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28 dic 2010

'Rebobine, por favor'

(Be kind, rewind. Michel Gondry. Estados Unidos. 2008. 101 minutos) Falta muy poco para que podamos ver la incursión en el cine de superhéroes de Michel Gondry con la apetitosa The Green Hornet (el 14 de Enero tendremos en las carteleras esta versión cinematográfica de la serie protagonizada por Bruce Lee entre 1966 y 1967), momento en el cual podremos comprobar si el director se ha pasado al cine convencional o si, aun manejando un presupuesto de noventa millones de dólares, mantiene esa personalidad e inventiva visual que le han hecho famoso desde los tiempos en los que dirigía obras maestras en miniatura como el Around the world de Daft Punk. En caso de que se haya pasado al lado oscuro y se convierta en un asalariado más de la maquinaria hollywoodiense, Rebobine, por favor podría quedar en la memoria como una bella carta de amor y despedida hacia una forma artesanal de concebir el cine destinada al olvido por la tiranía de lo digital.

LO MEJOR: Las películas suecadas y la emocionante 
proyección final.
LO PEOR: Jack Black no siempre resulta tan gracioso como
pretende. 
La película cuenta la historia de un grupo de personajes fuera de lugar cuya forma de vida y hábitat está a punto de extinguirse: en la era del DVD (o Blu-Ray) y los edificios de diseño, un viejo videoclub donde sólo se alquilan VHS y situado en la esquina de un bloque de pisos antiguo tiene los días contados. Cuando Jerry (Jack Black) queda magnetizado al intentar sabotear una planta eléctrica, borra accidentalmente todas las cintas del videoclub propiedad de Elroy Fletcher (Danny Glover). Mike (Mos Def) tiene una idea descabellada y brillante: filmarán sus propias versiones de todos los títulos que vayan solicitando los clientes para mantener a flote el negocio e intentar conseguir el dinero necesario para reformar el videoclub sin que sea derribado. Lo que en un principio comienza como una solución de emergencia y con el propósito de salvar el local se acaba convirtiendo en algo más: las pequeñas piezas, esos remakes suecados, consiguen insuflar vida a un barrio muerto donde la ilusión había desaparecido mucho tiempo atrás. Gondry nos habla en realidad del poder de la creatividad, del placer de la creación artística y la fuerza de las imágenes en movimiento, reflexiona sobre la importancia de la ilusión y la imaginación en nuestras vidas no sólo como una vía de escape hacia la mediocridad de las mismas, sino como una manera enriquecedora de mejorarlas. Y lo hace homenajeando otros tiempos en los que el cine y la música estaban hechos de esa pasta, nunca parodiando la cantidad de títulos que cita, sino rememorando su capacidad para generar entusiasmo, el mismo entusiasmo que contagia la película y que conduce hacia un final emotivo, agridulce y rematadamente bello capaz de poner la piel de gallina a cualquiera que lleve algo de cine en sus venas. Si son capaces de resistirse o de mirar el cartel de la película sin esbozar una sonrisa, lo siento, están ustedes cinematográficamente muertos. 

2 comentarios:

Borja dijo...

El final, tan criticado por su moñez,me parece precioso, sencillo y directo. Si, pretende hacerte llorar y es moñas...como si eso fuera algo malo o un error de guión. Grandísima película.

Pedro José Tena dijo...

Muy grande, sí. Ojalá cada año se estrenara al menos una película que pudiera emocionar tanto con tan poco, como lo hace esta.