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8 dic 2010

Crónicas de un Pueblo: Sitges 2010

Si se preguntan cómo es posible que este año consiguiera una acreditación de prensa para el Festival de Sitges, la respuesta es fácil: llevo años escribiendo una columna sobre cine en un periódico que cada vez cuenta con mayor tirada y con un ingente número de lectores y suscriptores. Gracias a Crónicas de un pueblo conseguí mi pase y este ha sido el resumen que publiqué allí el mes pasado. Poco a poco seguiré con las reseñas individuales, pero dejo aquí esta impresión general del festival. Con foto de regalo.


Superando el número de asistentes del año anterior, pero teniendo que capear el temporal de críticas vertidas sobre algunas de sus películas proyectadas, el Festival de Sitges 2010 ha cerrado sus puertas provocando la sensación de ser un monstruo multicéfalo que pretende extender sus tentáculos hacia objetivos demasiado amplios, lo cual favorece la heterogeneidad pero también el desconcierto. Sin embargo, a lo largo de sus numerosas secciones sí se puede apreciar una voluntad por tocar de manera consciente varios temas que dieran cohesión al aparente caos. El campo de la realidad virtual ha sido uno de los motivos recurrentes de esta edición, con títulos que se han ocupado de plasmar los peligros de estos mundos paralelos (en ocasiones más físicos que virtuales): 8TH WONDERLAND (Nicolas Alberny, Jean Mach), DE MAYOR QUIERO SER SOLDADO (Christian Molina), LIFE 2.0 (Jason Spingarn-Koff), R U THERE (David Berbeek) y CHATROOM (Hideo Nakata) reflexionaban sobre mundos paralelos que transcurrían en la imaginación de sus protagonistas o en la memoria de sus ordenadores. En otro gran leit-motiv del Festival se puede apreciar ese cierto grado de incoherencia o voluntad de agradar a todo el mundo que acaba siendo perjudicial: al mismo tiempo que se invitó a una de las estrellas secundarias de la saga CREPÚSCULO (el guaperas Kellan Lutz), se pudo observar un claro posicionamiento en contra de la moda de los vampiros de nueva hornada con títulos que pretendían devolver a este monstruo su carácter terrorífico. De este modo, STAKE LAND (Jim Mickle), PROWL (Patrick Syversen) o la mediocre WE ARE THE NIGHT (Dennis Gansel) intentaron conseguir que la figura del vampiro volviera a resultar atemorizante, mientras que SUCK (Rob Stefaniuk) prefirió tomárselo a guasa. Se pudo ver también la versión norteamericana de DÉJAME ENTRAR (Matt Reeves), menos evocadora que la versión original sueca, menos truculenta que el libro, pero también más comercial en el buen sentido de la palabra.
Las Artes Marciales también tuvieron su cupo de protagonismo con una serie de largometrajes de calidad variable: Donnie Yen conquistó con IP MAN 2 (Wilson Yip) y, sobre todo, con la estupenda 14 BLADES (Daniel Lee), llena de acción, humor y emoción, pero aburrió con la decepcionante LEGEND OF THE FIST: THE RETURN OF CHEN ZHEN (Andrew Lau), de la cual sólo se pueden rescatar los soberbios 10 minutos iniciales y parte del clímax final; Tony Jaa tampoco convenció con ONG BAK 3 (Tony Jaa & Panna Rittikrai); no dejó muy buen sabor de boca el regreso del gran Tsui Hark con DETECTIVE DEE AND THE MYSTERY OF PHANTOM FLAME, a pesar de algunos momentos aislados de brillantez; la verdadera joya de este género fue la lúcida GALLANTS (Derek Kwok & Clement Cheng), en la que un grupo de actores veteranos de Hong Kong homenajean al cine de artes marciales de los años 70 con muy buen gusto y mejor sentido del humor. La acción, aunque con un cariz muy distinto, también estaba presente en otra de las mejores películas del festival, SNABBA CASH – EASY MONEY (Daniel Espinosa), cinta sueca que ha arrasado en la taquilla de su país y que se convertirá pronto en trilogía y en objeto de remake por parte de Hollywood.
Sitges 2010 fue también el escenario escogido para el regreso agridulce de algunos nombres fundamentales del cine de las últimas décadas: John Carpenter agotó las localidades para THE WARD (yo no pude llegar a verla), pero la sensación general que dejó fue la de cierta indiferencia e incluso la indignación en algunos fans de larga trayectoria; OUTRAGE supuso el retorno de Takeshi Kitano al cine de yakuzas y, aunque por momentos resulta divertida y contiene algunas escenas de violencia marca de la casa, la verdad es que no resulta un título especialmente brillante ni destacable en la filmografía del japonés; A WOMAN, A GUN AND A NOODLE SHOP, el remake hongkonés de SANGRE FÁCIL preparado por el chino Zhang Yimou tampoco convenció como se esperaba. Entre la savia relativamente nueva, James Wan dividió al público de INSIDIOUS entre los que la consideraban una tomadura de pelo y los que, como yo, la interpretaron como un homenaje acertado y valiente al cine de casas encantadas; por su parte, Brad Anderson sufrió el ataque de incomprensión de buena parte del público que no vio en THE VANISHING ON 7TH STREET el angustiante, terrorífico y elegante ejercicio de suspense que es en realidad.
El título más polémico del año fue, no obstante, A SERBIAN FILM (Srdjan Spasojevic), de la cual puedo confirmar que contiene una de las secuencias más aberrantes y enfermizas que he visto jamás (y que es mejor no describir aquí), y que a pesar de su tosquedad cinematográfica (el exceso de postproducción intenta despistar al espectador para que no se percate de que, en realidad, no le están contando casi nada) y de resultar ligeramente aburrida, posee el valor de las obras que pretenden plasmar el horror de manera valiente, incómoda y frontal.
Las mejores, para quien esto firma, fueron RARE EXPORTS: A CHRISTMAS TALE (Jalmari Helander) y SUPER (James Gunn). La primera, que ganó justamente el premio a la Mejor Película, es un bello cuento terrorífico que plantea una situación cautivadora desde su origen: el hallazgo de la que podría ser la tumba del verdadero Papá Noel, el cual tiene muy poco que ver con lo que significa hoy en día para los niños de medio mundo. La segunda se trata de una visión nada complaciente del mundo de la vigilancia ciudadana, con humor negro y una violencia lúdica al mismo tiempo que bastante bestia, narrada desde el punto de vista de un tipo mediocre que cree recibir un mensaje de Dios en el que le pide convertirse en superhéroe. Mención especial también para RED HILL (Patrick Hughes), un western contemporáneo rodado en Australia dotado de un ritmo y un sentido del suspense encomiables.

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