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25 sept 2011

'Todo por la pasta'

(Todo por la pasta. Enrique Urbizu. España. 1991. 88 minutos) El cine de género español de los años ochenta era un terreno yermo por culpa de la política de subvenciones y apoyo al cine social y de autor promovida por Pilar Miró y Fernando Méndez-Leite, respectivamente, desde su posición de directores del ICAA (Instituto de Cinematografía y Artes Audiovisuales), aunque a la hora de la verdad lo que triunfaba eran las comedias de tetas y los dramas de posguerra. Paralelamente, y quizá como un acto de rebeldía y reafirmación de una voluntad contracultural y ajena a las tendencias imperantes en el panorama patrio, se fue gestando una revolución auspiciada por un grupo de nuevos creadores, independientes, jóvenes y amantes del cine de entretenimiento, que eclosionaría en los noventa, primero en forma de cortometrajes y luego dando el salto a las salas en forma de un nuevo de tipo de cine español enfocado a una audiencia ansiosa de nuevas experiencias y diversión. Pero antes del asentamiento y la aceptación masiva de Álex de la Iglesia (a quien vemos en los créditos de Todo por la pasta como director artístico) o Alejandro Amenábar, seguramente los más populares del grupo, hubo algún intento aislado por hacer algo distinto dentro de nuestras fronteras, con películas que aún se debatían entre el costumbrismo nacional y la imitación de temáticas y estilismos foráneos propios de géneros más concretos como el terror o, en este caso, la acción. El caso de Enrique Urbizu no hacía presagiar que andaría por esos derroteros, teniendo en cuenta que su ópera primera fue la comedia Tu novia está loca (1988), pero en 1991, reuniendo a dos de los protagonistas de aquella, Antonio Resines y María Barranco, se descubrió con un thriller de acción que serviría como preludio de lo que luego podría dar de sí en dos obras posteriores más ambiciosas como La caja 507 (2002) y No habrá paz para los malvados (2011). 

LO MEJOR: El intento de hacer un tipo de cine
distinto al que se hacía por entonces en España.
LO PEOR: La interpretación de María Barranco.
Todo por la pasta tiene el valor de ser una película a contracorriente, un título ajeno a cualquier moda y, en cierto modo, precursor de todo lo que vendría después, sin renunciar a la posible influencia que sobre ella hayan podido tener títulos aislados del policíaco español como A tiro limpio (Francisco Pérez-Dolz. 1963) o El Crack (José Luis Garci. 1981). Urbizu se basa en un guión de Luis Marías que se toma en serio el cine negro, desprovisto de cualquier distanciamiento irónico y plagado de personajes arquetípicos que parecen venir de otros esquemas populares (los kinkis de José Antonio de la Loma o Eloy de la Iglesia se mezclan con una actriz de porno en vivo que podría venir de cualquier cinta del primer Almodóvar) para verse envueltos en una trama de corrupción policial, atracos y asesinatos que afectan tanto a altas esferas políticas como a los miembros más desarrapados de la sociedad española. El problema es que en Todo por la pasta se produce una fricción entre dos tipos de cine: el que se hacía por entonces y el que todavía estaba por hacerse en España. Se queda así la película en tierra de nadie, obteniendo grandes momentos de crudeza y furia en los momentos de acción (filmados de manera correcta) pero chirriando en otros aspectos como la música de Bernardo Bonezzi (que ha quedado desfasada y que no es del todo apropiada para un thriller, algo que debería haber quedado claro hace veinte años, cuando se estrenó la película) o, especialmente, la insoportable interpretación de María Barranco, alguien con dotes evidentes para la comedia que, sin embargo, se mueve aquí como un elefante en una cacharrería, desentonando constantemente, irritando con sus grititos improcedentes y sus sobreesfuerzos interpretativos. Compensan en parte el desaguisado una Kiti Manver correcta y un Antonio Resines que anticipaba lo muy hijoputa que podría llegar a ser en pantalla, pero el hecho de tener a María Barranco como protagonista supone un lastre hasta el final, cuando en los títulos de crédito tenemos que escuchar una canción insoportable interpretada por ella misma. No obstante, centrándonos en lo positivo, la cinta sirvió como primer contacto de Urbizu con el cine de género, el cual volvería a tantear en la road-movie Cachito (1996) y en el videojuego Los Justicieros (1996), un experimento con forma de Western, antes de volver a intentarlo de manera absoluta con la ya citada La caja 507, de la que en breve podrán leer también aquí.

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