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14 ene 2006

'La tierra de los muertos vivientes'

(Land of the dead. George A. Romero. Estados Unidos / Canadá / Francia. 2005. 93 minutos) Difícil tarea la de George A. Romero a la hora de afrontar esta película: efrentarse a su propia leyenda y a tres obras precedentes que son clásicos de culto en todo el mundo. La noche de los muertos vivientes (1968), Zombi (1978) y El día de los muertos (1985) fueron tres largometrajes que crearon escuela en diferentes décadas y que hicieron de Romero uno de los Grandes del cine de terror. Muchos le acusan de ser sólamente un tipo afortunado que tuvo suerte con su primera película, pero además de su saga zombi encontramos en su filmografía otros títulos harto interesantes como The Crazies, Creepshow o Atracción diabólica. Lamentablemente, Romero es un artista condenado incapaz de superar el que fue su primer largometraje, que cambió para siempre el género y lo hizo entrar en la edad contemporánea, convirtiéndose en una especie de Orson Welles del horror.

Por otro lado, con La tierra de los muertos vivientes, Romero tiene la difícil misión de añadir un capítulo más a lo que ya era una trilogía coherente y grabada en la memoria colectiva de todos los aficionados. Y de todos es sabido que lo de trilogía suena bien, pero un cuarto título parece estar estorbando (piensen en la saga Alien, por ejemplo), a no ser que se convierta en el inicio de una nueva trilogía (cosa que no creo que tenga pensado hacer Romero, aunque nunca se sabe...).

En definitiva, el genio de Pittsburgh lo tenía todo en contra para hacer esta película, por mucho que algunos fans la pidieran desde hace años (cuando teóricamente se iba a llamar Twilight of the dead). Curiosamente, y en uno de esos giros inesperados que da la industria del cine de vez en cuando, Romero consiguió financiación de nada menos que la Universal Pictures, después de ver cómo triunfaba el remake de una de sus películas, El amanecer de los muertos (2004). Debieron pensar "si hemos conseguido este éxito gracias a una idea de Romero, démosle una nueva oportunidad para ver lo que la gente ha estado esperando tanto tiempo". De este modo, el sueño de muchos se hizo realidad y pudimos disfrutar por fin en pantalla grande de una película de zombis del hombre que inventó el género tal y como lo conocemos hoy en día.

¿Ha merecido la pena la espera? Yo diría que sí, pero es difícil valorar esta película. Me explico: las tres anteriores entregas de la saga (de argumento totalmente abierto y personajes cambiantes en cada una de sus partes, manteniendo únicamente en común a los muertos vivientes) son películas que he visto en vhs o dvd una y otra vez, que desde que tengo uso de razón siempre han estado rodeadas del aura mágico que sólo consiguen las cintas que sobreviven décadas en el recuerdo. Crecí con ellas, podríamos decir. Por eso es difícil analizar La tierra de los muertos vivientes comparándola con las anteriores, ya que ésta se perdió pronto en la dinámica del consumo rápido de multicines, a los que apuesto a que la mayoría de adolescentes acudieron pensando que se trataba de una "segunda parte" de El amanecer de los muertos versión 2004, sin ni siquiera saber quién es Romero. Ya dije algo parecido en la reseña de La Niebla, pero me parece importante recalcar la ignorancia del espectador medio y cómo éste es capaz de destruir en taquillas películas que en otros tiempo hubieran recibido mejor atención. Esto explicaría que La tierra de los muertos vivientes no tuviera un éxito mayor al que algunos hubiéramos deseado, y Romero tuviese que ver cómo la juventud comparaba despectivamente su película con otra que, para colmo, no hacía otra cosa que actualizar (y muy bien, por cierto) una idea suya.

Ahora intentaré valorar la película tal y como la he percibido en las cuatro veces que la he visto desde su estreno (una en cine y tres en dvd), pero no enfrentándola en ningún tipo de baremo con ninguna de sus predecesoras, ya que me temo que tendrán que pasar unos años hasta ver si esta cuarta parte consigue integrarse en la memoria colectiva junto al resto de la saga o, como dije antes, se la considera una especie de "estorbo".

Tras el logo de la Universal antiguo, el que Romero veía en las películas de Val Lewton (ya sabéis, el avión rodeando el globo terráqueo), un breve montaje nos recuerda lo que pasó "hace algún tiempo" (en un principio deberían haber incluído imágenes de las tres anteriores cintas, pero por problemas de copyright al final decidieron rodar escenas nuevas) y antes de que nos demos cuenta estamos sumergidos en la trama, sin ninguna explicación más que los breves apuntes que comentaba antes. Mejor así. De este modo, el espectador tiene la sensación de haber contemplado lo que normalmente sería el primer acto de todo largometraje en tan solo unos segundos. No hay presentación clásica de los personajes porque no hace falta. Nos importa poco su pasado (aunque finalmente, en determinados momentos de la cinta acabamos sabiendo su "curriculum"). De hecho, los que primero aparecen en la película son los zombis, esta vez bastante diferentes a lo que estamos acostumbrados a ver: ahora algunos de ellos logran comunicarse, conseguir imitaciones cada vez más convincetes de lo que algún día fueron.

Ya en El día de los muertos un científico lograba "amaestrar" a uno de los revividos, pero Romero (tan pesimista como siempre) hizo que su primer instinto al recobrar algo de "humanidad" (¡tras ojear un libro de Stephen King!) fuera el de coger un arma y disparar a quienes le habían maltratado.

En La tierra de los muertos vivientes los zombis figuran otra vez como ejemplo de los marginados, de la sociedad tercermundista que sólo pretende conseguir el acceso a una vida mejor. Por su parte, los "vivos" se parecen cada vez más a los muertos vivientes y viceversa. Están divididos en dos grandes grupos: los que viven ajenos a la destrucción del mundo en su palacio de cristal (liderados por un contenido Dennis Hopper) y los que arriesgan su cuello para "llevarles mondadientes a los ricachones" y sobrevivir en las zonas bajas de una ciudad teóricamente infranqueable por los "podridos".

Romero, tan político como de costumbre cuando trata el tema zombi, nos habla de revoluciones sociales. En esta película hay dos: la de la gente que rodea a Riley (Simon Baker) por salir de esa ciudad condenada y viajar a un lugar donde empezar desde cero; y la de los zombis liderados por Big Daddy (Eugene Clark) que lo único que también buscan es un lugar donde vivir. Los primeros quieren salir de la ciudad, los segundos salir de ella. Son dos caras de la misma moneda, dos revueltas con sus líderes carismáticos al frente. Pero, irónicamente, los muertos vivientes se muestran más unidos que los vivos, mostrando cómo la unión hace la fuerza y cómo los conflictos entre semejantes conducen al fracaso (el caso de los personajes de Hopper y John Leguizamo es ejemplar).

Todo esto está muy bien y eleva la cinta por encima de otras de su categoría, pero, ¿qué pasa con el terror?. Curiosamente, aquí es donde la película encuentra sus aspectos negativos. Hay sobreabundancia de gore, maquillajes extraordinarios (obra de los cada vez más reputados KNB - Kurtzman, Nicotero, Berger), momentos repulsivos y cosas que no había visto antes. Un festival. Pero el problema es que no da miedo. Hay mucha sangre y muchos sustos (algunos de los cuales, funcionan de manera irregular), pero Romero no opta por mostrar escenas de suspense contenido (aquí sólo tendríamos una breve muestra en el momento del aparcamiento antes del final) ni una sensación de angustia provocada por el encierro de los protagonistas (que funcionaba de maravilla en las tres películas precedentes). Quizá el gran problema esté en que los personajes no te importan demasiado, no logras empatizar con ellos de una manera considerable.

Tampoco ayuda la trama paralela a los zombis que se desarrolla con el vehículo llamado "Dead Reckoning (el azote de los muertos)". Los protagonistas (la parte "viva" del reparto, se entiende) están más preocupados en conseguir el vehículo que en enfrentarse a los muertos. Y tanto ir de un lado a otro con la intención de hacerse con el camión acorazado hace que en algunos momentos pienses "Muy bien, pero, ¿dónde están los zombis?".

A pesar de contener algunas imágenes que se me quedarán grabadas en la memoria para siempre (sobre todo, esos zombis agrupados bajo la luz de la luna en la orilla de un río... o cuando se quedan hipnotizados ante los fuegos artificiales) La tierra de los muertos vivientes no es la obra maestra que hubiera querido ver, pero sin duda es una muy recomendable aproximación al subgénero de los zombis y una gran oportunidad (quizá no del todo conseguida) para que Romero esté otra vez en boca de todos, después de foguearse con películas menores.


Publicado originalmente en Natural High. Notas desde el futuro: no era difícil prever que la cuarta película zombi de Romero no se quedaría grabada en la memoria colectiva del mismo modo que lo hicieron las tres primeras. Lo que sí resultaba más complicado era adivinar que Romero todavía tenía que continuar de manera tangencial su saga con unos títulos que, en cierto modo, podría haberse ahorrado. Por otra parte no termino de entender la obsesión que yo tenía en aquella época con que las películas de terror tuvieran que dar miedo...

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