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14 dic 2011

'Acero Puro'

(Real Steel. Shawn Levy. Estados Unidos / India. 2011. 127 minutos) He aquí una película condenada a irritar a los puristas, especialmente a los que aman la obra del escritor Richard Matheson, quien es de nuevo adaptado de manera muy libre por la maquinaria hollywoodiense. Acero es un cuento de 1956 (pueden leerlo aquí) que ya fue adaptado a la televisión para la mítica serie The Twilight Zone en 1963, con el actor Lee Marvin encarnando a Steel Kelly, un antiguo boxeador que, desde que fueran ilegalizados los deportes de contacto entre humanos, se dedica a manejar un robot de pelea llamado Battling Maxo (sic). Acero puro carga con el sambenito de ser una producción familiar de Steven Spielberg, que trivializa el texto original de Matheson y que viene dirigida por Shawn Levy, hasta ahora especializado en comedias como Noche en el museo (Night at the museum. 2006) o su secuela.  Así que, lógicamente, teniendo en cuenta esos elementos, era imposible que la película protagonizada por Hugh Jackman fuera a convertirse en una obra de ciencia-ficción adulta, pesimista y violenta, de ahí la previsible hostilidad con la que ha sido recibida por parte de la crítica. Sin embargo, a Spielberg, a Levy y a Jackman esto no les importa lo más mínimo, ya que su Acero puro es un título para las masas, lo que los anglosajones llaman un crowd-pleaser, es decir, una película destinada a contentar al mayor número posible de espectadores de cualquier edad, sexo o religión. Algo así como el Karate Kid (The Karate Kid. Harald Zwart, 2010) de este año, aunque menos atinado en su propósito. Y, en ese sentido, la cinta cumple de manera correcta con su cometido, por lo cual no podemos echarle tierra encima por ser justo lo que sus responsables querían que fuera, independientemente de que esto se ajuste en mayor o menor medida a nuestros gustos personales o a nuestras fobias.

LO MEJOR: El niño no es repelente.
LO PEOR: Se echa en falta más atención sobre Atom.
Porque, dejando a un lado el hecho de que prefiramos un tipo de cine menos amable, Acero puro no es ni más ni menos que lo que dejaba intuir su tráiler: un trabajo diseñado al milímetro para manipular nuestras emociones en cada momento, haciéndonos reír o incluso llorar según convenga, saciando tímidamente nuestras pulsiones básicas con los cuerpos perfectos de Hugh Jackman y Evangeline Lilly, calmando nuestra sed de violencia escénica con un buen puñado de hostias metalizadas y evocando al niño que fuimos cuando creíamos que era posible construir nuestro propio robot (algunos, incluso, lo consiguieron). No me gusta especialmente el cine familiar, pero no le puedo pedir más de lo que suele (y debe y quiere) ofrecer, porque su público objetivo está muy bien delimitado y éste es un público que sólo pretende divertirse y dejar sus preocupaciones durante dos horas fuera de la sala del cine. Así, esta película mecánica hecha con piezas de Rocky (John G. Avildsen, 1976), Campeón (The Champ. Franco Zeffirelli, 1979) o Yo, el halcón (Over the top. Menahem Golan, 1987) cumple su función de manera bastante eficaz, aunque falla en algunos puntos clave, especialmente en lo que concierne a la figura del robot Atom: resulta demasiado evidente que se le utiliza como nexo de unión paterno-filial, pero hacía falta profundizar algo más en él para que, a lo largo de la historia, nos implicáramos más emocionalmente con ese montón de metal, chips y cables que parece entender lo que le dicen, algo que sólo se menciona de pasada en momentos puntuales (cuando le vienen bien al guión) y es obviado en otros. Pese a esto, y pese a ser muy consciente de lo prefabricado del asunto, Acero puro cuenta con mis simpatías. Y prefiero disfrutarla como lo que es antes que esforzarme en destriparla por motivos que le importarán un bledo a quienes vayan a pagar su entrada para verla.

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