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14 sept 2011

'Super 8'

(Super 8. J.J. Abrams. Estados Unidos. 2011. 112 minutos) Uno de los deportes favoritos de este verano que va a terminar ha sido meterse con Super 8, generalmente con frases que vienen a decir más o menos lo siguiente: "No está mal, pero el final es una mierda" o, directamente, "Es una puta basura y yo quería ver una secuela de Monstruoso". A los que han pronunciado lo primero, les diría que no han entendido prácticamente nada de la película y que no sé muy bien cómo querían que terminara, si con la manida maniobra de destrucción de la amenaza por parte de los humanos o con la posibilidad de una secuela directa que les explicara algo más. Además, me resulta realmente complicado discernir a partir de qué momento la película deja de molar y se convierte en algo ñoño, como ellos afirman, cuando ese tono emotivo está presente a lo largo de todo el metraje y, por si fuera poco, en el último tercio de la cinta se concentran algunas de sus mejores secuencias. A los que han soltado pestes sobre la cinta de Abrams juzgándola a partir de las expectativas que habían puesto en ella, y que tenían más que ver con sus ganas de ver una posible segunda parte de Cloverfield que con su capacidad para adentrarse en una historia distinta e independiente de aquella (por mucho que el amigo J.J. esté involucrado en ambas), les pediría que se dejaran de teorías pajilleras y abriesen un poco su mente, más que nada porque debe resultar para ellos agotador y frustrante aguantar dos horas sufriendo una lucha interna entre lo que deseaban ver antes de sentarse en la butaca y lo que se está proyectando sobre la pantalla de cine. Así que relájense. Y recuerden: si Cloverfield 2 no se hace realidad, no pasa nada, la vida continúa a pesar de ello...

LO MEJOR: Su potencial de film de culto. El corto que se
exhibe en mitad de los créditos finales.
LO PEOR: Que se haya puesto de moda despellejarla.
Existe también un tercer grupo de posibles damnificados por el Efecto Super 8, compuesto esta vez por miembros que me parecen más respetables y cuya queja sobre la película de Abrams, sin dejar de ser injusta, sí resulta algo más comprensible. Hablo de aquellos que, nacidos a finales de los setenta y principios de los ochenta, han crecido con el tipo de cine al que Super 8 pretende homenajear, centrándose sobre todo en la producción Amblin auspiciada por Steven Spielberg, pero también en el grueso de la Serie B de monstruos de la época y en las películas caseras que futuros cineastas filmaban en sus patios con las cámaras de sus padres. Este grupo de espectadores afirma haber echado en falta algo de la magia que aquellas producciones poseían, pero no nos engañemos: Super 8 tiene tanto sentido de la maravilla como cualquiera de nuestras películas favoritas de la década de los ochenta, sus personajes están tan bien construidos como en aquellas (o incluso mejor, además de estar interpretados de manera impecable por su joven reparto) y de haber sido filmada hace veinticinco años, hoy estaría en el mismo altar en el que muchos sitúan Los Goonies o Exploradores, con las que, dicho sea de paso, no tiene tanto en común como algunos piensan. Si hay algo que reprochar a este largometraje es que, en algunas ocasiones, se le notan ciertas costuras a un guión que proviene de dos ideas diferentes y que no siempre están bien cohesionadas (por un lado, la historia centrada en el ataque de un alienígena a una pequeña población norteamericana, por otro, la historia de unos jóvenes que quieren hacer películas y tienen que enfrentarse a la madurez a marchas forzadas), sin que ello suponga que exista demasiada descompensación entre las mismas. Por lo demás, y dejando a un lado minucias como alguna que otra exageración o incoherencia sin importancia (ver cómo la camioneta está casi intacta, por ejemplo, después del caos que monta al chocar contra el tren) o su poco sutil mensaje anti-drogas (que no tiene por qué ser un defecto per se, a no ser que ustedes se pongan hasta el ojete de todo), Super 8 es una película a reivindicar desde ya, un título que debemos rescatar de la incomprensión con la que ha sido recibido y que, aviso, gana enteros con un segundo visionado, que es algo que no se puede decir de muchos estrenos. Así que admitámoslo: el problema está en nosotros, que no somos los mismos que éramos en 1985, hemos perdido parte de la capacidad para sorprendernos y (creemos que) estamos de vuelta de todo. Y de eso Super 8 no tiene ninguna culpa.

2 comentarios:

BORJA dijo...

Ya lo dijo George Lucas con sus nuevas películas galácticas: "los fans crecen, Star Wars no".
Y si bien a Lucas le salió mejor la afirmación que las propias películas, no deja de tener razón.
El problema es que enfrentarse a Super 8 es complicado y como bien dices, una segunda pasada es indispensable para borrar lo que uno espera de ella y quedarse con lo que ofrece. Super 8 tiene fallos, unos cuantos, pero pasarle factura a esta y dejar de lado los de películas ochenteras mitificadas es infusto. Pero en parte es agradable, ya que funciona como estudio para dejar en pañales a unos cuantos. ¿Recuerdas lo que hablamos sobre los supuestos fans de Carpenter y sus ladridos ante "Fantasmas de Marte"? Pues eso.

Pedro José Tena dijo...

Cierto, lo de 'Fantasmas de Marte' fue muy esclarecedor: con ella se vio quiénes entendían a Carpenter de verdad y quiénes no. Fuimos minoría los que la disfrutamos, y con 'Super 8' ha pasado igual, que la mayoría la ha aborrecido y unos cuantos la hemos defendido y la hemos disfrutado como se merece. Es verdad que tiene sus fallos, como casi todas, pero también tienes razón en que se la compara negativamente con cintas que tampoco eran perfectas y a las que sólo se defiende por cuestiones sentimentales, sin llegar a entenderlas del todo ni a medirlas por un rasero justo por el que sí quieren medir a la peli de Abrams. Que la gente es tonta, vamos, dicho en pocas palabras.