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21 feb 2006

'El sonido del trueno'

(A sound of thunder. Peter Hyams. Estados Unidos / Alemania / República Checa. 2005. 97 min.) Tras mi feliz paréntesis cómico con Secretos de familia y unos días de sequía blogera, vuelvo a un género que acostumbro a visitar con más frecuencia y en el que suelo encontrar diversión: la ciencia-ficción. La elegida: El sonido del Trueno, del generalmente interesante y competente Peter Hyams (Atmósfera Cero, 2010, Timecop, The Relic, etc.). Lamentablemente, el Hyams que me encontré en El sonido del trueno está más cerca del que me aburrió mortalmente en El fin de los días que el que me divirtió de lo lindo en Permanezca en sintonía o Muerte súbita. Y es una pena, puesto que el material de base, el relato de Ray Bradbury A sound of thunder, tenía todos los puntos a su favor para haberse convertido en una superproducción interesante, vistosa y taquillera. Y ninguno de esos tres adjetivos es aplicable a la película de Hyams.

Poco antes del estreno de la cinta, pude leer una versión en cómic del relato de Bradbury (de quien recomiendo un recopilatorio de historias cortas de suspense titulado Memoria de crímenes) publicado en la revista Weird Science-Fantasy de la EC (editado en forma de recopilatorio en España por Planeta deAgostini, en su Bliblioteca Grandes del Cómic, bajo el título Clásicos de la Ciencia-Ficción, número 9) y allí la historia acababa cuando tras uno de los viajes de Safari Temporal, uno de los cazadores pisa una mariposa y cambia el curso natural de la humanidad, de tal modo que cuando vuelven al presente resulta que ha sido elegido presidente un dictador (si es que los dictadores alguna vez son elegidos democráticamente, claro). En la película toda alusión política ha sido eliminada y se centra en la vertiente ecologista de la historia, planteando el modo en que el efecto mariposa puede cambiar la realidad que hoy conocemos hasta transmutar a la propia humanidad (esos breves segundos en los que vemos cómo sería la evolución humana tras el desastre se convierte en uno de los pocos momentos sorprendentes de la función). Así, tras el accidentado viaje a la Prehistoria llevado a cabo por la empresa Safari Temporal, los cambios van llegando en forma de ondas temporales que transforman todo a su paso y que hacen de una moderna ciudad una jungla de cemento, acero y vegetación salvaje, poblada por primates mutantes, murciélagos gigantes y voraces serpientes marinas (o algo así).

Genial, ¿no?. Pues no, porque lo que podría haber sido todo un caramelo visual se convierte en una lucha constante para el espectador por aguantar la risa ante algunos de los efectos visuales más cochambrosos y falsos que he visto en mucho tiempo. Y no son efectos malos en plan "ay, mira qué cutre, que se nota que es un muñeco de goma"... ¡eso al menos tendría su gracia! Pero estamos hablando de efectos creados por ordenador que hacen que parezca que estamos viendo un mundo de plástico y criaturas de juguete. Y si no entienden lo que quiero decir, sólo tienen que ver la aparición del T-Rex o cualquiera de los paseos de los protagonistas por las calles de la (virtual) ciudad. Dicen que El sonido del Trueno costó 80 millones de dólares... ¡¿en qué los utilizaron?! ¿en comprar pegamento para el peluquín de Ben Kingsley? ¿en regar las plantas de atrezzo? Desde luego, lo que vemos en pantalla no parece que haya costado 80 millones... más bien unos 10 (tirando por alto).

Quizá los motivos de tal desaguisado haya que buscarlos en cuestiones en principio ajenas al equipo artístico y técnico de la cinta, ya que el traslado del guión a la pantalla no fue un camino de rosas precisamente. En un principio el director asignado era Renny Harlin, que quería a Pierce Brosnan como protagonista. Cuando los productores vieron que Harlin pedía más presupuesto del que tenían y que Brosnan no se mostraba muy entusiasmado con el proyecto decidieron darle la batuta al artesano Hyams. Después del rodaje y todo el dinero invertido durante este y la larga preproducción, la productora entró en bancarrota y se vieron en un problema considerable: no tenían dinero suficiente para realizar la posproducción que tenían prevista, por lo cual la calidad de los efectos visuales que acabaron utilizando son más propios de cualquier Grandes Relatos para televisión que de una película pensada para ser estrenada en cines. Y aquí está el quid de la cuestión: si el espectador potencial perdonará este detalle al igual que perdonaba la ingenuidad de los efectos especiales del cine de ciencia-ficción de los años 50... Pero no estamos en lo 50, el público de hoy es más listo y está acostumbrado a manejar gráficos en su ordenador o consola que superan en espectacularidad y verismo a los efectos infográficos que El sonido del Trueno le puede ofrecer. Así que no es de extrañar que la película se convirtiera en un fracaso y en el hazmerreír del público más destroyer.

Y, en el hipotético caso de que uno sea capaz de adentrarse mínimamente en la historia a pesar de la considerable barrera de credibilidad que suponen tales (d)efectos especiales, la verdad es que tampoco hay mucho a lo que agarrarse: el motivo de los cambios drásticos no está lo suficientemente bien explicado como para que alguien poco lúcido como yo se pueda enterar de lo que ha pasado... La relación entre el hecho de que alguien pise una mariposa y que la humanidad se convierta en una especie mutante con aspecto de teletubbie no me quedó muy clara, qué quieren que les diga... Aunque, como jugamos dentro del terreno de la ciencia ficción con intenciones de espectáculo circense, tampoco vamos a ser muy quisquillosos con su argumento y nos vamos a centrar en la acción: poco original y reminiscente de varias obras precedentes, sobre todo (y perdonen la obviedad) de Parque Jurásico y secuelas. Claro que si en la pequeña maravilla de Spielberg nos creíamos que los personajes estaban en peligro porque aquellos dinosaurios estaban endiabladamente bien recreados, en El sonido del Trueno todo parece más falso que un billete de tres euros, y así no hay quien se involucre con los protagonistas, porque mientras vemos la cinta nos los estamos imaginando caminando delante de una pantalla verde chroma y no en el entorno que nos intentan hacer pasar por real. Es una pena que un punto de partida tan interesante haya dado pie a un largometraje tan mediocre y mal acabado. En realidad, tampoco puedes decir que te aburras, pero se queda muy muy lejos de lo que podría haber sido.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Por algún motivo más allá de la razón, ciertas imágenes de esta película, con su aspecto falso y plastificado, se quedaron impregnadas en mi memoria y todavía las recuerdo. Posiblemente no sea tan execrable como escribí en aquel momento, por lo cual no descarto una revisión eventual. 

17 feb 2006

'Secretos de familia'

(Keeping mum. Niall Johnson. Reino Unido. 2005. 103 min.) Los que seguís de manera más o menos habitual este blog, os habréis fijado en un detalle: no suelo ver comedias. No es que tenga nada en particular contra el género, el problema es que me cuesta encontrar alguna muestra de este género que me atraiga lo suficiente como para ponerme a verla. Para mí (y que me perdonen los fans de la comedia por lo que voy a decir) la comedia, sobretodo la que se hace en la actualidad, es en cierta manera un género de usar y tirar, en el sentido de que cuando veo alguna pocas veces la repito. Aunque, por otro lado, también es cierto que entre mis películas favoritas (o las que más veces he visto) también aparecen algunas obras cómicas: Los tres amigos, El príncipe de Zamunda, la primera Loca Academia de Policía o Nacido al Este de Los Ángeles las vi decenas de veces cuando era pequeño y aún hoy las recupero de vez en cuando (sí, amigos, en mi niñez visitaba el videoclub muy a menudo y soy plenamente ochentero...). Total, que me suele costar trabajo ver una comedia contemporánea. Pero de vez en cuando, y para oxigenarme después de tanto cine de género terrorífico o de acción, pruebo con alguna cinta de la que no me espere nada, por probar. Unas veces acierto y otras no, y vamos a hablar de una de las ocasiones en las que he dado en la diana.

Secretos de familia ha pasado por nuestras pantallas de manera fugaz y de tapadillo, por eso creo que merece la pena reivindicarla para que si alguno tenéis la oportunidad de verla la rescatéis del olvido al que parece estar condenada. El prólogo nos muestra a una joven que viaja en tren acompañada de un enorme baúl. El revisor del ferrocarril se da cuenta de que el equipaje desprende un líquido extraño de color rojo... sangre. En la siguiente estación, la policía está esperando la llegada del tren para detener a la muchacha: ha asesinado a su marido y a la amante de éste. Años después, la acción nos lleva a un pequeño pueblo inglés donde nos es presentada la familia Goodfellow. El patriarca es el reverendo Walter Goodfellow (Rowan Atkinson), que ve cómo sus misas son un fracaso y tiene que soportar la pasividad de su familia hacia él. Su esposa Gloria (Kristin Scott Thomas) se muestra totalmente apática hacia su prole y marido (más concentrado en escribir un buen sermón que en satisfacer sexualmente a su mujer) y planea fugarse a México con su instructor de golf, Lance (Patrick Swayze), un chuletas de mucho cuidado que también pone sus ojos en la hija de su amante, Holly (Tamsin Egerton). Ésta, por su parte, no tiene reparos en mantener relaciones sexuales delante de su casa (ni en desnudarse delante de la ventana de su cuarto, cosa que aprovechará Lance para disfrute personal) ni en llamar "cabrona" a su madre. Luego está el pequeño de la familia, Petey (Tobey Parker), cuya máxima ilusión es que los compañeros de clase que le atormentan día a día desaparezcan del mapa. La familia perfecta, vamos. Pero las cosas podrían cambiar cuando aparece Grace Hawkins (Maggie Smith), una simpática ama de llaves que, como si fuera una especie de Mary Poppins, pondrá todo su empeño en conseguir que esa familia disfuncional se una y sea feliz.

Como sé que sois inteligentes y sabéis que dos más dos son cuatro, no os desvelo nada si os digo que esa ama de llaves no es otra que la joven que aparecía en el prólogo de la película. Ahora bien, ¿por qué ha ido a parar a la casa de los Goodfellow? ¿Por qué ese interés en hacerlos felices? ¿Hasta dónde está dispuesta a llegar para conseguirlo? Eso es lo que tendréis que descubrir vosotros, y os aseguro que vais a pasar un muy buen rato con las desventuras de esta familia tan peculiar. Rowan Atkinson está genial en su papel de reverendo deprimido que descubre gracias a Grace (y en este chiste de nombres está una de las claves de la película) que el sentido del humor puede salvar un sermón. Así, éste no duda en buscar en Internet chistes religiosos con los que adornar sus homilías. No esperéis verle hacer un rosario de muecas y atropellos, su papel es más dramático que cómico, aunque en escenas como la del partido de fútbol sí que saca a relucir su faceta de Mr. Bean por unos segundos. Kristin Scott Thomas, como siempre serena y elegante, refleja muy bien los sentimientos de su personaje y el modo en que estos van cambiando a medida que su marido se vuelve a fijar en ella (la escena en la que Atkinson recita versos de El cantar de los cantares mientras observa a su mujer en el cuarto de baño es sensacional). Swayze sigue ahondando en esta segunda carrera que se está labrando como secundario resultón, y logra dar a su papel un aire de chulería que le viene como anillo al dedo. Pero lo mejor es Maggie Smith en su recreación de la bonachona Grace, alguien que guarda muchos secretos y que vive según unas reglas que ella misma ha creado. Todo el conjunto de actores (sin olvidar a los hijos de los Goodfellow) muestran una buena química y nos transmiten una sensación que me parece importante en una comedia: que se han divertido haciéndola. De este modo contagian esa diversión al público y no permiten que éste se aburra o se distraiga, a pesar de los giros de guión cercanos al thriller que se suceden en la segunda mitad de la cinta y que la llevan hasta el terreno de la comedia negra más delirante (algunos críticos la comparan con el cine de la productora británica Ealing).

Sólo hay un punto ligeramente negativo y es que cuando parece que todo está acabado y cerrado, la película se prolonga unos diez minutos más en lo que parece un epílogo alargado que posee algo menos de eficacia que lo mostrado con anterioridad, pero que, en cualquier caso, cierra la función con un macabro chiste visual que hace que nos levantemos de la butaca con una sonrisa de satisfacción dibujada en el rostro. No estoy diciendo que Secretos de familia sea una obra maestra ni que vaya a pasar a la historia, pero es una cinta tan simpática que uno intenta no buscarle fallos (que seguramente los tendrá, como todas) y simplemente entregarse al disfrute durante hora y media. En cuanto a la moraleja de la historia, mejor no tomársela demasiado en serio. Digamos que no tiene un final políticamente correcto...


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Por suerte, mi reprobable concepción sobre la comedia de la que hacía gala en este post ha ido variando con los años, de tal modo que he dejado de considerarlo un género menor y he asumido su valía y su difícil concepción. La película en concreto, vista ahora, me sigue pareciendo igual de recomendable. 

16 feb 2006

'999'

(999-9999. Peter Manus. Tailandia. 2002. 102 minutos). "Esta película está lejanamente basada en un hecho real". Esto es lo que podemos leer nada más comenzar el visionado de 999, una película de terror oriental que se aparta de los tópicos de las fantasmas despeinadas que tanto llegaron a abundar y a aburrirnos.

Escuela Internacional de Chiang Mai (Norte de Tailandia). Un pájaro muerto sale a flote en el agua. Una profesora encuentra un collar en el suelo, a los pies del poste de la bandera. Cuando va a izarla, se encuentra a una chica ensartada en lo alto del mástil (glubs). Cerca de la escena, un teléfono descolgado se balancea misteriosamente...

Tras este prólogo, la acción nos lleva a la Escuela Internacional de Phuket. Allí, unos jóvenes rebeldes (en realidad, unos niños malcriados) que se hacen llamar el Club de los Diablos (los Dare Devils) sabotean el circuito de televisión interno del colegio y demuestran que el director guarda pornografía en un armario. Los protagonistas no son unos intelectuales precísamente, así que cuando llega una chica nueva al colegio, a la que llaman Rainbow (la modelo tailandesa Sririta Jensen, también conocida simplemente como Rita), y se enteran de que procede de la Escuela de Chiang Mai, no tardan mucho en organizarle una encerrona para interrogarle sobre lo ocurrido allí. En el transcurso de la noche sale a relucir un número de teléfono, el 999-9999 (por favor, intenten aguantar la risa cada vez que uno de los personajes pronuncia nuevenuevenueve-nuevenuevenuevenueve), al que puedes llamar para pedir cualquier deseo (sólo a partir de las 12 de la noche, como manda la tradición terrorífica) y te lo conceden. El problema es que ese ente extraño que recibe las llamadas siempre acaba cobrándose los favores... ya podéis imaginar de qué manera.

En la línea del terror oriental moderno, en esta cinta la tecnología es usada como medio para crear el pánico entre los personajes, que van muriendo uno a uno en la mejor tradición del slasher norteamericano hasta que, siguiendo otro esquema típico del género, cuando sólo quedan un par de supervivientes estos deciden trasladarse al lugar donde empezó todo para intentar averiguar cómo detener la masacre.

Podemos interpretar pues 999 como la versión tailandesa de Destino Final cruzada con elementos de la cachonda Wishmaster, un catálogo de muertes creativas que se producen como si fueran accidentes provocados por un genio de la lámpara con muy mala leche. Por supuesto, aquí no vamos a objetar nada: la cinta, a pesar del tono de comedia que tiene en sus primeros minutos, no es apta para todos los públicos y ofrece alguna secuencia gore que deleitará a los fans de las tripas y desmembramientos varios. Pero todo visto en un tono lúdico y exagerado, como ya ocurría en la citada Destino Final y secuelas, lo que unido a lo poco que sabemos de los protagonistas y que no caen demasiado bien, hace que disfrutemos con una sonrisa macabra en la cara cada vez que uno de ellos va a pagar por su deseo cumplido.

Es una pena que los responsables de este largometraje (entre ellos Prachya Pinkaew, descubridor cinematográfico de Tony Jaa) tuvieran mejores ideas de lo que eran capaces de plasmar en imágenes con los recursos que tenían. Así, la escena de la cámara de ingravidez llega a caer en el ridículo por culpa de unos efectos infográficos demasiado pobres, que estropean lo que sobre el papel sería un concepto atractivo. Pero, en líneas generales, 999 es una cinta disfrutable y ligera, una buena opción para una tarde tonta delante del dvd.



Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Otra prueba más de que antes me tragaba cualquier cosa oriental que se estrenara en videoclubes y que más o menos defendía como mejor podía.  

12 feb 2006

'Cuatro hermanos'

(Four brothers. John Singleton. Estados Unidos. 2005. 109 min.) Parece que la crítica y parte del público no le perdona a John Singleton que se haya pasado al cine comercial. De ahí que últimamente no deje de sufrir ataques de personas que antes elogiaban su labor. Singleton, con Los chicos del barrio (1991) fue el cineasta más joven nominado al Oscar al mejor director. Aquella proeza y el hecho de ser afroamericano, hicieron pensar que estábamos ante un nuevo Spike Lee: un director totalmente entregado a reflejar los problemas de su comunidad. Se le suponía un futuro autor independiente, un renegado del sistema que daría nuevas obras maestras en el futuro. Sin embargo, a medida que seguía haciendo películas, éstas se fueron haciendo menos duras que su opera prima, algo más comerciales, pero siempre con un ojo puesto en lo afroamericano, en los problemas raciales y en la lucha por las igualdades sociales. Justicia Poética (1993) y Semillas de rencor (1995) fueron duramente atacadas por la crítica, a mi modo de ver, de una manera bastante injusta. En 1997 dirigió Rosewood (una de las dos cintas suyas que no he visto, y que se estrenó directamente en vhs en España) y tardaría tres años en volver a dirigir, regresando con el remake de Shaft (2000). Aquí es donde empezaron los ataques indiscriminados hacia Singleton: que si se había vendido a Hollywood, que si había perdido toda su fuerza reivindicativa, que si estaba desperdiciando su talento haciendo cine comercial... No creo que nadie, por muy crítico que sea, tenga el derecho a decirle a ningún director qué tipo de cine tiene que hacer, sino coger lo que hace y analizarlo sin más. Parece que, por el hecho de ser afroamericano y de haber debutado con una cinta realista y dura, Singleton estuviera obligado a hacer únicamente películas dramáticas sobre la difícil vida del hombre negro en los ghettos norteamericanos. Shaft me pareció un buen thriller, un largometraje entretenido y muy cool, y en ese aspecto creo que fue una obra plenamente conseguida porque no creo que Singleton aspirara a mucho más con ella. Y en esta línea ha seguido Singleton. Luego vino Baby Boy (2001) (que tampoco he visto) y 2 Fast 2 Furious (2003), seguramente su cinta más floja e impersonal, pero con la que ha conseguido hacerse un hueco en la industria como artesano de calidad.

Con Cuatro Hermanos, Singleton busca el equilibrio entre ambas facetas de su carrera: la social y la comercial. Lejos del racismo implícito en algunas cintas de Spike Lee, Singleton propone la colaboración entre etnias como método de vida y de éxito. Los cuatro protagonistas de la cinta son dos afroamericanos y dos blancos, todos criados bajo la protección de una madre adoptiva que luchó por ellos cuando nadie les quería. Cuando la señora Mercer (interpretada por Fionnula Flanagan en un papel breve pero presente durante todo el metraje) es asesinada, los cuatro hermanos se reúnen de nuevo para enterrarla y, como dice el cartel promocional, para sepultar también a su asesino. Los cuatro personajes son bastante diferentes entre sí: Tenemos a Bobby (Mark Wahlberg), el más impulsivo y violento del grupo, capaz de parar un partido de baloncesto y sacar su pistola en medio de la cancha para conseguir información; muy diferente a Jeremiah (André Benjamin, o André 3000, como es conocido en su faceta de cantante y músico en el fascinante dúo OutKast), padre de familia y hombre de negocios que ha pasado más tiempo que los demás con su madre, cuando los otros se marcharon de su hogar materno; luego está Angel (el también cantante Tyrese Gibson), fogoso y bromista, cuya relación con Vida Loca (la explosiva Sofia Vergara) le trae más de un dolor de cabeza; y, finalmente, el más joven de todos, Jack (Garrett Hedlund), aspirante a estrella de rock y admirador número uno de su hermano Bobby. Después del funeral de su madre, los cuatro comienzan a sospechar que algo extraño rodea a la tragedia, y que la señora Mercer no murió por casualidad en medio de un atraco, como la policía les ha hecho creer. Entonces comienza una búsqueda por toda la ciudad en busca de información y, finalmente, de los responsables del asunto.

Es curioso ver cómo los protagonistas de esta película se mueven por su entorno como si estuvieran en el lejano Oeste, sacando sus armas a la primera de cambio y sin ningún tipo de remordimiento. De hecho, Cuatro Hermanos es un remake más o menos inconfeso de Los cuatro hijos de Katie Elder (1965) de Henry Hathaway (protagonizada por John Wayne y Dean Martin). Y así, con los códigos de lealtad, compañerismo y honor que se les suponía a estos vaqueros, los protagonistas de Cuatro Hermanos buscan saber la verdad a cualquier precio para poder cumplir su venganza.

Singleton no carga demasiado las tintas en los sentimientos de los personajes, aunque tengan varios momentos para el derrumbe anímico y la reflexión interna, de modo que a veces da la extraña sensación de que estos se divierten demasiado en el proceso que les lleva a consumar su misión. Quizá Jeremiah es el único que desde un primer momento utiliza la cabeza (posiblemente porque su personaje es el que guarda más secretos), mientras que los demás se lo pasan pipa amenazando a sospechosos, disparando y jugando a los autos de choque por las nevadas calles de su ciudad. En ocasiones esto me provocó algo de rechazo, ya que no sabía muy bien en qué peldaño mental colocar esta cinta: si al lado del Sin Perdón de Clint Eastwood o junto a las películas de Charles Bronson y compañía. En realidad, hay un poco de las dos, aunque la mezcla de cinta de acción sobre justicieros urbanos y thriller de conspiraciones policiales junto a la trama del vengador atormentado no siempre está equilibrada en Cuatro Hermanos, descolocando en cierta manera al espectador, que no sabe si entregarse a la diversión y al espectáculo o si tomarse la función en serio. Lo ideal (desde mi punto de vista) es lo primero, acoger Cuatro Hermanos como una oportunidad de pasar algo menos de dos horas frente al televisor sin pensar demasiado y dejándose llevar por el carisma de los personajes y la elegancia de su puesta en escena. Y es que aquí hay un poco del Singleton de Los chicos del barrio, pero mucho más del de Shaft. La cuestión es si uno es capaz de entender esto y disfrutar de lo que hace el director, o si por el contrario va a ver este largometraje con las uñas afiladas y añorando lo que Singleton pudo ser y no fue (yo diría que no quiso ser...).

Mención aparte para la extraordinaria banda sonora de la cinta, donde además de la música de David Arnold nos topamos con temas de Marvin Gaye, The Jacksons, The Temptations o Kanye West. Todo un lujo para los oídos que en no pocos momentos hizo que me centrara más en los temas que estaba escuchando que en la misma película en sí.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Un post muy a lo Imágenes de Actualidad, para la que de momento sigue siendo la última película estrenada de John Singleton en cines. Sus próximos proyectos dan fe de lo que dije aquí: que a Singleton su pasado como director comprometido se la trae floja. Hablamos de Abduction, una de acción con (¡horror!) Taylor Lautner de protagonista, y de Luke Cage, la adaptación de un cómic con un protagonista afroamericano al que en principio dará vida Tyrese Gibson. 

10 feb 2006

'Boogeyman: La puerta del miedo'

(Boogeyman. Stephen Kay. Estados Unidos / Nueva Zelanda / Alemania. 2005. 86 min.) Recuerdo que cuando vi el tráiler de esta película pensé que podría estar bien, que tenía buena pinta, que prometía algo decente... No imagináis el chasco que me llevé cuando la padecí en el cine, rodeado de adolescentes aburridos que buscaban la diversión hablando entre ellos. Por una vez, les comprendí. De no ser porque me considero un tipo educado y porque me gusta ver las películas enteras una vez puesto a ello, también me habría entregado a cualquier conversación ante lo poco interesante que estaba viendo en pantalla. Parece mentira que Raimi y Tapert, responsables de Evil Dead y secuelas, hayan producido una cinta tan sosa y poco divertida como esta. No me gusta ser malo con ninguna película, pero me parece imperdonable que me aburran. Puedo tolerar fallos de raccord, de iluminación, actuaciones mediocres, lo que sea... menos que en una película que no llega a la hora y media de duración tengas que mirar el reloj varias veces y preguntarte cuándo va a pasar algo emocionante.

El punto de partida es muy similar (yo diría idéntico) al de Darkness Falls (otra que daba menos de lo que prometía): el protagonista (el televisivo Barry Watson) sufre un trauma en la infancia relacionado con la oscuridad y con la desaparición de su padre. Años después se ve obligado a volver a su pueblo y enfrentarse a sus miedos. Como ya ocurría en Darkness Falls (conocida en España como En la oscuridad) hay una visita a un hospital para niños con problemas psicológicos y hay un ente que viene a ser la personificación de ese miedo a las tinieblas: en aquella era El Hada de los Dientes (una versión terrorífica de nuestro Ratoncito Pérez) y aquí tenemos al Boogeyman (lo que más o menos conocemos como El hombre del saco, aproximadamente). Ambos tardan en aparecer en las dos películas y los dos están creados infográficamente de manera mediocre, por lo que no te los crees en ningún momento. En el caso de Boogeyman el monstruo de marras tiene incluso menos minutos en pantalla, y la mayoría del metraje se basa en la lucha del protagonista contra sus recuerdos y sus paranoias infantiles. Esto hace que casi todo el peso de la cinta caiga sobre los hombros de Barry Watson, quien defiende su papel como mejor puede, pero tiene que hacer frente a un guión que no va hacia ningún lado y que da vueltas sobre sí mismo, mareando al espectador y haciéndole ansiar la llegada de un clímax que cuando se produce es decepcionante.

Hay otro detalle en la cinta que me irrita bastante: la interpretación de la niña Sky McCole. No tengo nada personal contra la muchacha. De hecho, cuando la vi en El Patriota, haciendo de hija de Mel Gibson, me pareció que para ser tan pequeña no actuaba mal. Pero creo que aquí el problema es cómo está dirigida. Da la sensación de que el director le dijo "Como no pudimos pagar a Dakota Fanning vas a tener que imitarla". Así, la pobre chica se ve obligada a aparecer completamente seria en toda la cinta y a soltar frases que pretenden ser epatantes pero que caen en el ridículo. Detalles de guión y dirección que le restan puntos a la película hay varios más: el protagonista tiene miedo a la oscuridad y a las puertas, armarios o cajones cerrados. Así, en su casa todo está a la vista con puertas transparentes en los muebles o directamente sin ellas. Cuando vemos a Barry Watson entrando en su piso nos da la sensación de que es la primera vez que está allí, por sus gestos, por la forma en la que mira los muebles... y eso no creo que sea problema del actor, sino de una torpe dirección de actores: se supone que él vive allí y resulta ridículo que parezca soprenderse al ver su propio hogar, en el que (se supone) que duerme cada noche.

Como dije antes, no me gusta ser malvado cuando hago alguna crítica. De este modo, hay que reconocer los aciertos de Boogeyman porque no todo son despropósitos. La fotografía y el diseño de producción son destacables, adentrándonos en una atmósfera onírica y vaporosa que se convierte en lo mejor de la película. Las escenas de sustos no estarían mal si no fueran tan inconexas y gratuitas. Ahí está por ejemplo el momento en el que un cuervo atraviesa el parabrisas del coche del protagonista. Realmente no aporta nada y se nota a leguas que es una de esas "escenas de impacto" que te ves obligado a introducir si no quieres que el público se duerma. Hablando de sueño, Boogeyman es una de esas cintas somníferas: prueben a verla en horas de sueño y ya me dirán si aguantan a verla entera.

Algunos califican a este largometraje directamente de "malo". Es un término que no me gusta utilizar porque como buen cinéfago pienso que de todo film se puede aprovechar algo y, aunque carezca de valores de producción o tenga fallos narrativos o de cualquier tipo, si la cosa entretiene es que no debe ser tan nociva. El problema de Boogeyman no es que sea mala, sino que es mediocre.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Cuando escribí esto decía que el problema de la película no era que fuera mala, sino que era mediocre. Mi opinión actual ha cambiado algo: ahora pienso que el problema de Boogeyman no es que sea mala, es que es La Hez. 

8 feb 2006

'R-Point'

(R-Point. Su-chang Kong. Corea del Sur. 2004. 107 min.) Algún iluminado dijo que esta era la versión coreana de Apocalypse Now pero, sinceramente, además de la idea del rescate militar y la ambientación, poco más pueden tener en común. Nos encontramos en 1972. En una base militar coreana reciben una señal de auxilio de un grupo de compañeros que supuestamente habían desaparecido en combate. De este modo, un pelotón de nueve hombres es enviado a Vietnam para intentar descubrir qué ha sido de aquellos y traerlos de vuelta.

Si bien durante los primeros minutos la cinta se muestra titubeante y poco atractiva, en cuanto los soldados llegan a Vietnam el ambiente comienza a enrarecerse y se crea un clima de opresión que se irá acentuando a medida que transcurre el metraje, hasta llegar a un final asfixiante y poco complaciente.Estamos ante uno de esos casos en los que desvelar parte de su argumento de manera previa al espectador es hacer un flaco favor a la película, así que me abstendré de desvelar sorpresas más allá de las imágenes que acompañan a este texto. En efecto, un rápido vistazo a las mismas nos confirman que estamos ante una cinta de terror. ¿Otra peli de miedo oriental?, pensaréis. Pues sí, pero diferente. Pensad más bien en una versión bélica de La Cosa de John Carpenter y estaréis más cerca de R-Point que si pensáis en The Ring o similares.

El título hace mención al parámetro por donde se mueven los personajes, el Punto Romeo, lugar extraño en el que el terror puede aparecer en cualquier momento y en las formas más corrientes. No hablamos de monstruos o zombis, sino de algo más cercano al tópico literario del Ubi Sunt y a la paranoia y desconfianza lovecraftiana entre compañeros/extraños. El mismo público no sabe demasiado de los protagonistas del film, apenas unos apuntes sobre algunos personajes, así que, como ellos, permanecemos constantemente en estado de alerta y nos planteamos varias veces si lo que estamos viendo es lo que parece o la jugarreta llevada al límite de alguno de ellos.

De ritmo lento típicamente oriental (lo cual no significa siempre aburrido), los primeros 60 minutos pasan sorprendentemente rápidos en comparación con lo que había leído en alguna crítica. En el resto del metraje, cuando los acontecimientos más brutales comienzan a sucederse, se pierde parte de la atmósfera conseguida previamente a favor de una mayor dosis de truculencia y visceralidad (entendiendo esto como la violencia visualizada en pantalla y como las acciones cada vez más irreflexivas de los personajes). No obstante, a pesar de este (inevitable y previsible) cambio de tercio hacia el clímax de la película, el conjunto es lo suficientemente satisfactorio y atractivo como para que merezca la pena su visionado. Así que, si no tenéis ninguna otra en mente y os la encontráis en el videoclub, R-Point es una buena opción a descubrir.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Aunque el recuerdo de esta película se ha diluido bastante tras todos estos años, sigo teniendo la sensación de que se trataba de un título recomendable y que se apartaba para bien de las convenciones del terror oriental, ese que irrumpió con tanta fuerza y que acabó derivando en productos repetitivos que anularon cualquier interés hacia nuevas propuestas. 

6 feb 2006

'Underworld Evolution'

(Underworld: Evolution. Len Wiseman. Estados Unidos. 2003. 106 min.) Cuando se estrenó la primera Underworld no pude verla en el cine, supongo que por algún buen motivo que me lo impidió. Me quedé con las ganas de disfrutar de una de las películas que con más ansias esperaba aquel año, después de haber visto su prometedor tráiler y de haber leído su argumento ("¿vampiros contra hombres lobos? ¡Eso hay que verlo!". Sí, amigos, soy así de simple...). Luego me llegaron comentarios de mis amigos: Underworld decepcionaba. Tuve que esperar al DVD para comprobarlo y, efectivamente, no era lo que deseaba ver. Me encontré con una película con buenas escenas de acción y una idea interesante, pero que se malograba por sus largos diálogos, su ritmo lento, su visualmente agotador monocromatismo y su montaje atropellado (si tenéis la oportunidad de ver el Making Of, comprobaréis que los licántropos lucen muchísimo mejor en el "cómo se hizo" que en el propio largometraje). El mayor acierto de Underworld desde mi punto de vista (aunque sé que muchos no piensan igual) fue el de olvidar los tópicos de vampiros y licántropos e intentar crear una nueva mitología alrededor de ellos, enfrentándolos como dos especies de criaturas salvajes sobrehumanas y no como monstruos arrepentidos de serlo. Con un presupuesto limitado, Underworld se convirtió en un moderado éxito que en teoría daría inicio a una trilogía. Ahora, con mayor abundancia de medios, Underworld Evolution hace honor a su título: significa una evolución con respecto a la anterior en varios aspectos, desde una mejora en cantidad y calidad de las secuencias dinámicas a un guión más ágil y menos pretencioso (aunque los diálogos tengan más bien poco interés). Los efectos especiales están a la altura y esta vez el montaje y una mejor dirección de Len Wiseman nos permiten apreciar en mayor medida los logros del departamento de maquillaje y del equipo de efectos visuales (y de efectos especiales prácticos, ya que también hay aparatosos highlights como el del helicóptero y varias explosiones).

Tras un prólogo que nos explica el origen del enfrentamiento entre vampiros y licántropos, y de un breve montaje que nos recuerda lo que ocurrió en la entrega anterior, Underworld Evolution sigue donde acababa aquella, con la aparición de un híbrido primigenio y la persecución que sufren los personajes de Selene (Beckinsale) y Michael (Speedman) después de haber roto el equilibrio entre ambos bandos.

Podría decir que, si bien Underworld no me pareció en absoluto mala (más bien una obra interesante pero fallida en ocasiones), Underworld Evolution me parece más satisfactoria que su predecesora. Es más rápida, más corta (las casi dos horas de la primera se me hicieron eternas), hay más monstruos, más peleas cuerpo a cuerpo y una escena erótica entre Speedman y Beckinsale donde el director (esposo de la actriz) lleva el desnudo hasta el límite y consigue no enseñar nada pero resultar tremendamente estimulante para la vista. Además, se ahonda algo más en el pasado de Selene y se abren varias líneas argumentales con tragedias paternofiliales y violentos reencuentros familiares.

No obstante, como ya me había pasado con la anterior, hay momentos en esta cinta en los que tuve que lidiar con el sueño. Será el cansancio, será la comodidad de la butaca del cine... pero hubo un par de momentos en los que desconectaba por completo y aparecía el principio de bostezo. Pienso que gran parte de la culpa la tienen las escenas de diálogos flojos (como ya dije antes) y (otra vez) la manía de utilizar un cromatismo idéntico para absolutamente todas las secuencias. A pesar de desarrollarse en diversos escenarios como montañas, castillos y túneles (nada que ver con la ambientación urbana de Underworld), todas las escenas están tratadas con la misma luz, haciendo que prácticamente todo lo que veamos sea una escala de azules. No estamos pues ante una película para ver a la hora de la siesta o de madrugada, por mucha acción que pueda tener, ya que por momentos uno corre el riesgo de caer en esa fase de atontamiento neuronal que nos conduce a contar ovejitas. Esta desgana con la que están contadas las (todavía abundantes) escenas de no-acción repercuten negativamente en la valoración global de la película y hacen que, por efecto arrastre, no consigamos vibrar en las secuencias más vistosas.

En resumen, Underworld Evolution (como la primera) pone las cosas fáciles a los que disfrutan riéndose de un determinado tipo de cine exagerado y fantasioso, pero ofrece un rato distraído a quien no mira el cine de acción fantástico desde el pedestal de la superioridad. No hay que tomarse estas películas más en serio de lo que se toman ellas mismas.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Pereza. Esa es la palabra que mejor define mi actitud actual hacia la saga Underworld. De ahí que todavía no haya visto la tercera parte y  que no haya vuelto a ver ninguna de las dos primeras.