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13 sept 2011

'El origen del planeta de los simios'

(The rise of the planet of the apes. Rupert Wyatt. Estados Unidos. 2011. 105 minutos) Hace poco tenía la oportunidad de hablar someramente del contexto sociopolítico al que puede hacer referencia El origen del planeta de los simios (texto que pueden leer aquí mismo o aquí, como deseen), quizá debido más a la casualidad que a la intencionalidad, ya que resultaría demasiado optimista pensar que una major de Hollywood habría deslizado voluntariamente un mensaje liberal en uno de sus productos estrella de la temporada. Pero si la película de Rupert Wyatt debe ser considerado como uno de los blockbusters más satisfactorios de este verano no es sólo porque apele a cuestiones de candente actualidad, por su adscripción ideológica de protesta y su posible capacidad para convertirse en título emblema en un futuro cercano, cuando sea tomada como un referente de los convulsos tiempos en los que fue estrenada. La cinta de Wyatt tiene esa capacidad para resultar contestataria, sí, pero además de eso supone uno de los mejores y más depurados ejemplos de cine de entretenimiento contemporáneo, una superproducción que posee la extraña habilidad de aunar contenido y forma de manera armoniosa y sorprendente.

LO MEJOR: El clímax en el Golden Gate, oro puro.
LO PEOR: Sobran algunos personajes humanos.
Si algo debería llamarnos la atención, además de todo ese valor añadido reivindicativo, es la casi impecable concreción con la que está narrada la película. Es cierto que esto tiene un daño colateral, como es el hecho de que algunas líneas argumentales secundarias estén explicadas de manera algo torpe (especialmente la atropellada historia de amor entre los personajes interpretados por James Franco y Freida Pinto). Pero es un mal menor si tenemos en cuenta que apenas se presentan subtramas y que a medida que avanza el metraje va quedando claro que los verdaderos protagonistas de la función son los simios y no los humanos, quienes aparecen esta vez como simples comparsas o como villanos odiosos en forma de científicos insensibles o maltratadores de animales. Hace falta ser mala persona para ver El origen del planeta de los simios y no ponerse de inmediato de parte de Caesar (al que presta sus gestos el especialista Andy Serkis), sobre todo a partir del momento en el que la película adopta las formas de drama carcelario y empieza a gestarse la venganza de los monos contra una raza que no les permite evolucionar y que castiga su inteligencia. Si el largometraje hasta ese instante resultaba simplemente entretenido, a partir de esa parte comienza a adquirir una inusitada capacidad para provocar emociones en el espectador y llevarle a un clímax final en el Golden Gate que posee una intensidad, una elegancia, un ritmo y una espectacularidad que para sí quisieran el noventa por ciento de las cintas de acción que se han estrenado en los últimos diez años. Aunque le tengan pánico a palabras como "reboot", "remake" o "precuela", dejen sus prejuicios a un lado y disfruten de este peliculón ahora que todavía lo tienen en los cines.

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