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15 may 2011

'El sicario de Dios'

(Priest. Scott Charles Stewart. Estados Unidos. 2011. 87 minutos) Curtido en el mundo de los efectos especiales hechos por ordenador gracias a su paso por Industrial Light & Magic y The Orphanage, Scott Charles Stewart sigue dando muestras de su pasión por el cine fantástico tras su anterior Legión (2009), que compartía con El sicario de Dios, además del protagonismo de Paul Bettany, su temática terrorífico-religiosa. Aquí adapta de manera libre un cómic coreano de Hyung Min-woo publicado originalmente de 1998 a 2007. La historia nos presenta un mundo post-apocalíptico en el que los humanos viven protegidos y alejados de las colonias de vampiros,  pero ahora son sometidos a los dictados de la Iglesia. El Sacerdote (Paul Bettany), líder de un antiguo grupo de guerreros santos que consiguieron exterminar a la mayoría de los chupasangres, debe volver a la acción cuando le comunican que su sobrina ha sido secuestrada por quien resulta ser un antiguo compañero que se ha pasado al lado oscuro, Sombrero Negro (Karl Urban). El Monseñor Orelas (Christopher Plummer) envía al resto del equipo (entre ellos Maggie Q) para dar caza al Sacerdote que se ha rebelado contra él. 

LO MEJOR: Su estética y su corta duración.
LO PEOR: Que parezca condenada al fracaso de antemano.
Cargada de acción, sustos y efectos especiales, El sicario de Dios se erige como una de las propuestas más enérgicas y disfrutables de la cartelera, sobre todo por su falta de ambiciones y su clara vocación de espectáculo de feria (que es, recuerden, lo que era el cine en sus inicios). No aspira a otra cosa que no sea entretener, algo que es muy de agradecer en estos tiempos dominados por esa ampulosa vacuidad que afecta a no pocas producciones de género fabricadas en Hollywood, a veces con un ojo puesto en la taquilla y otro en las tablas de estrellas de los críticos. Aquí no se intenta convencer a nadie de que detrás de los vampiros, las explosiones y las hostias hay algo más. Se trata simplemente de menos de hora y media de frases cortas y contundentes, demostraciones de poderío testosterónico, secuencias de lucha de inspiración hongkoniana y un diseño de producción espectacular, con una fisionomía urbana que nos hace pensar en un Blade Runner en versión beata, mezclado con escenarios de Mad Max, estética steampunk y soluciones argumentales propias del western. El sicario de Dios es una Serie B hecha con dinero que no ha perdido su espíritu pulp a pesar de contar con un presupuesto que, si bien no debe ser demasiado boyante, sí se advierte holgado. Además, Stewart tiene el buen gusto de recuperar a Brad Dourif y Mädchen Amick, nombres que al aficionado veterano le traerán sin duda buenos recuerdos.

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