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2 ene 2012

En Serie: La saga 'Misión Imposible'


El 17 de Septiembre de 1966, el público norteamericano que sintonizaba la CBS veía por primera vez una imagen que, acompañada de una música rimbombante, se convertiría en un rápido icono pop: la de una mano que, con una cerilla y al compás de la sintonía inmortal compuesta por Lalo Schifrin, encencía una mecha que le llevaba directo a una serie de aventuras de espionaje y acción que le mantendría pegado a la pantalla hasta que dejó de emitirse el 30 de Marzo de 1973. Creada por Bruce Geller, Misión: Imposible  recogía el clima de paranoia que se vivía en plena Guerra Fría y presentaba las peripecias de una agencia de espías que luchaba por mantener el mundo a salvo, generalmente de la invasión comunista. Tuvo que pasar más de una década para que Jim Phelps (Peter Graves) volviera a la acción, concretamente hasta 1988, pero en esta ocasión la serie sólo aguantó dos temporadas en antena, siendo cancelada en 1990. Seis años después, un Tom Cruise en la cima de su popularidad, convertido en el actor más taquillero de Hollywood y con la capacidad de levantar proyectos financiados de su propio bolsillo, recuperó el nombre de Misión: Imposible para construirse un traje a su medida y demostrar que, en una época en la que los músculos estaban de capa caída en Hollywood y que GoldenEye (Martin Campbell, 1995) había recuperado el cine de espías, estaba preparado para ofrecer a la industria un nuevo tipo de héroe de acción. La misión de ustedes como lectores, en caso de que decidan aceptarla, consiste en acompañarme por un repaso a las cuatro películas que constituyen, por el momento, la saga cinematográfica protagonizada por Cruise en el papel de Ethan Hunt. Y... no se preocupen: este post no se autodestruirá en cinco segundos.

LO MEJOR: El chute de adrenalina que
supone el clímax final.
LO PEOR: Esperar de ella una película de
acción imparable, cuando no lo es.
Mission: Impossible (Brian De Palma. Estados Unidos. 1996. 110 minutos) No le pudo ir mejor a Tom Cruise en su estreno como action-hero. Cuando la suerte comercial de las películas de Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone y Jean-Claude Van Damme estaba en declive, Cruise aportó savia nueva al cine de acción, produciendo y protagonizando un thriller de espías en el que presentaba a Ethan Hunt, un agente de la FMI (Fuerza Misión Imposible) al que tienden una trampa y ponen en una situación realmente delicada: debe encontrar al topo que ha traicionado a su equipo antes de que sus enemigos acaben con él y las autoridades se le echen encima. La idea resultaba atractiva: retomar una franquicia bien implantada en el imaginario colectivo mediante una serie de películas que serían dirigidas por distintos directores, todos con personalidades bien marcadas, y que sirvieran para constituir un vehículo de lucimiento a mayor gloria de Tom Cruise, interpretando a un espía de alto nivel del siglo XXI, muy alejado del acartonamiento de James Bond y también de los héroes hipermusculados, pero tan astuto y letal en la lucha cuerpo a cuerpo como todos ellos. Brian De Palma fue el encargado de dirigir esta primera entrega y gracias a ella consiguió reactivar de algún modo una carrera que, al menos comercialmente, no estaba rindiendo tanto como antaño (sí artísticamente, ya que no se le puede negar el pan y la sal a dos obras tan rotundas y personales como En nombre de Caín y Atrapado por su pasado). No es de extrañar que la empresa tuviera un resultado satisfactorio para todos los agentes implicados: la película es un muestrario de lo mejor del director, con una utilización algo más controlada del plano secuencia que de costumbre, pero también con una construcción del suspense ejemplar, una planificación excelente y una capacidad para crear tensión ciertamente sobrenatural (la archifamosa secuencia del robo en la sede central de la CIA es para quitarse el sombrero, más allá de su valor icónico). El guión de David Koepp y Robert Towne fue criticado por resultar demasiado intrincado, aunque a decir verdad no cuesta demasiado seguirlo a poco que permanezcamos atentos a lo que sucede en pantalla. Y ese juego de dobles personalidades y máscaras aporta a la película un delicioso regusto camp que refulge en medio de toda esa sofisticación visual a cargo de Stephen H. Burum. Existen, no obstante, algunos problemas de ritmo que impiden un disfrute más continuado y compacto del film, pero todo eso queda casi olvidado gracias a un clímax final que merece ser recordado, por derecho propio, como una de las mejores set-pieces que nos regaló el cine de acción durante la década de los noventa. Es una gran manera de hacer explotar toda la tensión acumulada durante los dos actos anteriores y de dejar al público con ansias de más, algo que no llegaría hasta cuatro años después de la mano de John Woo.



LO MEJOR: Ethan Hunt convertido en
un ser mitológico.
LO PEOR: La languidez del conjunto.
Mission: Impossible II (John Woo. Estados Unidos / Alemania. 2000. 123 minutos) Con la buena respuesta crítica y económica de la primera Mission: Impossible, Cruise, su socia Paula Wagner y la Paramount no tardaron demasiado en dar luz verde a una secuela.  Oliver Stone, el director que otorgó a Cruise su primera nominación al Oscar gracias a Nacido el cuatro de Julio (Born on the fourth of July. 1989) fue la primera opción, pero el eterno rodaje de Eyes Wide Shut (Stanley Kubrick, 1999) hizo que finalmente se cansara de esperar a su protagonista y se desentendiera del proyecto. Finalmente fue John Woo quien se hizo cargo del mismo. Woo venía de revolucionar el cine de acción gracias a las películas que había filmado en Hong Kong (A better tomorrow, The Killer, Hard-Boiled...), además de haber fabricado algunas de las mejores muestras que el género dio durante los noventa en su aventura americana (Blanco Humano, Broken Arrow y Cara a cara). Su elección trajo consigo una clara vocación por arreglar lo que sus responsables suponían un defecto de la anterior entrega: Robert Towne escribió un guión simplificado al máximo que se puede entender como una respuesta a las críticas que se produjeron al respecto con el primer film, ajustando su historia a una serie de set-pieces que Woo quería dirigir a toda costa. En el libreto, con claras reminiscencias del Encadenados (Notorious. 1946) de Hitchcock, Ethan Hunt tiene que verse las caras con un agente renegado de la FMI que amenaza con aniquilar la población de Sydney mediante la utilización de un virus llamado Quimera. Lo más interesante de la película reside en la manera en la que Woo se deja influenciar por la mitología y sucumbe a lo fantástico en el tercer acto: el héroe y el villano, tomando los nombres del antídoto y el virus que conducen la trama, Belerofonte y Quimera, se convierten casi en semi-dioses enfrentados en una lucha interminable en la que las leyes de la física no tienen ninguna relevancia. Hoy parecen algo anticuadas, pero estas escenas de acción supusieron en su día un impresionante reclamo para la película que fue tomado como ridículo por algunos y como excitante por otros (entre los que me incluyo). Vista hoy, Mission: Impossible II puede aportar poco más que eso, además de suponer la cinta menos interesante que John Woo rodó en EEUU (y, sí, tengo en cuenta las infravaloradas Windtalkers y Paycheck), un pálido reflejo de lo que el director fue capaz de filmar en otras ocasiones y una versión demasiado light de sus constantes temáticas y visuales. Aún así, los más de cuatrocientos millones de dólares que recaudó en todo el mundo fueron motivo suficiente como para que la franquicia siguiera su camino.



LO MEJOR: La secuencia del puente.
LO PEOR: Va perdiendo fuelle a medida
que avanza.
Mission:Impossible III (J.J. Abrams. Estados Unidos / Alemania / China. 2006. 125 minutos) La preproducción de la tercera parte no fue un camino de rosas. En la búsqueda de otro director de prestigio que aportara su sello personal al nuevo capítulo de la franquicia, Cruise contactó con David Fincher, pero éste rechazó la oferta y se dedicó a otros proyectos que no salieron adelante. Entonces el todopoderoso Cruise cambió la táctica: barriendo para casa, decidió contratar los servicios de alguien conocido por él y por la Paramount, un joven  llamado Joe Carnahan que ya había trabajado para ellos en Narc (2002). Sin embargo, Carnahan dio muestras de no amilanarse ante el poder de sus padrinos y abandonó el proyecto por diferencias creativas, dejando a Cruise sin nadie que ocupara la silla de director. Ahí entra J.J. Abrams, conocido por dar arranque a series tan populares como Alias (2001-2006) y Perdidos (2004-2010) y que se convirtió en el responsable de llevar a buen puerto la ópera prima más cara de la historia del cine. Aunque en su día fuimos muchos los que recibimos la elección de Abrams con cierto recelo (más que nada, por desconocimiento de su trabajo previo o por las eternas y cada vez más infundadas manías que algunos sienten hacia el medio televisivo), hay que reconocer que el tiempo ha tratado bien a Mission: Impossible III. Abrams conservó sus rasgos y dotó de humanidad a unos personajes que se ven inmersos en una trama totalmente irrelevante (y que sigue la pista de un mcguffin de los de toda la vida), porque esta vez es personal: Ethan Hunt hará lo impensable por vengar la muerte de una antigua amiga (y ex-pupila dentro de la FMI) y por tratar de evitar que el malvado Owen Davian (escalofriante Philip Seymour Hoffman) asesine a su flamante esposa, a la cual ha raptado. Como telón de fondo está la seguridad internacional, sí, pero el toque Abrams está ahí: por muchas escenas de despachos y por muchas amenazas globales que puedan aparecer, lo que prima en esta tercera parte (co-escrita entre Abrams y dos cómplices habituales como son Alex Kurtzman y Roberto Orci) es el factor humano. Lamentablemente, Abrams todavía estaba algo verde como director de blockbusters y sólo consiguió filmar una secuencia realmente memorable (la del puente), además de mostrarse incapaz de mantener durante todo el metraje el ritmo acelerado de la primera mitad y, especialmente, del prólogo. Aún así, y pese a reconocer que en el momento de su estreno sólo se me ocurrieron maldades para con ella, Mission: Impossible III es una película bastante aceptable que mereció mejor suerte comercial. Aunque gran parte de la culpa de que no respondiese a las expectativas económicas (especialmente en EEUU, donde recaudó menos de lo que costó) reside en el propio Tom y en esa manía de hacer el tonto en los medios de la que hacía gala en esa época. 



LO MEJOR: La parte que transcurre en
Dubai, salvo la tormenta de arena.
LO PEOR: La indigesta mezcla de tonos:
a ratos decadente, a ratos infantil.
Misión Imposible: Protocolo Fantasma (Mission:Impossible - Ghost Protocol. Brad Bird. Estados Unidos. 2011. 132 minutos) A pesar de que su colaboración había resultado ser la menos exitosa de la serie desde un punto de vista financiero, el entendimiento entre J.J. Abrams y Tom Cruise fue lo suficientemente bueno como para que, varios años después, ambos se plantearan continuar con la franquicia juntos. Sin embargo, la agenda cada vez más apretada de Abrams y la sensación de que a Cruise le quedaba ya poco fuelle como estrella de Hollywood sirvieron como acicate para que no se demoraran demasiado en la concreción de una posible Mission: Impossible IV. Tras tantear a talentos emergentes como Ruben Fleischer y Edgar Wright, la noticia de que la responsabilidad caería finalmente sobre los hombros de Brad Bird, hasta ahora autor de cine de animación, supuso toda una sorpresa que algunos no encajaron demasiado bien. Sin embargo, los fans de Bird sabían que era un tipo muy preparado para concebir secuencias de acción, como ya había demostrado en El gigante de hierro (The Iron Giant. 1999) y Los Increíbles (The Incredibles. 2004). Lo que no sospechábamos es que Bird se traería consigo el tono ligero de sus películas animadas, convirtiendo esta Misión Imposible: Protocolo Fantasma en la entrega más infantil, paródica e inofensiva de toda la serie. Este tono se agradece en momentos puntuales como la secuencia del pasillo y la "pantalla mágica", pero termina siendo inconveniente para una película de acción que pide a gritos algo más de intensidad y a la que le sobra esa pátina decadente que la sitúa a la misma (baja) altura que la de cualquier aventura de James Bond del montón (sensación potenciada por ese anticuado guión de Josh Appelbaum y André Nemec sobre rusos y misiles nucleares que le sentaría bien a la serie original de televisión, pero no a la cinematográfica), lo cual no puede estar más alejado de las intenciones iniciales con las que arrancó la saga de Mission: Impossible. Para colmo, Ethan Hunt pierde protagonismo y tiene que ver cómo sus compañeros de equipo protagonizan algunos momentos que él habría hecho en las entregas anteriores, y que aquí se limita a supervisar, de cara a su posible reemplazo como protagonista por el nuevo agente Brandt (el soso Jeremy Renner). Esta Protocolo Fantasma cumple como entretenimiento si no somos demasiado intransigentes, pero es, junto con la segunda parte, el punto más bajo que ha alcanzado la saga y, quizá, la responsable de que se haga urgente un replanteamiento de intenciones, protagonistas y estilos si alguien decide proseguir la serie con nuevos episodios.

4 comentarios:

kei dijo...

Como estoy de acuerdo en todo, no puedo más que decir chapeau. La primera es una gran película y la segunda cine chusco aunque tenga presupuesto, cada vez que la veo me parece más fantabulosa, más de risa.

Pedro José Tena dijo...

Gracias, Key. Yo con la 2 me flipé mucho en su momento, sobre todo porque soy muy fan de John Woo y me empeñé en defender la película de todos los ataques chorras que sufrió en su momento y que me parecían impropios: a la película se le puede atacar por varios motivos, pero no por el hecho de que las secuencias de acción vayan más allá de la realidad, ya que tiene problemas que van más allá de eso. El hecho de que sólo escuchara cosas como "vaya fantasmada, juasjuasjuas" o "las fallas en sevilla!" hizo que me convirtiera en un defensor a ultranza. Aunque al ver la cinta de nuevo se me ha desmontado casi por completo y ya ni siquiera sus secuencias de acción me parecen para tanto, especialmente comparadas con las de otras pelis de Woo que, además, resultan mucho más intensas y entretenidas.

Periko dijo...

Me encanta esta saga. La ultima aun no la he visto pero le tengo muchas ganas.
La segunda, digan lo que digan, cojonuda.

Pedro José Tena dijo...

A mí es una saga que me gustaría que me gustase más de lo que me gusta, porque creo que, en líneas generales, está un poco desaprovechada.