiquillería se sentía incómoda en el cine: acudieron en masa a ver una película más de posesiones destinada a un público de menos de 20 años, y se encontraron con un thriller adulto y sereno. Todo el corpus dramático del largometraje, dirigido con buen gusto por Scott Derrickson, lo constituye el proceso judicial contra el padre Moore y todo lo que le rodea (las investigaciones, las confesiones de los testigos, los diálogos abogada-defendido); mientras que los momentos de terror, aquellos en los que se nos muestra el infierno por el que pasó Emily Rose, nos son mostrados en modo de flashbacks inquietantes y, dentro de lo que cabe, bastante realistas. Sin detenernos en las circunstancias que rodearon la muerte de la muchacha ni en sus paralelismos con el hecho real en el que la cinta está inspirada, pasaré a destacar los puntos más interesantes de la función:

Para empezar, tenemos un tono calmado y elegante, alejado de cualquier histrionismo salvo contadas excepciones, y que permite al espectador sentirse involucrado de inmediato en lo que le están contando. Como en todo buen drama judicial (cuando está bien escrito), el público se siente desde su butaca como si fuera parte de un jurado al que le están presentando unas pruebas que luego deberá juzgar. Y es que, El Exorcismo de Emily Rose puede dar pie al debate. Lo más importante de la película no son las escenas de terror, sino la dicotomía (siempre polémica) que presenta entre ciencia y creencias, entre hechos y posibilidades. Lo curioso es que, en esta ocasión, la fe está representada por una agnóstica (Bruner) y la ciencia por un religioso (el abogado de la acusación, Ethan Thomas, interpretado por Campbell Scott). Por tanto, durante buena parte del metraje, Derrickson se muestra equitativo a la hora de ofrecernos datos en un sentido y en otro. Aunque, casi desde el principio, está claro quiénes son los buenos y quiénes los malos. Al mismo tiempo, el director y guionista rompe ese tono verosímil al introducir elementos fantásticos o poco convencionales en el día a día de la abogada (esa obsesión por el reloj que marca las tres de la madrugada, por ejemplo) y parece claro cuál es su punto de vista: Emily Rose estaba poseída y necesitaba un exorcismo. Es decir, que todo el tono realista que Derrickson quiere otorgar a su obra queda en entredicho en no pocas ocasiones, al mostrar como verdaderos unos momentos que forman parte de la hipótesis, y deja que este mundo enigmático se adentre en la realidad de su película.

Otro aspecto a destacar de El Exorcismo de Emily Rose es que otorga los papeles principales a unos excelentes intérpretes que normalmente ejercen de secundarios. Tanto Linney como Wilkinson o Campbell, incluyendo a la poco conocida Jennifer Carpenter, dan a sus personajes la credibilidad necesaria en este tipo de películas, cuya capacidad de de empatía se puede ir al garete por culpa de interpretaciones mediocres o poco plausibles.

Pero tampoco nos vamos a engañar: la mayoría de la gente que acude al cine a ver El Exorcismo de Emily Rose lo hace en busca de emociones fuertes. Lejos de la truculencia de clásicos como El Exorcista o El Anticristo, la cinta de Derrickson nos muestra una posesión que, efectivamente, podría pasar por epilepsia-psicótica (como intenta demostrar la acusación en el juicio). A la joven poseída no se le transforma la cara ni comienza a vomitar papilla verde. Sus heridas podrían ser perfectamente auto-provocadas y siempre que vemos alguna imagen "fantástica" lo hacemos a través de su punto de vista. El director sólo rompe el tono realista en un par de ocasiones, especialmente en el exorcismo efectuado en un establo, donde contenta sin duda a los que buscaban una escena espectacular.

Es difícil contentar a todo tipo de públicos, y El Exorcismo de Emily Rose, como ya he dicho, gustará quizá más a los que disfruten de los dramas judiciales que a los fans del terror teen. Pero al mismo tiempo, yo, que me debato entre unos y otros, soy el ejemplo viviente de que ambos sectores pueden quedar satisfechos cuando uno se enfrenta a una película así con dos dedos de frente, utilizando un poco la cabeza y no visionándola con el piloto automático encendido, como tantas veces hacemos.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Este post dio origen a otro más en el que hablaba sobre el caso real en el que se inspiró la película, el de Anneliese Michel. Este segundo artículo fue el que se adueñó del viejo blog y restó importancia al resto de posts, generando un éxito tal que hubo momentos en los que las visitas se contaban por miles al día. Pero perdió la gracia cuando me di cuenta de lo enferma que estaban muchas de las personas que comentaban. Pueden comprobarlo aquí. Sobre la reseña en sí, es un ejemplo de algo que ahora mismo odio hacer (y que odio leer en cualquier crítica): confundir el hecho de contar la película con el de analizarla.

18 nov 2005

'Soldado Universal'

(Universal Soldier. Roland Emmerich. Estados Unidos. 1992. 99 minutos) Soldado Universal supuso el paso de Jean-Claude Van Damme de las producciones de serie B a las películas de mayor envergadura auspiciadas por majors hollywoodienses (después de un primer intento con la divertidísima Doble Impacto, que fue distribuida por Columbia Pictures). Se nota a kilómetros que es una producción destinada a su lanzamiento mundial como nuevo héroe oficial del cine de acción, cuando ya se preveía que las carreras de Schwarzenegger y Stallone estaban condenadas a decaer de un momento a otro. Y para ello, qué mejor idea que enfrentarle a otro cachas experto en artes marciales, Dolph Lundgren, también europeo, y que había demostrado con anterioridad lo bien que le sentaba el papel de villano (en Rocky IV), pero que no acababa de convencer en las taquillas como héroe principal (de hecho, después de Soldado Universal, no volvió a estrenar muchas más cintas en pantalla grande).

Como director, en un principio se pensó en Andrew Davis (director de Código de silencio, Por encima de la ley, Alerta Máxima, Reacción en cadena o El fugitivo), pero finalmente, tras problemas con los productores, éstos se decantaron por el emergente Roland Emmerich, director alemán admirador de Spielberg que tenía en su currículum éxitos menores como El secreto de Joey o El secreto de los fantasmas, quien luego se estableció definitivamente en Hollywood con títulos como Stargate, Independence Day o El día de mañana.

Con producción de las entonces grandes (y hoy desaparecidas o mutadas) TriStar Pictures y Carolco, Soldado Universal se convirtió en uno de los grandes éxitos de 1992, aunque sin llegar a ser el mega-taquillazo que seguramente esperaban. Ahora, casi quince años después de su estreno, es recordada como uno de los mejores y más perdurables ejemplos de un género que encontró su punto álgido en la década de los noventa.

Su argumento nos proponía una interesante mezcla de ciencia-ficción y pura acción: en 1969, durante la guerra de Vietnam, el sargento Andrew Scott (Lundgren) enloquece y comienza a matar a inocentes y a sus propios compañeros. El soldado Luc Deveraux (Van Damme) se enfrenta a él y ambos acaban muertos. Pero esto es sólo el principio de la historia: sus cadáveres son congelados y 25 años después son devueltos a la vida mediante un programa secreto del ejército norteamericano, que ha creado a partir de individuos criogenizados los guerreros perfectos, los Soldados Universales. El problema es que dos de estos soldados (Scott y Deveraux) comienzan a tener recuerdos de su pasado y, como si no hubieran pasado dos décadas, se vuelven a enfrentar para regocijo de los espectadores y desgracia de los personajes que se cruzan en su camino. Deveraux deberá proteger a la periodista Veronica Roberts (Ally Walker), quien le está ayudando a descifrar su pasado y a volver a su hogar, mientras que Scott hace todo lo posible por acabar con los que según él son unos traidores.

Como dije unos párrafos arriba, se nota que la cinta es un vehículo para lucimiento de Van Damme (sin que ello signifique nada negativo). De ahí que, a pesar de compartir cartel y ser equiparado en el marketing con su compañero Lundgren, el belga tenga muchísimos más minutos en pantalla y apenas dé la oportunidad a su enemigo de lucirse en las escenas de lucha. En el clímax bajo la lluvia, el enfrentamiento final entre los dos colosos se desarrolla y resuelve de la manera más tópica: Lundgren mamporrea con saña a Van Damme hasta que éste estalla y nos deleita con su habitual recital de patadas giratorias, mientras que el pobre Dolph no puede (no le dejan) hacer otra cosa que quedarse de pie observando cómo se le acercan los pies de Jean-Claude a la cara. En este sentido, la película es algo decepcionante ya que desaprovecha la posibilidad de ver un enfrentamiento marcial entre dos actores que realmente saben Karate. Según las malas lenguas, estos enfrentamientos se provocaban detrás de las cámaras, ya que en un principio parece ser que ambas estrellas no hicieron muy buenas migas: el carácter serio e intelectual de Lundgren chocaba con el más alocado y jovial Van Damme. El propio Jean-Claude dijo en una entrevista: “tuvimos que darnos alguna paliza hasta que conseguimos ser amigos”.

Después de varias películas en las que ya se pudo lucir con sus habilidades marciales, a Van Damme le interesaba hacer un tipo de cine en el que éstas fueran una herramienta más para la acción, y no una atracción en sí mismas. De ahí que en Soldado Universal se viera implicado en secuencias más aparatosas que nunca hasta entonces, como la de la presa en los primeros minutos o la persecución del camión de los UniSols a un autobús policial. Al mismo tiempo, el hecho de que su personaje sufriera de amnesia le dio la oportunidad de ensayar un papel que perfeccionaría años después en Replicant, el del héroe inexperto que tiene que madurar y enfrentarse a sus miedos a medida que transcurre la historia. Esto da la oportunidad a Van Damme de dar a su interpretación pequeños matices cómicos que funcionan a la perfección en la secuencia del restaurante de carretera o en aquella en la que Veronica le tiene que encontrar el rastreador oculto bajo su piel, basando el humor en la inocencia del personaje y la simpatía que nos provoca (incluso hay un momento en el que se permiten bromear sobre su acento afrancesado, aunque para apreciar ese chiste hay que verla en versión original).

Soldado Universal es un largometraje divertido, medianamente espectacular (desde luego, no tanto como las posteriores cintas de Emmerich, pero sí con mayor empaque que otras de la filmografía de Van Damme) y bastante bien recordado. No hay que olvidar que años después generó una secuela titulada Soldado Universal: El Retorno, y una serie de televisión que, engañosamente, se editó en vídeo dividida en dos partes y con los nombres de Soldado Universal 2 y Soldado Universal 3, en las que no aparecían ni Van Damme ni Lundgren. Por cierto, un detalle curioso: el enemigo de Van Damme en Soldado Universal: El Retorno es Michael Jai White. Pues bien, en la primera escena de Soldado Universal, podemos ver a White interpretando a uno de los compañeros de Luc Deveraux en el pelotón. Esto daría algo de coherencia a la secuela, en tanto que el cadáver de éste también podría haber sido congelado, pero debido a que la aparición de White es demasiado breve y que nadie le recordaba, supongo que no es más que una (afortunada) casualidad.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Aunque no lo dije en este post, de intenciones más bibliográficas que críticas, Soldado Universal es uno de los títulos de Van Damme que menos interesantes me resultan. Posee menos rasgos personales que otras de sus películas de la época y el hecho de ejercer aquí de aspirante a estrella le resta a Van Damme parte de la fuerza que poseía en títulos previos como Libertad para morir y Doble impacto. Siendo una buena película de acción, a día de hoy me resultan más atractivas sus secuelas: la muy camp Soldado Universal: El Retorno y la vigorosa Universal Soldier: Regeneration que sigue esperando su estreno español. 

15 nov 2005

'Los renegados del Diablo'

(The Devil's rejects. Rob Zombie. Estados Unidos / Alemania. 2005. 109 minutos) Cuando James Cameron estrenó Terminator 2 dijo que su intención al hacer la película era conseguir que el público llorase por un robot. Con su segunda película, Rob Zombie casi consigue que lloremos por una familia de psicópatas, los Firefly, unos perturbados a los que nos presenta como personalidades complejas, violentas, pero también con sueños y sentimientos fraternales.

Continuación directa de la (para mí) magistral y maltratada La casa de los 1000 cadáveres, Los Renegados del Diablo no es una secuela convencional. Si bien nos reencontramos con los mismos personajes, en esta ocasión tanto el argumento como el tono de la película son completamente diferentes, hasta tal punto que no podríamos afirmar rotundamente que Los Renegados del Diablo sea un film de terror. Que las fechorías de los Firefly dan miedo es indiscutible, pero sus andanzas se alejan completamente de los parámetros del cine de horror en los que entraba la primera parte, para ingresar en esa categoría de cine de supervivencia y venganza que tantas alegrías nos ha dado, convirtiéndose así en una especie de neo-western polvoriento al estilo de Perdita Durango. Aunque lo de "neo" habría que discutirlo también, porque precisamente la gracia de The Devil's Rejects está en que, desde el primer minuto, sentarse a verla es como viajar hacia atrás en el tiempo, concretamente hacia finales de los años 70, que es la época en la que transcurre la historia y, al mismo tiempo, parece la fecha en la que la cinta esté filmada. Y esto lo digo sin ningún ánimo peyorativo. Es más, si hay algo que tenemos que agradecer a Rob Zombie sobre todas las cosas es habernos dado la oportunidad a una nueva generación, que no pudimos disfrutar en pantalla grande de títulos como La matanza de Texas o Las colinas tienen ojos, de ver en cine dos películas (sus dos únicas obras hasta el momento) que, como bien dice mi colega Jesús Mesas, de haber sido filmadas hace 30 años hoy estaríamos hablando de ellas como clásicos modernos.

Hablando de La matanza de Texas, se dijo infinidad de veces que La casa de los 1000 cadáveres estaba más que inspirada en aquella película de Tobe Hooper de 1974. Pues bien, lo de Rob Zombie con esa cinta es más que obsesión. Y no sólo con la primera parte. Y es que en 1986 el mismo Tobe Hooper dirigió una segunda entrega en la que la familia homicida salía de su casa y viajaba en busca de nuevas víctimas. Su marcha sanguinolenta transcurría sin mayores complicaciones hasta que un sheriff (interpretado por el inquietante Dennis Hopper) vengaba la muerte de un familiar a manos de Leatherface y compañía, poniéndose para ello al mismo nivel asesino de sus enemigos (hasta llegaba a coger una motosierra para enfrentarse a Cara de Cuero). Pues bien, esto es más o menos lo que cuenta Rob Zombie en Los Renegados del Diablo. La casa de los Firefly es asediada por el sheriff Wydell (William Forsythe, veterano del cine chusco, del que recuerdo especialmente su papel del villano Ice en Frío como el Acero). Tras la cruenta redada, uno de los Firefly resulta muerto, mientras que Mamá Firefly es arrestada (por cierto, a ésta ya no la interpreta Karen Black, sino la inolvidable Sargento Callahan de Loca academia de Policía, Leslie Easterbrook). El deforme Tiny (el tristemente fallecido Matthew McGrory, visto en Big Fish) no se ve implicado en el altercado, mientras que Otis (Bill Moseley - que hizo de Chop Top en La matanza de Texas II... -) y Baby (la esposa del director, Sheri Moon Zombie) escapan de la masacre. Otis y Baby llaman a su padre, el Capitán Spaulding (Sid Haig, repitiendo papel, aunque en la primera parte no recuerdo que en ningún momento dijeran que Spaulding era el patriarca del clan Firefly...) y deciden reunirse en el club de su viejo amigo Charlie Altamont (Ken Foree, protagonista del Zombi de Romero y de... La matanza de Texas III), pero antes de llegar harán una parada en un motel donde darán rienda suelta a sus instintos y costumbres más depravadas.

Hasta aquí, la película disfruta de un ritmo endiablado, pero al mismo tiempo que los personajes detienen su huída momentáneamente en el motel, la historia se estanca para mostrar un catálogo de humillaciones, despropósitos y atrocidades que para algunos constituirán el plato fuerte de la función y, para otros, un segundo acto algo tedioso lleno de situaciones incómodas y que no llevan a ninguna parte más que a mostrar violencia gratuita y vejaciones.

Sinceramente, soy incapaz de posicionarme a un lado o a otro. El cinéfago que llevo dentro le da las gracias a Zombie por darle la oportunidad de ver un compendio de secuencias fuertes e incómodas, a contracorriente y tan valientes que casi parecen suicidas. Pero al mismo tiempo llegué a sentir en algunos momentos que la película no me ofrecía otra cosa que eso, locura y violencia, lo cual llega a cansar cuando te lo sirven en cantidades industriales.

Y es que, si analizamos la estructura dramática de la cinta fríamente, nos damos cuenta de que Rob Zombie se salta todas las reglas y se olvida de otorgar a su historia ritmo o tensión. Apenas hay sorpresas y la cinta es incapaz de provocar entusiasmo en cualquiera que no sea devoto del género (en la sala donde vi la película se salieron tres personas, y se escuchaban constantemente los comentarios negativos del resto). Estéticamente la podríamos calificar sin remordimientos como fea. Tan fea y sucia como sus personajes (los protagonistas y los secundarios). La elaborada fotografía de colores rojos y azules reminiscente de Lucio Fulci y Dario Argento que disfrutamos en La Casa de los 1000 cadáveres se convierte aquí en un monocromático marrón arenoso, hasta tal punto que por momentos parece que la norma de Zombie a la hora de fotografiar la cinta ha sido la de que parezca que no haya ninguna elaboración previa, con luces y sombras naturales y planos que parecen improvisados. Es decir, que Zombie, lejos de querer lucirse, ha preferido darle a su segunda obra un tono realista tan potente que, en no pocos momentos, parte de la incomodidad que provoca la cinta en el espectador surge de la sensación de estar acompañando a los Firefly en sus matanzas, sentados junto a ellos en la cama del motel o en la parte de atrás de la camioneta.

Así, Los Renegados del Diablo no me ha parecido la obra maestra que esperaba (o, mejor dicho, deseaba) ver, sino una película audaz con grandes aciertos, pero también con escenas que estarían mejor en la sección "secuencias eliminadas" de su futura edición en DVD. Hablando de esto, hay que destacar la decepción que ha provocado en muchos fans la desaparición en el montaje final de Rosario Dawson, que moría sangrientamente a manos del Dr. Satán. Éste tampoco aparece, según Zombie, para distanciarse aún más del género de terror al que se adscribía la primera parte. Quizá ahí resida parte del desencanto que me ha producido esta secuela: en que los modelos que seguía el director en su anterior película me interesan más que los que ha tomado como referencia en ésta; en que me gusta más el terror de serie b que el spaghetti western; en que, a pesar de todo, sigo disfrutando más de Craven o Hooper que de Peckinpah o Boorman. A algunos les parecerá triste, pero es así, amigos.

En resumidas cuentas, Los Renegados del Diablo me ha parecido una película que camina entre lo excitante (el magnífico final, de lo mejor que he visto últimamente) y lo irritante (la escena del "tutti puti frutti", por ejemplo), pero en la que no puedo dejar de pensar desde que la vi.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Cinco años después de escribir esto todavía no he vuelto a ver la película, lo cual quizá significa que en mi recuerdo se ha devaluado bastante. Una segunda oportunidad no estaría de más. 

11 nov 2005

'Justa Venganza'

(Wake of Death. Philippe Martinez. Reino Unido / Francia / Alemania / Sudáfrica. 2004. 86 minutos) Si yo fuera mujer y viviese en un guión que fuera a protagonizar Jean-Claude Van Damme o Steven Seagal, jamás se me ocurriría aceptar su proposición de matrimonio. Y es que si te casas con alguno de ellos, tienes todas las papeletas para morir violentamente y así proporcionarles un motivo para empezar a exterminar enemigos.

Estrenada casi de tapadillo en las carteleras españolas hace unos meses, Justa Venganza (Wake of Death) es, simple y llanamente, una buena película de acción. Y eso, amigos, es algo que no podemos dejar pasar por alto los que amamos este género tan infravalorado y denostado por la gente seria.

No sería sincero si no admito que soy seguidor incondicional de Jean-Claude Van Damme. Está claro que no es un gran intérprete y que algunas de sus cintas tienen bastantes puntos en común, pero me parece excesiva la afirmación (parece que generalizada) de que es un mal actor y que todas sus películas son iguales (los que suelen decir esto seguramente sólo han visto sus primeras cintas de artes marciales). En los últimos años, Van Damme ha mejorado bastante sus interpretaciones y se ha embarcado en proyectos interesantes (sólo hay que ver Replicant o Salvaje para darse cuenta de ello). Pero, lamentablemente, el gran público le ha dado la espalda y se niega sistemáticamente a darle una nueva oportunidad.

Un servidor, que valora la honradez y la coherencia en el arte cinematográfico, no puede dejar de sentirse atraído hacia figuras que, sin importarles lo del encasillamiento y demás zarandajas, siguen haciendo lo que mejor saben (hablo de Van Damme, pero también de Seagal o Jackie Chan - aunque éste último se pierda un poco cuando trabaja para Hollywood - ).

En fin, que cuando uno va a comentar en público algo relacionado con Van Damme o allegados, parece inevitable tener primero que justificarlo para no parecer un inculto ante la mayoría.

Así que, sin entretenernos más, pasaré a hablar de ésta Justa Venganza que tanto he disfrutado en dvd. 86 minutos que pasan veloces, con una historia típica que podría haber dado para cualquier telefilm de Jeff Speakman o Jeff Wincott. Pero estamos ante un caso diferente: la cinta tiene un toque artístico que la diferencia de otros productos al uso, con una fotografía que a veces parece propia de un documental (incluyendo numerosos planos filmados cámara al hombro) y una banda sonora más que decente.

Aunque en un principio la iba a dirigir Ringo Lam (uno de los mejores directores de Hong Kong, con el que Van Damme ya ha trabajado en varias ocasiones), al final la cinta ha acabado siendo responsabilidad de Philippe Martinez, un artesano con algunas series B a sus espaldas. El director intenta innovar con algunas imágenes trabajadas y bellas (las sombras en las cortinas del balcón, por ejemplo), pero al mismo tiempo se nota que quiere emular a Tarantino (esa cruda secuencia de tortura con un taladro, las conversaciones llenas de miradas entre los protagonistas, incluso un plano desde el interior de un maletero) y a John Woo (con Van Damme disparando a dos manos cual Chow Yun Fat). Si en algunos puntos Martinez sale victorioso, hay que reconocer que en otros momentos se echa en falta un director más experimentado o un mayor presupuesto que no obligue a montar de manera rápida las escenas de acción para disimular la falta de recursos técnicos. En este sentido, es ejemplar el tiroteo que se produce en plena calle, en la puerta de un restaurante chino: en Blanco Humano había un momento similar y no hay color entre las virtudes coreográficas y logísticas de John Woo y su admirador Martinez. Pero el director también es lo suficientemente sabio como para no intentar aparentar que cuentan con más presupuesto del que en realidad tenían (cosa que sí intentaron hacer con otra cinta de Van Damme, la inenarrable Sin Control, cayendo en el más absoluto de los ridículos), y hasta consigue con ello hacer que las peleas y los tiroteos sean más realistas y creíbles (los combates aquí terminan con menos de diez golpes, nada de coreografías acrobáticas y voladoras).

Pero, aparte de sus buenas secuencias explosivas (y gráficamente violentas, sin escamotear sangre y sexo), lo que llama realmente la atención de esta Justa Venganza es la interpretación de Van Damme y el carisma del villano Simon Yam. Éste último es uno de los actores más prolíficos de Hong Kong, y lo recordamos sobre todo por sus interpretaciones en Una bala en la cabeza de John Woo y en la alucinante Full Contact de Ringo Lam. En cuanto a Van Damme, hay que señalar que los años, los vicios y la experiencia le han otorgado un rostro cada vez más duro y con las facciones más marcadas que le vienen perfectos para el papel de Ben Archer, el atormentado ex-mafioso que busca redención a través de la violencia. En este sentido hay algo que marca distancias entre Justa Venganza y otros ejemplos de este subgénero: después de observar que han matado a su esposa, nos creemos realmente que al personaje le duele lo que ha pasado. Jean-Claude se luce positivamente en dos escenas dramáticas, sobre todo cuando vuelve a casa y siente el vacío que ha dejado su fallecida esposa. Podría parecer un detalle sin importancia, pero esta escena (la del regreso a casa tras la tragedia y el derrumbamiento del héroe) no es demasiado común en este tipo de cine.

Es lógico que un fan como yo os recomiende esta película, pero lo extraño es ver cómo gente que renegaba de Van Damme en los últimos años ha encontrado en Justa Venganza una pequeña sopresa que les ha hecho cambiar algo su opinión. Los que sigan pensando que este actor es un bluff y que sus películas no valen nada se estarán perdiendo un entretenimiento digno y muy válido.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Y este soy yo intentando justificar algo que no necesita justificación, casi pidiendo permiso para defender a Van Damme y perdón por ser fan suyo. No obstante, independientemente de todo eso, sigo defendiendo la película como una de las mejores de Van Damme de su última etapa.

6 nov 2005

'La Casa de las Dagas Voladoras'

(Shi mian mai fu / House of Flying Daggers. Zhang Yimou. China / Hong Kong. 2004. 119 minutos) ¿Habéis visto Hero, de Zhang Yimou? Pues si os gustó esa maravilla, no podéis perderos esta otra joya del mismo director (que para fortuna de todos, parece haberle cogido el gusto al género de las artes marciales).

Yo soy de los que disfrutan con casi cualquier película de kung-fu. No soy muy exigente. Con ver a dos chinos repartiéndose estopa durante hora y cuarto ya me doy por satisfecho (y digo "chinos" porque ellos, especialmente los de Hong Kong, son los que dominan la materia).

Pero es innegable que a veces, cuando me sale la vena cultureta y el cinéfilo pide paso al cinéfago, echo de menos algo más de chicha, una buena historia, unos personajes con los que identificarme.

Y aquí está la grandeza de La casa de las dagas voladoras: además de unos combates y unas escenas de acción totalmente deslumbrantes (especialmente el mágico clímax en la nieve), nos narra una bella, simple y conmovedora historia de amor a tres bandas.

Si Tigre & Dragón, de Ang Lee, fallaba en algunos aspectos (estaba hecha pensando en el público occidental, era demasiado lenta...) y a Hero se le achacaba una falta de mayor densidad dramática (cosa que, a mi parecer, no necesitaba la película), La casa de las dagas voladoras triunfa en esos aspectos que fallaron en sus referentes más directos (aunque nos podríamos remontar a toda la historia del género wuxia, con King Hu a la cabeza).

Sin desvelar ni una pizca del argumento (aunque hace dos párrafos ya he destripado suficiente), os diré que si queréis pasar dos horas disfrutando de un entretenimiento perfecto, de una película de aventuras, de coreografías espectaculares y preciosistas (el baile de los pañuelos es para quitarse el sombrero), de una fotografía impresionante, de una música hipnotizante, de unas interpretaciones de lujo... La casa de las dagas voladoras os hará vibrar y quizá hasta llorar (¿por qué no?).

Y esta vez no os hablo desde la pura cinefagia enfermiza. La mejor prueba de que lo que digo es cierto es que mi madre se emocionó al verla conmigo. Y no es precisamente fan de las películas de kung fu (aunque, curiosamente, sí de las de Jackie Chan).

Una joya para tod@s.


Publicada originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: En 2010, que es el año en el que estoy recuperando esta reseña del pasado, siento una considerable vergüenza al comprobar que dije algo así, hablando sobre el cine de artes marciales: "es innegable que a veces, cuando me sale la vena cultureta y el cinéfilo pide paso al cinéfago, echo de menos algo más de chicha, una buena historia, unos personajes con los que identificarme." Hoy jamás diría eso. Es más, si tuviera una máquina del tiempo le daría una hostia al PJ de 2005 por haber escrito semejante gilipollez. De cualquier modo, el tono general de la reseña es bastante deplorable. 

'Hostage'

(Hostage. Florent Emilio Siri. Estados Unidos / Alemania. 2005. 113 minutos) En una época en la que las películas de acción procedentes de Hollywood son entretenimientos descafeinados destinados a los adolescentes, está muy bien poder encontrarse con una película algo más adulta y bastante ajena a modas como es esta Hostage protagonizada por Bruce Willis.

Sin ser nada del otro mundo, Hostage cuenta con algunos elementos que la hacen interesante para todos los que echamos de menos el cine de acción de los años 80 y principios de los 90. Para empezar, tenemos el regreso al género de uno de los grandes, Bruce Willis, en un papel hecho a su medida de tipo duro y resolutivo, pero con un perfil algo menos "macarra" que el que ofrecía en otras cintas suyas como Jungla de Cristal o El último boy scout. Mientras ves a Willis en el papel de Jeff Talley te preguntas por qué no ha hecho más cintas de acción en los últimos años, si son los papeles que mejor le sientan. Por otro lado tenemos una buena labor de dirección a cargo del europeo Florent Siri, quien otorga buen ritmo y elegancia al largometraje, mediante planos secuencia que casi pasan desapercibidos y una excelente dosificación de la información en pantalla (a esto ayuda mucho el montaje y el formato scope). También hay que destacar la banda sonora, casi más propia de una película de superhéroes (cuando aparecen los títulos de crédito iniciales, parece que vas a ver alguna superproducción sobre algún justiciero con poderes), sinfónica, misteriosa y emotiva. Además, tiene buenas escenas de acción, muy físicas (nada de efectos visuales infográficos) y violentas, en las que puede morir hasta el perro.

Pero Hostage también tiene algunos defectos que no pasarán desapercibidos. Para empezar, unos malos a los que cuesta tomarse en serio, interpretados por jóvenes casi desconocidos y con cara de no haber roto un plato en su vida. Se lleva la palma Ben Foster, quien encarna al salvaje Mars, con una pose algo forzada a la par que su caracterización (ya saben, gesto amargado, cabello excesivamente oscuro, mirada perdida...). También en los puntos negativos hay que destacar la (seguramente impuesta por Willis) aparición de la hija mayor del protagonista y Demi Moore, una especie de versión en miniatura de Teté Delgado que, afortunadamente, no nos tortura demasiado con su presencia en pantalla. Sin embargo, quizá lo que más moleste de la película sea el hecho de que, a mitad de la cinta, los guionistas se vean obligados a introducir un argumento secundario al darse cuenta de que el principal no daba para más. Esto hace que la película tenga dos clímax seguidos, el primero altamente espectacular (casi parece una película de terror), y el segundo precipitado y algo soso.

Con sus pros y sus contras, Hostage será recordada por un servidor como un entretenimiento perfectamente válido, con detalles interesantes como esa versión infantil de La jungla de cristal que se esconde en las correrías del niño por los conductos de aire de la mansión secuestrada, el guiño cinéfilo a El cielo puede esperar (y su remake), un prólogo impactante y, sobre todo, la recuperación de Bruce Willis como action hero, algo que, desgraciadamente, no parece haber llamado demasiado la atención del público masivo.


Publicada originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: He de decir que, casi cinco años después de haber escrito esto, mi amor hacia esta película no ha hecho más que crecer, hasta el punto de que la considero una de las mejores cintas de acción de la década de los 2000. También me resulta divertido comprobar que mi animadversión hacia Teté Delgado viene de lejos... 

5 nov 2005

'Una historia de violencia'

(A history of violence. David Cronenberg. Estados Unidos / Alemania. 2005. 96 minutos) Cuando uno ha leído críticas tan positivas sobre una película, cuando sabe que todo el mundo la elogia, te entran ganas de buscarle aspectos negativos, aunque sólo sea para llevar la contraria.

Pero sería absurdo no reconocer que Una historia de violencia, del siempre genial David Cronenberg, me ha parecido una joya.

Trata sobre un tipo aparentemente perfecto, con una familia perfecta con la que vive en un pueblo perfecto y tranquilo. Pero, como alguien le dice al protagonista casi al principio de la cinta, nadie es perfecto.

La trama comienza cuando el protagonista (un sereno y creíble Viggo Mortensen) sufre un intento de atraco y tiene que defenderse, utilizando para ello una violencia extrema que sorprende a todos. A partir de ahí se convierte en "el héroe americano". Pero este hecho heróico hace que aparezca en su vida una serie de personajes de oscuras intenciones que quizá tengan una información más que trascendental para la vida del personaje principal y sus allegados.

Y hasta aquí puedo leer, como decían en el Un, dos, tres.

No voy a seguir desvelando nada del argumento, pero diré por qué me ha parecido una de las mejores películas que he visto recientemente. Tiene un guión excelente, basado en una novela gráfica (un cómic, vamos), un reparto de lujo (Mortensen, Ed Harris, Maria Bello, William Hurt), un ritmo calmado que refleja la situación de los personajes (y que se acelera cuando estalla la violencia), una buena banda sonora de Howard Shore, y la profesionalidad de un David Cronenberg alejado ya de las historias terroríficas de sus inicios, pero que sigue retratando a los seres humanos más extraños, oscuros y ocultos que te puedes imaginar.

Para los fans de lo escabroso tengo que decir que la película tiene varias escenas violentas y otras tantas con contenido sexual no apto para menores. Vamos, que si es lo que buscáis no os decepcionará en ese aspecto. A los que sí les podrá saber a poco es a los que busquen una historia trepidante, con acción y adrenalina. Estamos ante un thriller con violencia, sí, pero principalmente es una película de personajes, de silencios y de miradas... Esa mirada entre Mortensen y Harris cuando se quedan solos en el jardín o, sobre todo, la sobrecogedora mirada final llena de lágrimas que da un broche de oro a un largometraje que tardará tiempo en esfumarse de mis retinas.



Publicada originalmente en Natural High. Notas desde el futuroProject 10-A nació con la idea de recopilar en él todas las críticas de cine que he publicado en internet desde mis comienzos como bloguero. La idea es tener todo reunido en una misma bitácora y observar cómo ha evolucionado (o degenerado, según el gusto de cada uno) mi estilo a lo largo de los años, utilizando para cada entrada la fecha original en la que fue escrita. Tirando de archivo, ésta fue la primera reseña que hice pública en la red. Está llena de una inocencia que no sé si calificar de enternecedora o repulsiva, pero ese era yo en noviembre de 2005, para bien o para mal.