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23 dic 2010

'Tron: Legacy'

(Tron Legacy. Joseph Kosinski. Estados Unidos. 2010. 127 minutos) En 1982, una Disney que por entonces seguía un rumbo errático y que distaba bastante de ser la productora todopoderosa que conocemos hoy en día, estrenó una película que en su día apenas pudo recuperar la inversión en taquilla, pero que con el tiempo ha adquirido estatus de culto. Tron, de Steven Lisberger, merece ser considerada pionera en el campo de los efectos visuales generados por ordenador, ya que fue, junto a Star Trek II: La ira de Khan (Star Trek II: The wrath of Khan. Nicholas Meyer, 1982), la primera cinta comercial que presentaba secuencias completas generadas por efectos infográficos. Estos trucajes, rudimentarios y hoy totalmente superados, ayudaban a crear la sensación de que la historia transcurría en una realidad virtual, pero estaban aún muy lejos de conseguir algo de credibilidad incluso en aquel lejano 1982. La película no aguanta actualmente un visionado completo sin añadirle valor nostálgico o histórico, con lo cual ha quedado obsoleta para las nuevas generaciones acostumbradas a manejar con sus mandos, ratones o teclados, gráficos generados por ordenador igual de potentes que los que presentan muchas superproducciones cinematográficas. Aparte de eso, hay que reconocer que Tron era un auténtico tostón, una cinta narrativamente tediosa que hoy en día sólo puede ser admirada por su valor de experimento fallido.


LO MEJOR: La banda sonora de Daft Punk.
LO PEOR: El Jeff Bridges infográfico, el ritmo apagado y
el desastroso guión.
Si el Tron de 1982 era un juguete de mecanismo defectuoso y poco brillante, de Tron: Legacy podemos decir más o menos lo mismo. Lanzada como la respuesta Disney a Avatar, Legacy es otra película que pretende ser el no va más de la tecnología aplicada al séptimo arte y que, como ocurría en la versión anterior, asume un riesgo del que no puede salir airosa, sencillamente porque esa tecnología que utilizan no está todavía preparada para hacernos creer en la corporeidad y signos vitales de un personaje creado enteramente por ordenador. El Clu 2.0 (la versión joven e infográfica de Jeff Bridges que sirve esta vez como villano principal de la película) tendría un pase si el resto de programas que aparecen en la historia (es decir, todos y cada uno de los personajes que se mueven por la realidad virtual donde transcurre la cinta, con la excepción de los invitados humanos: Kevin y Sam Flynn), tuviese ese aspecto artificial desprovisto de alma. Joseph Kosinski se atreve incluso a utilizar esta versión digital fuera del mundo virtual, en el real, presentándolo como versión joven del personaje interpretado por Jeff Bridges. Esto hace que, por muchos efectos visuales espectaculares y por mucho 3D que adornen la cinta, exista permanentemente un escudo entre la ficción y los espectadores que impide la total inmersión en la película, consiguiendo un fracaso similar al ocurrido en 1982 en tanto que, al igual que aquella, confía demasiado en una tecnología poco preparada que arruina cualquier posibilidad de credibilidad y empatía con la historia. No obstante, ese no es el mayor problema de Tron: Legacy... No se puede negar la capacidad de Kosinski para conseguir imágenes efectivas o incluso bellas en unos escenarios tan poco vistosos comos los que pueden verse en el universo de Tron, pero queda también claro que tiene problemas para contar una historia de manera interesante o mínimamente atractiva. Si bien los primeros minutos nos recuerdan, para bien, al cine fantástico familiar que proliferaba en Hollywood durante la década de los 80, además de presentar una serie de set-pieces en los primeros cuarenta minutos que consiguen llamar la atención del espectador por su eficacia, ritmo y espectacularidad, pronto la trama cae en una sucesión de diálogos eternos, escenas alargadas en exceso y prescindibles, secundarios aborrecibles (Michael Sheen está para echarlo a los leones, directamente) y una artificiosidad tan vacua como somnífera, cayendo en esa gran lacra del cine de entretenimiento actual que es la de, precisamente, no saber cómo entretener, además de caer en una ridícula vocación de trascendencia y de no saber cómo explicar lo que sucede y confiar demasiado en las resoluciones precipitadas e incoherentes (se lleva la palma la acción final de Kevin Flynn, uno de los muchos recursos que el guión se saca de la manga sin que podamos encontrar ninguna explicación lógica). Visto lo visto, la película podría haber sido un mediometraje musical de Daft Punk y todos habríamos salido ganando.  Sin embargo, Tron: Legacy no es, en suma, más que un bello desastre.

2 comentarios:

Periko dijo...

De todas las criticas que he leido sobre esta pelicula, la tuya es la que se acerca mas a lo que yo mismo pense cuando sali del cine.
Si Hollywood sigue apostandolo todo a la carta de los FX digitales y el 3D, mucho me temo que cada superproduccion que nos echemos a la cara va a ser mas de lo mismo. Peliculas sin alma que precisamente fallan en su unica baza...cine de usar y tirar totalmente prefabricado.
Creo que me refugiare en la serie B y huire de esta carrera tecnologica enfermiza que se traen los grandes estudios...

Pedro José Tena dijo...

Lo peor de todo es que se venía venir, pero pensé que con una película mierda llamada Tron sería suficiente. Ahora tenemos dos películas mierdas llamadas Tron, da igual que tenga mejores efectos especiales o que venga en 3D, porque sigue siendo un peñazo igual que el del 82.