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23 dic 2011

'No tengas miedo a la oscuridad'

(Don't be afraid of the dark. Troy Nixey. Estados Unidos / Australia / México. 2011. 99 minutos) Procedente del mundo del cómic y del cortometraje (debutando con un trabajo de 2007 donde ya mezclaba imagen real y animación digital: Latchkey's Lament), Troy Nixey ha visto cómo su nombre era eclipsado en su debut por el de su productor, un Guillermo del Toro que aparentemente ha puesto mucho de su parte en una película que lleva su sello impreso en muchos de sus fotogramas. Se trata del remake de un telefilm homónimo de 1973, del cual retoma la idea de unos seres diminutos que se esconden tras la chimenea cerrada de una casa antigua y que persiguen llevarse a la protagonista hacia la oscuridad, con intenciones que, como ya deben suponer, no son nada halagüeñas. Ahora encontramos un cambio sustancial: ya no es una esposa aburrida la que se enfrenta a las criaturas, sino una niña depresiva que intenta superar el divorcio de sus padres, el traslado desde la ciudad a una mansión gótica y la aceptación de una "nueva madre". Todo ello con el peligroso añadido de unos duendes malignos que pretenden llevarse sus dientes y convertirla en uno de ellos. Como es lógico, deberá lidiar también con la incomprensión de los mayores, especialmente la de un padre (Guy Pearce) más preocupado por su trabajo que por la cordura de su hija, hasta que su madrastra (Katie Holmes) descubre que la niña está diciendo la verdad y decide ayudarle (estrechando, de paso, lazos familiares). Creánme cuando les digo que no les estoy desvelando nada del argumento que no se intuya durante los primeros minutos, tras un prólogo inquietante que sirve de magnífica introducción para este cuento terrorífico tan solvente como previsible (salvo por un final que, este sí, no conviene descubrir con antelación). 

LO MEJOR: La atmósfera opresiva de su primera mitad.
LO PEOR: Que se ataque su sencillez.
No tengas miedo a la oscuridad encuentra sus mayores virtudes en su plasticidad, en la manera tan elegante y calmada con la que se recrea en sus escenarios y nos describe el lugar donde va a transcurrir la acción, deleitándose en las sombras y convirtiendo su arquitectura de espacios amplios en un entorno asfixiante y tenebroso, tomándose su tiempo además para presentar a los personajes y desencadenar un terror que sabe cómo mantener latente hasta el momento preciso. Una vez que estamos en ese punto, la película pierde algo de interés debido principalmente a que las secuencias con los monstruos son inevitablemente repetitivas, pese a regalarnos algún momento tan agradable (entiéndanme) como el susto bajo las sábanas. Se puede decir que estos monstruos pequeños no suponen una amenaza demasiado grande y que, si nos ponemos puntillosos, resulta algo increíble la manera en la que manejan la situación en determinadas ocasiones. Pero aquí es donde cobra más sentido el hecho de que le hayan dado el protagonismo a un personaje infantil y no a un adulto, ya que es ese punto de vista inocente, desvalido y presto tanto a la sorpresa como al miedo, el que preside toda la narración y el prisma desde el que tendríamos que entender la película: No tengas miedo a la oscuridad no es una cinta de terror destinada a hacer pasar un mal rato excesivo al espectador, no hay sobreabundancia de sustos, ni de gore, ni se puede adscribir al subgénero de casas encantadas, es sencillamente un cuento fantástico de carácter amable en su mayor parte (salvo por algún apunte malsano), más preocupado por contar una historia simple y eficaz con sus tintes moralistas y su defensa de la familia como único remedio contra El Mal, que por epatar al respetable con golpes de efecto y conceptos perturbadores. Es un film apto para casi todos los públicos y coherente con sus propuestas; pedirle algo más que eso (o exigir que sea algo distinto) va en contra de lo que la película quiere ser y, por tanto, es un esfuerzo inútil. 




BONUS

Frío en la noche (Don't be afraid of the dark. John Newland. Estados Unidos. 1973. 74 minutos) Como complemento a la crítica de la película de Troy Nixey, no está de más recordar el telefilm original en el que se basa. Rodado y estrenado en tiempo record (transcurrieron sólamente dos semanas desde que Nigel McKeand escribió la primera línea del guión hasta que fue emitido por televisión...), conoció estreno en vídeo en España con el título de Frío en la noche, salvo error generalizado en internet. En contra de lo que se suele decir, y aún teniendo en cuenta que entiendo los motivos por los que el telefilm se pudo convertir en una cinta de culto, tengo que reconocer que su visionado no aporta demasiado si han visto la nueva versión. Incluso que, más bien al contrario, se trata de un trabajo tosco, balbuceante y casi obsoleto que delata en exceso su apresurado proceso de producción. Como producto televisivo es más que aceptable, al poseer una factura que casi podría competir con la de algunos títulos cinematográficos de su época. Además, el suspense está bien trabajado y se sustenta sobre unos mimbres muy básicos que confieren a la película una sensación de concreción bastante agradable. Pero la interpretación de Kim Darby es tirando a penosa y el paso del tiempo no la ha tratado nada bien, no sólo por lo ridículos que resultan sus monstruos (algo perdonable debido a la falta de medios), sino sobre todo por lo mal que ha envejecido tanto estética como narrativamente, con un ritmo adormecedor y unos dejes machistas en los diálogos y la actitud del marido de la protagonista que hoy en día serían autocensurados por cualquier escritor con dos dedos de frente. Aunque suene a sacrilegio para muchos, si tienen que escoger entre una de las dos versiones, no lo duden: la de 2011 es superior. 

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