(A sound of thunder. Peter Hyams. Estados Unidos / Alemania / República Checa. 2005. 97 min.) Tras mi feliz paréntesis cómico con Secretos de familia y unos días de sequía blogera, vuelvo a un género que acostumbro a visitar con más frecuencia y en el que suelo encontrar diversión: la ciencia-ficción. La elegida: El sonido del Trueno, del generalmente interesante y competente Peter Hyams (Atmósfera Cero, 2010, Timecop, The Relic, etc.). Lamentablemente, el Hyams que me encontré en El sonido del trueno está más cerca del que me aburrió mortalmente en El fin de los días que el que me divirtió de lo lindo en Permanezca en sintonía o Muerte súbita. Y es una pena, puesto que el material de base, el relato de Ray Bradbury A sound of thunder, tenía todos los puntos a su favor para haberse convertido en una superproducción interesante, vistosa y taquillera. Y ninguno de esos tres adjetivos es aplicable a la película de Hyams.
Poco antes del estreno de la cinta, pude leer una versión en cómic del relato de Bradbury (de quien recomiendo un recopilatorio de historias cortas de suspense titulado Memoria de crímenes) publicado en la revista Weird Science-Fantasy de la EC (editado en forma de recopilatorio en España por Planeta deAgostini, en su Bliblioteca Grandes del Cómic, bajo el título Clásicos de la Ciencia-Ficción, número 9) y allí la historia acababa cuando tras uno de los viajes de Safari Temporal, uno de los cazadores pisa una mariposa y cambia el curso natural de la humanidad, de tal modo que cuando vuelven al presente resulta que ha sido elegido presidente un dictador (si es que los dictadores alguna vez son elegidos democráticamente, claro). En la película toda alusión política ha sido eliminada y se centra en la vertiente ecologista de la historia, planteando el modo en que el efecto mariposa puede cambiar la realidad que hoy conocemos hasta transmutar a la propia humanidad (esos breves segundos en los que vemos cómo sería la evolución humana tras el desastre se convierte en uno de los pocos momentos sorprendentes de la función). Así, tras el accidentado viaje a la Prehistoria llevado a cabo por la empresa Safari Temporal, los cambios van llegando en forma de ondas temporales que transforman todo a su paso y que hacen de una moderna ciudad una jungla de cemento, acero y vegetación salvaje, poblada por primates mutantes, murciélagos gigantes y voraces serpientes marinas (o algo así).
Genial, ¿no?. Pues no, porque lo que podría haber sido todo un caramelo visual se convierte en una lucha constante para el espectador por aguantar la risa ante algunos de los efectos visuales más cochambrosos y falsos que he visto en mucho tiempo. Y no son efectos malos en plan "ay, mira qué cutre, que se nota que es un muñeco de goma"... ¡eso al menos tendría su gracia! Pero estamos hablando de efectos creados por ordenador que hacen que parezca que estamos viendo un mundo de plástico y criaturas de juguete. Y si no entienden lo que quiero decir, sólo tienen que ver la aparición del T-Rex o cualquiera de los paseos de los protagonistas por las calles de la (virtual) ciudad. Dicen que El sonido del Trueno costó 80 millones de dólares... ¡¿en qué los utilizaron?! ¿en comprar pegamento para el peluquín de Ben Kingsley? ¿en regar las plantas de atrezzo? Desde luego, lo que vemos en pantalla no parece que haya costado 80 millones... más bien unos 10 (tirando por alto).
Quizá los motivos de tal desaguisado haya que buscarlos en cuestiones en principio ajenas al equipo artístico y técnico de la cinta, ya que el traslado del guión a la pantalla no fue un camino de rosas precisamente. En un principio el director asignado era Renny Harlin, que quería a Pierce Brosnan como protagonista. Cuando los productores vieron que Harlin pedía más presupuesto del que tenían y que Brosnan no se mostraba muy entusiasmado con el proyecto decidieron darle la batuta al artesano Hyams. Después del rodaje y todo el dinero invertido durante este y la larga preproducción, la productora entró en bancarrota y se vieron en un problema considerable: no tenían dinero suficiente para realizar la posproducción que tenían prevista, por lo cual la calidad de los efectos visuales que acabaron utilizando son más propios de cualquier Grandes Relatos para televisión que de una película pensada para ser estrenada en cines. Y aquí está el quid de la cuestión: si el espectador potencial perdonará este detalle al igual que perdonaba la ingenuidad de los efectos especiales del cine de ciencia-ficción de los años 50... Pero no estamos en lo 50, el público de hoy es más listo y está acostumbrado a manejar gráficos en su ordenador o consola que superan en espectacularidad y verismo a los efectos infográficos que El sonido del Trueno le puede ofrecer. Así que no es de extrañar que la película se convirtiera en un fracaso y en el hazmerreír del público más destroyer.
Y, en el hipotético caso de que uno sea capaz de adentrarse mínimamente en la historia a pesar de la considerable barrera de credibilidad que suponen tales (d)efectos especiales, la verdad es que tampoco hay mucho a lo que agarrarse: el motivo de los cambios drásticos no está lo suficientemente bien explicado como para que alguien poco lúcido como yo se pueda enterar de lo que ha pasado... La relación entre el hecho de que alguien pise una mariposa y que la humanidad se convierta en una especie mutante con aspecto de teletubbie no me quedó muy clara, qué quieren que les diga... Aunque, como jugamos dentro del terreno de la ciencia ficción con intenciones de espectáculo circense, tampoco vamos a ser muy quisquillosos con su argumento y nos vamos a centrar en la acción: poco original y reminiscente de varias obras precedentes, sobre todo (y perdonen la obviedad) de Parque Jurásico y secuelas. Claro que si en la pequeña maravilla de Spielberg nos creíamos que los personajes estaban en peligro porque aquellos dinosaurios estaban endiabladamente bien recreados, en El sonido del Trueno todo parece más falso que un billete de tres euros, y así no hay quien se involucre con los protagonistas, porque mientras vemos la cinta nos los estamos imaginando caminando delante de una pantalla verde chroma y no en el entorno que nos intentan hacer pasar por real. Es una pena que un punto de partida tan interesante haya dado pie a un largometraje tan mediocre y mal acabado. En realidad, tampoco puedes decir que te aburras, pero se queda muy muy lejos de lo que podría haber sido.
Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Por algún motivo más allá de la razón, ciertas imágenes de esta película, con su aspecto falso y plastificado, se quedaron impregnadas en mi memoria y todavía las recuerdo. Posiblemente no sea tan execrable como escribí en aquel momento, por lo cual no descarto una revisión eventual.