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7 ene 2006

'Doom'

(Doom. Andrzej Bartkowiak. Estados Unidos / República Checa. 2005. 100 minutos) En una sala bastante más llena de lo que esperaba (y con un público muy heterogéneo, desde críos de menos de diez años a señoras de más de sesenta), disfruté ayer de una película de la que no esperaba demasiado y que me aportó un buen rato de entretenimiento.

En su cuarta película, el polaco Andrzej Bartkowiak sigue demostrando que es, ahora mismo, uno de los artesanos del cine de acción más eficientes de Hollywood. Pero en esta ocasión, ha roto de manera exponencial con sus anteriores filmes: todos producidos por la Warner, Romeo debe morir, Herida abierta y Nacer para morir eran películas que mezclaban el mundo del hip hop con las artes marciales, con una cuadrilla de actores más o menos fijos (DMX, Anthony Anderson, Drag-On, Tom Arnold...) y la colaboración de estrellas del cine de patadas, Jet Li (en la primera y la tercera) y Steven Seagal (en la segunda). Además, tenían en común la presentación de varias escenas de acción que sucedían al mismo tiempo y nos eran mostradas en montajes paralelos. Todo envuelto en una banda sonora repleta de rap y R&B. Pues bien, todo esto ha desaparecido en Doom (producida por la Universal, cuyo logo característico se nos presenta en esta ocasión sobre el planeta Marte). Ni hip hop, ni artes marciales (sólo un poco en el duelo final, coreografiado por Dion Lam) ni apenas sentido del humor. En cuanto a la acción, toda lineal y sin pausas, como el videojuego en el que se basa.

El esquema es tan simple como parece: un grupo de soldados es enviado a una colonia de Marte para rescatar a los supervivientes de un ataque sanguinario a manos de unos seres extraños. Es decir, lo mismo que tantas otras veces hemos visto. Lo bueno es que Bartkowiak sabe dirigir muy bien las escenas de acción (es muy diferente a Paul Anderson, por ejemplo) y no se corta en mostrarnos los efectos de los ataques de los mutantes: decapitaciones, heridas sangrantes, etc. Sin censuras, sin movimientos de cámara elípticos ni planos que duren menos de un segundo para no molestar a la sensibilidad de nadie. Además, la fotografía acompaña con tonos oscuros que nos sumergen en ambientes claustrofóbicos en los que puede haber una amenaza a la vuelta de cualquier esquina.

Pero lo mejor llega en los últimos minutos, cuando la cámara se mete en la cabeza de uno de los personajes y sólo vemos lo que él ve. Entonces estamos viendo el videojuego en pantalla grande: secuencias enteras en plano subjetivo en la que sólo vemos el arma (o, las armas, motosierra incluída) del personaje, y los mutantes que se le cruzan en el camino. Realmente, esto no lo había visto jamás en el cine (al menos, recreado de una manera tan convincente e insistente). Y como colofón, un duelo final con el que no contaba y que enlaza en cierta manera ésta película con las anteriores de su director.

No es una cinta que pasará a la historia, pero éste Doom es posiblemente una de las adaptaciones de videojuegos más fieles (concretamente, al Doom 3), entretenidas y conseguidas que recuerdo.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: Si bien nunca se caracterizó por realizar taquillazos, sino más bien modestas cintas de acción que rendían lo suficiente como para no generar pérdidas, Doom supuso el inicio del declive de Bartkowiak. Lo siguiente que hizo fue esa Street Fighter: La leyenda de Chun-Li que todavía no me he atrevido a ver y que, involuntariamente, ha conseguido que el público califique a la versión de Steven E. de Souza y Van Damme como la buena. Justicia poética, lo llamo yo. 

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