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14 nov 2011

'Kárate a muerte en Bangkok'

(The Big Boss / Tang shan da xiong. Conocida en EEUU como 'Fists of Fury'. Lo Wei. Hong Kong. 1971. 100 minutos) El fanatismo ejerce una peligrosa influencia sobre la consideración que algunas películas obtienen con el paso del tiempo, hasta tal punto que, debido a la exaltada admiración que algunos profieren por determinadas estrellas del celuloide, se llegan a mitificar cintas cuyas verdaderas cualidades están lejos de ser tan remarcables como cabría suponer (y sé de lo que hablo: soy fan de Van Damme). Es el caso de Kárate a muerte en Bangkok, la cual arrastra una fortísima carga icónica ya desde su mismo título (por mucho que sea erróneo utilizar la palabra "Kárate" cuando se tendría que hablar de "Kung Fu"...), además de ser justamente célebre por suponer el primer título que Bruce Lee protagonizó de adulto en el seno de la industria cinematográfica de Hong Kong y, para colmo, su primera película de artes marciales, tras haberse granjeado cierta fama como luchador y actor en diversas apariciones televisivas en los Estados Unidos. En una jugada que le salió redonda, Bruce Lee rechazó el contrato draconiano que le ofrecían en la Shaw Brothers y se lo jugó todo aceptando la propuesta de Raymond Chow, un productor independiente que había formado parte de la Shaw y que andaba detrás de un gran éxito que terminara de lanzar su flamante compañía, la luego esencial Golden Harvest. Es fácil adivinar qué atrajo a Bruce de dicho acuerdo: la posibilidad de tener cierta libertad creativa, de mostrar las artes marciales de un modo realista y de figurar por fin como el nombre más importante del reparto (pese a que, en un inicio, antes de que el director Ng Gar Seung fuera reemplazado en su labor por Lo Wei, el protagonista iba a ser James Tien, quien con el cambio de rumbo del proyecto perdió importancia en favor de Lee). El argumento se aleja de las aventuras dinásticas tan de moda por aquella época, para presentar una historia contemporánea ambientada en Tailandia en la que Cheng Chao-an (Lee), un emigrante chino que ha recalado allí para trabajar en una fábrica de hielo, debe enfrentarse a una trama de tráfico de drogas y asesinatos. La excusa perfecta para que el actor se líe a mamporros a la mínima ocasión. Aunque, como veremos, esto no fue exactamente así.

LO MEJOR: El instante en el que, por fin, Bruce comienza a pelear.
LO PEOR: La precariedad de todos los elementos artísticos y
técnicos de la película, incluso para los estándares del cine de Hong
Kong de los años 70.
Vista hoy, con todo lo que la figura de Bruce Lee supone para un género, el del cine de artes marciales, que él se encargó de popularizar internacionalmente, puede sorprender el hecho de que su personaje se pase la primera mitad de la película sin luchar: Cheng Chao-an ha prometido a su madre que no se meterá en peleas. Para tenerlo siempre presente, lleva un colgante de jade en el cuello que le recuerda que debe mantener su palabra (hasta que le rompen el collar y... pasa lo que pasa). Se puede decir que esto crea cierta inquietud, ya que lastra el arranque de la acción y, teniendo en cuenta lo escueto del argumento, no hay demasiado interés en los primeros minutos del largometraje más allá de intentar adivinar en qué momento comenzarán las hostias. Sin embargo, viendo este detalle en perspectiva, es fácil adivinar lo que este hecho supuso para los espectadores de la época, especialmente para quienes todavía no conocían la faceta de Lee como luchador (recordemos que, aunque comenzó su carrera como actor en Hong Kong cuando apenas era un niño, nunca antes había filmado un largometraje de acción). Básicamente, el protagonista se pasa la primera mitad del metraje conteniéndose, apretando los dientes para no rebelarse ante las injusticias que presencia y poniendo la otra mejilla. Por ello, cuando por fin comienza a luchar, y de esa manera en la que no se había visto antes en pantalla, el espectador queda atónito, libera la tensión que había acumulado con el personaje y celebra cada patada con una mezcla de alivio y excitación. Fue en ese preciso instante cuando Bruce Lee hizo historia. Y es que Kárate a muerte en Bangkok no es sólo importante por ser la carta de presentación del actor como héroe de acción, sino también por suponer una ruptura con respecto al modo en el que se venían filmando las artes marciales hasta entonces. Era habitual que los protagonistas de las cintas de la Shaw Brothers u otras productoras fuesen antes actores que luchadores, debido a que la planificación de los combates, su fragmentación, permitía esconder las carencias marciales de los mismos. Sin embargo, a partir de Kárate a muerte en Bangkok se dejó menos espacio a los trucos de cámara y se exigieron combates más realistas y, a la postre, espectaculares (porque, aunque parezca una contradicción, resulta más hipnótico ver en plano fijo a dos luchadores auténticos que asistir a un desfile de planos trucados con cables y efectos especiales). Bruce todavía no tenía el peso en la industria de Hong Kong que obtuvo tras romper records de taquilla con este film, de ahí que tuviera que ceder a algunas exageraciones muy del gusto de Lo Wei (algunos saltos imposibles, principalmente), pero su manera de actuar, de luchar, de comportarse, dejaron una huella indeleble que no se ha borrado todavía, cuarenta años después del estreno de Kárate a muerte en Bangkok. Sin su presencia en la película, ésta habría sido simplemente otra más. Y, además, de las feas, ya que técnicamente es realmente pobre (por ejemplo, hay un travelling en el que la cámara choca con algo, provocando una sacudida en el plano, y ha quedado en el montaje final). Pero gracias a Bruce Lee la cinta se convirtió en un clásico y sentó las bases para la fiebre por el Kung-Fu (aunque casi todo el mundo pensara que era Kárate) que explotaría en todo el planeta durante la década de los setenta.

2 comentarios:

srdani dijo...

Le pasa lo mismo que a "El furor del dragón": lo único irrepochable son las peleas (las de Bruce). Todo lo demás flojísimo. Aunque siendo justos...¡qué peleas!
¿Exagero si la comparo con "Black Eagle"? Producciones cutres a más no poder, pero que atesoran en su interior un elemento disonante que tritura todo lo que se cruza en su camino, apropiándose a la fuerza del espectáculo.
Volviendo a Bruce Lee, creo que sus cuatro pelis sufren demasiado el peso coyuntural del momento en que fueron rodadas. El imaginario cultural las recuerda como obras maestras. Afirmación exageradísima donde las haya. Está claro que la obra maestra era Bruce Lee en sí mismo. Irrepetible figura en el género.
Que no se me malinterprete. Soy fan de Bruce Lee y de toda su familia. Y me encantan "Furia oriental" y "Operación dragón". Pero es un claro ejemplo de actor deambulando por producciones que no le merecen.

Pedro José Tena dijo...

Creo que compararla con 'Black Eagle' sí es un poco exagerado, ya que allí Van Damme era un secundario que se acababa adueñando del show, mientras que aquí estamos hablando de una película concebida para el lucimiento de Bruce Lee (al menos desde el momento en el que Lo Wei se sentó en la silla de director y, mientras escuchaba carreras de perros por la radio, dejaba que Bruce dirigiera algunas escenas). Pero en cierto sentido, sí, es algo parecido, ya que en ambos casos tenemos, como muy bien has dicho, ese "elemento disonante que tritura todo lo que se cruza en su camino, apropiándose de la fuerza del espectáculo".

Sobre las películas de Bruce Lee, es verdad que todas son muy deudoras de su época y de sus medios de producción. Incluso 'Operación Dragón', que para los estándares de Hong Kong era una superproducción, se produjo con una inversión similar a la que se utilizaban para rodar episodios pilotos en la televisión norteamericana, y no olvidemos que allí el dinero lo puso mayoritariamente la Warner Bros. Es decir, que incluso su película más importante a nivel icónico y económico, fue en realidad una serie b que, con otro protagonista, hubiese pasado totalmente desapercibida.

La pérdida de Bruce Lee fue una tragedia no solamente a nivel personal para su familia, para sus fans, sus alumnos y sus amigos, sino también a nivel cinematográfico: dejó la sensación de que lo mejor todavía estaba por llegar... y que ya nunca lo veríamos.